Una Irritante Costumbre de Iain M. Banks
Creo que mi adicción a Iain M. Banks es conocida. Considero que es casi el único escritor de Space Opera cuyas obras no resultan risibles o meros entretenimientos si no auténtica literatura con mayúsculas, plenas en complejidad, psicología de personajes y verdaderos y complejos problemas ético-morales. Y, por supuesto, son muy, muy divertidas, igual o mejores que las del resto pero, además, te hacen pensar. Por supuesto, estoy hablando de la Cultura pero también cabrían aquí otros libros como “Artefakto” o “Contra la oscuridad”.
Y, sin embargo, Banks tiene una irritante peculiaridad que me pone un poco nervioso y que, prácticamente, es el único aspecto de su obra que me hace fruncir un tanto el ceño.
Cuando empecé a leer a Banks (y dejando aparte obras no de ciencia ficción como “El puente” o “La fábrica de avispas”), de lo primero que devoré fue “Pensad en Flebas”. El primer libro de la Cultura y una estupenda introducción a su universo. A medida que lo iba leyendo asumí algo que el autor nunca escribió pero que mi cuadriculada mente daba por supuesto, La Cultura era una evolución de nuestra humanidad a miles de años en el futuro, aunque no de toda, otros grupos habían preferido mantener un modo de vida distinto, más o menos capitalista-autoritario-estatalista. Luego vino “El jugador” y seguí en mis trece. Sin embargo, con “El uso de las armas” mi universo empezó a tambalearse un poco. Aparecían sociedades humanas en diferente grado de evolución, desde la Prehistoria a la Revolución Industrial, muchas no conocían nada sobre la Cultura, otras ni siquiera el viaje espacial. Definitivamente algo no encajaba. Bueno, recurrí a otro cliché más de la CF: una oleada humana de colonización por la galaxia que ha olvidado sus orígenes y sufrido una regresión de diferente grado según el planeta. Aún así, cuando cerré el libro, esa respuesta no me acababa de convencer, no encajaba con lo que había leído.
Es posible que a otros lectores les hubiese pasado algo parecido, por que el siguiente volumen era “Excesión” y ahí Banks se marcaba un prólogo donde explicaba un par de cosas. La Cultura no es la humanidad, es humana pero no somos nosotros, de hecho, la forma humana es muy común en la galaxia y existen miles de planetas donde la vida inteligente ha evolucionado hacia algún tipo de forma humana. “Inversiones”, el posterior libro de la Cultura, estaba ambientado en uno de esos planetas donde la humanidad había surgido al margen de las otras humanidades, donde todavía no había pasado de algo parecido a la Edad Media o el Renacimiento y donde los agentes de Contacto no desentonaban en el paisaje correspondiente.
Bueno, ese truco de Banks tiene un nombre que es poligenismo. De hecho, es una de las teorías sobre el origen del hombre aquí en la Tierra. A saber, las diferentes razas humanas evolucionaron por separado en cada uno de los continentes a partir de homínidos muy antiguos. Los Homo Erectus africanos darían lugar a los negros, los europeos a los blancos, los australianos a los aborígenes y los asiáticos a los chinos. Suena racista, y de hecho lo es. Los poligenistas del XIX planteaban esta idea como una forma de acentuar la superioridad racial de los blancos. Cuando, a los largo del siglo XX los fósiles de homínidos mostraron África como cuna de la humanidad, la teoría se empezó a desmoronar pero se mantuvo como una última defensa de la superioridad blanca y su “diferencia” frente a otras razas.
Hoy en día, el poligenismo está en retirada, algunos investigadores aún lo defienden en el caso asiático, pero son una minoría muy minoritaria. El paradigma dominante dice que los Homo Sapiens surgieron en África del Sur y colonizaron el resto del planeta barriendo a los otros homínidos presentes en el resto de los continentes. Por supuesto que hubo una evolución divergente pero no dio lugar a una misma especie que nació en diferentes puntos a la vez, si no a especies muy distintas entre sí: Sapiens en África, Neandertal en Europa, Sinantropus en China, Homo Florensis en Indonesia (los hobbits, je, je), etc. Ahora sólo quedamos nosotros, los Sapiens y la mayoría de los científicos desechan la posibilidad de hibridación entre las diferentes especies de homínidos, llegamos y nuestros primos se fueron, así de simple.
Visto en perspectiva, el fácil ver lo absurdo del poligenismo. La evolución es tan azarosa que suponer que se va a repetir una especie a lo largo del proceso debe de resultar casi imposible, una probabilidad matemáticamente ínfima. Por otro lado, si el poligenismo fuese correcto nos meteríamos en el debate sobre la evolución dirigida, el diseño inteligente y todo ese cenagal pantanosos donde ciencia y religión cohabitan en alegre y desenfrenada coyunda. Un sito al que la mayoría de los científicos prefieren ni asomarse y con razón.
Si el poligenismo no existió en la Tierra asumirlo a nivel galáctico roza lo ridículo. Si el azar es como es a nivel planetario, a dimensiones cósmicas para que hablar.
No sé muy bien por que Banks eligió esta postura, no es racista, ni mucho menos, y tiene imaginación de sobra para crear alienígenas, no le hace falta un universo sólo humano como a Asimov. Repito, no tengo ni idea de cómo Banks cometió un error tan burdo, especialmente por que con sus estudios en Historia, Filosofía y Psicología debía de conocer bastante bien el tema. Para mí, su decisión es un misterio algo irritante. Y es que, cuando leo CF me gusta que haya una cierta verosimilitud científica, si quiero que mi imaginación desbarré cojo un libro de Fantasía y me olvido de la genética y la evolución, acepto que hay medio-elfos y no me planteo donde esta el eslabón perdido entre el orco y el enano. Pero cuando leo CF me gusta que el autor respete mi inteligencia como lector. Y Banks a este respecto no lo hace, y no sólo en la Cultura, “Contra la oscuridad” es otro ejemplo. Un planeta humano que no es la Tierra y tan alejado de cualquier otro sistema que los viajes interestelares son imposibles. Una idea interesante pero echada a perder por sus habitantes, tan humanos como tú y yo querido lector.
Vale, puede que sea pecar de exquisitos, pero cada cual es cada cual y a mí me ha dado por ese extraño integrismo. De todas formas es un fanatismo bastante inofensivo. Me irrita, pero sólo un par de páginas, después Banks despliega su hechizo y me olvido de todo, me embarco en un viaje a otros mundos, me olvido de mi arrebato pedante sobre el poligenismo y el monogenismo y disfruto como un enano. Por ejemplo, con “A barlovento”, el último libro de la Cultura (por ahora) que me he ventilado y una pedazo de maravilla. Lo que decía, irritante manía pero pequeña, muy pequeña.
Y, sin embargo, Banks tiene una irritante peculiaridad que me pone un poco nervioso y que, prácticamente, es el único aspecto de su obra que me hace fruncir un tanto el ceño.
Cuando empecé a leer a Banks (y dejando aparte obras no de ciencia ficción como “El puente” o “La fábrica de avispas”), de lo primero que devoré fue “Pensad en Flebas”. El primer libro de la Cultura y una estupenda introducción a su universo. A medida que lo iba leyendo asumí algo que el autor nunca escribió pero que mi cuadriculada mente daba por supuesto, La Cultura era una evolución de nuestra humanidad a miles de años en el futuro, aunque no de toda, otros grupos habían preferido mantener un modo de vida distinto, más o menos capitalista-autoritario-estatalista. Luego vino “El jugador” y seguí en mis trece. Sin embargo, con “El uso de las armas” mi universo empezó a tambalearse un poco. Aparecían sociedades humanas en diferente grado de evolución, desde la Prehistoria a la Revolución Industrial, muchas no conocían nada sobre la Cultura, otras ni siquiera el viaje espacial. Definitivamente algo no encajaba. Bueno, recurrí a otro cliché más de la CF: una oleada humana de colonización por la galaxia que ha olvidado sus orígenes y sufrido una regresión de diferente grado según el planeta. Aún así, cuando cerré el libro, esa respuesta no me acababa de convencer, no encajaba con lo que había leído.
Es posible que a otros lectores les hubiese pasado algo parecido, por que el siguiente volumen era “Excesión” y ahí Banks se marcaba un prólogo donde explicaba un par de cosas. La Cultura no es la humanidad, es humana pero no somos nosotros, de hecho, la forma humana es muy común en la galaxia y existen miles de planetas donde la vida inteligente ha evolucionado hacia algún tipo de forma humana. “Inversiones”, el posterior libro de la Cultura, estaba ambientado en uno de esos planetas donde la humanidad había surgido al margen de las otras humanidades, donde todavía no había pasado de algo parecido a la Edad Media o el Renacimiento y donde los agentes de Contacto no desentonaban en el paisaje correspondiente.
Bueno, ese truco de Banks tiene un nombre que es poligenismo. De hecho, es una de las teorías sobre el origen del hombre aquí en la Tierra. A saber, las diferentes razas humanas evolucionaron por separado en cada uno de los continentes a partir de homínidos muy antiguos. Los Homo Erectus africanos darían lugar a los negros, los europeos a los blancos, los australianos a los aborígenes y los asiáticos a los chinos. Suena racista, y de hecho lo es. Los poligenistas del XIX planteaban esta idea como una forma de acentuar la superioridad racial de los blancos. Cuando, a los largo del siglo XX los fósiles de homínidos mostraron África como cuna de la humanidad, la teoría se empezó a desmoronar pero se mantuvo como una última defensa de la superioridad blanca y su “diferencia” frente a otras razas.
Hoy en día, el poligenismo está en retirada, algunos investigadores aún lo defienden en el caso asiático, pero son una minoría muy minoritaria. El paradigma dominante dice que los Homo Sapiens surgieron en África del Sur y colonizaron el resto del planeta barriendo a los otros homínidos presentes en el resto de los continentes. Por supuesto que hubo una evolución divergente pero no dio lugar a una misma especie que nació en diferentes puntos a la vez, si no a especies muy distintas entre sí: Sapiens en África, Neandertal en Europa, Sinantropus en China, Homo Florensis en Indonesia (los hobbits, je, je), etc. Ahora sólo quedamos nosotros, los Sapiens y la mayoría de los científicos desechan la posibilidad de hibridación entre las diferentes especies de homínidos, llegamos y nuestros primos se fueron, así de simple.
Visto en perspectiva, el fácil ver lo absurdo del poligenismo. La evolución es tan azarosa que suponer que se va a repetir una especie a lo largo del proceso debe de resultar casi imposible, una probabilidad matemáticamente ínfima. Por otro lado, si el poligenismo fuese correcto nos meteríamos en el debate sobre la evolución dirigida, el diseño inteligente y todo ese cenagal pantanosos donde ciencia y religión cohabitan en alegre y desenfrenada coyunda. Un sito al que la mayoría de los científicos prefieren ni asomarse y con razón.
Si el poligenismo no existió en la Tierra asumirlo a nivel galáctico roza lo ridículo. Si el azar es como es a nivel planetario, a dimensiones cósmicas para que hablar.
No sé muy bien por que Banks eligió esta postura, no es racista, ni mucho menos, y tiene imaginación de sobra para crear alienígenas, no le hace falta un universo sólo humano como a Asimov. Repito, no tengo ni idea de cómo Banks cometió un error tan burdo, especialmente por que con sus estudios en Historia, Filosofía y Psicología debía de conocer bastante bien el tema. Para mí, su decisión es un misterio algo irritante. Y es que, cuando leo CF me gusta que haya una cierta verosimilitud científica, si quiero que mi imaginación desbarré cojo un libro de Fantasía y me olvido de la genética y la evolución, acepto que hay medio-elfos y no me planteo donde esta el eslabón perdido entre el orco y el enano. Pero cuando leo CF me gusta que el autor respete mi inteligencia como lector. Y Banks a este respecto no lo hace, y no sólo en la Cultura, “Contra la oscuridad” es otro ejemplo. Un planeta humano que no es la Tierra y tan alejado de cualquier otro sistema que los viajes interestelares son imposibles. Una idea interesante pero echada a perder por sus habitantes, tan humanos como tú y yo querido lector.
Vale, puede que sea pecar de exquisitos, pero cada cual es cada cual y a mí me ha dado por ese extraño integrismo. De todas formas es un fanatismo bastante inofensivo. Me irrita, pero sólo un par de páginas, después Banks despliega su hechizo y me olvido de todo, me embarco en un viaje a otros mundos, me olvido de mi arrebato pedante sobre el poligenismo y el monogenismo y disfruto como un enano. Por ejemplo, con “A barlovento”, el último libro de la Cultura (por ahora) que me he ventilado y una pedazo de maravilla. Lo que decía, irritante manía pero pequeña, muy pequeña.