lunes, febrero 27, 2006

La Conjura contra América de Philip Roth


Philip Roth fue un escritor al que seguí en mi juventud y del que recuerdo con especial cariño dos libros: “El lamento de Portnoy” (fuente de inspiración para Silverberg en “Muero por dentro”) y “La Pandilla” (una obra de plena vigencia con un Nixon que invade Dinamarca para tapar sus problemas internos ¿les suena?). Luego, avatares de la vida, le deje un poco de lado hasta que fuí leyendo en los periódicos las entrevistas que concedía para promocionar este libro. En una de ellas, Roth se jactaba de haber inventado el género de las ucronías (aunque el no lo llamaba así) y se ufanaba de los listo que era debido a semejante idea. Me molestó, para que engañarnos, por mi cabeza pasaron los nombres de tantos escritores buenos y malos que habían hecho ucronías en los últimos 100 años y pensé que Roth se estaba tirando un enorme farol ¿en su juventud nunca leyó un pulp con las historias de Murray Leinster? ¿No ha oído hablar de Dick que en nuestros días ya es reconocido por algunos miembros de la Academia estadounidense? En fin, que me pareció un ejercicio de egocentrismo típico de un escritor endiosado.
Ahora bien, tiempo ha aprendí que hay que distinguir entre la obra y la persona que la crea, la primera puede ser sublime y la segunda una perfecta imbecil, así que no me entró ningún complejo cuando compré “La conjura contra América” y no me arrepiento en absoluto de esta decisión. Y es que, en mi modesta opinión, este es el libro del año (y ha sido un año de libros muy buenos) por lo menos en el terreno de la ciencia ficción.
“La conjura contra América” es una ucronía en la que Franklin Delano Roosvelt es derrotado en las elecciones presidenciales de 1940 que gana el aviador Charles Lindbergh. El nuevo presidente mantiene a E.E.UU. no solo neutrales en la Segunda Guerra Mundial si no, incluso, aliados de la Alemania Nazi y embarcados en una política antisemita calcada de la de Hitler.
En este panorama, Roth se sitúa a si mismo y a su familia e imagina como hubieran vivido semejante situación. Finalmente, y no pienso desvelar como, las cosas vuelven a su cauce y E.E.U.U. entran en la guerra en el bando adecuado solo que un año más tarde, 1942.
Esto último, es el único elemento de la historia que me chirría. En efecto, dudo que Inglaterra y la U.R.S.S. hubiesen podido aguantar el periodo 1941-42 sin la ayuda estadounidense (primero con el programa de Préstamo y Arriendo y luego con la entrada en guerra de los yankis). Probablemente, un escritor de ciencia ficción hubiese buscado alguna solución “imaginativa” a este problema pero Roth, con buen criterio, decidió no meterse en ese berenjenal, principalmente por que sus intenciones eran otras.
En efecto, “La conjura contra América” es un perfecto libro de personajes (maravillosos, para lo bueno y lo malo), un bienhumorado y fascinante estudio constumbrista de E.E.U.U. en los años 40, una acerba y certera crítica contra el racismo y las actitudes que despierta (tanto entre los que lo ejercen como entre los que lo sufren), una novela de aprendizaje (el paso de un niño a su condición de adulto) y una sólida crítica a la actual política del gobierno estadounidense.
Por todo eso, he de decir que el libro me ha parecido perfecto, absorbente y emocionante y que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una lectura de estas características.
Roth, en otro arrebato de chulería, ha asegurado que igual continua escribiendo ucronías, puedo asegurar que si eso ocurre tiene en mí a un comprador seguro.

P.D. Un detalle menor pero que me ha gustado, hacia tiempo que no veía una portada que se correspondiese también con un libro. Un gustazo.

domingo, febrero 26, 2006

Escritos Fantasmas de David Mitchell


Parece mentira que este sea el primer libro de Mitchell y digo esto por que “Escritos fantasmas” es una obra tremendamente madura y compleja, algo que no parece lo más adecuado para un escritor novel.
He dudado de incluir en estas memorias este libro, en el fondo no deja de ser una novela de ciencia ficción con toques fantásticos pero, por su estructura, se incluye en ese difuso ámbito llamado slipstream siendo muchas de sus partes más propias del mainstream que de la literatura de género.
Y es que la estructura de este libro es uno de sus máximos alicientes. “Escritos fantasmas” es una especie de recopilación de relatos aparentemente independientes pero sutilmente enlazados entre si, cosa de la que somos plenamente conscientes una vez terminado el libro. Un ejemplo, en uno de los cuentos somos testigos de las vivencias de un adolescente japonés aficionado al jazz, en el siguiente se nos cuentan las vicisitudes de un ejecutivo inglés en Hong Kong, ahora bien, en un momento de este segundo cuento aparece brevemente (como parte del paisaje) el adolescente japonés de la primera historia. Y este sistema se repite a lo largo de todas las historias.
Cierto es que hay una temática que se convierte en dominante al final de la historia (la creación de una Inteligencia Artificial y como esta se hace con el control del mundo) pero, realmente, ese no creo que sea el objetivo de Mitchell.
Sinceramente, al acabar la lectura de “Escritos fantasmas” me ha parecido un ejemplo perfecto de eso que estamos llamando globalización. Cada una de las historias está ambientada en un lugar distinto del mundo (Okinawa, Tokio, Mongolia, Hong Kong, San Petersburgo, Londres, Irlanda, Nueva York) y al compartir personajes y situaciones introduce de una forma sutil pero muy efectiva ese concepto.
Los cuentos claramente fantásticos son: “La Montaña Sagrada” y “Mongolia”. En el primero se nos narra la vida de una campesina china que habla con el espíritu de un árbol y que es una perfecta excusa para narrarnos la historia de China durante el siglo XX. “Mongolia” es una visión descarnada de este país tras su salida del comunismo y su entrada a medias en el capitalismo, su protagonista es un ente inmaterial que puede habitar los cuerpos de los seres humanos.
De ciencia ficción tenemos: “Clear Island” y “Tren nocturno”, ambos sobre la creación de una IA y de cómo esta se hace con el control del mundo.
El resto de los cuentos (“”Okinawa”, “Tokio”, “Hong Kong”, “San Petersburgo” y “Londres”) no tienen temática fantástica.
Todos estos relatos son autosuficientes e independientes aunque es cierto que resultan más satisfactorios leídos dentro del conjunto de libro que no por separado. En cualquier caso, de una forma u otra, las historias de “Escritos Fantasmas” me han resultado de lo más grato de los últimos meses y convierten a Mitchell en un escritor al que seguir.

sábado, febrero 25, 2006

Cazadores de Luz de Nicolás Casariego


No parece ciencia ficción. Nicolás Casariego, un autor joven y con una carrera incipiente desconocido para el fandom. La Editorial Destino, uno de los sellos más prestigiosos de literatura con mayúsculas. Una portada de esas serias y convencionales (un cuadrito moderno y resultón de Verónica García Lao) sin naves espaciales ni guerreras de turgentes curvas. Y, nada menos, que finalista del Premio Nadal 2005 (o sea, que podría haber ganado), probablemente el certamen literario más prestigioso de nuestro país (el Planeta da más pasta pero no tiene el pedigrí del Nadal). En fin, que no parece ciencia ficción, pero lo es. Vaya si lo es.
Estamos ante un futuro cercano pero no tanto donde, después de una serie de convulsiones no explicadas, el mundo se ha dividido en dos zonas: las ciudades, parecidas a las actuales con un altísimo nivel de vida y una estratificación social muy rígida y el campo, donde prima un modo de vida similar al de los países subdesarrollados pero, aparentemente, la libertad es mayor. Por entender un poco esta dicotomía, un habitante urbano puede llegar a vivir cientos de años (los avances médicos y todo eso) pero uno rural no pasa de los 60-70.
Ahora bien, la vida en las ciudades no es precisamente agradable. La estratificación social es férrea, los apellidos indican tu status, si empieza por la A estás en la cumbre, si empieza por la Z eres escoria (obviamente, cuando uno medra cambia de apellido). El consumismo el brutal y existe una ley que prohíbe realizar investigaciones científicas.
En este oscuro mundo se mueve Mallick (por el nombre ya sabemos que no está ni muy arriba ni muy abajo) un ingeniero de ventas que pertenece a una gran multinacional, o, traducido al cristiano, un comercial que es, prácticamente, una propiedad de dicha multinacional. Mallick se ve envuelto en una turbia guerra entre empresas con ribetes políticos y en la que él es solo un peón más (y por tanto, perfectamente desechable). Así que, en parte, este libro es la historia de su lucha por la supervivencia pero, además, Masllick está enamorado (algo bastante raro en esa época) y, como uno sospecha al principio del libro, más tarde o más temprano tendrá que elegir entre su amor o su carrera.
Una historia que podría haberse escrito ambientada en nuestra época y con un toque costumbrista pero que, al situarse en un futuro lejano pero reconocible gana en potencia y evocación.
A pesar de todo, no es un libro fácil. El estilo es frío, distante, seco. No existe empatía por ninguno de los personajes, todos son moralmente reprobables y sus actos dan nauseas (y Mallick no es la excepción). El resultado es un libro desasosegante pero extrañamente atrayente. Hay un cierto placer morboso en observar la vida de esta pandilla de amorales y en reconocer que los ejecutivos y comerciales de las grandes transnacionales de nuestros días no deben de ser mejores.
Casariego es todo un descubrimiento, su prosa es terriblemente eficaz en cuanto a sus objetivos y con una elogiable voluntad de estilo (cazadores de luz es un poético nombre para los ojos). Además, es un tipo que ha hecho bien los deberes. Quizás me equivoque pero juraría que Silverberg está entre sus lecturas, el Silverberg frío, inhumano y pesimista del “El mundo interior”, por ejemplo. Pero, en cualquier caso, hay reminiscencias de muchas otras distopías de la ciencia ficción del pasado siglo (“Mercaderes del espacio” de Pohl, “Un mundo feliz” de Huxley o “Nosotros” de Zamiatin).
En fin, que hemos llegado, puede que no aparezca la palabra ciencia ficción en ninguna parte del libro (en la sinopsis como mucho se habla de “un mundo por venir”) pero el hecho de que un libro de estás características haya estado a punto de ganar un premio como el Nadal debe llevarnos a lectores y autores a una pequeña reflexión. Se acabó el victimismo, se puede escribir ciencia ficción y que esta llegue al público y sea aceptada por la academia, puede que no la space opera o el cyberpunk pero el resto de los sub-géneros si. Solo hace falta una cuestión nada baladí: calidad e historias que lleguen al mayor número de gente posible. Solo de esa forma lograremos romper las fronteras del ghetto, aunque en el proceso tengamos que aceptar que la palabra ciencia ficción no aparezca como reclamo publicitario.
Puede que esté pecando de optimista, en los 70 Torbado ganó el Planeta con una ucronía (“En el día de hoy”) y no pasó nada pero quizás ahora sea el momento, hay autores de gran calidad, hay lectores con una mente más amplia y hay libros de nuestros géneros preferidos que están triunfando sin complejos (“Olvídate de mi”, “La conjura contra América”, “Jonathan Strange y el Señor Norrell”). Si en unos pocos años no se logra romper el techo de cristal que aprisiona a la ciencia ficción nacional dudo que en el futuro volvamos a tener una coyuntura tan favorable.

viernes, febrero 24, 2006

José Saramago Las Intermitencias de la Muerte


Una obra menor. Es el mejor resumen que se puede hacer de este libro, de hecho, incluso se podría añadir, muy menor. Vale, es una pena, Saramago es un gran escritor autor de una puñado de obras maestras, con un merecido Premio Nobel a sus espaldas y con unos cuantos títulos fantásticos en su haber (“El hombre duplicado”, “La balsa de piedra”, “El Evangelio según Jesús”), algunos de los cuales rozan la ciencia ficción (“Ensayo sobre la ceguera”, “Ensayo sobre la lucidez”, “La caverna”) pero ya tiene unos cuantos añitos y, me da la sensación, que poco más podemos esperar de él (ojalá me equivoque).
El punto de partida de la novela es original aunque tampoco en exceso: la muerte deja de actuar y la gente, en cierta forma, se convierte en inmortal. Una idea que, dada la edad del portugués, podía haber deparado un relato bastante interesante pero que no pasa de lo rutinario.
En primer lugar, por que la historia tiene truco: la muerte desaparece pero no lo hace ni la decrepitud ni las enfermedades con lo que el innominado país donde transcurre la acción se convierte en un lugar donde se hacinan los cuerpos de los no-muertos. Claro, el mensaje final es que la muerte es necesaria a pesar de nuestros deseos pero, insisto, esta tesis se defiende con un truco bajo, igual que podemos imaginar un mundo sin muerte podemos plantear otro de juventud eterna.
En segundo lugar, muchos de los aspectos del libro son claramente arbitrarios e, incluso, rozan el sinsentido. La muerte es un ente real, parecida a la imagen tradicional del esqueleto con la guadaña pero no sabe por que realiza su trabajo ni queda muy claro por que deja de hacerlo, se comunica con la gente mediante cartas (¿?) y no es universal, existe una muerte por cada país e incluso especie de animal o vegetal (¿¿??). Lo dicho, todo bastante inicuo y sin mucha lógica.
Pero, lo que me ha gustado menos del libro y que es indigno de un autor con la profesionalidad de Saramago es la pésima estructura narrativa que la novela. Desde el punto de vista arquitectónico, falla por la base. Y es que en realidad no estamos ante un libro si no ante dos. En el primero, la muerte deja de actuar de la forma que ya he descrito y aquí se nos cuenta un poco como reacciona la gente ante esta situación y como, poco a poco, se va creando una nueva rutina vital. Es la parte menos destacable del libro en la que solo me ha resultado logrado el momento en que se narra como actúa la familia que decide trasladar a sus no-muertos al país vecino para que de esta forma puedan morir (las otras muertes siguen funcionando). El resto de esta parte es la habitual crítica de Saramago a la actual estructura de poder utilizando la ausencia de la muerte como excusa para su reprobación.
Lo mal es que esta parte se cierra con un callejón sin salida argumental, ante el caos, la muerte vuelve a actuar pero, eso si, con un pre-aviso de 30 días. Como al Nobel no se le ocurre salir de esta situación de repente la novela cambia y pasamos a una segunda parte que bien poco tiene que ver con la primera.
Ni más ni menos que una historia de amor, protagonizada por la muerte (encarnada en una bella joven) que se enamora de un miembro de la orquesta nacional de música clásica del ficticio país donde se ambienta la narración. Esta parte, sin llegar a ser de tirar cohetes, es la que se lee con más interés y gusto aunque, de nuevo, se cierra (y con ella el libro) sin solución aparente al dilema de cómo la muerte puede llegar a consumar su amor y que pasará a partir de entonces.
Bien, visto lo visto me atrevo a decir que más que una obra menor estamos ante un libro fallido, un laberinto narrativo del que su autor no ha podido, sabido o querido salir. En cualquier caso una pena.

jueves, febrero 23, 2006

Michel Houellebecq La Posibilidad de una Isla


Reconozco que este es el primer libro que me he leído de Houellebecq. Si, ya sé, es la gran sensación de la literatura europea de este cambio de siglo pero, a estas alturas del partido, servidor ya no está para seguir modas, ni siquiera literarias.
Al final me anime por tres razones básicas: un conocido mío, del que me fío, con gran cultura en esto del leer es fan suyo, Houellebecq se ha declarado partidario de la ciencia ficción sin complejos y este libro es ciencia ficción.
Total, que me lancé a la piscina y, al final, el resultado ha sido triste (por cierto, mi amigo coincide conmigo, dice que es su peor libro). Vamos a ver, no es que el libro este mal escrito, al contrario, se lee con una facilidad pasmosa y te lo cepillas rapidito, un auténtico pasapáginas. Una cosa es lo que luego te encuentras entre las páginas.
Bien, a riesgo de destripar la trama (el que no quiera saber muchos detalles sinópticos que deje de leer) estamos, básicamente, ante una historia de clonación e inmortalidad. El libro transcurre a dos niveles que se alternan por capítulos. Uno está ambientado en nuestros días (o en un near future bastante near) el otro en un lejano futuro.
En nuestro presente se nos narra en primera persona la vida de Daniel, un humorista francés que se ha forrado a costa de utilizar un sentido del humor que, siendo flojos, podíamos considerar poco dado a lo políticamente correcto (uno de sus números de más éxito se titula “Cómeme la Franja de Gaza”). Daniel está hastiado de la vida e intenta buscarle sentido mediante el amor y su alistamiento en una secta, los elohimitas, que promete la vida eterna (y que se parece mucho a los raelianos, algo reconocido por el propio autor).
La trama del futuro está protagonizada por Daniel24 y 25, los clones neohumanos descendientes de este primer Daniel que nos cuentan como es el mundo unos siglos después de la historia principal, cuando las ideas elohimitas, en cierta forma, han triunfado.
Ya se sabe como son los resúmenes, con lo que acabo de contar se puede escribir una mierda o una obra maestra. Houellebecq optó por la mierda, que le vamos a hacer.
Se supone que este escritor es el colmo de la trasgresión, que sus libros son tremendamente críticos y ácidos con la sociedad actual y que el lector debe de sentirse escandalizado con lo que cuenta. En fin, desde que los surrealistas hacían de las suyas en los años 20, cada poco hay alguien que los intenta imitar y logra sus 5 minutos de fama, Houellebecq es el último de esta triste estirpe. Personalmente, lo único que me escandaliza es que la gente aún se pueda escandalizar y más aún con las tonterías que escribe este señor.
En líneas generales, Daniel (que parece un alter ego del autor) es un sujeto egoísta, patético, obsesionado con la juventud y las mujeres macizorras y de un mal gusto estruendoso. Su monologo continuo es una mezcla de clasismo (los ricos molan, los pobres que se jodan), racismo (el único árabe bueno es el árabe muerto), etnocentrismo (la cultura europea, francesa para ser exactos, es la única que merece la pena, el resto es barbarie), machismo (las mujeres para follar y poco más) e intelectualismo mal entendido (yo soy muy listo y el resto del mundo es idiota).
Claro, así es muy sencillo escandalizar, hasta el mas tarugo puede hacerlo, así que si ese es el mérito de este escritor, bien pobre me parece.
Y la historia, en si, bastante tonta. Por decirlo sencillo, Daniel se hace viejo, ve que ya no puede ligarse a chicas jóvenes, se deprime y decide que el mundo es una porquería. Sinceramente, más visto que el tebeo. Lo que si que puede llegar a ser molesto es su manía por generalizar, todo el mundo piensa así y el que no lo hace es retrasado mental (palabras textuales). Un buen ejercicio de tolerancia, aunque me temo que ese no es un fuerte de Houellebecq. Por poner un ejemplo, Daniel no soporta a los niños, por lo tanto los niños son detestables y esa es la razón por la que gente ya no tiene hijos. Los que aún tienen descendencia son una especie de fósiles andantes camino de la extinción y con un coeficiente intelectual bastante bajo.
Pero ahí no acaban los fallos de este libro. En el terreno de los personajes, estos rozan lo arquetípico y, en algunos casos, caen en la fantasía adolescente más absurda. Me refiero, en concreto, al personaje de Esther, esta chica, de la que Daniel, se enamora es muy joven (la seudopederastia es otra de las cuestiones que el francés defiende para epatar a sus lectores), su belleza es deslumbrante y sus habilidades sexuales harían palidecer a una actriz porno: siempre tiene ganas (una de las razones por las que suele ir sin bragas por la vida), se lo hace con todo el mundo sin distinción de edad ni género y le encanta el sexo oral y el anal. En fin, cuando tenía 15 años y estaba un poco salido soñaba con chicas así, o he tenido muy mala suerte en la vida o van a ser que estas muchachas son un poquitín escasas. Bueno, además he madurado y descubierto que las mujeres sirven para algo más que para 15 minutos de gloria, pero esa es otra historia.
Por otro lado, su técnica narrativa también hace aguas por todas partes, hay un nudo argumental bastante importante (la muerte del líder de la secta y la elección de su sucesor) que está resuelto con una torpeza que te hace palidecer. En otro momento, decide que los elohimitas deben de convertirse en la religión dominante del mundo y resuelve el tema en dos páginas apresuradas de un ingenuo abrumador: prometen la vida eterna, la gente se lo cree y deja de lado el catolicismo, islamismo y demás sandeces, como diría Jezulín: im presionante.
Por otro lado, el contenido de ciencia ficción de esta novela tampoco es tan novedoso ni está muy conseguido. Houellebecq ha leído mucha ciencia ficción pero, me temo, se ha quedado un tanto anticuado. Para ser exactos, juraría que Robert Heinlein (en su última época) es su autor fetiche. Las similitudes entre ambos son notables: los dos son maestros a la hora de contar algo y que se convierta en absorbente por alucinante que sea, ambos se obsesionan con las mujeres de moral laxa, los dos sostienen teorías políticas moralmente reprobables y a los dos les encanta el tema de la inmortalidad.
Pero, lo que es más triste, es la pobreza con la que es recogida la idea de la vida eterna. Cuando uno piensa en Egan, Varley, Cotrina y los cyberpunk no pude menos que pensar que Houellebecque se quedó en los 60. La idea de clonar y mejorar al ser humano para que sobreviva al futuro de forma indefinida es vieja, el problema no es la parte física si no la mental. En nuestros días conceptos como los de copiar el cerebro como si fuese un programa informático son de lo más habitual pero eso parece que a nuestro autor no se le ha ocurrido.
A fin de cuentas, la memoria es nuestra identidad y sin memoria no somos nadie. La solución de Houellebecq es, cuando menos, increíble. Cada versión de Daniel (y en el libro se va por la 25, ya que los clones no son inmortales) escribe un relato de vida que es leído por sus sucesores como forma de aprehender su identidad. Vamos, que si me leo el diario de Ana Frank me convierto en Ana Frank, una idea tan ridícula como estúpida. Daniel 25 ya no es Daniel1 y el proyecto elohimita ha fracasado de modo lamentable.
Por otro lado, la tan cacareada inmortalidad se convierte en una situación harto tediosa. Los neohumanos han renunciado al sexo, la comida y demás placeres carnales, viven aislados y solos en fortalezas impenetrables y solo se comunican entre si a través de internet (como en “El Sol Desnudo” de Asimov pero a lo bruto), comunicaciones, por otra parte, bastante escasas. No se vosotros pero a mí esto me parece un coñazo soberano, si la inmortalidad es eso prefiero morirme a los 70 años.
¿No hay nada atrayente en el libro? Bueno, lo que no se puede negar es que el francesito impertinente escribe de una forma fluida y la narración te atrapa, lo he comentado antes pero no me cansaré de repetirlo, es un libro muy ameno, vacío pero ameno. Además, gran parte de la trama transcurre en España y se nota que el autor se ha documentado bien. Describe un par de sitios poco conocidos en los que he estado que son tal cual. Y dado que los neohumanos habitan un mundo post-apocalíptico me ha resultado muy grato esas descripciones de una España arrasada por las guerra nuclear y como la naturaleza se va volviendo a hacer dueña de ella.
Pero, vamos, aparte de eso, el resto de lo más decepcionante. Conclusión. No creo que vaya a ir corriendo a una tiendas a buscar el resto de la obra de este señor.

miércoles, febrero 22, 2006

Problemas Técnicos

Este debe de ser el título más comun para una entrada a lo largo de la blogsfera. En fin, que como servidor es un tarugo informático no consigo que aparezca la opción de comentarios en las nuevas entradas. Así que, paciencia y a ver si lo soluciono (a lo mejor invocando a un profundo...).

miércoles, febrero 15, 2006

Toda Regla Tiene su Excepción


Cuando empecé este blog tenía un firme propósito, ceñirme única y exclusivamente a la literatura fantástica, a esta decisión decidí añadir un par de principios básicos: no hablar nunca de mi vida personal ni de política.
Bueno, como dice bien el refrán toda regla tiene su excepción y creo que este es el momento de llevar a cabo esa excepción, pero, como no dejo de ser un friki, intentaré encadenarlo un poco con la literatura fantástica, ya se sabe que la cabra tira al monte.
Si, ese de la foto es Salman Rushdie, así que ya habréis adivinado por donde van los tiros. La foto es de finales de los 80, cuando publico “Los versos satánicos”. Como mucha otra gente yo al señor este no le conocía de nada y solo supe de su existencia debido a la fatwa que le condenaba a muerte por su novela. De aquella era un pelín joven, impresionable e idealista así que en la feria del libro de ese mismo año (1989) me compre el librito y me hice el firme propósito de leérmelo ese verano. Cuando lo abrí en casa hubo un detalle que me emocionó (sentimental que es uno), la obra había sido publicada conjuntamente por varias editoriales españolas, en concreto por las siguientes: Planeta, Seix Barral, Siglo XXI, Temas de Hoy, Tusquets, Versal, Aguilar, Alfaguara, Alianza, Anagrama, Cátedra, Círculo de Lectores, Columna, Destino, Empuries, Lumen, Muchnick y Portic. Además, había un pequeño añadido que copio textualmente: “El Ministerio de Cultura apoya moralmente la edición y distribución de esta obra en virtud del artículo 20 de la Constitución Española”.
El artículo 20 de la Constitución Española reza lo siguiente:

1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la
palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c) A la libertad de cátedra
d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión (...).
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa. (...)
Por si no queda claro, en el semifracasado proyecto de Constitución Europea, en la Parte II, Título II, artículo II-71 se dice:
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.
2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.
Es curioso como estas cuestiones, digamos, básicas parece que se le han olvidado de repente a mucha gente. A Rushdie un tribunal islámico le condenó a muerte por blasfemia, luego la sentencia se extendió a sus traductores y editores y creo recordar que el traductor japonés fue asesinado por aquellos años.
Rushdie tuvo que desaparecer de la faz de la tierra durante muchos años por su seguridad personal, el gobierno inglés veló a fondo por sus intereses a pesar de las presiones internacionales, el riesgo y el coste económico. En entrevistas posteriores Ruashdie dio algunos detalles de cómo fue su vida durante esos años, sinceramente, es lo más parecido al infierno en vida que uno pueda imaginarse. Como poco a él le costo su matrimonio y truncó durante largo tiempo su carrera.
Ayer, Irán le recordó al mundo que la fatwa contra Rushdie sigue vigente.

Al final, ese verano me leí el libro. Al principio me costó bastante arrancar, tiene un inicio tela marinera y que creo que ha echado para atrás a muchos lectores. Pero si perseveras se te abre ante ti una gran novela. Puede que no sea una obra maestra pero sigue siendo un gran libro y, curioso, también es literatura fantástica. Si podéis intentad su lectura, repito que cuesta pero a la larga merece la pena.
Otra cosa en que me ayudó esta lectura fue para entender el por que de la condena islámica contra Rushdie. Teóricamente hace referencia a una serie de capítulos que transcurren en la época de Mahoma, en ellos conversan dos antiguos combatientes musulmanes de la primera hora, viejos y desilusionados critican en que se ha convertido el Islam por el que han dado los mejores años de su vida. Estos fragmentos, en si, no dejan de ser un cliché archiconocido en miles de libros (memorias incluidas) es habitual encontrarse al desengañado que siente como sus ideales han sido pisoteados. Lo divertido de la escena (aparte de su contexto histórico) es que nada de lo que cuenta es falso: que si Mahoma se enriqueció con las campañas militares, que si mucho predicar que solo se pueden tener 4 mujeres y el tiene 8, que si admitió dentro del Islam a mucho trepa y mucho chaquetero que ahora son los que cortan el bacalao, etc, etc. Es una parte muy graciosa y que a ratos recuerda a las quejas de un honrado militante comunista tras la caída del Muro de Berlín. Por supuesto, es rigurosamente cierto desde el punto de vista histórico.
Probablemente, la parte más blasfema es aquella en que los protagonistas de esta charla acaban en un conocido burdel de La Meca que tiene a 8 prostitutas cada una con los nombres y características de cada esposa del profeta.
Bien, es para escandalizarse, si eres creyente pero tampoco creo que sea para matar a nadie. En el mismo libro hay críticas durísimas a la clase política de la India y una salvaje parodia de Margaret Thatcher (en una discoteca londinense los clientes destrozan todas las noches una muñeca hinchable que representa a la “Dama de Hierro” mientras el DJ azuza a la multitud). Todavía estoy esperando una condena de muerte por parte del gobierno hindú, el británico, el Partido Conservador inglés o la familia Thatcher.
Lo que mucha gente parece olvidar es que hay otro capítulo del libro en que se realiza una descripción despiadada dell Ayatollah Jomeini, es, probablemente, uno de las partes del libro más crueles y, me temo, más verídicas. El bueno de Jomeini no fue, precisamente, una hermanita de la caridad (a este respecto recomiendo un cómic fascinante y yo nos soy de leer cómics: “Persepolis”). Sinceramente, siempre he creído que fue esa parte (y no la de crítica y burla de Mahoma) la que molesto al dirigente iraní y la que le llevó a proclamar su fatwa. Resentimiento y poder absoluto no suelen ser una buena combinación.
Bien, las comparaciones entre lo que paso en 1989 con el libro de Rushdie y la actual situación de las caricaturas danesas las podéis hacer vosotros mismos: cuantos periódicos las han publicado en solidaridad o como parte de su labor informativa (en España creo que solo 2), lo arropado que se ha debido de sentir el gobierno danés por sus socios y aliados de la U.E., la actitud de nuestros gobierno al respecto, las curiosas opiniones de tanto izquierdista anti-católico de toda la vida que parece que ahora ha descubierto las delicias del islamismo radical, la absurda conexión entre la libertad de expresión y la injustificada invasión de Irak, etc, etc.
Creo que no hace falta ser muy espabilado para darse cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas en 15 años, como bien decía mi madre, todas las comparaciones son odiosas, yo añado que, además, algunas son sangrantes.
Como parece que todos hemos perdido el norte ahora hay una propuesta en la O.N.U. para convertir a la blasfemia poco menos que en delito internacional. Así que, chicos, preparaos a ver como desaparece el artículo 20 de nuestra constitución y explicarle a Rushdie por que, al final, vamos a tener que prohibir su libro.
Y siguiendo por el refranero a río revuelto... En la prensa de hoy he leído que el Opus Dei solicita a la productora estadounidense de la película sobre el best-seller “El código Da Vinci” que corte aquellas partes que puedan ser ofensivas para los cristianos. Teniendo en cuenta que la obra gira alrededor de la idea de que Jesús se casó con María Magdalena (una prostituta para la tradición oficial católica) y tuvo varios hijos con ella cuyos descendientes aún andan por ahí, básicamente, lo que el Opus le pide a Hollywood es que tire la película a la basura.
En fin, que creo que nos hemos vuelto todos locos pero que yo, lo siento, pero pienso perseverar en mis principios por anticuados que parezcan. Así que, mientras llega la inquisición o un kamikaze islámico, servidor piensa leerse el jodido “Código Da Vinci” por muy malo que sea, releer a Rushdie, escuchar a los Siniestro Total con su fastuosos hit que ilumino mi adolescencia “Ayatollah no me toques la pirola”, visionar unas cuantas veces “La vida de Brian” y “La última tentación de Cristo”, leer los chistes de Máximo en El País sobre Dios aunque nunca me hagan gracia y la mitad de las veces no los entienda, recomendar la lectura de Voltaire que manda huevos que dos siglos después aún este vigente y atiborrarme, en solidaridad contra posibles boicots, de galletas danesas que están de muerte. Y, por supuesto, no volver a hablar ni de mi vida personal ni de política en este blog, que las excepciones deben de ser únicas para que tengan sentido.

domingo, febrero 12, 2006

Bautismo de Fuego de Andrzej Sapkowski


Si yo no fuese un friki de tomo y lomo, con filias fanáticas y fobias irracionales, escribiría de otra manera sobre “Bautismo de fuego” de Andrzej Sapkowski pero, por suerte o por desgracia, las aventuras de Geralt de Rivia se sitúan en el apartado filias y no hay nada que hacer.
Efectivamente, podría quejarme de que este libro tiene un punto de engañifa, por que, al acabar “Tiempo de odio” parecía que las cosas iban a acelerarse de una forma brutal, idea que se mantiene si uno lee la contraportada de este nuevo volumen de la saga. Así, uno esperaba que Geralt emprendiese camino hacia el sur, se encontrase con Ciri e iniciasen la lucha contra el malvado Imperio de Nilfgaard, probablemente con la ayuda de Yennefer que se les uniría en algún punto del libro. Uno podía pensar eso viendo que a la saga solo le quedan dos tomos más y que las cosas están pero que muy, muy enrevesadas.
Y, como ya he dicho antes, se te queda un poco la sensación de engañifa por que “Bautismo de fuego” no avanza de ninguna de las maneras, lo que cuenta es tan poco y escaso que en otros libros sería como mucho un capítulo. En fin, que es una de esas partes de una saga que parece puesta un poco con calzador y que aporta muy poco al conjunto.
Si, Geralt inicia el camino hacia el sur pero apenas avanza y si Yennefer aparece en escena pero en una trama diferente de la que se saca, de momento, muy poco jugo. Y, claro, la pobre Ciri aún anda en el sur liada de mala manera con esa banda de patéticos bandoleros.
Si uno no fuera un friki también podría acusar a Sapkowski de repetitivo, de empezar a perder originalidad. En efecto, Zoltan el enano bondadoso aunque intente disimularlo, y su compañía a la que se le unen Geralt y los suyos es demasiado parecido a otro enano y otra compañía que aparecían en “La sangre de los elfos” (desde luego, queda claro que el polaco tiene debilidad por los enanos).
Pero, como decía antes, soy un friki y, por lo tanto me importan tres narices todas esas consideraciones. Vale, el libro no avance ¿y qué? Sus 256 páginas han caído en apenas una tarde, desde luego, Sapkowski sabe lo que es el ritmo. Y que no avance tampoco significa que no pase nada, la trama se hace cada vez más compleja y la importancia de la política es cada vez mayor.
Bueno, Zoltan se repite como personaje pero sigue siendo un tipo irresistible y es que la creación de caracteres es otro de los puntos fuertes del bueno de Andrzej y si no, echarle un vistazo a un par de nuevos protagonistas que hacen las delicias del más curtido de los lectores: Milva, la arquera y Regis el vampiro.
Y, por supuesto, siguen ahí los elementos que hacen de esta Saga algo irrepetible: la magnífica traducción de Faraldo, el ácido sentido del humor, la figura de Geralt tan descreída y cínica como humana y el realismo exagerado que hace que todo sea mucho más creíble.
Pero, si por algo destaca “Bautismo de fuego” es por la guerra, que aquí se convierte en un personaje más de la novela. En efecto, las descripciones que realiza Sapkowski al respecto son sobrecogedoras y no aptas para todos los estómagos, la guerra es sucia y horrible y los sufrimientos de la población civil indescriptibles. Las salvajadas cometidas en la antigua Yugoslavia, en Ruanda, el Congo o Liberia parecen plasmarse en las páginas de este libro, nada extraño por otra parte si recordamos lo mucho que sufrió en la Segunda Guerra Mundial Polonia a manos de nazis y soviéticos, algo que parece que todo polaco lleva inscrito en sus genes aunque no lo haya vivido (y si, es cierto, siguen apareciendo situaciones calcadas de este último conflicto, hasta aparecen maquis).
Por acabar, que puede que sea un libro con algunos fallos que le convierten en el menos conseguido de la saga pero que a mi me da lo mismo, que lo he disfrutado a fondo y que ya estoy babeando esperando el siguiente tomo: “La torre de la golondrina”.