John Updike (1932-2009)
Se fue John Updike uno de los más importantes escritores estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX. Eterno candidato al Nobel, y considerado como uno de los grandes, en nuestro país no gozó de la popularidad de otros compañeros suyos de generación como Norman Mailer, Don DeLillo o Philip Roth, aunque se le tradujo con regularidad y abundancia. Updike, probablemente, pasará a la historia por la tetralogía de “Conejo”, considerada el retrato más acertado del americano medio. Y es que, nuestro hombre fue, esencialmente, un autor realista casi decimonónico en intenciones y modos, con un afán notorio por retratar la sociedad que le tocó vivir.
Sin embargo, esta es sólo la superficie, Updike fue un autor muy prolífico (sus obras deben de sobrepasar el medio centenar) y tocó numerosos palos. Si bien era contrario a lo que podríamos llamar literatura de género, no es menos cierto que un puñado de sus libros rozan lo fantástico, aunque no podemos olvidar que se trata de obras claramente menores. En ese sentido destacan “La versión de Roger” (1986), sobre un científico que intenta demostrar con la ayuda de ordenadores la existencia de Dios, o “Golpe de estado” (1978) cuyo título lo dice todo y que está ambientado en un país imaginario.
Con todo, al menos tres de sus novelas se pueden encuadrar definitivamente dentro del género fantástico, razón por la cual aparece aquí. La más famosa y conocida, probablemente por su versión cinematográfica, es “La brujas de Eastwick” (1984), una interesante mezcla entre ese costumbrismo que tanto amó y una trama satánica clásica. Pringle la incluye entre sus 100 mejores novelas fantásticas pero otros críticos como Clute señalan que el elemento fantástico es un mero atrezzo opacado por la parte más realista de la historia. En cualquier caso, ha sido un libro de éxito que llevó a Updike a publicar su continuación recientemente (aún inédita en castellano): “Las viudas de Eastwick” (2008) que a la postre se ha convertido en lo último que publicó en vida.
“Brasil” (1994) es una novela peculiar, escrita en clave de realismo mágico, narra la historia de Tristan e Isolda pero no se puede considerar uno de sus mayores logros.
Por último, hay que mencionar su, curiosamente, primera novela: “La feria del asilo” (1959), su única incursión en el campo de la ciencia ficción, Este es un libro peculiar, muy bien escrito y que prefigura los logros futuros de Updike, pero totalmente ajeno a los intereses del aficionado común a la CF. La novela, no muy extensa, narra la vida en un asilo en un futuro cercano a 1959 (o sea, en nuestra época) en el que sus ancianos moradores, ente la senilidad y la obsesión, siguen recreando los mismos comportamientos absurdos que el ser humano ha perpetrado a lo largo de los milenios. Updike no tiene ningún interés en mostrarnos ningún gadget tecnológico, ni ningún gran avance, hay algunos apuntes sociológicos interesantes sobre la humanidad del futuro, mas tolerante que la actual y basada en la mezcla de razas pero, igualmente, aún demasiado humana. En cualquier caso, esto no deja de ser secundario, el interés del autor es otro, retratar las miserias y grandezas humanas al margen de cualquier época. No es raro que en sus siguientes libros se pasase al realismo, era un estilo que encajaba mejor con sus intereses. No creo que “La feria del asilo” sea un libro muy leído entre los aficionados a la ciencia ficción, tampoco es un libro excepcional, pero merece más atención de la que ha recibido, entre otras cosas por que demuestra, una vez más, que la ciencia ficción aún tiene muchos caminos que explorar al margen de los senderos más trillados.
Es curioso que, para ser un autor eminentemente realista, Updike abriese y cerrase su obra con sendos libros fantásticos. Una muestra más de que el reduccionismo aplicado a la literatura es tan banal como inútil. En cualquier caso, descanse en paz Updike y que sus libros sean leídos ahora que su muerte los va a someter a la más dura de las pruebas: el paso del tiempo. Yo me quedo con una de sus novelas más especiales y maravillosas, realista, sí, pero única: “El centauro” (1963), una delicia.