La Imposibilidad de Ser Profesional de la CF en España (I)
He estado releyendo una vieja Nueva Dimensión y me he encontrado con un puñado de cuentos de Domingo Santos, uno de los socios fundadores de este club tan peculiar que es la ciencia fición española, sección autores. Todo esto viene a cuento por que Domingo Santos ha sido, hasta donde sé, el único escritor español que ha podido vivir de la cf. Y eso, en cierta forma, haciendo trampas, por que la mayoría del dinero lo sacaba de su labor como traductor y de su trabajo como director de casi todas las colecciones del género que ha habido en este país.
Y la cosa en sí no ha mejorado mucho. ¿Nadie vive de la cf en España? Bueno, algunos sí. Por ejemplo, los editores, gente como Alejo Cuervo, Poujade o Luis G. Prado, y, por supuesto, aquellos que trabajen para sus empresas (pocos serán pero alguno habrá). Claro que, también hacen trampas, porque ahí están sus librerías como Arte 9 y Gigamesh que, me imagino, les ayudan a llegar a fin de mes (cierto es que son librerías de cf así que tampoco es trampa del todo).
Pero ¿y los escritores? Me temo que las cosas siguen igual que en los años de Nueva Dimensión. Ninguno de nuestros grandes autores vive exclusivamente de la literatura de género. Rafa Marín es profesor de instituto y traductor (y guionista de comics y más cosas), lo mismo que Javier Negrete, Torres Quesada andará ya jubilado pero siempre mantuvo en activo su negocio de pastelería, Aguilera, a pesar de su éxito internacional, mantiene su labor de diseñador gráfico y Rodolfo Marínez y Eduardo Vaquerizo, a pesar de sus triunfos con el premio Minotauro, siguen enganchados a sus trabajos informático-ingenieriles. Incluso alguien que vende tanto como Cesar Mallorquí mantiene su labor dentro del campo de la publicidad.
Bueno, hay un par de excepciones, una es León Arsenal que parece que si que puede vivir de eso de las letras, pero también es cierto que, últimamente, se mantiene lejos de la cf y va camino de campos de más aceptación popular como el thriller o la novela histórica. El otro es Cotrina que, me cuentan, ha asegurado más de una vez su intención de vivir de su obra, bueno, es joven y está empezando, y ojalá que lo consiga, pero he de decir que me siento un poco escéptico al respecto. De momento, se ha pasado al campo de la novela juvenil (donde hay más dinero, que se lo digan a Jordi Sierra i Fabrá). Si ahí no cuaja tendrá que seguir el camino de Arsenal o buscarse la vida de otra manera.
Y, sin embargo, en un país europeo como Inglaterra se puede vivir perfectamente escribiendo ciencia ficción, fantasía y terror, o, por lo menos, de eso parcen vivir gente como China Mieville, Iain Banks, Paul J. McAuley, Ken McLeod, M. John Harrison, Ramsey Campbell, Clive Baker, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y un interminable etc. Hasta se puede uno hacer millonario y convertirse en una estrella mediática como Arthur C. Clarke.
Desde luego, un panorama impensable para España. Y surge la pregunta ¿por qué? ¿por qué en dos países tan cercanos y, en muchos aspectos, similares desde el punto de vista socioeconómico hay una divergencia tal? No es la población, España ronda los 40 millones de habitantes e Inglaterra los 60, por ponermos matemáticos, puede que tuviese que haber un tercio menos de escritores profesionales ingleses que españoles pero el 30 % no es el 100 %. Vale, está el mercado anglosajón, E.E.U.U., Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y las élites de las antiguas colonias (seguro que en India, Malasia o Kenya alguien leé a estos tipos), un mercado de más de 300 millones de lectores. Bueno y nosotros tenemos al resto de América otro mercado con una cifra similar de potenciales consumidores de este tipo de libros.
¿Entonces? Vale, todos teneis la respuesta en la boca y acertais, en España y sus antiguas colonias se lee menos que en Inglaterra y las suyas, y, además, hay un menor interés por la ciencia y lo fantástico. Para rematar, nuestras antiguas posesiones son infinitamente más pobres que las que pertenecieron a Inglaterra y, por lo tanto, el mercado real es mucho menor que el potencial.
Muy bien, esas son las respuestas básicas (con matices, por supuesto) pero siguen siendo los sintomas de la enfermedad no las causas del mal y esas causas están en la historia de cada uno de esos países, Inglatera y España. Y dado que uno tiene un papel que dice que, más o menos, estudio historia en sus años mozos y que vive de explicársela a jovenes y tiernos adolescentes, en próximas entregas intentaré explicar que narices pasó años ha para que las cosas hayan llegado a donde han llegado en cada uno de estos sitios. Ya se sabe, de aquellos polvos estos lodos.
Y la cosa en sí no ha mejorado mucho. ¿Nadie vive de la cf en España? Bueno, algunos sí. Por ejemplo, los editores, gente como Alejo Cuervo, Poujade o Luis G. Prado, y, por supuesto, aquellos que trabajen para sus empresas (pocos serán pero alguno habrá). Claro que, también hacen trampas, porque ahí están sus librerías como Arte 9 y Gigamesh que, me imagino, les ayudan a llegar a fin de mes (cierto es que son librerías de cf así que tampoco es trampa del todo).
Pero ¿y los escritores? Me temo que las cosas siguen igual que en los años de Nueva Dimensión. Ninguno de nuestros grandes autores vive exclusivamente de la literatura de género. Rafa Marín es profesor de instituto y traductor (y guionista de comics y más cosas), lo mismo que Javier Negrete, Torres Quesada andará ya jubilado pero siempre mantuvo en activo su negocio de pastelería, Aguilera, a pesar de su éxito internacional, mantiene su labor de diseñador gráfico y Rodolfo Marínez y Eduardo Vaquerizo, a pesar de sus triunfos con el premio Minotauro, siguen enganchados a sus trabajos informático-ingenieriles. Incluso alguien que vende tanto como Cesar Mallorquí mantiene su labor dentro del campo de la publicidad.
Bueno, hay un par de excepciones, una es León Arsenal que parece que si que puede vivir de eso de las letras, pero también es cierto que, últimamente, se mantiene lejos de la cf y va camino de campos de más aceptación popular como el thriller o la novela histórica. El otro es Cotrina que, me cuentan, ha asegurado más de una vez su intención de vivir de su obra, bueno, es joven y está empezando, y ojalá que lo consiga, pero he de decir que me siento un poco escéptico al respecto. De momento, se ha pasado al campo de la novela juvenil (donde hay más dinero, que se lo digan a Jordi Sierra i Fabrá). Si ahí no cuaja tendrá que seguir el camino de Arsenal o buscarse la vida de otra manera.
Y, sin embargo, en un país europeo como Inglaterra se puede vivir perfectamente escribiendo ciencia ficción, fantasía y terror, o, por lo menos, de eso parcen vivir gente como China Mieville, Iain Banks, Paul J. McAuley, Ken McLeod, M. John Harrison, Ramsey Campbell, Clive Baker, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y un interminable etc. Hasta se puede uno hacer millonario y convertirse en una estrella mediática como Arthur C. Clarke.
Desde luego, un panorama impensable para España. Y surge la pregunta ¿por qué? ¿por qué en dos países tan cercanos y, en muchos aspectos, similares desde el punto de vista socioeconómico hay una divergencia tal? No es la población, España ronda los 40 millones de habitantes e Inglaterra los 60, por ponermos matemáticos, puede que tuviese que haber un tercio menos de escritores profesionales ingleses que españoles pero el 30 % no es el 100 %. Vale, está el mercado anglosajón, E.E.U.U., Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y las élites de las antiguas colonias (seguro que en India, Malasia o Kenya alguien leé a estos tipos), un mercado de más de 300 millones de lectores. Bueno y nosotros tenemos al resto de América otro mercado con una cifra similar de potenciales consumidores de este tipo de libros.
¿Entonces? Vale, todos teneis la respuesta en la boca y acertais, en España y sus antiguas colonias se lee menos que en Inglaterra y las suyas, y, además, hay un menor interés por la ciencia y lo fantástico. Para rematar, nuestras antiguas posesiones son infinitamente más pobres que las que pertenecieron a Inglaterra y, por lo tanto, el mercado real es mucho menor que el potencial.
Muy bien, esas son las respuestas básicas (con matices, por supuesto) pero siguen siendo los sintomas de la enfermedad no las causas del mal y esas causas están en la historia de cada uno de esos países, Inglatera y España. Y dado que uno tiene un papel que dice que, más o menos, estudio historia en sus años mozos y que vive de explicársela a jovenes y tiernos adolescentes, en próximas entregas intentaré explicar que narices pasó años ha para que las cosas hayan llegado a donde han llegado en cada uno de estos sitios. Ya se sabe, de aquellos polvos estos lodos.