jueves, diciembre 18, 2008

Gracias CF

De vez en cuando a los periódicos les da por publicar noticias científicas. Poca cosa, un par de páginas a lo sumo, y, curiosamente, tocan una serie de temas prácticamente inamovibles: genética (clonación, como no), medicina (la enésima prueba en laboratorio para curar el cáncer o el SIDA, dinosaurios (y de vez en cuando evolución humana), cambio climático y algún tema puntual (como el CERN, ahora pasado de moda después de su avería). En ocasiones la astronomía salta a la palestra y, en los últimos días, han sacado un par de noticias sobre ese tema: la confirmación de la masa del agujero negro del centro de la galaxia y la posible existencia de océanos bajo al capa de hielo de Encelado (o sea, vida extraterrestre).
No sé la reacción del público al respecto, no son temas de los que uno oye hablar, entre mis compañeros de trabajo y amigos, cuando andan con un periódico en las manos, les puedes escuchar comentarios tipo ¡Como está el mundo! (sección internacional), asco de políticos (sección nacional), ¡Puta crisis! (sección economía) o ¡LA MADRE QUE LOS PARIÓ! (sección deportes, lector madridista irredento). Pero reconozco que no he escuchado a nadie decir, admirado, o enarcando na ceja ¿Has visto lo de Encelado? (todo hay que decirlo, con ese nombre la cosa suena fatal).
Pero bueno, sí lo publican es que tiene su público, escaso, pero a tener en cuenta (digo yo). Y supongo que ese público potencial se admirará de esas cosas, agua en las lunas de Júpiter, un agujero negro en el centro de la galaxia. Suena apasionante ¿verdad?
Lo malo es que a mí casi nunca me pasa eso por la cabeza. Más bien esta semana mis reacciones han sido del tipo de: agua en un satelite joviano ¡Anda, como en "2010" de Clarke!; agujeros negros en el centro de la galaxia, igualito que en la saga del Centro Galáctico de Benford.
Y es que cuando uno ha leído CF toda su vida, es complicado que nada le sorprenda del todo. Nuestros autores han sido muy pero que muy imaginativos y han estado al tanto de muchas especulaciones científicas que luego se han convertido en certidumbres. Así que, la CF me ha ayudado a no sorprenderme de muchas cosas pero, y esto es mucho más interesante, esta situación no se centra sólo en temas de ciencias duras. Sí te has leído "Fuga para una isla" de Priest, hay muchas cosas de los actuales problemas migratorios que ya conocías antes de que estos empezasen, y estoy poniendio un ejemplo entre muchos.
Y es que la CF, entre otras muchas cosas, me ha servido para aceptar nuestro mundo como un lugar cambiante y lleno de sorpresas. Algo que no todo el mundo sabe (¡Ah, las mentes conservadoras!) y que muchas personas jamás podrán asumir. Por tanto, gracias CF, por esto y por otras muchas cosas.

sábado, diciembre 13, 2008

"Harry Potter y las Reliquias de la Muerte" de J. K. Rowling


Esta es la culminación a una de las sagas de Fantasía más importantes de los últimos años. Una saga que, aparentemente, impactó poco en el mundillo del Fandom, más centrado en Martin y Sapkowski, pero que fue una auténtica revolución a nivel mundial. Y es que, sí únicamente nos centrásemos en las ventas, estaríamos hablando de la serie más importante de Fantasía después de Tolkien.
Ciertamente, el bueno de Harry Poter ha recibido todo tipo de críticas furibundas y apoyos incondicionales. Me apresuro a decir que, personalmente, soy uno de sus defensores, pero, también reconozco que no me he dejado cegar por la pasión como, aparentemente, le ha ocurrido a muchos de sus fans.
Llegué a Harry cuando me enteré de que uno de los libros había ganado el Premio Hugo (“Harry Potter y el Cáliz de Fuego”), eso me picó la curiosidad, a que negarlo, y me embarqué en la aventura de leerme toda la saga.
Mis conclusiones al respecto pueden resumirse de la siguiente manera: los dos primeros me decepcionaron un tanto por ser demasiado cortos e infantiles, los dos centrales me parecen los mejores (“El prisionero de Azkaban” y “El cáliz de fuego”), creo que tienen el tamaño justo y la madurez suficiente como para que un adulto los pueda disfrutar. Los dos siguientes están un peldaño por debajo respecto a estos dos. Demasiado largos, menos imaginativos y un tanto crispantes. Harry se convierte con demasiada frecuencia en un adolescente malhumorado y gritón, y los adultos se exceden en ser más que crípticos. Un contraste frente al personaje anterior, más reflexivo y pacífico, y sus tutores adultos, más proclives a explicarle algunas cosas.
En cualquier caso, Rowling consiguió mantener el nivel lo suficientemente alto como para que mi interés por la serie no decayese y, como tantos, esperase el volumen final con impaciencia.
Probablemente (y esto es algo que también comparten Sapkowski y Martin), parte de los problemas de Harry Potter sea lo desproporcionado entre la historia y el número de páginas que ocupa. Siete libros son, sin ninguna duda, demasiados libros para contar tan poco. Uno no puede dejar de preguntarse que fue de aquella época en que una trilogía era material de sobra para desentrañar cualquier trama. Sí Tolkien pudo contar en tres libros el paso de una Era del mundo a otra, ¿no son siete libros excesivos para narrar la lucha ente un adolescente y un mago maligno?
En cualquier caso, esta magna historia culmina en este tomo: “Harry Potter y las reliquias de la muerte” y, todo hay que decirlo, no me gustaría haber estado en el pellejo de Rowling. Tanta expectación podía haberse convertido en una enorme decepción sí el libro no convencía, así que la responsabilidad era tremenda.
¿Veredicto? En mi opinión prueba superada aunque sin alharacas. “Las reliquias de la muerte” es mejor libro que los dos anteriores pero sigue sin llegar a la altura de los tomos 3 y 4 (insisto, mis favoritos). En cualquier caso es un digno final a las aventuras de Harry y no creo que haya decepcionado a sus seguidores (a mi no, desde luego).
Eso sí, queda claro que Rowling es una autora de éxito pero no una innovadora. El libro no deja de ser de un clasicismo apabullante: creación de una “compañía” que sigue al héroe en busca de un objeto mágico que librará al mundo del mal encarnado en un señor oscuro, traición de uno de sus miembros junto a su redención y perdón, batalla final, aparente muerte del héroe, último consejo del mentor teóricamente muerto, y triunfo incuestionable con algunas bajas menores.
No quiero parecer pedante pero da la sensación de que Rowling se ha empapado a fondo de “El retorno del rey” de Tolkien y ha calcado el esquema general de la obra. De hecho, la parte en que Harry y Hermione recorren los páramos nevados del norte de Inglaterra huyendo de los mortifagos y buscando los horrocruxes me ha recordado mucho (tanto en forma como en fondo) a esa parte de “El Señor de los Anillos” en que Frodo y Sam vagaban por los alrededores de Mordor.
Por supuesto, no estoy hablando de plagio, simplemente de inspiración, algo común y lícito dentro del mundo de la literatura (Tolkien también se inspiró mucho en, por ejemplo, George McDonald). Ahora bien, el problema es que al seguir este camino, Rowling sacrifica la originalidad en aras de la eficacia. Consigue una obra compacta y bien resuelta pero, desgraciadamente, un tanto gris y que suena ha ya leída. Como ya he comentado, este conservadurismo tiene su lógica, especialmente con tanta expectación levantada y tantas sensibilidades a flor de piel. Rowling eligió la senda más segura para culminar su “opus magna”, y no se lo podemos reprochar, aunque sí soñar con como podrían haber sido las cosas de otra manera.
Pero Tolkien, siempre presente, no es la única influencia de Rowling. Hay otras probablemente menos obvias pero igualmente presentes. La parte en que Harry visita el pueblo natal de Dumbledore y casi cae en la trampa de Voldemort es una impresionante y muy bien estructurada escena de terror que me ha recordado un tanto a Stephen King y un mucho a Ramsey Campbell, muy británico él, pero una referencia un tanto extraña para una novela infantil (aunque funciona de maravilla).
Otros elementos van más allá de la literatura y bucean en la historia del siglo XX, esa guerra de guerillas contra el poder de Voldemort, esa radio pirata que alienta a los rebeldes, esos estudiantes de Howgarths que hacen frente a la represión tiene un aire, una vez más muy inglés, a la Resistencia frente a los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Un referente igualmente peculiar pero que también funciona a la perfección.
Y es que, finalizada la historia, es cuando somos conscientes de que el gran tema detrás de las aventuras de Harry Potter no deja de ser el recordarnos que, cuando aparece la sucia cara del fascismo en escena, hay que hacerle frente cueste lo que cueste. Voldemort no deja de ser un epígono de Hitler, igual que los sangre sucia son un reflejo de los judíos y demás razas inferiores, y los mortifagos unos SS igual de siniestros que sus hermanos de uniforme negro.
En una época en que la Segunda Guerra Mundial es tan ajena a nuestros jóvenes como la Guerra de los 100 años, en que las lecciones aprendidas en ella van camino del olvido, Harry Potter ha demostrado ser una maravillosa forma de recordar lo que, por desgracia, nunca deberíamos haber olvidado. Y esto, en tiempo de inmigración masiva, racismo galopante, crisis económica, y descerebramiento generalizado no deja de ser una estupenda noticia.

lunes, diciembre 08, 2008

"La Mano Encantada y Otros Relatos" de Gerard de Nerval


Este librito es una buena forma para iniciarse con Gerard de Nerval. Cierto que está agotado, pero no es difícil de encontrar y estará a buen precio. Nerval fue otro de esos románticos chiflados que les dio por escribir y tener una vida peculiar. Fue una especie de niño prodigio que realizó la mejor traducción hasta la fecha del “Fausto” al francés, tan buena que incluso el mismo Goethe se quedó impresionado.
Frecuentó el círculo de Nodier y fue íntimo de Gautier (también participó en la batalla de “Hernani”). Como él viajó y escribió sobre sus viajes, y, como él, fue un esplendido poeta, uno de los mayores del Romanticismo francés. No escribió mucha prosa, su narrativa completa ocupa un solo volumen (hay una buena edición en Círculo de Lectores) y se centró, básicamente, en el cuento, en ocasiones fantástico.
Tuvo una vida desgraciada en amores y a la que sacudió la locura, después de alguna estancia en el manicomio, acabaría ahorcándose con 47 años en plena calle.
Aquí tenemos una buena muestra del mejor Nerval. “Mis prisiones” es un buen ejemplo de su faceta autobiográfica y de su habilidad para captar la realidad de su época. “Sylvie” es uno de sus mejores relatos, pertenece a una serie de cuentos basados en figuras femeninas (algunos también de tipo testimonial) conocidos como “Las hijas del fuego” (mi edición de la serie completa es de la vieja colección Libro Amigo de Bruguera). Son estas las mejores páginas de Nerval, auténtica prosa poética, o poesía en prosa, sí se prefiere, evocadoras, mágicas, y sensuales. Realmente hipnóticas, aunque se trata de narraciones en las que se cuenta bien poco, aparte de reflejar el estado de ánimo del autor, descripciones de la campiña francesa, o retratos femeninos. “Sylvie” es, de todas ellas, la más amble, mucho menos terrible que “Aurelie” (que no está en esta recopilación), donde describe las visiones que tenía durante sus ataques de locura.
Con todo, y dado que este es un blog sobre literatura fantástica, me centraré más en los otros dos cuentos de la antología. “La mano muerta” no es sólo el mejor cuento fantástico de Nerval si no, probablemente, el mejor cuento fantástico francés del XIX. Por lo menos, eso opina Italo Calvino y no seré yo quien le lleve la contraria.
Partiendo de Hoffman (una pasión que compartía con su amigo Gautier), pero también de Walter Scott, Nerval traza un impresionante fresco histórico del París del siglo XVI, lleno de encanto y atractivo. Cuenta también una, para hoy, tópica historia de amores contrariados, reputaciones en juego, y pactos diabólicos que, inevitablemente, acaba mal. Impresiona la ligereza con que es contada una historia, en el fondo, tan trágica, lo bien dibujados que están los personajes, y las poderosas y surrealistas imágenes que pueblan el relato, especialmente esa mano cortada que corretea entra la multitud a modo de repulsiva araña. Leyendo este relato uno sólo puede lamentar que Nerval no escribiese más en esta línea.
“El monstruo verde” se acerca a la maestría de “La mano encantada” pero no la alcanza. Es, hasta cierto punto, un boceto del cuento anterior. No tanto por la historia en sí, radicalmente diferente, si no por que comparte las mismas características que dicho relato pero a menor escala y profundidad. Con todo, no deja de ser un buen cuento de terror en el que destaca con brillantez el humor negro con que se cierra la historia (más que negro, negrísimo).
En fin, un libro breve pero enjundiosos, ideal para empezar con Nerval y de los que incitan a leer más de su autor.

miércoles, diciembre 03, 2008

Théophile Gautier (1811-1872): el Fantástico Francés por Excelencia


Es curioso observar como, durante buena parte del XIX, es posible encontrar dos grandes genios de la literatura fantástica en lengua inglesa (Poe) y alemana (Hoffman), pero no en la francesa. Y digo que es curioso por qué, como bien asegura un conocido mío, “En literatura, el XIX es francés”. En efecto, aunque el resto de los países pueden enorgullecerse de contar con una buena cantidad de genios en este siglo, no es menos cierto que Francia se lleva la palma, y, así, a bote pronto, y centrándonos en el campo de la narrativa, tendríamos a Victor Hugo, Stendhal, Balzac, Flaubert, George Sand, Zola, Dumas, Maupassant y un largo etc.
Por supuesto, hay autores fantásticos franceses pero, en mi modesta opinión, aunque en ocasiones consigan algún cuento o novela excepcional, nunca consiguen llegar a poseer una obra extensa y abrumadora que sea reconocida por todos como imprescindible. Cierto es que a finales de siglo la cosa cambiará, Schwob, Feval, el ya mencionado Maupassant y, especialmente, L’Isle Adam lograrán llenar ese vacío, aunque, creo yo, sin llegar a las alturas de sus vecinos ingleses, auténticos maestros en el campo fantástico.
Probablemente, la figura que más se acercó a la posición de Gran Escritor Fantástico de Francia sea el enorme Théophile Gautier, uno de los mayores románticos galos, destacado especialmente en el campo de la poesía, pero con una obra narrativa fantástica digna de estudio aunque más bien problemática.
En parte, las dificultades que tiene hoy en día Gautier para cautivar a un público remiso, que sí sabe disfrutar de Poe o Hoffman, tiene mucho que ver con el Romanticismo francés. Es curioso observar como, a diferencia de en otros países, entre nuestros vecinos del otro lado de los Pirineos, el movimiento romántico no fue tuvo tanto una vertiente revolucionaria (en lo político y en lo artístico) como conservadora. Frente a la exaltación de los góticos ingleses o la sensibilidad extrema de los románticos alemanes, los franceses eligieron un camino más académico, centrado especialmente en el campo de la novela histórica (ahí está Hugo y su “Nuestra Señora de París”), y que pronto dará lugar a el Realismo (ahí está la evolución de Balzac, o nuevamente Hugo y "Los miserables"). Esta evolución dejó un poco de lado los desvaríos fantásticos que en otras latitudes se acabaron aclimatando de forma permanente.
Gautier, en este sentido, no dejó de ser un raro toda su vida. Si bien practicó el folletín histórico al modo de Dumas o Hugo (“El capitán Fracasse”), y la novela psicológica de corte realista (“Mademoiselle de Maupin”) al estilo de un Balzac, no es menos cierto que el resto de su obra no deja de tener una clarísima estirpe hoffmaniana que no acababa de cuajar del todo en la realista Francia. De hecho, parte del problema de Gautier fue, más bien, el quedarse corto, el no zambullirse de lleno en el fantástico y dejar, con demasiada frecuencia, sus relatos en una extraña tierra de nadie, con una explicación lógica a la vuelta de la esquina. Por qué las visiones del diablo de “Onuphrius” podrían ser fruto de la locura del protagonista de este cuento, lo mismo que las visiones de “La cafetera” o de “Ónfale” no serían más que un sueño, y la maldición de “Jettatura” un simple caso de obsesión. Esta ambigüedad puede ser del gusto de muchos pero a mí no deja de resultarme un tanto enervante el no saber muy bien a que carta quedarme.
También, hay que reconocer, que parte del problema de Gautier fue su condición de poeta (uno de los mayores de su época) por encima de todo, y su asunción de la narrativa (junto al periodismo y los libros de viajes) como un mero producto alimenticio que le permitió ganarse la vida con cierta holgura, pero que siempre trató de una forma un tanto despectiva y apresurada.
Gautier escribió muchos cuentos, no todos ellos fantásticos, algunos de los cuales se han hecho especialmente famosos por sus descripciones del uso de las drogas (“La pipa de opio”, “El club de los hachichins”) y de las terribles y surrealistas visiones provocadas por estas.
Por desgracia, no existe una recopilación decente de los cuentos fantásticos de Gautier (cosa que, curiosamente, sí ocurre con Hofman y, sobre todo, con Poe). Quizá la mejor forma de adentrarse en la obra fantástica del francés sea con una vieja antología, hoy inencontrable, “El caballero doble” de la editorial Teorema. Lo mismo ocurre con otro buen título, “La pipa de opio” de Siruela, igual de imposible que el anterior. Más fácil de encontrar es el volumen también titulado “La pipa de opio” de Abraxas (aunque también agotado) pero que no consigue una selección tan redonda como en los casos anteriores.
De cualquier forma, los cuentos de Gautier son una delicia para los sentidos y, probablemente, esa sea el término más adecuado para definirlo como escritor: delicioso (exquisito no le vendría tampoco mal). Posee una prosa limpia, sugerente, y llena de encanto y sensibilidad. Quizá un tanto blanda, no encontramos aquí los horrores de Poe ni fantasía desbordad de Hoffman, pero sí, en cambio, un estilo más depurado y preciso que del norteamericano, y más claro y alejado de lo farragoso que el del alemán. Es una pena que muchos de los cuentos no estén a la altura de semejantes herramientas estilísticas.
Muchos de ellos son muy breves, apenas una mera anécdota, en ellos prima más el estilo que la historia propiamente dicha. Es el caso de “Ónfale” o “La cafetera”. Otros, en cambio, son más bien humorísticos y poco serios (“El pie de la momia”). Mención aparte merecen aquellos centrados en su obsesión por la Antigüedad (“Arria Marcela”). En cualquier caso, casi todos cuentan con aciertos y visiones muy originales para la época, los cuadros que cobran vida, los viajes oníricos al pasado, el amor a través de los tiempos...
Aunque, probablemente, los mejores sean “El caballero doble” y “Onuphrius”. En ambos casos, nos encontramos con sendos homenajes a Hoffman aunque muy diferentes el uno del otro. “Onuphrius” es el más deudor del prusiano, de hecho se subtitula “Un homenaje a Hoffman”, y muchas de sus páginas podrían haber sido escritas por él: personajes excéntricos, visiones del diablo, dudas sobre la propia personalidad, locura final, ambiente artístico,… Puede que sea un pastiche pero no deja de ser un pastiche muy bien hecho.
“El caballero doble”, en cambio, es más un homenaje a lo germánico que a ninguno de sus autores en particular. Ambientado en una Edad Media ideal, Gautier escribe, por una vez, tomándose el asunto con la seriedad suficiente y la extensión adecuada, logrando un prodigio de poética y, especialmente, la historia definitiva sobre el doble, el tema por excelencia del fantástico teutón.
Ahora bien, donde Gautier consigue sus mejores obras en prosa es, probablemente, en el campo de la novela corta. Hay cinco en concreto dignas de destacar: “Avatar” “Jettatura” (ambas recientemente publicadas en un solo tomo por Siruela), “La novela de una momia” (su obra más famosa y fácil de conseguir, personalmente tengo la de Catedra), “La muerte enamorada” (siempre presente en cualquier antología de vampiros) y “Espirita” (descatalogada, existe, al menos, una edición sudamericana en Edhasa, no creo que sea fácil dar con ella).
En este tipo de narración, Gautier consigue unir, a su siempre esmerado estilo, las dosis justas de imaginación y evocación, logrando páginas de una gran belleza.
En mi modesta opinión, “Jettatura” es su obra maestra. En el fondo no deja de ser una sencilla historia sobre un turista inglés en Nápoles que se cree presa del mal de ojo (la jettatura del título). Sin embargo, Gautier consigue hacernos sentir el horror de un destino tan ominoso como inexorable, el más trágico fatalismo impregna estas páginas llenándonos de angustia y espanto. Y, al final, igual que el protagonista del libro, no sabemos muy bien si estamos ante un fenómeno de mala suerte y sugestión o, realmente, ante una maldición en curso.
Hasta cierto punto da un poco lo mismo, sencillamente hay que dejarse llevar y disfrutar de las evocadora recreación de un Nápoles tan exótico como fascinante, y de una galería de personajes tan tópicos (el frío gentleman inglés, la fogosa dama francesa, el decadente noble italiano) como bien trazados. Y ello unido a momentos de gran fuerza, como ese duelo a ciegas que, sencillamente, quita el aliento.
El resto de sus novelas cortas no consiguen tener la fuerza de “Jettatura” pero se le acercan. “Avatar” es un cruce entre la fantasía y la ciencia ficción, con un científico capaz de cambiar las almas de cuerpo siguiendo ignotos conocimientos hindúes. Es interesante por que debe ser uno de los primeros precedentes de ese tipo de historia en que dos personas intercambian mente y cuerpo y que, a día de hoy, son legión. Destaca, una vez más, lo bien construidos que están los personajes por más tópicos que sean: el científico sin escrúpulos, el noble ruso de elevados sentimientos, el joven burgués francés enfermo de spleen. No acaba de funcionar del todo por el tono fallido humorístico de algunos momentos (aunque en ocasiones este humor es de una negrura notable) y por la ñoña historia de amor, pero posee suficientes virtudes como para hacerlo interesante.
“La muerte enamorada” es una de las historias de vampiros más clásicas y famosas de la historia y no merece la pena hablar, una vez más, sobre ella.
“La novela de la momia” es un caso peculiar. En sus pocas páginas se amontonan tal cantidad de temas que parece milagroso que el libro sobreviva, aunque lo hace gallardamente. Inicialmente es una novela arqueológica a lo Indiana Jones, con la búsqueda de una tumba real egipcia sin profanar. Posteriormente se narra la historia de la momia descubierta, lo que permite a Gautier lucirse con bellísimas y larguísimas descripciones del Egipto faraónico. Hay también una historia de amor (como no), y una descripción de la lucha de Moisés por sacar a los judíos de Egipto, con un duelo de magos (la única parte fantástica de la novela, aunque me imagino que para los más creyentes no será el caso) sacado directamente de la Biblia pero presentado con una fuerza que lo hace realmente memorable.
“La novela de la momia” es un libro irregular y extraño que, sin embargo, y misteriosamente, se ha convertido en el mayor éxito de Gautier, en vida y después, probablemente por la eterna fascinación del antiguo Egipto.
“Espirita”, en cambio, su testamento literario, es, probablemente, su obra menos interesante. Novelización (una vez más) de las teorías religiosas de Swedenborg, una auténtica manía de la época, no deja de ser bastante tediosa y predecible, aunque con un par de momentos brillantes.
Gautier fue, en lo personal, un personaje tan peculiar como muchas de sus historias. Aunque militó en las filas del Romanticismo más combativo, el que protagonizó las batallas de “Hernani”, y se hizo famosos por lucir un chaleco rojo brillante para espanto de los buenos burgueses (una especie de punk de 1830), no es menos cierto que, con el tiempo, se desencantó y volvió a las enseñanzas de su niñez (venía de un hogar ultra-realista, con posiciones ideológicas cercanas a nuestro Carlismo), renegó del progreso y la democracia y soñó con un pasado tan fascinante como muerto. Creo la idea de “el arte por el arte”, frecuentó a gente tan notable como Nodier, Nerval, Dumas y Hugo, viajó lo que pudo y se interesó profundamente por la magia y el esoterismo.
Su vida amorosa fue activa y, como no, peculiar. Dicen que se enamoró de una de las grandes actrices de la época y, ante su negativa, se unió a la hermana gemela de esta. Una historia digna de uno de sus cuentos, desde luego.
Aunque, por supuesto, lo que siempre ha traído de cabeza a sus lectores es su necrofilia. Y es que, en sus libros, casi todos sus protagonistas se enamoran de alguien muerto, Sucede, al menos, en “Espirita”, “La novela de una momia”, “El pie de la momia”, “Ònfale”, “La muerte enamorada”, “La cafetera” o “Arria Marcela”.
¿Qué oscura pasión correspondía a esta fijación? Como en el caso de Poe y Hoffman, sólo nos es posible especular.