Memoria Recuperada: "Viaje Más Allá del Crepúsculo" de Robert Heinlein
En la portada hay un primer plano de la cara de un gato (muy adecuado). La traducción, aceptable pero poco cuidadosa, es de Domingo Santos. Más ciencia ficción, y, en principio, de calidad, nada menos que el último libro de Robert Heinlein, uno de los grandes. Pero, claro, con más de 80 años uno chochea, y el pobre lo lleva haciendo desde los 60. Vamos, que todos sus libros desde “Tiempo para amar” son delirios seniles o algo peor. Y me explico, pase que Heinlein siempre fuese bastante facha y yanki hasta la médula, pero lo de los últimos libros es alucinante: a favor de la pena de muerte, del castigo físico, de la supresión de la democracia (sustituida por una horripilante anarquía “liberal”), etc, etc. Heinlein llora y babosea sobre los buenos viejos tiempos (entre 1800 y 1945) y despotrica sobre los” Años Locos” (este fin de siglo nuestro). Me imagino que si estuviese vivo sería un ferviente seguidor de los grupos neonazis estadounidenses (hasta disculparía lo de Oklahoma), pero, lo más cargante de esta novela son las referencias hacia la política exterior de E.E.U.U. España declara la guerra a U.S.A. en 1898 (¿?) para que estos liberen Cuba y Filipinas (¡Toma ya!). Y como estamos en un universo alternativo, Patton es presidente y se ha anexionado Japón y Lejano Oriente después de expulsar a los comunistas de Europa Oriental (¡Dios bendiga a América!). En fin, de esa guisa continúan las aventuras de Maureen Long, la abuela del bueno de Lazarus Long, desde 1882 a 1982, en una Norteamérica, como ya he dicho, alternativa, para, al final, acabar en Tertius y unirse a la pandilla de su nieto. Lo bueno de la señora Long es que le encanta que la preñen y que la mande su maridito (muy feminista ella), pero, eso sí, con orgías y demás excesos sexuales (vicios privados, virtudes públicas, ¿le suena a alguien?). Lo peor de Heinlein es que escribe tan bien que puedes llegar a aceptar sus estúpidas ideas.
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Probablemente esta última frase sea el mejor resumen posible sobre la figura literaria de Robert Heinlein: alguien con un don para la narración pura increíble y unas ideas políticas nauseabundas. Cuando la narración gana, se disfruta de una de las experiencias lectoras más gratas imaginables. Cuando, en cambio, son las ideas políticas las que priman, apaga y vámonos. Hasta “Tropas del espacio”, la obra de Heinlein es narración pura, con hitos tan sobresalientes a este respecto como “Puerta al verano”, o, más modestamente, “Hija de Marte”, la novela con menos chicha y peor planteada de la historia y que, sin embargo, se lee de cabo a rabo sin separar los ojos del texto.
A partir de “Tropas del espacio” la ideología política reaccionaria (siempre presente, no lo olvidemos, ahí está “Amos de títeres”) y la narración compiten en un precario equilibrio hasta “Tiempo para amar” el canto del cisne de Heinlein. A partir de ahí la política gana y el interés se esfuma. Y, con todo, este “Viaje más allá del crepúsculo”, a pesar de los errores históricos y el mensaje reaccionario no es del todo un mal final para la carrera de un gran escritor, ya que resulta mucho más entretenido que, por ejemplo, “El número de la bestia” (tediosa en grado sumo) o “El gato que atraviesa las paredes” (muy mal estructurada), obras de la misma época.
Por acabar, en 1995 me preguntaba que opinaría Heinlein sobre el atentado de Oklahoma, hoy en día podríamos especular sobre sus opiniones respecto al 11-S, pero miedo me da sospechar que pensaría el Robert Heinlein de los 80 sobre este suceso.