lunes, enero 30, 2012

"Festín de Cuervos" de George R. R. Martin

He de reconocer que para tratarse de la mejor saga de Fantasía Épica de todos los tiempos, Canción de Hielo y Fuego está resultando un tanto decepcionante. Es una sensación que tengo desde hace mucho pero la lectura de “Festín de cuervos” me lo ha acabado de confirmar.
Ciertamente, Martin sigue siendo un mago de las palabras, 800 páginas largas que se leen en un suspiro, eso sí, frenético, a toda leche y sin poder parar, aunque, a la larga, no acaben de convencer. A mi modo de ver muchos son los fallos que empiezan a convertirse en legión.
Primero, la falta de originalidad de algunos planteamientos sacados totalmente de nuestro pasado y que a mi, personalmente, me empiezan a cansar un tanto. Sólo diré algunos nombres: vikingos, Venecia, Al-ándalus y a partir de ahí que cada uno llegue a sus propias conclusiones. Lo gracioso del caso es que cuando otros autores han recurrido a este método las críticas les han llovido por doquier y, sin embargo, a Martin todo se le perdona y la gente sigue alucinando con su “originalidad”.
Segundo, incoherencia a la hora de plantear los personajes. Vale, el maniqueísmo está más visto que el tebeo, y un buen autor, aunque sea de Fantasía Épica, debe de cuidar sus personajes, pero una cosa es que uno empieza siendo un cabronazo sin entrañas y otra que, al final, se empiece a comportar como San Francisco de Asís, por muy rubio, Lannister y Jaime que sea. Y se me dirá, la gente cambia, hay que ver lo que ha pasado el muchacho. Vale, ahora que me expliquen por qué su hermanita Cersei, que también ha pasado lo suyo, sigue siendo una auténtica hija de puta. Igual de mal bicho que en el primer tomo. Necesidades del guión, me temo. Y visto lo visto, prefiero no imaginarme hacia donde va el personaje de Arya.
Tercero, amoralidad. Como me ha comentado recientemente alguien que acaba de cepillarse toda la saga de una sentada: “básicamente va de que cuando alguien es buena gente el autor se lo carga de la forma más salvaje posible, no sé que tipo de trauma tendrá el tal Martin con eso de la bondad, será algo de la infancia”. Pues eso, que vale que las intrigas por el poder son bajas y rastreras, ¡Ole por el realismo sucio! Pero si a la larga la gracia es ver cual de los innumerables capullos que pueblan la novela va a acabar ganando, que quieren que les diga, a mi me la sopla, cero empatía con esos malvados adorables, me gustaban más los Stark del primer tomo.
Cuarto, Martin sigue siendo un retorcido y malsano hijo de mala madre, al que le encanta jugar con los sentimientos de su público. Es único para lograr que uno le coja cariño a determinado personaje para luego, cepillárselo y dejarte el ánimo como una braga. Es un sádico de mucho cuidado.
Quinto, timidez con la magia. Veamos, me mola la Fantasía Épica por la parte de Fantasía, o sea, un cierto atrezzo que vaya más allá de una geografía imaginaria. Si, a la hora de la verdad, me voy a encontrar con batallas a lo medieval sin más, por mi que cierren el chiringuito, para eso ya tengo una buena troupe de autores de novela histórica que, en ese sentido, lo hacen igual de bien o mejor que Martin, Cornwell sin in más lejos. Así que, señor Martin, espabile y sáquese de la manga algo más que unas crías de dragón, un par de zombies resucitados, y un algo innombrable que da mucho yuyu pero no se ve al otro lado del muro. Venga, sea bueno, que usted sabe hacerlo como nadie.
Sexto, retorcimiento en exceso. Que una cosa son las intrigas y otra las intrigas, dentro de las intrigas, dentro de las intrigas. Que al final uno se pierde y no sabe por donde tirar. Que si ahora resulta que todo es un oscuro plan de Dorne, ¿hacían falta cuatro tomos para llegar a ello? ¿O será que dentro de dos tomos vamos a descubrir que hay alguien que maneja a Dorne como un titiritero a su marioneta?
Séptimo, último y más importante. Contención narrativa. Seamos sinceros, no puede ser que contar lo que acaece después de “Tormenta de espadas” ocupe casi 2000 páginas. Por qué el gran fallo de “Festín de cuervos” es que aquí no sale ni Jon Nieve, ni Bran, ni Tyrion, ni Daerys. Sólo se cuenta la mitad de la historia, para saber que ocurre con esa alegre pandilla hay que esperar a “A dance with dragons”. Y, sinceramente, eso es perder el norte. Si toda la historia se hubiese comprimido en tres mamotretos de 1000 páginas la cosa hubiera sido hasta lógica pero esto es exagerado y absurdo. Básicamente, la mitad de “Festín de cuervos” no aporta nada a la historia. Un tercio del libro narra la peregrinación de cierta doncella guerrera más fea que una mula tuerta y, sinceramente, al final esa historia no sirve para nada, sólo para demostrar que la guerra es jodida para el pueblo y que cierta simpática y amantísima madre se ha vuelto un poquitín desagradable después de ser asesinada y resucitada, algo que, por otra parte, ya se suponía. O si no echémosle un vistazo a Jaime, otro capítulo más en que me cuente lo deprimido que está por no poder manejar la espada igual de bien con la zurda que con la diestra y voy a desear que alguien se la enfunde por el orto y deje de dar el coñazo, que de malo malísimo haya pasado a quejica oficial, ya tiene su miga, pero que además sea un quejica pesado y reiterativo sobrepasa lo aguantable. Me imagino que en “A dance with dragons” habrá que aguantar docenas y docenas de páginas de Jon Nieve diciendo: necesito soldados que viene los innombrables del otro lado del muro y nos van a dar. Que una vez la cosa tendrá su aquel pero tropecientas serán un suplicio.
Por todo esto, dejé pasar un rato largo entre “Tormenta de espadas” y “Festín de cuervos”, un rato largo, largo. Bueno, viendo la lentitud de edición tampoco ha importado, pero es muy posible que me ocurra algo parecido con “A dance with dragons”, que leerlo me lo leeré pero me va a dar una pereza enorme. Y es que, a pesar de algunos momentos mágicos (como la asamblea del Pueblo de Hierro), y un par de buenas ideas poco usadas en este género (la importancia del pueblo harto de guerras, la irrupción de la religión más intransigente), hay que asumir que “Festín de cuervos” es el tomo más flojo de la serie. Es de esperar que esto sea algo pasajero y que Martin sepa culminar su magna opus, pero, como marque una tendencia a la baja, nunca algo que empezó tan bien se fue al carajo con tantas velocidad.
Fervorosamente, ruego por que sea la primera opción la triunfante aunque dudo, dudo…

martes, enero 24, 2012

Citas Citables III

C. S. Lewis - que, en general, es un crítico muy astuto de ciencia ficción - planteó otra objección contra la narración galáctica, al quejarse de que, en tal caso, el autor "procede a desarrollar una narración o discusión de amor, de espionaje, de accidente, de crimen. Y eso me parece algo de muy poco gusto. Todo aquello que no se utilice en una obra de arte está haciendo daño." Lewis yerra extrañamente tratándose de un seguidor tan agudo como lo es él de la ciencia ficción.
Leemos la historia de amor, de espionaje o de lo que sea porque se está desarrollando en una enorme nave espacial de cincuenta kilómetros de longitud, porque está localizada en un planeta en el que el sol entra en eclipse una hora sí y otra no, porque sucede en la capital del mayor imperio que jamás conociera el universo. Nuestra sensibilidad se ve afectada por los lugares donde suceden las cosas, y por saber que estamos leyendo algo sobre personajes legendarios, que están viviendo cientos de años por delante de nosotros, en el futuro. Abandonaríamos inmediatamente la lectura de la historia si supieramos que todo esto está sucediendo en Leicester en el año 1976.

Brian W. Aldiss "Imperios Galácticos" (1975)

lunes, enero 16, 2012

"Relatos de Vampiros"

Esta última primavera fui a la Feria del Libro de Madrid. Hacia unos cuantos años que no frecuentaba tan magno acontecimiento, y no me importó el paseo, fue agradable y descubrí que echaba de menos este divertido sarao centrado en los libros.
Y es que en la Feria del Libro ocurren muchas cosas, algunas muy gratas, como, por ejemplo, que una editorial le haga la gracia a sus clientes de regalarle un libro. Y eso es lo que hacían en la caseta de Ediciones Cátedra. Acudí allí a conseguir “A contrapelo” de J. K. Huysmans y de rebote me llevé un bonito ejemplar titulado “Relatos de vampiros”.
El libro es una monada, pequeñito (menos que una edición de bolsillo), tapa dura, hojas cosidas al lomo, cinta para marcar, papel de calidad, sobrecubierta, portada con un gusto excelente,… y encima gratis.
La fecha de edición es 21 de Octubre de 2010, desconozco si estaba pensado específicamente para la Feria o si era para otra promoción y los que sobraron acabaron en el Retiro. Me da igual, sigue siendo un bonito detalle.
En total aparecen cuatro relatos de vampiros, y, aunque la mayoría son archiconocidos, reconozco que la selección es de diez, tanto en calidad como en originalidad.
El plato fuerte es “La muerte enamorada” de Théophile Gautier, una obra maestra del romanticismo galo y lo mejor que nunca escribió su autor (y escribió muchas cosas buenas). Magnífica ambientación gótica, maravillosa evocación del mundo onírico y, para rematar, la marca de la casa: la necrofilia, obsesión permanente en el Gautier fantástico. Un diez.
El otro gran relato es una conocida hazaña de Sherlock Holmes y el inefable Watson, “La aventura del vampiro de Sussex” de Arthur Conan Doyle. Por supuesto, el vampiro no lo es, menudo es Holmes y, por supuesto, la historia, aunque algo fácil de prever, sigue teniendo su encanto. Incluye una bonita colleja para los cultivadores del pastiche holmesiano versión fantasía lovercraftiana (por ejemplo, los muchos relatos de la antología “Sombras sobre Baker Street”, publicada en La Factoría de Ideas). A lo que iba, comentario de Holmes cuando, en teoría, se las tiene que ver con un vampiro: Pero ¿es qué vamos a tomar en serio ese tipo de cosas? Esta agencia tiene los pies bien plantados en el suelo, y así debe de continuar. Con el mundo real tenemos bastante. No necesitamos fantasmas para nada.
Y no es que Doyle no apreciase el fantástico, es un buen escritor de ciencia ficción, e, incluso, tocó el tema del vampirismo a su manera (en “El parasito”), pero, me temo, era partidario de que cada cosa en su sitio, y lo sobrenatural no era el sitio de Holmes.
“Vampiro” de Emilia Pardo Bazán es un cuento que rezuma retranca gallega, magníficamente ambientado en las penumbras del Noroeste; y socarrón donde los haya aunque la historia que hay detrás no deje de ser espantosa. Una de las muchas maravillas fantásticas de la Bazán.
Cierra el libro “Thanatophobia” de Rubén Darío, breve e irregular pero un perfecto ejemplo del gusto del nicaragüense por el decadentismo francés, la historia podría haber sido firmada sin problemas por Villiers de L’Isle Adam.
En fin, una joyita que guardaré con cariño en mi biblioteca, ya podían tomar nota otros sellos, por lo menos de los grandes.

martes, enero 10, 2012

Citas Citables II

La literatura exclusivamentde erótica suele ser aburrida, una retórica en la que las variantes posibles de la experiencia amorosa se agotan pronto y comienzan a repetirse de manera mecánica. Su sello característico es la monotonía y comunicar una impresión de irrealidad, de fantasías desconectadas de la experiencia objetiva. Incluso Sade, en quien la recreación e interpretación obsesivamente sexual de la realidad tiene algo de genial, la mayor parte del tiempo, cuente historias o filosofe, es anestésico. Ocurre que, escindido de su contexto, convertido en la única perspectiva para describir o inventar la realidad humana, el sexo se desencarna, se vuelve abstracto, una construcción intelectual en la que el lector difícilmente puede identificar su propia vivencia. Por eso, la literatura que sólo aspita a ser erótica está condenada, como el género policial o la ciencia ficción, a ser menor. No hay gran literatura erótica; o, mejor dicho, la gran literatura nunca ha sido sólo erótica, aunque dudo que haya gran literatura que, además de otras cosas, no sea también erótica.


Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura)


"La verdad de las mentiras" (2002)


El texto original de donde procede este extracto se publicó en 1988

lunes, enero 02, 2012

"Cuentos Fantásticos en la España del Realismo"

Personalmente, encuentro de lo más satisfactorio la nueva moda académica centrada en la literatura fantástica. Puede que a algunos les mole eso de vivir en el ghetto pero servidor agradece que entre algo de aire fresco en unos mundos tan cerrados como el de los aficionados y, por que no decirlo, el de la crítica académica.
La literatura fantástica no es cosa de cuatro frikis zumbados, y la literatura es algo más que realismo garbancero. Por eso, que una editorial como Cátedra publique en su prestigiosa colección Letras Hispánicas (Nº 590) esta antología titulada “Cuentos fantásticos en la España del Realismo” (2006) obra de Juan Molina Porras, no puede dejar de ser una noticia por la que alegrarnos.
Y es que, además, el libro resulta modélico y muy atractivo, especialmente para aquellos que no estén muy puestos en el tema, aquí encontraran una introducción ideal para empezar en el fascinante mundo del fantástico decimonónico. Eso sí, para los más veteranos quizá pueda resultar un volumen un poco decepcionante en el sentido de que muchos de sus cuentos (por lo menos la mitad) ya aparecen en otras antologías famosas.
Aún así, este título merece la pena por el estudio introductorio de Molina Porras, ameno, interesante y poco dogmático. Personalmente, y aunque no estoy del todo de acuerdo, me ha parecido especialmente valiosa su clasificación del fantástico español del XIX en cinco categorías: cuentos fantásticos, oníricos y alucinatorios, de ciencia ficción, grotescos y, finalmente, maravillosos.
Una clasificación que, al menos, supera las simplificaciones de Todorov y coloca la ciencia ficción en el lugar que le corresponde.
En cuanto a los cuentos en sí, pues de todo como en botica pero con una calidad alta. Molina Porras coloca dos cuentos en cada categoría excepto en el caso del fantástico que llega a cuatro. Los cuentos son los siguientes:
“La hierba de fuego” de José Fernández Bremón, un autor al que ya conocíamos por sus magníficas historias de ciencia ficción y que aquí, en el terreno de la fantasía histórica medievalizante es igual de efectivo y fascinante.
“La muerte de Capeto (Memorias de un patriota)” de Vicente Blasco Ibánez, obra de su juventud y, por tanto, aún un tanto verde, pero muy interesante y con algunos toques folletinescos a lo Dumas muy de agradecer.
“La santa de Karnar” de Emilia Pardo Bazán, como otros cuentos de esta autora lleno de magia gallega y de un costumbrismo notable y muy atractivo, leyendo su producción corta a saltos de antología en antología, he llegado a la conclusión que es imprescindible una recopilación de los cuentos fantásticos de esta señora, así muchos descubrirán a alguien que no desmerece de muchos clásicos foráneos.
“La esfera prodigiosa” de Luis Valera, el desconocido hijo de Juan Valera aparece aquí presente por meritos propios, una fantasía de tipo oriental muy bien hecha y, como la esfera que la protagoniza, hipnótica.
“Año nuevo” de Silverio Lanza, es una de las pocas historias que me resultaron decepcionantes, lo mismo se puede decir de “Teitán el soberbio. Cuento de lo por venir” de Nilo María Fabra, que puede que sea muy original en sus planteamientos pero cuya prosa ha envejecido de forma pavorosa.
“Cuento futuro” de Leopoldo Alas Clarín, en cambio, está escrito de una forma maravillosa y muy inteligente, si bien reconozco que la mezcla final entre ciencia ficción y fantasía bíblica me rechina un tanto.
“Historia verdadera o cuento estrambótico, que da lo mismo” de Antonio Ros de Olano, es otro ejemplo de cuento que se me atraganta, especialmente por qué al estar escrito con una prosa tan compleja como trabajada se hace difícil de seguir, aunque reconozco que el surrealismo de Olano y su culto estético de la escritura tiene sus merecidos fans.
“Celín” de Benito Pérez Galdós es un buen ejemplo de la muy olvidada producción fantástica del autor de los ”Episodios Nacionales”, mucho más abundante de lo que parece en un autor oficialmente realista como él. El cuento está primorosamente escrito y engancha desde el principio, pero, además, las sub-lecturas simbólicas son de lo más jugoso y la riqueza de Don Benito a la hora de crear un ambiente mágico y, a la vez, amenazante, son toda una delicia para el lector.
“Mr. Dasant, médico aerópata” es el segundo cuento de Sánchez Bremón y una de las joyas de la colección, lo único malo es que se ha convertido en un pequeño clásico y aparece en otras antologías pero su re-lectura sigue siendo tan jugosa como la primera vez, hilarante, pleno de sentido de la maravilla y muy crítico con algunos males que en nuestros días están plenamente desarrollados, Bremón es el tesoro oculto del fantástico español del siglo XIX.
“La buena fama” de Juan Valera es un interesante cuento de hadas para adultos, y, lo mismo puede decirse del segundo cuento de su hijo Luis, “Historia del rey Ardido y la princesa Flor de Ensueño”, sólo que en este caso el Valera menos famoso sale ganando, posiblemente por el tono irónico y las influencias germánicas que aparecen en su historia y la dotan de una textura realmente original.
En fin, una iniciativa de lo más interesante y lograda y, además, a muy buen precio. Libros como este son un gusto para el aficionado.