domingo, febrero 21, 2010

Minotauro en la Encrucijada

Cuando el premio Minotauro salió a la palestra una de las primeras preguntas que me hice fue ¿y quiénes van a ser los ganadores? Inicialmente se me plantearon dos posibilidades: la primera, que el premio estuviese centrado en autores mainstream que hiciesen sus pinitos en el fantástico (al estilo de un Ishiguro o un McCarthy) o a autores de género fantástico "serio" (por ejemplo, un Merino). Era (y es) una opción interesante, un poco al estilo del premio Tristana de Santander, me hubiese gustado verla funcionar (y, realmente, los 18.000 euros que inicialmente tenía el premio la hacían muy posible).
La otra posibilidad (y que a la postre fue la que salió adelante) consistía en recurrir a los autores nacionales del fandom, a aquellos que llevaban el fantático como género en su ADN desde que eran aficionados y se bregaron en las movedizas arenas de los fanzines, e-zines, pro-zines y demás zines.
Ese fue el camino elegido por la editorial, sólo hay que ver a los autores ganadores y a algunos de los finalistas que se tuvo a bien publicar: León Arsenal, Rodolfo Martínez, Javier Negrete, Víctor Conde, Rafa Marín, Eduardo Vaquerizo, Carlos Gardini... (sin olvidar a otros que no tuvieron esa suerte pero que concursaron igualmente como Ángel Torres Quesada).
A que negarlo, esa opción me gustó, y supuse que otros años vería publicados libros de autores similares como Juan Miguel Aguilera o Elia Barceló (a los que Minotauro ya estaba publicando).
Bueno, las cosas no fueron exactamente así. Las expectativas que Minotauro tenía en cuanto a las ventas no debieron de ser las esperadas. el público no reaccionó de la forma adecuada. Claro, sí, realmente, los que están dispuestos a comprar un libro de uno de estos autores son únicamente unos 1.000 o así en toda España, las cifras no cuadran.
Y eso a pesar de que, aunque esta generación fandomita se había curtido en la CF, todas las novelas ganadoras eran Fantasía de un tipo u otro.
Así que las cosas cambiaron, y de que forma. El premio perdio peso (ahora es sólo de 10.000 euros) y se eligieron a otros autores, digamos, más comerciales: Clara Tahoces y Fernando Jiménez López del Oso. Sí, efectivamente, dos representantes de lo esotérico a lo Iker Jiménez de lo más detestable. Una pena, una aberración y una vergüenza (y probablemente muchas más cosas) pero el mercado manda.
Y manda tanto que Minotauro ha dado un nuevo bandazo, se ve que los engendros a lo Cuarto Milenio tampoco han vendido lo suficiente y había que ir por nuevos derroteros. Se podía haber buscado sangre nueva, pero eso ya se hizo con otro ganador, Federico Fernández Giordano, que pasó sin pena ni gloria. Así que, sorprendentemente, se ha decidido volver a la antigua fórmula, a la del veterano autor fandomita y esta vez el premio ha recaído en un viejo conocido (dos veces finalista): Víctor Conde con sus "Crónicas del Multiverso".
No puedo menos que alegrarme por este nuevo cambio, máxime si tenemos en cuenta que el libro de Conde es CF de la buena (una space opera como Dios manda), algo bastante raro en el Minotauro.
Y esta alegría incluye una pequeña satisfacción: igual resulta que los lectores de CF somos más que los de ovnis y demás familía. Je, Je, no estaría nada mal.
En cualquier caso Minotauro se encuentra en la encrucijada y, me da la sensación, anda un poco a la desesperada. Se le están acabando los conejos de la chistera y sí el libro de Conde no funciona es posible que veamos la muerte del premio (o un nuevo giro digno del folletín más desaforado). Personalmente preferiría que los del Oso y Tahoces continuasen lejos del premio y que la vieja guardia fandomita (y sus nuevos secuaces) aproveche este filón. Pero esos son mis deseos y no conviene confundirlos con la realidad. a la larga, Planeta tendrá la última palabra y, parafraseando cierto título memorable, serán los fríos números los que decidan.

domingo, febrero 07, 2010

"Sauce Ciego, Mujer Dormida" de Haruki Murakami


Llevaba tiempo queriendo hincarle el diente a Haruki Murakami, un autor que se ha puesto de moda y del que tengo buenas referencias. Siempre he pensado que una recopilación de cuentos es una forma muy buena de iniciarse con un autor así que “Sauce ciego, mujer dormida”, una antología publicada originalmente en inglés con cuentos de toda su carrera, me pareció el mejor sitio por donde empezar con su obra.
Y, realmente, no he quedado defraudado. Murakami tiene fama de ser el más occidental de los autores japoneses, lo cual es cierto pero, afortunadamente, aún queda un buen poso de cultura japonesa en sus escritos, lo suficiente como para que un españolito les coja el punto pero, a la vez, tengan un aire exótico y diferente que les hace muy atractivos.
En estos cuentos hay de todo, fantasía y realismo pero siempre con un toque peculiar. Incluso aquellos relatos que no dejan de ser un trozo de la vida japonesa contemporánea no dejan de resultar inquietantes y especiales. Esto puede ser un simple reflejo del choque cultural entre Oriente y Occidente pero también un enfoque consciente de Murakami, su toque personal que hace que sus libros tengan un no se qué muy atractivo.
Es curioso pero Murakami no es exactamente un estilista aunque, como ya he dicho, posea una voz propia inconfundible. Escribe muy sencillo, muy simple pero, a la vez, de una forma extremadamente personal, algo muy interesante (hace que los lectores no se espanten y lean sin problemas aunque las tramas sean raras) y, creo adivinar, nada fácil.
En cuanto a los cuentos, los más antiguos son los más indescifrables y enigmáticos. Poseen un aire onírico y surrealista muy acentuado, de hecho más que sueños parecen trozos de sueños, puzzles a los que les faltan muchas piezas, juegos de los que no comprendemos las reglas (por ejemplo “La tragedia de la mina de carbón de Nueva York” o “El cuchillo de caza”). Sin embargo, a medida que avanzan los años sus cuentos se van depurando y van resultando más comprensibles y maduros. Y reconozco que más atractivos.
El fantástico de Murakami es muy realista, ambientado en la vida cotidiana, y en el que sus protagonistas no se sorprenden especialmente de las extrañas cosas que pasan a su alrededor. Muchos de los temas habituales del fantástico occidental (no estoy seguro que también del nipón) aparecen en este libro: el mundo especular (“El espejo”, efectivo pero un tanto rutinario), pesadillas kafkianas (“Somormujo”, por otro lado divertidísimo), monstruos similares a nosotros (“El hombre de hielo”, uno de los mejores cuentos de todo el libro), fantasmas (“Hanalei Bay”, cotidianos y poco atemorizantes), animales parlantes (“El mono de Shinagawa”, donde en unas pocas página se crea un mundo tan peculiar y complejo que a más de uno le habría dado para una novela), cuentos extraños (“En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse” otro de mis preferidos o “La chica del cumpleaños”), predestinación (“Viajero por azar”), maldiciones (“La tía pobre”, “Nausea 1979”, o de cómo el vómito puede ser arte), terror casi lovercraftiano (“El séptimo hombre”, donde la descripción de algo parecido a un tsunami alcanza cotas de pavor impresionantes), …
Claro que, en el fondo, da un poco lo mismo la temática o, ya puestos, el género. Los cuentos de Murakami acaban tratando en el fondo de lo que más nos importa a los seres humanos: la vida y la muerte. Y aunque esta última siempre está presente, Murakami no es un autor ominoso o depresivo si no todo lo contrario. Sus cuentos nos muestran, en general, la fortaleza del ser humano, su dignidad ante lo inevitable y una cierta calidez humana que nos hace saber que, por mucho que pasemos, realmente, nunca estamos del todo solos.
Un autor muy interesante y del que, seguramente, leeré más cosas, lecturas que espero compartir con vosotros.