"Festín de Cuervos" de George R. R. Martin
He de reconocer que para tratarse de la mejor saga de Fantasía Épica de todos los tiempos, Canción de Hielo y Fuego está resultando un tanto decepcionante. Es una sensación que tengo desde hace mucho pero la lectura de “Festín de cuervos” me lo ha acabado de confirmar.
Ciertamente, Martin sigue siendo un mago de las palabras, 800 páginas largas que se leen en un suspiro, eso sí, frenético, a toda leche y sin poder parar, aunque, a la larga, no acaben de convencer. A mi modo de ver muchos son los fallos que empiezan a convertirse en legión.
Primero, la falta de originalidad de algunos planteamientos sacados totalmente de nuestro pasado y que a mi, personalmente, me empiezan a cansar un tanto. Sólo diré algunos nombres: vikingos, Venecia, Al-ándalus y a partir de ahí que cada uno llegue a sus propias conclusiones. Lo gracioso del caso es que cuando otros autores han recurrido a este método las críticas les han llovido por doquier y, sin embargo, a Martin todo se le perdona y la gente sigue alucinando con su “originalidad”.
Segundo, incoherencia a la hora de plantear los personajes. Vale, el maniqueísmo está más visto que el tebeo, y un buen autor, aunque sea de Fantasía Épica, debe de cuidar sus personajes, pero una cosa es que uno empieza siendo un cabronazo sin entrañas y otra que, al final, se empiece a comportar como San Francisco de Asís, por muy rubio, Lannister y Jaime que sea. Y se me dirá, la gente cambia, hay que ver lo que ha pasado el muchacho. Vale, ahora que me expliquen por qué su hermanita Cersei, que también ha pasado lo suyo, sigue siendo una auténtica hija de puta. Igual de mal bicho que en el primer tomo. Necesidades del guión, me temo. Y visto lo visto, prefiero no imaginarme hacia donde va el personaje de Arya.
Tercero, amoralidad. Como me ha comentado recientemente alguien que acaba de cepillarse toda la saga de una sentada: “básicamente va de que cuando alguien es buena gente el autor se lo carga de la forma más salvaje posible, no sé que tipo de trauma tendrá el tal Martin con eso de la bondad, será algo de la infancia”. Pues eso, que vale que las intrigas por el poder son bajas y rastreras, ¡Ole por el realismo sucio! Pero si a la larga la gracia es ver cual de los innumerables capullos que pueblan la novela va a acabar ganando, que quieren que les diga, a mi me la sopla, cero empatía con esos malvados adorables, me gustaban más los Stark del primer tomo.
Cuarto, Martin sigue siendo un retorcido y malsano hijo de mala madre, al que le encanta jugar con los sentimientos de su público. Es único para lograr que uno le coja cariño a determinado personaje para luego, cepillárselo y dejarte el ánimo como una braga. Es un sádico de mucho cuidado.
Quinto, timidez con la magia. Veamos, me mola la Fantasía Épica por la parte de Fantasía, o sea, un cierto atrezzo que vaya más allá de una geografía imaginaria. Si, a la hora de la verdad, me voy a encontrar con batallas a lo medieval sin más, por mi que cierren el chiringuito, para eso ya tengo una buena troupe de autores de novela histórica que, en ese sentido, lo hacen igual de bien o mejor que Martin, Cornwell sin in más lejos. Así que, señor Martin, espabile y sáquese de la manga algo más que unas crías de dragón, un par de zombies resucitados, y un algo innombrable que da mucho yuyu pero no se ve al otro lado del muro. Venga, sea bueno, que usted sabe hacerlo como nadie.
Sexto, retorcimiento en exceso. Que una cosa son las intrigas y otra las intrigas, dentro de las intrigas, dentro de las intrigas. Que al final uno se pierde y no sabe por donde tirar. Que si ahora resulta que todo es un oscuro plan de Dorne, ¿hacían falta cuatro tomos para llegar a ello? ¿O será que dentro de dos tomos vamos a descubrir que hay alguien que maneja a Dorne como un titiritero a su marioneta?
Séptimo, último y más importante. Contención narrativa. Seamos sinceros, no puede ser que contar lo que acaece después de “Tormenta de espadas” ocupe casi 2000 páginas. Por qué el gran fallo de “Festín de cuervos” es que aquí no sale ni Jon Nieve, ni Bran, ni Tyrion, ni Daerys. Sólo se cuenta la mitad de la historia, para saber que ocurre con esa alegre pandilla hay que esperar a “A dance with dragons”. Y, sinceramente, eso es perder el norte. Si toda la historia se hubiese comprimido en tres mamotretos de 1000 páginas la cosa hubiera sido hasta lógica pero esto es exagerado y absurdo. Básicamente, la mitad de “Festín de cuervos” no aporta nada a la historia. Un tercio del libro narra la peregrinación de cierta doncella guerrera más fea que una mula tuerta y, sinceramente, al final esa historia no sirve para nada, sólo para demostrar que la guerra es jodida para el pueblo y que cierta simpática y amantísima madre se ha vuelto un poquitín desagradable después de ser asesinada y resucitada, algo que, por otra parte, ya se suponía. O si no echémosle un vistazo a Jaime, otro capítulo más en que me cuente lo deprimido que está por no poder manejar la espada igual de bien con la zurda que con la diestra y voy a desear que alguien se la enfunde por el orto y deje de dar el coñazo, que de malo malísimo haya pasado a quejica oficial, ya tiene su miga, pero que además sea un quejica pesado y reiterativo sobrepasa lo aguantable. Me imagino que en “A dance with dragons” habrá que aguantar docenas y docenas de páginas de Jon Nieve diciendo: necesito soldados que viene los innombrables del otro lado del muro y nos van a dar. Que una vez la cosa tendrá su aquel pero tropecientas serán un suplicio.
Por todo esto, dejé pasar un rato largo entre “Tormenta de espadas” y “Festín de cuervos”, un rato largo, largo. Bueno, viendo la lentitud de edición tampoco ha importado, pero es muy posible que me ocurra algo parecido con “A dance with dragons”, que leerlo me lo leeré pero me va a dar una pereza enorme. Y es que, a pesar de algunos momentos mágicos (como la asamblea del Pueblo de Hierro), y un par de buenas ideas poco usadas en este género (la importancia del pueblo harto de guerras, la irrupción de la religión más intransigente), hay que asumir que “Festín de cuervos” es el tomo más flojo de la serie. Es de esperar que esto sea algo pasajero y que Martin sepa culminar su magna opus, pero, como marque una tendencia a la baja, nunca algo que empezó tan bien se fue al carajo con tantas velocidad.
Fervorosamente, ruego por que sea la primera opción la triunfante aunque dudo, dudo…
Ciertamente, Martin sigue siendo un mago de las palabras, 800 páginas largas que se leen en un suspiro, eso sí, frenético, a toda leche y sin poder parar, aunque, a la larga, no acaben de convencer. A mi modo de ver muchos son los fallos que empiezan a convertirse en legión.
Primero, la falta de originalidad de algunos planteamientos sacados totalmente de nuestro pasado y que a mi, personalmente, me empiezan a cansar un tanto. Sólo diré algunos nombres: vikingos, Venecia, Al-ándalus y a partir de ahí que cada uno llegue a sus propias conclusiones. Lo gracioso del caso es que cuando otros autores han recurrido a este método las críticas les han llovido por doquier y, sin embargo, a Martin todo se le perdona y la gente sigue alucinando con su “originalidad”.
Segundo, incoherencia a la hora de plantear los personajes. Vale, el maniqueísmo está más visto que el tebeo, y un buen autor, aunque sea de Fantasía Épica, debe de cuidar sus personajes, pero una cosa es que uno empieza siendo un cabronazo sin entrañas y otra que, al final, se empiece a comportar como San Francisco de Asís, por muy rubio, Lannister y Jaime que sea. Y se me dirá, la gente cambia, hay que ver lo que ha pasado el muchacho. Vale, ahora que me expliquen por qué su hermanita Cersei, que también ha pasado lo suyo, sigue siendo una auténtica hija de puta. Igual de mal bicho que en el primer tomo. Necesidades del guión, me temo. Y visto lo visto, prefiero no imaginarme hacia donde va el personaje de Arya.
Tercero, amoralidad. Como me ha comentado recientemente alguien que acaba de cepillarse toda la saga de una sentada: “básicamente va de que cuando alguien es buena gente el autor se lo carga de la forma más salvaje posible, no sé que tipo de trauma tendrá el tal Martin con eso de la bondad, será algo de la infancia”. Pues eso, que vale que las intrigas por el poder son bajas y rastreras, ¡Ole por el realismo sucio! Pero si a la larga la gracia es ver cual de los innumerables capullos que pueblan la novela va a acabar ganando, que quieren que les diga, a mi me la sopla, cero empatía con esos malvados adorables, me gustaban más los Stark del primer tomo.
Cuarto, Martin sigue siendo un retorcido y malsano hijo de mala madre, al que le encanta jugar con los sentimientos de su público. Es único para lograr que uno le coja cariño a determinado personaje para luego, cepillárselo y dejarte el ánimo como una braga. Es un sádico de mucho cuidado.
Quinto, timidez con la magia. Veamos, me mola la Fantasía Épica por la parte de Fantasía, o sea, un cierto atrezzo que vaya más allá de una geografía imaginaria. Si, a la hora de la verdad, me voy a encontrar con batallas a lo medieval sin más, por mi que cierren el chiringuito, para eso ya tengo una buena troupe de autores de novela histórica que, en ese sentido, lo hacen igual de bien o mejor que Martin, Cornwell sin in más lejos. Así que, señor Martin, espabile y sáquese de la manga algo más que unas crías de dragón, un par de zombies resucitados, y un algo innombrable que da mucho yuyu pero no se ve al otro lado del muro. Venga, sea bueno, que usted sabe hacerlo como nadie.
Sexto, retorcimiento en exceso. Que una cosa son las intrigas y otra las intrigas, dentro de las intrigas, dentro de las intrigas. Que al final uno se pierde y no sabe por donde tirar. Que si ahora resulta que todo es un oscuro plan de Dorne, ¿hacían falta cuatro tomos para llegar a ello? ¿O será que dentro de dos tomos vamos a descubrir que hay alguien que maneja a Dorne como un titiritero a su marioneta?
Séptimo, último y más importante. Contención narrativa. Seamos sinceros, no puede ser que contar lo que acaece después de “Tormenta de espadas” ocupe casi 2000 páginas. Por qué el gran fallo de “Festín de cuervos” es que aquí no sale ni Jon Nieve, ni Bran, ni Tyrion, ni Daerys. Sólo se cuenta la mitad de la historia, para saber que ocurre con esa alegre pandilla hay que esperar a “A dance with dragons”. Y, sinceramente, eso es perder el norte. Si toda la historia se hubiese comprimido en tres mamotretos de 1000 páginas la cosa hubiera sido hasta lógica pero esto es exagerado y absurdo. Básicamente, la mitad de “Festín de cuervos” no aporta nada a la historia. Un tercio del libro narra la peregrinación de cierta doncella guerrera más fea que una mula tuerta y, sinceramente, al final esa historia no sirve para nada, sólo para demostrar que la guerra es jodida para el pueblo y que cierta simpática y amantísima madre se ha vuelto un poquitín desagradable después de ser asesinada y resucitada, algo que, por otra parte, ya se suponía. O si no echémosle un vistazo a Jaime, otro capítulo más en que me cuente lo deprimido que está por no poder manejar la espada igual de bien con la zurda que con la diestra y voy a desear que alguien se la enfunde por el orto y deje de dar el coñazo, que de malo malísimo haya pasado a quejica oficial, ya tiene su miga, pero que además sea un quejica pesado y reiterativo sobrepasa lo aguantable. Me imagino que en “A dance with dragons” habrá que aguantar docenas y docenas de páginas de Jon Nieve diciendo: necesito soldados que viene los innombrables del otro lado del muro y nos van a dar. Que una vez la cosa tendrá su aquel pero tropecientas serán un suplicio.
Por todo esto, dejé pasar un rato largo entre “Tormenta de espadas” y “Festín de cuervos”, un rato largo, largo. Bueno, viendo la lentitud de edición tampoco ha importado, pero es muy posible que me ocurra algo parecido con “A dance with dragons”, que leerlo me lo leeré pero me va a dar una pereza enorme. Y es que, a pesar de algunos momentos mágicos (como la asamblea del Pueblo de Hierro), y un par de buenas ideas poco usadas en este género (la importancia del pueblo harto de guerras, la irrupción de la religión más intransigente), hay que asumir que “Festín de cuervos” es el tomo más flojo de la serie. Es de esperar que esto sea algo pasajero y que Martin sepa culminar su magna opus, pero, como marque una tendencia a la baja, nunca algo que empezó tan bien se fue al carajo con tantas velocidad.
Fervorosamente, ruego por que sea la primera opción la triunfante aunque dudo, dudo…