martes, julio 31, 2007

La Factoría de Ideas Salda

Como siempre a esta noticia llego tarde y todo el mundo se habrá enterado ya. Efectivamente, La Factoría de Ideas salda parte de sus colecciones. Si todavía hay algún despistado pues ya sabe, a correr a la Casa del Libro o Gigamesh (dependiendo si es de Madrid o Barcelona) o recurrir a la tienda de Cyberdark (si es de cualquier parte del mundo).
No voy a hacer una recomendación de libros, aunque los hay sabrosos, eso ya lo ha hecho Nacho muy bien, tampoco voy a aprovechar para hablar una vez más sobre los saldos, los que me siguen ya saben de sobra cual es mi postura. Únicamente voy a aprovechar la coyuntura para hacer un par de comentarios. Cuando salió la hornada de editoriales nuevas que en los últimos años han acabado acaparando el mercado del fantástico español, en algún sitio leí (probablemente en los foros de Cyberdark) decir que La Factoría nunca saldaría. En fin, la frase se comenta sola.
En cualquier caso, de todas la editoriales que hay actualmente en danza sólo hay tres que se resisten aún a caer en el saldo: Bibliopolis, Gigamesh y Berenice.
Hay quien dice que ellos tampoco saldarán nunca (por política de la compañía, por el éxito de lo que vende, o por cualquier otra razón). En fin, el tiempo dirá. Personalmente, veo como eslabón más débil a los andaluces de Berenice que no parece que estén vendiendo todo lo que deberían. Una pena si tenemos en cuenta títulos tan atractivos como "El cura" de Disch.
En cualquier caso yo ya estoy haciendo apuestas con los amiguetes sobre quien será el siguiente. ¿Ediciones B en Navidades? Parece que les va tocando, hay tantos UPC en las estanterías del Corte Inglés.

lunes, julio 30, 2007

Cuentos Fantásticos del XIX















En ocasiones, cuando uno lee un libro considerado unánimemente como genial nos podemos llevar una decepción mayor que cuando nos ventilamos un bodrio sin contemplaciones. Ya se sabe cuan sensibles pueden llegar a ser las expectativas frustradas. Sin olvidar que es posible que a uno le entre el complejo de bicho raro, la fácil reflexión de cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de que esto es un coñazo.
Claro está, cuando resulta que después de leer una obra maestra estamos de acuerdo con la mayoría, el resultado también es fácil de averiguar. En este caso la pregunta es, por qué narices no me habré leído antes este pedazo de libro.
Bueno, en mi caso, al enfrentarme con “Cuentos fantásticos del XIX”, la más que celebre antología de Italo Calvino, tenía también un cierto sentimiento de culpa. Un libro tan importante y a mis años sin haberle echado la vista encima.
En fin, una vez superados mis complejos, y después de unas horas de frenesí lector puedo decir sin dudarlo que me encuentro ante la segunda posibilidad ¡Pedazo de antología se curró el señor Calvino! Ciertamente, conocía muchos de los cuentos aquí presentes pero, en cualquier caso, no pudo menos que alabar el buen gusto del italiano, son casi los mismo cuentos que yo habría elegido y, en resumen, Calvino consigue la antología definitiva sobre este tema.
Realmente, es notable la precisión a la hora de saber tocar tantos palos, cuentos de fantasmas, de vampiros, de casas encantadas, folklóricos, originales, infantiles, de autores reconocidos dentro del fantástico, de autores realistas que hicieron sus pinitos en el género, de maestros de la literatura, de toscos artesanos, de ciencia ficción, de Inglaterra, Francia, Alemania, E.E.U.U., Rusia, etc, etc.
Calvino consigue la hazaña de tocar todos estos palos en 26 textos sobresalientes y admirables. Además, su honradez y profesionalidad son a prueba de bomba, reconoce la ausencia de autores españoles e italianos con dos argumentos de peso: la falta de calidad de los segundos y su incomodidad ante Bécquer, la elección española más obvia (me pregunto si, a cambio, podría haber metido algo del uruguayo Quiroga, aunque es posible que las fechas fallen).
Por supuesto, la introducción general a su selección y las introducciones particulares a cada uno de los cuentos son pequeñas obras maestras que más que complementar este rico libro le otorgan un valor añadido.
Es posible que la mayoría de los aficionados tengan ya muchos de estos relatos pero merece la pena hacerse con este libro, tanto por alguna rareza presente, como por tener en nuestro poder un clásico indiscutible.
Únicamente le pongo dos peros a la labor de Calvino, el haber utilizado un fragmento del “Manuscrito encontrado en Zaragoza” de Jan Potocki (algo que reconoce con elegancia como la excepción que confirma la regla) y el incluir el cuento de Jean Lorrain, que siempre me ha parecido bastante sobrevalorado.
No voy a analizar como otras veces todos los relatos de la antología por que me siento incapaz de hacer frente a semejante derroche de genialidad, simplemente pondré el listado de títulos para que quede palpable la abrumadora calidad de esta selección:

“Historia del endemoniado Pacheco” de Jan Potocki.
"Sortilegio de Otoño” de Joseph von Eichendorff.
“El hombre de arena” de E. T. A. Hoffmann.
“La historia de Willie el vagabundo” de Walter Scott.
“El elixir de larga vida” de Honoré de Balzac.
“El ojo sin párpado” de Philarète Chasles.
“La mano encantada” de Gerard de Nerval.
“El jóven Goodman Brown” de Nathaniel Hawthorne.
“La nariz” de Nikolái Gogol.
“La muerta enamorada” de Théophile Gautier.
“La Venus de Ille” de Prosper Merimée.
“El fantasma y el ensalmador” de John Sheridad Le Fanu.
“El corazón revelador” de Edgar Allan Poe.
“La sombra” de Hans Christian Andersen.
“El guardavía” de Charles Dickens.
“Un sueño” de Iván Turguéniev.
“Chertogón” de Nikolái Semiónovich Leskov.
“¡Cómo para confundirse!” de Villiers de l’Isle-Adam.
“La noche” de Guy de Maupassant.
“Amour dure” de Vernon Lee.
“Chickamauga” de Ambrose Bierce.
“Los agujeros de la máscara” de Jean Lorrain.
“El diablo de la botella” de Robert Louis Stevenson.
“Los amigos de los amigos” de Henry James.
“Los constructores de puentes” de Rudyard Kipling.
“El país de los ciegos” de H. G. Wells.

Una última cosa, como me compro más libros de lo que es razonable, elegí la edición más asequible de este título, en dos tomos y sencillota. Lo digo por que para el que disponga de capital es mucho más recomendable hacerse con la edición más lujosa en tapa dura y un solo tomo, o, ya puestos, buscar los dos tomitos originales de la extinta colección El Ojo sin Párpado. Por supuesto, todas de Siruela.

domingo, julio 29, 2007

Cuentos de Sombras


La verdad es que, en principio, las antologías temáticas siempre tiene una pinta de lo más apetecible. Lo malo es que, en más de una ocasión, el seleccionador del material hace trampa claramente y mete más de un cuento y de dos que difícilmente se justifican de ninguna de las maneras. O, lo que es peor, eligen relatos mediocres o sin ningún tipo de interés.
Afortunadamente, este no es el caso de estos “Cuentos de sombras”, donde su recopilador, José María Parreño, realiza una labor más que meritoria. La introducción con la que se abre el volumen es un ejemplo de su buen hacer: sencilla, concisa, oportuna y fascinante. Desde el principio, Parreño pone las cartas sobre la mesa y explica los diferentes modelos de sombras que han poblado la literatura universal: la sombra como alma, la sombra como engaño, la sombra como encarnación de nuestro otro yo. Pero, también, es capaz de análisis menos obvios y de mostrar como las sombras han sido utilizadas de diferentes y variadas formas y con todo tipo de objetivos por parte de los diferentes autores (el humor o la política, por ejemplo).
Los diferentes textos seleccionados van en la dirección de confirmar estas tesis y se ordenan de forma cronológica, partiendo de la Antigüedad Clásica, pasando por la Edad Media, concentrándose en el XIX y principios del XX y acabando con un relato contemporáneo. A pesar del título, y como parece que es habitual en este tipo de libros, no todo lo que aparece aquí son cuentos. Se incluye una fábula, tres leyendas, tres obras de teatro, un fragmento de un libro de viajes, y, al fin, cinco cuentos.
La brevísima “Fábula sobre la sombra de un burro” de Esopo (que se presenta en dos versiones) debe su inclusión, probablemente, a la presencia en la antología de la genial obra de Dürrenmatt (de la que ya hablaré en su momento). Es tan corta como un buen chiste pero, como no puede ser de otra manera, especialmente inteligente.
“El milagro de Teofilo” es una leyenda medieval clásica que ha conocido numerosas versiones, la idea básica es la identificación de la sombra con el alma, como ésta es vendida al diablo en un pacto de tipo faústico y los esfuerzos del protagonista por recuperarla.
“Juan sin miedo” es, probablemente, el primer atisbo de cómo la sombra puede identificarse con nuestro subconsciente más oculto y tenebroso.
“El hombre que perdió su sombra” es otra versión, muy diferente aunque similar en esencia, de la leyenda de Teofilo (ambientada en un País Vasco mágico y oscuro).
“Entremés de la sombra”, la primera obra de teatro, es un ejercicio humorístico dieciochesco, la sombra como excusa para una pequeña comedia de cuernos (estas cuatro obras son de autor anónimo).
“Onuphrius” de Théophile Gautier es la quintaesencia del cuento fantástico romántico al estilo de Hoffmann. Gautier, a pesar de su origen francés, es, probablemente, el mejor seguidor de este autor alemán y consigue crear una esplendida historia llena de fantasía e ironía. Un cuento perfecto que gira alrededor de la locura y el sueño. El XIX marca la primera madurez del género fantástico ¿O puede haber mayor vuelta de tuerca que la de el hombre que cree ser una sombra?
“Sombra” de Edgar Allan Poe es uno de sus cuentos más breves y desconocidos. En este caso nos hallamos ante un ejemplo del cuento filosófico que Poe cultivó en ocasiones pero que no le ha dado gran fama. En este caso atisbamos tras la sombra la terrible presencia de la muerte.
“Karagöz” de Gerard de Nerval es un fragmento de su libro “Viaje a Oriente”. Aquí se nos presenta a uno de los protagonistas del teatro de sombras turco, arte hoy extinguido pero en su momento de gran popularidad. El texto funciona más por su valor antropológico que por el narrativo.
“La sombra” de Benito Pérez Galdós es el plato fuerte del libro, por lo menos en cuanto a extensión. Aunque interesante me ha decepcionado un tanto. Galdós tiene en su haber meritorios cuentos fantásticos pero en este caso parece como si se avergonzase de huir del realismo. Toda la narración está cuajada de comentarios sarcásticos del propio autor (al que se le relata la historia) que acaban resultando cargantes. Además, el relato está estirado artificialmente, especialmente con una larguísima introducción, páginas y páginas antes de entrar en el tema. En cualquier caso, no es menos cierto que Galdós, con su habitual perspicacia, se adelanta medio siglo a la escuela psicoanalítica e identifica, por primera vez, a la sombra con nuestros miedos y deseos más ocultos y de un marcado carácter sexual.
“El pescador y su alma” de Oscar Wilde es un delicioso cuento de los que sólo el irlandés fue capaz de escribir. Wilde juega con la clásica identificación entre alma y sombra pero la añade la leyenda de los seres féericos (en este caso una sirena) que carecen de alma y le da una interesante vuelta de tuerca. Ahora no es el espíritu elemental es que desea una sombra para volverse humano si no el humano el que quiere perder su sombra para poder unirse a la criatura que ama. De las mejores historias del libro.
“La mujer sin sombra” de Hugo von Hofmannsthal es una opera (aunque en lo práctico se puede leer como obra de teatro). Aunque de gran riqueza espiritual e imaginativa esta especie de leyenda de ambientación oriental (con muchos puntos en común con el cuento de Wilde pero también con “La flauta mágica” de Mozart) acaba siendo, para mi gusto, demasiado densa y filosófica. Existe una versión en forma de relato que, bajo mi punto de vista, podría haber sido más adecuada para esta antología.
“El proceso por la sombra de un burro” de Friedrich Dürrenmatt es la obra maestra del libro. Una pieza del teatro que funciona perfectamente como material narrativo al estar formada por una serie de monólogos sucesivos que recogen los diferentes puntos de vista de cada uno de sus protagonistas. Partiendo de la fábula de Esopo, el suizo elabora una magistral historia de trasfondo político que se ceba en todas las carencias, arbitrariedades y estupideces que caracterizan a los humanos como seres sociales. Aunque escrita en el contexto de la Guerra Fría (1951), sigue plenamente vigente y, a pesar de su acidez, es tronchante, con algunas de las páginas más divertidas que he leído en tiempos. Un ejemplo de cómo un tema serio, tratado con profundidad y rigor, puede ser, además, una perfecta obra cómica.
Cierra el libro “El vendedor de sombras” de Cristina Fernández Cubas. Un breve y delicado cuento donde la sombra encarna nuestra obsesión por las apariencias. Tan inteligente como bien escrito y con una más que adecuada ambientación árabe, es el perfecto colofón para un libro casi perfecto.
Parreño se negó a incluir en su selección cuentos como “La sombra” de Hans Christian Andersen o “La maravillosa historia de Peter Schlemihl” de Adalbert von Chamizo por cuestiones de espacio o por ser muy conocidos y publicados. Opuestamente se me ocurren otras piezas que también podrían haber hecho un hueco aquí como “La sombra” de Leopoldo Lugones o “La historia del reflejo perdido” de E. T. A. Hoffmann, pero esto no dejan de ser tonterías de un lector quisquilloso, el libro, tal como está, sigue siendo una de las mejores antologías fantásticas que se han publicado en castellano, y aunque la edición de El Ojo sin Párpado está más que agotada, Siruela lo ha reeditado en su asequible colección de bolsillo.

jueves, julio 19, 2007

Fantástico Interior


A priori, la idea en la que se fundamenta este libro es, como poco, original e interesante: una selección de textos fantásticos en los que el mobiliario juegue un papel fundamental (probablemente eso explique que la difunta editorial Celeste coeditase el libro con el Colegio Oficial de Decoradores y Diseñadores de Interior de la Comunidad Valenciana; algo peculiar cuando menos). Que sea, además, la gran Pilar Pedraza la encargada de la selección promete.
Sin embargo, el resultado final me ha dejado un tanto frío. El libro está primorosamente editado (una pena que Celeste no acabase encontrando su hueco junto a Valdemar y Siruela, editoriales más que afines), cuenta con unas ilustraciones de cubierta e interior de lo más acertado, desenfadado y gracioso (gracias a Cuaderna Vía Comunicación S.L.) y se articula alrededor de cinco partes que suenan bastante atrayentes: “Mueble y relato”, “Los muebles vivos”, “Interiores fantásticos”, “Los objetos siniestros” y “Pesadillas y obsesiones”.
¿Dónde está el problema? Fácil, en que se incumple el propio título del libro: “Fantástico Interior. Antología de Relatos sobre Muebles y Aposentos”, ya que de los quince textos aquí presentes sólo ocho son realmente relatos, el resto son fragmentos de diferentes novelas. Y, como ya he mencionado más de una vez, siempre he detestado esta práctica mutiladora. No dudo que los trozos presentados tengan su importancia, pero prefiero leerme “Cumbres borrascosas” de Emily Brönte, “Juliette” del Marques de Sade, “Al revés” de J. K. Huysmans, “La otra parte” de Alfred Kubin, “Malpertuis” de Jean Ray, y “El Rastro” de Ramón Gómez de la Serna enteros que no a trocitos.
Aparte que Pedraza, al utilizar este sistema, hace, en cierta forma, algo de trampa. Me explico, coger un fragmento de dos hojas de “Cumbres borrascosas” en el que se describe la cama de uno de sus protagonistas encaja con el espíritu del libro, pero puede dejar en el lector la idea, claramente errónea, de que el mobiliario fantástico es uno de los grandes temas de la obra de la Brönte, algo, que, como todo el que haya leído esta inmortal novela sabrá, es evidentemente falso.
En cuanto a los cuentos supervivientes, hay de todo como en botica (o con en cualquier otra antología). Algunos cuentos son claramente flojos como es el caso de “El armario” de Thomas Mann (me esperaba más de un autor de su talla) o “La habitación de pesadilla” de Arthur Conan Doyle (una humorada con muy poca gracia). Pero, hay que reconocer que el resto son bastante buenos y muy por encima de la media.
Lastima que algunos de ellos sean archiconocidos, caso de “La mascara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe o “El almohadón de pluma” de Horacio Quiroga. Con todo, resultan fascinantes las dos piezas de Guy de Maupassant (“¿Quién sabe?” y “La cabellera”) como ejemplo de la enfermedad mental como fuente y protagonista del cuento fantástico.
En la misma línea está la, quizás, obra maestra del volumen, “El cuarto amarillo” de Charlotte Perkins Gilman que, además, es un más que notable intento de literatura feminista.
Finalmente, “La cafetera” de Theophile Gautier, aunque algo corto de vuelo y con un final un tanto abrupto, es también un perfecto ejemplo del buen hacer del francés en el relato fantástico.
Ahora bien, si por algo voy a recordar este volumen es por las fascinantes introducciones de Pilar Pedraza a cada uno de los textos, auténticos mini-ensayos plenos de precisión, ironía e información que harán las delicias de cualquier buen aficionado al género fantástico, a la literatura en general o a la decoración de interiores.

miércoles, julio 18, 2007

Mi Biblioteca


Bueno, no deja de ser un pequeño ejercicio de chulería pero ¿por qué no? aquí cuelgo una imagen de mi biblioteca, sección literatura fantástica. La foto tiene un ángulo un poco raro pero eso es culpa de la habitación que es estrechita. Por supuesto, hay más estanterías dedicadas a otros temas y en casa de mis padres hay más libros todavía. Sí, por si no ha quedado claro soy un bibliomano de narices.

martes, julio 10, 2007

Un Experimento Pedagógico (y 4): "El Reino del Dragón de Oro" de Isabel Allende. Conclusiones.


El tercer libro elegido por mi colega para motivar a los chavales en esto de la lectura fue, casualmente, no había nada premeditado, otra novela fantástica. La continuación de “La ciudad de las bestias”, “El reino del dragón de oro”, de la chilena Isabel Allende (tres libros y los tres de chilenos, una curiosa coincidencia). Me ha comentado que para el año que viene, si sigue dando clase a los mismos chavales, les mandará el tercer libro de la trilogía, cuyo título ahora no recuerdo, y que está ambientado entre los pigmeos africanos.
“El reino del dragón de oro” es mejor novela que su predecesora. Allende parece sentirse más a gusto en su papel de escritora juvenil y huye de muchos de las fallos de su primeriza novela. Por ejemplo, el fácil recurso a insertar largos párrafos explicativos como forma de desentrañar los nudos que jalonan la historia.
Con todo, tampoco hay que tirar cohetes, el libro sigue siendo demasiado simplón y bienintencionado (en el peor sentido de la palabra) como para hacerse un hueco entre productos mucho más maduros y complejos.
El hecho de que a lo largo de la novela aparezcan monjes budistas con poderes cercanos a los superhéroes de cómic, magia de diferentes tipos y unos Yetis de lo más peculiar no es lo más fantástico del libro. Por lo menos sí lo comparamos con unos padres que no les importa que sus hijos quinceañeros se vayan de viaje a un país del Himalaya tan desconocido como atrasado, que consiguen liquidar una conspiración digna de la C.I.A. y a los que todo, absolutamente todo, les sale bien.
Ese es el principal problema del libro, su inocencia. Frente a novelas juveniles más duras y desengañadas, las aventuras de Águila y Jaguar acaban resultando intrascendentes y poco serias. Son increíbles, y no tanto por los extraños fenómenos que viven sus protagonistas, sino por la suerte inverosímil que les acompaña. El triunfo es fácil, nadie duda de que va a haber final feliz, y, lo que es más importante, se consigue sin dolor.
Por lo demás, también se podría achacar a Allende problemas que ya repitió en su novela anterior: la visión entre idealista e ingenua de las culturas primitivas, unos malos de opereta y un par de trucos para desorientar al lector que repite sin rubor después de haberlos utilizado en el primer libro de la serie.
La reacción entre los lectores fue la habitual hasta ahora, a los ya acostumbrados a leer (una minoría) les gustó, y a los que no la cosa osciló entre los que se lo leyeron por obligación (y, lógicamente, les resulto cargante), los que pasaron del tema (y suspendieron, lo que seguro que tampoco habrá ayudado a fomentarles la afición por la lectura) y los que se lo leyeron deprisa y corriendo, a medias o de mala manera (con lo que ya queda retratado su interés por esto de los libros).
La conclusión final de toda esta pequeña aventura es, para mí, un poco triste. Sí el objetivo del programa era aficionar a los adolescentes a leer, el fracaso ha sido total. Los que ya leían lo siguen haciendo y los que no, pues eso, que no.
¿Dónde está el fallo en este tipo de experiencias? Bajo mi punto de vista una de las causas viene de atrás. Con 16-17 años si ya no se tiene el hábito de lectura este es muy difícil de inculcar. En mi modesta opinión, ese tema debería de estar en manos de los maestros, de nuestros compañeros de primaria. Intentar paliar ese problema a edades tan tardías es condenarnos al fracaso.
En segundo lugar, hay que recordar que estos intentos siempre se realizan en el marco de otras asignaturas que no tienen como fin específico el fomento de la lectura. En este sentido, queda un poco absurdo reducir todo el esfuerzo a tres libros en todo un curso. Libros que, generalmente, poco o nada tiene que ver con otras cosas que se están explicando en clase.
Finalmente, el último gran problema tiene que ver con el propio mecanismo del sistema educativo imperante. Leer estos libros ha sido para los chavales una obligación, no un placer. Era una parte de su trabajo en el instituto, con su nota y la posibilidad de suspender siempre presentes. Dudo mucho, por tanto, que de esta manera se consiga nada positivo. Lo que se ve como una obligación jamás se puede convertir en placer, más bien todo lo contrario. En vez de conseguir cariño estamos sembrando las semillas del odio.
Reconozco que éste es un problema peliagudo. Experiencias de otros compañeros en las cuales se daba a los estudiantes la posibilidad de elegir ellos el libro que deseaban leer, llevó o a que eligiesen libros que ya se habían leído otros años (obligatoriamente, desde luego), o a que buscasen los libros más breves que pudiesen encontrar (puede sonar a chiste, pero juro que alguna vez se me ha presentado en la biblioteca de mi centro algún adolescente de 14 años muy serio preguntándome cual era el libro más corto que teníamos). Por no olvidar el famoso truco de recurrir a la consabida película “basada en” como fuente alternativa de “lectura”.
Por supuesto, dejar la lectura como algo voluntario o “para subir nota” sirve también para muy poco. Sólo los que ya tienen la adicción a la letra impresa suelen picar con este cebo.
Lo ideal sería demostrar a los chavales que leer es algo hermoso y bello por sí mismo, no una obligación engorrosa. Pero, sinceramente, a mí no se me ocurre como. Y menos con unos horarios tan cargados como los que ya tenemos. No olvidemos que los chavales suelen contar con hasta 11-12 asignaturas (algunas de sólo una o dos horas semanales) y todas con unos contenidos un tanto ambiciosos. Sinceramente, no tengo ni idea de donde sacar ni esfuerzo ni tiempo para solucionar este entuerto dentro del sistema educativo. Pero, mientras seguimos debatiendo, hay una generación que, mayoritariamente, la estamos perdiendo como lectores. Y eso duele.

domingo, julio 08, 2007

Ganadores de los Premios Xatafi-Cyberdark de la Crítica de Literatura Fantástica 2007 (II Edición)

La Asociación Cultural Xatafi en colaboración con la tienda on-line Cyberdark.net tiene el placer de dar a conocer a los ganadores de los Premios Xatafi-Cyberdark de la crítica de literatura fantástica 2007, concedido a las mejores obras de literatura fantástica, ciencia ficción y terror editadas el año anterior, según el criterio de un jurado compuesto por Ignacio Illarregui Gárate, J. Fidel Insúa, Cristobal Pérez-Castejón, Juan Manuel Santiago, Javier Vidiella, Mariano Villarreal y Arturo Villarrubia.

Ganador en la categoría de INICIATIVA EDITORIAL:
- Planeta-De Agostini, por «Biblioteca de Ciencia Ficción», de distribución en quioscos.

Ganador en la categoría de RELATO EXTRANJERO:
- "Aprendiendo a ser yo", de Greg Egan (Axiomático, AJEC).

Ganador en la categoría de LIBRO DE FICCIÓN EXTRANJERO:
- Kafka en la orilla, de Haruki Murakami (Tusquets).

Ganador en la categoría de RELATO NACIONAL,con un premio de 150€:
- "Huerto de cruces", de Santiago Eximeno (Paura 3, Bibliópolis).

Ganador en la categoría de LIBRO DE FICCIÓN ESPAÑOL con un premio de 350€:
- Parientes pobres del diablo, de Cristina Fernández Cubas (Tusquets).
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Saqueando de nuevo a Fidel.... Por lo menos esta vez no soy el último en dar la noticia :)
Bueno, este año he estado vago en cuanto a leer novedades así que sólo conozco el cuento de Santiago Eximeno y creo que es un justo ganador, ya hablé de él en su momento.
En cuanto al resto de las decisiones, lo de Planeta y su colección de libros de kiosco me parece bien pero esperemos que en breve alguien reconozca la labor de Valdemar o Siruela que son la mejores editoriales de literatura fantástica de nuestro país.
Sobre el resto de los premiados me los tomo como una más que adecuada lista de recomendaciones para este verano.

sábado, julio 07, 2007

Resurrección

No, no me refiero a mi blog que estaba algo dormido y que poco a poco está volviendo a la vida. Me refiero, en concreto, al blog de Ignacio Illarregui Garate, Nacho para los amigos, el famosos aburreovejas que después de una larga siesta por motivos laborales muy serios vuelve a la carga. Y eso es una buena noticia por que, personalmente, me lo paso bomba leyéndole y, en general, por que es una de las voces más refrescantes y chispeantes de la blogsfera en esto del fantástico patrio. Sus muchos fans le recibimos con los brazos abiertos y los que aún no le conocen ya están tardando, a pinchar en el enlace lateral que acabo de actualizar.

Anécdota

Respecto al libro anterior y al viaje una pequeña anécdota bastante significativa. El viaje era organizado (la verdad es que por Egipto es complicado viajar de otra manera) así que formamos un grupo de unas ocho personas que, en principio, no nos conocíamos de nada aunque pronto imperó el buen rollo.
El caso es que una de las tardes en que estábamos disfrutando del solaz de la piscina, y yo personalmente de mi libro, se acercó con curiosidad una miembro del grupo (una chilena cincuentona) para ver que leía. Cuando descubrió “La maldición de la momia” su reacción fue un ataque de risa casi histérico. Acto seguido se acercó al resto de los compañeros de excursión (que estaban todos en la piscina) y les contó, presa de gran hilaridad, el título del engendro que estaba leyendo plácidamente. Más carcajadas y más coñas marineras que duraron un par de días y me llevaron a dar explicaciones del tipo “es que me gusta mucho la literatura de terror”, etc, etc. En fin, un plan que no es nuevo para mí y, me temo, para otros frikis que frecuentan esta página.
El caso es que, picada mi curiosidad, me dediqué a hacer un pequeño estudio sobre los hábitos lectores del resto de los viajeros. A parte de un servidor, la única persona que también leía era la chilena que se carcajeó a mi costa. A los otros seis no les vi con un libro en todo el viaje (con la excepción de una guía de Egipto de Christian Jacqs que llevaba otra chica). La señora en cuestión se estabas leyendo una novela histórica de judíos que (cito de memoria) se titulaba algo así como “La rosa de Jerusalén”.
Conclusión, leer es de raros y leer literatura fantástica más aún (si hubiera sido una novela de cf o fantasía el resultado sería el mismo, lo sé por experiencia).
Ahora, a mí me sigue quedando una duda que espero que alguien me la explique. ¿Por qué narices leerse una novela histórica está bien visto y una de terror causa risa?