Seamos sinceros, Bruce Sterling no es precisamente un escritor que genere pasiones, sus libros no son reverenciados como obras de culto como ocurre con William Gibson, ni generan la expectación de George R. R. Martín, o se convierten en grandes hitos como con Dan Simmons, ni, por supuesto, son enormes superventas como ocurre con Tim Powers. Es, digamos, un autor que juega en un segundo plano, que no cuenta con ningún libro del todo redondo pero que, sin embargo, goza de una cierta fama y predicamento que ha hecho que casi toda su obra este más o menos disponible para el público de habla hispana.
Sterling no está en esta situación por su mediocridad, como podría suponerse, si no, más bien, por su dificultad y dureza. Es un autor que tiene claras un par de cosas sobre la ciencia ficción y que las sigue a rajatabla pese a quien pese.
Primera postulado: la ciencia ficción es un arma política, una forma de plantearnos las posibilidades que se abren ante nosotros y discutir sobre ellas. Inciso, Sterling es de izquierdas, no al estilo marxista o europeo si no más bien de una forma más difusa, antiglobalizador, ecologista y ese tipo de cosas pero su orientación hace que sus libros sean dardos bastante acerados en contra de una serie de cosas.
En cierta forma, si algo es Sterling es progresista, pero en el sentido más directo del término: defiende el progreso como algo necesario e inevitable y postula que aquellos que no acepten esta idea se extinguirán. Su revolución no va tanto en el camino de dejar las cosas como están (por ejemplo, determinados privilegios de los trabajadores en el estado del bienestar) como de dar a todos las mismas armas para sobrevivir a un futuro tan inestable como prometedor.
Segundo postulado: la ciencia ficción no es únicamente diversión, escapismo o entretenimiento. Es algo mucho más serio (en parte esta idea es una evolución lógica de la anterior) y que merece un tratamiento no precisamente al alcance de todos. Su obra parte de la técnica de la inmersión total, nos presenta un mundo nuevo y desconocido y no explica nada (fin a esos párrafos interminables y explicativos que se intercalan en medio de una escena para explicar algo y que son la marca de la casa de la ciencia ficción), es el propio lector el que debe de apañárselas para entender por donde van los tiros y desentrañar los dimes y diretes del futuro de turno, algo que, a veces, puede ser extenuante pero siempre revelador.
Partiendo de estos dos postulados Sterling añade otra cuestión a su quehacer literario. Su obra es un ejemplo perfecto de romanticismo, en el sentido que el crítico Juan Ignacio Ferreras utiliza este término en su estudio “La novela de ciencia ficción”: romanticismo como una actitud de ruptura con el orden social imperante para crear algo nuevo, pero una ruptura individual nunca colectiva (si no se caería en el socialismo revolucionario algo totalmente alejado del romanticismo aunque hunda sus raíces en él). Byron es el prototipo del héroe romántico y la obra de Sterling está llena de sus epígonos. Su personaje tipo es alguien que por diversas razones decide romper con su entorno social y acaba creando algo nuevo. Pueden ser los burgueses activistas de “Islas en la red” que acaban envueltos en algo mucho más complejo de lo que esperaban, o la gerontócrata que busca una segunda juventud en “El fuego sagrado” o los políticos y científicos que inician una nueva revolución en “Distracción”. Da lo mismo que sea algo buscado o no, en cualquier caso sus personajes acaban alcanzando una aureola romántica: individualistas y revolucionarios.
Pero, quizás, su obra cumbre hasta el momento y la que recoge mejor todas estas intenciones sea el universo Cismatrix, recogido en un puñado de relatos y una novela.
Los relatos que forman Cismatrix serían: “Enjambre”, “Rosa araña”, “Reina cigarra”, “Jardines sumergidos” y “Veinte evocaciones”. Fueron publicados entre 1982 y 1984. La novela es, obviamente, “Cismatrix” que apareció en 1985.
Dado que los protagonistas de los cuentos hacen algún cameo en la novela da la sensación de que toda la obra fue generada de forma simultanea por la mente de Sterling en la primera mitad de los 80. Es una pena que el público español no recibiese el paquete de forma similar al anglosajón, si bien los cuentos se publicaron en una fecha relativamente temprana (1992 como parte de la antología de Ultramar “Crystal Express), la novela no llegó hasta el 2005 de la mano de Bibliopolis.
La base de este universo es la división de la humanidad en dos grandes grupos: los formistas y los mecanistas (según la edición de Bibliopolis, formadores y mecanicistas en la de Ultramar) y su expansión para conquistar el Sistema Solar en guerra mutua. Los primeros son ingenieros genéticos, los segundos cyborgs.
Ambos grupos se subdividen en centenares de grupúsculos cuyo papel en la guerra no es del todo claro (los cambios de alianzas son bastante comunes). Existe un cuento de 1983 (“Fantasma”) que podría ser un episodio 0 de la saga (está en le edición de Ultramar), al mostrarnos a una especie de proto-formista en acción en la Tierra.
En cualquier caso, para cuando los cuentos y la novela tienen lugar, existe un interdicto que prohibe a ambos bandos visitar la Tierra. Nuestro planeta es despreciado por esta nueva humanidad que prefiere vivir en habitats espaciales lejos de los “pozos de gravedad” que son los planetas.
El virtual empate en que se desarrolla la guerra queda roto con la aparición de naves extraterrestres tripuladas por una peculiar raza de comerciantes conocida como inversores y con una tecnología que supera a la humana y que, obviamente, está en venta.
La irrupción de estos extraños aliens pone fin al conflicto y se inicia una especie de guerra fría en que se da más importancia a las similitudes entre formistas y mecanistas que en sus diferencias (una unión algo artificial ante la presencia inversora). Dicha situación recibe el nombre de Cismatrix y, como también es de prever, solo consigue retrasar la guerra unas décadas antes de su reinicio. En el ínterin, algunas corporaciones han iniciado la terraformación de planetas como Marte.
En “Enjambre” (puede que el relato más memorable de toda la saga) se nos presenta un primer contacto entre una embajada formista y una especie de hormiguero espacial, situado en un asteroide y habitado por una especie de insectos sociales hiperdesarrollados.
“Reina araña” nos muestra la lucha directa entre dos líderes de ambos bandos pero también como los inversores pueden llegar a afectar directamente a los neo-humanos.
“Reina cigarra” abunda en esta idea y nos enseña las intrigas políticas que se viven en una colonia espacial que se ha convertido en un activo centro de poder al contar con una reina inversora. Es, probablemente, el cuento que está más relacionado con la novela donde se narra de nuevo parte de esta misma historia.
“Jardines sumergidos” es un episodio en la terraformación de Marte mientras que “Veinte evocaciones” es un breve recorrido por la vida de un formista.
En cuanto a la novela “Cismatrix”, esta narra la vida de Abelard Lindsay, prototipo del héroe sterlingniano. Romántico en el sentido ya señalado de ruptura social e individualismo y progresista en cuanto a defensor del progreso como imparable y de la necesidad de adaptarse a él de una forma u otra. Lindsay vive y participa en muchos de los escenarios ya mencionados dentro de la saga: la guerra, el primer contacto con los inversores, la captura de la reina cigarra, la terraformación de planetas, etc. Una constante a lo largo de su vida es la huida cuando las cosas se ponen feas. Para Lindsay luchar por una causa perdida es totalmente absurdo, hay que adaptarse, cambiar con el cambio y convertirse en algo nuevo. Ser parte de la transformación por que aquellos que se oponen a ella acabarán siendo aplastados.
Pero, además, el universo Cismatrix deslumbra por la riqueza de la ambientación creada por Sterling. Parece que todo es posible para esta post-humanidad: una sola nave espacial que funciona como un estado soberano, colonias espaciales regidas por una gerontocracia, un sólo ser humano convertido en una estación espacial gracias a la ingeniería genética, etc.
Sterling, por tanto, es algo más que un sesudo escritor con un complejo mensaje político, es también alguien pleno de imaginación, que consigue crear algo parecido a una space opera cyberpunk (no en vano es uno de los fundadores de este último movimiento). Y, aunque difícil, su mensaje es claro y optimista: el futuro va a ser algo maravilloso. Puede que no en el sentido de bonito pero si en el de fascinante. Una idea que está en la médula espinal de toda buena ciencia ficción.