Stanislaw Lem (1921-2006)
Es una foto, sencillamente, magistral. No se si ha sido fruto de un largo posado o de la improvisación, ni siquiera se de cuando es, ni donde fue tomada, en cualquier caso, para mí, representa la esencia de Stanislaw Lem, rodeado de libros y con ese aspecto de sabio gruñón, despistado y un tanto perplejo, probablemente su actitud habitual ante el mundo.
Ha muerto Stanislaw Lem una figura irrepetible para mi generación, fuimos los primeros en recibir sus libros en aquellas ediciones baratas de Bruguera y lo perseguimos con ansia cuando fue editado en las más caras Minotauro y Edhasa para acabar refugiándose en Alianza.
Todavía recuerdo el primer libro suyo que cayó en mis manos, el segundo tomo de las aventuras de Ijon Tichy “Diarios de las Estrellas .Viajes y Memorias”, corría el año 1979 y me lo regaló un amigo del colegio por que sabía que a mi me gustaba leer esas cosas de marcianos que los finos llamaban ciencia ficción, la espantosa portada (sacada de “2001”) ayudaba a identificar el producto. No se si los 10 años son una buena edad para leer a Lem pero, personalmente, aquello fue amor a primera vista. Quizás ayudaron mis precoces lecturas de Swift y Voltaire pero las aventuras de Tichy me parecieron y me sigan pareciendo una de las cumbres de la literatura del siglo XX, es difícil encontrar un conjunto tan hilarante de críticas agudas y reflexivas sobre la condición humana, su estupidez y sus escasos logros. Creo que debí de releerme el libro una docena de veces entre mi infancia y mi adolescencia y soñaba compugido con ese desaparecido tomo uno que prometía más diversión y pensamientos certeros. La adolescencia es una época complicada, uno descubre que el mundo no es como pensaba y, a veces, se hace necesario un libro de instrucciones, para bien o para mal, el mío fue Ijon Tichy y, desde luego, no me defraudó.
Y la aventura continuó, un amigo de la infancia me prestó las “Fábulas de robots” y “Ciberiada”, unos relatos robóticos más cercanos a la fábula moral y al mito que a los aparentemente científicos cuentos de Asimov pero igual de descacharrantes, divertidos y amargos que los viajes de Tichy. Al final, claro está, me los acabé comprando de mas mayorcito pero reconozco que el primero me costó Dios y ayuda, solo se ha editado una vez y en una colección de literatura juvenil así que me tocó rebuscar por unas cuantas librerías de viejo. A veces me planteó si los editores saben realmente lo que están dejando caer en las manos de tiernos quinceañeros.
Luego las cosas fueron más fáciles, empecé a disponer de un pequeño dinerito que me permitía comprar los libros que yo quería y no los que mis padres suponían que quería (ya se sabe lo dañina que es la ciencia ficción para las mentes jóvenes) y así fue cayendo ese primer tomo de los viajes de Ijon Tichy, y las kafkianas “Memorias encontradas en una bañera” y el alucinante “Congreso de Futurología” (que seguro que los Wachowski se debieron de leer por esos mismos años cuando “Matrix” era todavía una paja mental de adolescente friki) y supe que hasta cuando Lem hacia un libro de ciencia ficción aparentemente típico como “Retorno de las estrellas” las cosas nunca eran como en las novelas anglosajonas. Cuando ahorré un poquitín de pasta me atreví con títulos mayores (por el precio, claro) y así apareció “El invencible” y descubrí que no siempre la humanidad gana y que los aliens pueden ser realmente incognoscibles y, como no, “Solaris” ....
Y un día Bruguera saldó y fue un corre, corre que te pillo para hacerse con los tomos que faltaban para mi colección de Lem y a un precio irrisorio en una Feria del Libro Antiguo y de Ocasión me hice con “La investigación”, “La fiebre del heno” y “Un valor imaginario” y descubrí que la novela policíaca también podía mezclarse con la metafísica (tenía que haberlo sospechado, claro, si ya lo había hecho con la ciencia ficción) y que Borges tenía heredero (otra obviedad, después de Swift y Voltaire, era inevitable).
Y aparecieron nuevas colecciones, y cuando colocaban en sus primero números un libro más de Lem ahí estaba yo, buscando con ansía a mi viejo amigo, a veces de forma reconfortante (“Vacío perfecto”) otras mucho más frustrante (“La voz de su amo”) e incluso me permití el lujo de serle infiel y como siempre que se engaña a alguien a quien se quiere de verdad el daño es irreparable, aún estoy buscando por librerías de viejo “Regreso a Entia” por mucho que me juren y perjuren que no es de lo mejor de este bendito polaco.
Y al final llegó Alianza al rescate, al fin una colección seria para un autor que ha merecido mejor suerte que la de nuestro ghetto de frikis pero ya era un poco más mayor y perdida la irreflexión de la juventud me tome con más calma los dos tomos con las aventuras de Pirx (lo siento, prefiero a Tichy), “Edén” y “Fiasco”.
Y se que ahora, que Lem ha muerto no tengo ninguna excusa más que me impida comprar, leer y disfrutar de “Provocación”, un homenaje que le debo al bueno de Stanislaw y que prolongaré si salen más libros suyos por que hoy me siento un poco huérfano aunque se que para buscar un manual de instrucciones que me siga explicando como funciona este caótico nuevo siglo solo me hace falta volver a abrir los “Diarios de las estrellas”, con 10 años me funcionaron, creo que con 37 seguirán siendo útiles.
P.D. Y gracias a David Torres en “El Mundo” y Jacinto Antón en “El País” por tratar esta noticia con el cariño y respeto que se merecía, después de tantos obituarios mercenarios se agradece uno hecho desde el corazón.