¿Avergonzarse de escribir ciencia ficción?
Hace unos días hablé de Michael Cunningham como uno de los posibles futuros de la ciencia ficción. Ahora me toca hablar de Kazuo Ishiguro, otro autor mainstream que ha escrito una novela de ciencia ficción, en este caso “Nunca me abandones” (Anagrama). Creo que Ishiguro es un escritor de sobras conocido, quizás no tanto por su obra si no por las famosas y, a que negarlo, fascinantes adaptaciones que ha hecho el cine de sus títulos más conocidos como “Lo que queda del día” de James Ivory (un apunte personal, siempre me ha llamado la atención que el más fino analista del “espíritu” inglés sea alguien de origen japonés, misterios de la vida).
En este caso, la novela de Ishiguro toca el tema de la clonación y, parece ser, cuenta con un enfoque cercano a la novelística del XIX y a los libros de misterio y/o policíacos. Hasta ahí nada que objetar, lo que me ha molestado un tanto son las siguientes declaraciones de nuestro protagonista: Nunca concebí este libro como una novela de ciencia ficción (...) el género me aburre y no tengo la imaginación ni la voluntad para recrear ambientes futuristas. Hombre...
Decir que a uno no le gusta la ciencia ficción y escribir luego una novela de ciencia ficción me parece, cuando menos, peculiar. La sensación que me da esta afirmación es que Ishiguro está en el bando de los academicistas estrictos que no consideran la ciencia ficción como un género serio. En su derecho está pero el escribir un libro de esta temática plantea, al menos, una seria contradicción. Creo que el japonés ha descubierto algo que los lectores y autores de ciencias ficción saben desde Wells, que nuestro género preferido es ideal para extrapolar algunas de las preocupaciones que acucian a cada generación de seres humanos que pisa este planeta. Y las posibilidades de la clonación de seres humanos es una de ellas. Vamos, que el bueno de Kazuo acaba de descubrir la pólvora y, mucho me temo, que lo ha hecho sin darse cuenta de que la ciencia ficción lleva tocando este tema unios cuantos decenios antes de la oveja Dolly que fue probablemente cuando este señor, como media humanidad, descubrió el tema. A partir de ahí pueden ocurrir dos cosas, que Ishiguro como buen escritor que es nos de una buena novela que ilumine esta peliaguda cuestión o que cree un refrito para él (y me temo que buena parte del público) tremendamente original pero que para nosotros, miembros de la secta, sea un bodrio chirriante.
Ambas opciones son posibles y, desde luego, en la entrevista de El Mundo de donde he sacado la noticia hay pistas que apuntan en las dos direcciones. Por un lado el nipón parece tener buenas intenciones (la clonación humana no es el tema fundamental de la novela si no una excusa para hablar de otra historia) pero por otra parte su desconocimiento de por donde van los tiros da miedo (predice la proliferación de clones y androides en el cine y la literatura, ¡Cachis la mar! Y Fritz Lang y H. G. Wells sin enterarse.
En fin, hasta que alguien me diga si merece o no gastarse los dineros en “Nunca me abandones” propongo la relectura de “Donde solían cantar los dulces pájaros” de Kate Wilhel, Ishiguro no debe saber ni que existe pero a mi siempre me ha parecido una buena historia de clonación humana.