"Señores del Olimpo" de Javier Negrete
Antes de empezar con la reseña vaya por delante una confesión: no me gustan las novelizaciones de la mitología griega, me suelen parecer pastiches insulsos comparados con los originales clásicos o con “Los mitos griegos” de Robert Graves, uno de mis libros-fetiche de juventud.
Pero, toda norma tiene sus excepciones, y “Señores del Olimpo” es una de ellas. Si me decidí con el libro fue, básicamente, por dos razones: una, el Premio Minotauro, la otra, Javier Negrete. Reconozco que, vista la trayectoria de ambas “razones”, la segunda tuvo mayor peso que la primera, aunque, aún así, tardé en decidirme un poquito (a fin de cuentas la novela es del 2006).
El veredicto final, un libro muy entretenido y divertido pero, posiblemente, menor dentro de la trayectoria de Negrete. He disfrutado con él, y lo he leído en un suspiro pero tengo la sensación de que el poso que va a dejar en mi memoria será bastante leve.
Como no podía ser de otra forma, Negrete demuestra poseer un perfecto conocimiento sobre el tema (para algo es profesor de griego), pero, además, demuestra también tenerle muy poco respeto. Puede parecer paradójico, pero esta mezcla es lo que hace funcionar al libro, ya que su autor sabe perfectamente donde la erudición es necesaria y donde la tradición debe ser subvertida, logrando que todo encaje de una forma armoniosa y que, hasta cierto punto, la historia de el pego como un mito más de la religión de la Grecia Clásica.
“Señores del Olimpo” narra una sublevación contra el mismísimo Zeus cuyo objetivo es deponerle como rey de los dioses. La idea presenta una cierta lógica si recordamos que el mismo Zeus llegó al poder de una forma similar. La historia, pues, narra la derrota inicial del dios de los cielos y como se las tiene que apañar para sobrevivir y volver al trono del que ha sido depuesto.
Es, por tanto, una típica novela de aventuras intrascendental, cuyo principal objetivo es divertir sin complejos (cosa que consigue con gran facilidad) y donde el principal rasgo de originalidad es su ambientación en el mundo mitológico griego. Negrete, además, es bastante astuto, y consciente de la sensación de posible coñazo que para más de un lector potencial podría tener la ambientación mitológica (para algo es profesor), la da un giro muy interesante y coloca a sus dioses más cercanos a los superhéroes de la Marvel que a la tradición homérica.
Y esta irreverencia le funciona de maravilla. Es posible que parezca un tanto chocante a más de un lector tradicional, pero pasadas unas páginas el mecanismo funciona a la perfección. Por ejemplo, que el poder de Zeus de lanzar rayos le sea conferido por un guantelete de acero que, para más inri, tenga un número limitado de disparos tras el cual hay que recargarlo, convierte al viejo dios griego en alguien más cercano a Spiderman que a su trasunto en la “Iliada”.
Además, Negrete envuelve a toda la historia en un cierto halo de ciencia ficción que me recuerda mucho al que también posee su saga de “La espada de fuego”. Es cierto que aquí la fantasía sigue siendo fantasía y, a diferencia de su célebre saga, nunca muta a ciencia ficción del todo, pero algo de eso flota a lo largo de todo el libro, y uno no deja de tener la sensación que de un momento a otra Zeus y el resto de la pandilla olímpica va a confesar su carácter transhumano como en “El señor de la luz” de Zelazny (un claro antecedente de esta historia). Lógico si tenemos en cuenta cuales son los orígenes y las querencias del madrileño, y, me apresuro a decir, este halo en ningún momento estropea la ambientación de la novela si no todo lo contrario, podemos situarlo dentro del campo de los aciertos.
Menos me han gustado, en cambio, otras cosas. Por ejemplo un afán explicativo y racionalizador de determinados funcionamientos dentro del mundo de la novela y que, sinceramente, me parecen innecesarios. Los dioses son dioses, religión a fin de cuentas, y por tanto totalmente reacios a la lógica, por muy griegos que sean.
Tampoco me acaba de gustar la caracterización de uno de los principales personajes del libro, nada menos que Palas Atenea, cuyo comportamiento en poco se parece a lo que recogen las fuentes clásicas, y aunque, al final, aparece una cierta explicación a ese cambio de carácter, la idea no me acaba de convencer.
Sin embargo, estos detalles no ensombrece el global de la historia, que, repito, es divertida, fluida, y podría funcionar perfectamente como típica lectura veraniega desengrasante y, por supuesto, con una calidad por encima de la mayoría de los best-seller al uso en temperada estival.
Así que, “Señores del Olimpo”, en cierta forma, me reafirma en mi teoría sobre la novelizaciones mitológicas pero, igualmente, no puedo decir que me arrepiente de haberla leído, si no todo lo contrario. Y es que, como dije al principio, siempre hay una excepción `para cada regla.
Pero, toda norma tiene sus excepciones, y “Señores del Olimpo” es una de ellas. Si me decidí con el libro fue, básicamente, por dos razones: una, el Premio Minotauro, la otra, Javier Negrete. Reconozco que, vista la trayectoria de ambas “razones”, la segunda tuvo mayor peso que la primera, aunque, aún así, tardé en decidirme un poquito (a fin de cuentas la novela es del 2006).
El veredicto final, un libro muy entretenido y divertido pero, posiblemente, menor dentro de la trayectoria de Negrete. He disfrutado con él, y lo he leído en un suspiro pero tengo la sensación de que el poso que va a dejar en mi memoria será bastante leve.
Como no podía ser de otra forma, Negrete demuestra poseer un perfecto conocimiento sobre el tema (para algo es profesor de griego), pero, además, demuestra también tenerle muy poco respeto. Puede parecer paradójico, pero esta mezcla es lo que hace funcionar al libro, ya que su autor sabe perfectamente donde la erudición es necesaria y donde la tradición debe ser subvertida, logrando que todo encaje de una forma armoniosa y que, hasta cierto punto, la historia de el pego como un mito más de la religión de la Grecia Clásica.
“Señores del Olimpo” narra una sublevación contra el mismísimo Zeus cuyo objetivo es deponerle como rey de los dioses. La idea presenta una cierta lógica si recordamos que el mismo Zeus llegó al poder de una forma similar. La historia, pues, narra la derrota inicial del dios de los cielos y como se las tiene que apañar para sobrevivir y volver al trono del que ha sido depuesto.
Es, por tanto, una típica novela de aventuras intrascendental, cuyo principal objetivo es divertir sin complejos (cosa que consigue con gran facilidad) y donde el principal rasgo de originalidad es su ambientación en el mundo mitológico griego. Negrete, además, es bastante astuto, y consciente de la sensación de posible coñazo que para más de un lector potencial podría tener la ambientación mitológica (para algo es profesor), la da un giro muy interesante y coloca a sus dioses más cercanos a los superhéroes de la Marvel que a la tradición homérica.
Y esta irreverencia le funciona de maravilla. Es posible que parezca un tanto chocante a más de un lector tradicional, pero pasadas unas páginas el mecanismo funciona a la perfección. Por ejemplo, que el poder de Zeus de lanzar rayos le sea conferido por un guantelete de acero que, para más inri, tenga un número limitado de disparos tras el cual hay que recargarlo, convierte al viejo dios griego en alguien más cercano a Spiderman que a su trasunto en la “Iliada”.
Además, Negrete envuelve a toda la historia en un cierto halo de ciencia ficción que me recuerda mucho al que también posee su saga de “La espada de fuego”. Es cierto que aquí la fantasía sigue siendo fantasía y, a diferencia de su célebre saga, nunca muta a ciencia ficción del todo, pero algo de eso flota a lo largo de todo el libro, y uno no deja de tener la sensación que de un momento a otra Zeus y el resto de la pandilla olímpica va a confesar su carácter transhumano como en “El señor de la luz” de Zelazny (un claro antecedente de esta historia). Lógico si tenemos en cuenta cuales son los orígenes y las querencias del madrileño, y, me apresuro a decir, este halo en ningún momento estropea la ambientación de la novela si no todo lo contrario, podemos situarlo dentro del campo de los aciertos.
Menos me han gustado, en cambio, otras cosas. Por ejemplo un afán explicativo y racionalizador de determinados funcionamientos dentro del mundo de la novela y que, sinceramente, me parecen innecesarios. Los dioses son dioses, religión a fin de cuentas, y por tanto totalmente reacios a la lógica, por muy griegos que sean.
Tampoco me acaba de gustar la caracterización de uno de los principales personajes del libro, nada menos que Palas Atenea, cuyo comportamiento en poco se parece a lo que recogen las fuentes clásicas, y aunque, al final, aparece una cierta explicación a ese cambio de carácter, la idea no me acaba de convencer.
Sin embargo, estos detalles no ensombrece el global de la historia, que, repito, es divertida, fluida, y podría funcionar perfectamente como típica lectura veraniega desengrasante y, por supuesto, con una calidad por encima de la mayoría de los best-seller al uso en temperada estival.
Así que, “Señores del Olimpo”, en cierta forma, me reafirma en mi teoría sobre la novelizaciones mitológicas pero, igualmente, no puedo decir que me arrepiente de haberla leído, si no todo lo contrario. Y es que, como dije al principio, siempre hay una excepción `para cada regla.