Cuentos de Sombras
La verdad es que, en principio, las antologías temáticas siempre tiene una pinta de lo más apetecible. Lo malo es que, en más de una ocasión, el seleccionador del material hace trampa claramente y mete más de un cuento y de dos que difícilmente se justifican de ninguna de las maneras. O, lo que es peor, eligen relatos mediocres o sin ningún tipo de interés.
Afortunadamente, este no es el caso de estos “Cuentos de sombras”, donde su recopilador, José María Parreño, realiza una labor más que meritoria. La introducción con la que se abre el volumen es un ejemplo de su buen hacer: sencilla, concisa, oportuna y fascinante. Desde el principio, Parreño pone las cartas sobre la mesa y explica los diferentes modelos de sombras que han poblado la literatura universal: la sombra como alma, la sombra como engaño, la sombra como encarnación de nuestro otro yo. Pero, también, es capaz de análisis menos obvios y de mostrar como las sombras han sido utilizadas de diferentes y variadas formas y con todo tipo de objetivos por parte de los diferentes autores (el humor o la política, por ejemplo).
Los diferentes textos seleccionados van en la dirección de confirmar estas tesis y se ordenan de forma cronológica, partiendo de la Antigüedad Clásica, pasando por la Edad Media, concentrándose en el XIX y principios del XX y acabando con un relato contemporáneo. A pesar del título, y como parece que es habitual en este tipo de libros, no todo lo que aparece aquí son cuentos. Se incluye una fábula, tres leyendas, tres obras de teatro, un fragmento de un libro de viajes, y, al fin, cinco cuentos.
La brevísima “Fábula sobre la sombra de un burro” de Esopo (que se presenta en dos versiones) debe su inclusión, probablemente, a la presencia en la antología de la genial obra de Dürrenmatt (de la que ya hablaré en su momento). Es tan corta como un buen chiste pero, como no puede ser de otra manera, especialmente inteligente.
“El milagro de Teofilo” es una leyenda medieval clásica que ha conocido numerosas versiones, la idea básica es la identificación de la sombra con el alma, como ésta es vendida al diablo en un pacto de tipo faústico y los esfuerzos del protagonista por recuperarla.
“Juan sin miedo” es, probablemente, el primer atisbo de cómo la sombra puede identificarse con nuestro subconsciente más oculto y tenebroso.
“El hombre que perdió su sombra” es otra versión, muy diferente aunque similar en esencia, de la leyenda de Teofilo (ambientada en un País Vasco mágico y oscuro).
“Entremés de la sombra”, la primera obra de teatro, es un ejercicio humorístico dieciochesco, la sombra como excusa para una pequeña comedia de cuernos (estas cuatro obras son de autor anónimo).
“Onuphrius” de Théophile Gautier es la quintaesencia del cuento fantástico romántico al estilo de Hoffmann. Gautier, a pesar de su origen francés, es, probablemente, el mejor seguidor de este autor alemán y consigue crear una esplendida historia llena de fantasía e ironía. Un cuento perfecto que gira alrededor de la locura y el sueño. El XIX marca la primera madurez del género fantástico ¿O puede haber mayor vuelta de tuerca que la de el hombre que cree ser una sombra?
“Sombra” de Edgar Allan Poe es uno de sus cuentos más breves y desconocidos. En este caso nos hallamos ante un ejemplo del cuento filosófico que Poe cultivó en ocasiones pero que no le ha dado gran fama. En este caso atisbamos tras la sombra la terrible presencia de la muerte.
“Karagöz” de Gerard de Nerval es un fragmento de su libro “Viaje a Oriente”. Aquí se nos presenta a uno de los protagonistas del teatro de sombras turco, arte hoy extinguido pero en su momento de gran popularidad. El texto funciona más por su valor antropológico que por el narrativo.
“La sombra” de Benito Pérez Galdós es el plato fuerte del libro, por lo menos en cuanto a extensión. Aunque interesante me ha decepcionado un tanto. Galdós tiene en su haber meritorios cuentos fantásticos pero en este caso parece como si se avergonzase de huir del realismo. Toda la narración está cuajada de comentarios sarcásticos del propio autor (al que se le relata la historia) que acaban resultando cargantes. Además, el relato está estirado artificialmente, especialmente con una larguísima introducción, páginas y páginas antes de entrar en el tema. En cualquier caso, no es menos cierto que Galdós, con su habitual perspicacia, se adelanta medio siglo a la escuela psicoanalítica e identifica, por primera vez, a la sombra con nuestros miedos y deseos más ocultos y de un marcado carácter sexual.
“El pescador y su alma” de Oscar Wilde es un delicioso cuento de los que sólo el irlandés fue capaz de escribir. Wilde juega con la clásica identificación entre alma y sombra pero la añade la leyenda de los seres féericos (en este caso una sirena) que carecen de alma y le da una interesante vuelta de tuerca. Ahora no es el espíritu elemental es que desea una sombra para volverse humano si no el humano el que quiere perder su sombra para poder unirse a la criatura que ama. De las mejores historias del libro.
“La mujer sin sombra” de Hugo von Hofmannsthal es una opera (aunque en lo práctico se puede leer como obra de teatro). Aunque de gran riqueza espiritual e imaginativa esta especie de leyenda de ambientación oriental (con muchos puntos en común con el cuento de Wilde pero también con “La flauta mágica” de Mozart) acaba siendo, para mi gusto, demasiado densa y filosófica. Existe una versión en forma de relato que, bajo mi punto de vista, podría haber sido más adecuada para esta antología.
“El proceso por la sombra de un burro” de Friedrich Dürrenmatt es la obra maestra del libro. Una pieza del teatro que funciona perfectamente como material narrativo al estar formada por una serie de monólogos sucesivos que recogen los diferentes puntos de vista de cada uno de sus protagonistas. Partiendo de la fábula de Esopo, el suizo elabora una magistral historia de trasfondo político que se ceba en todas las carencias, arbitrariedades y estupideces que caracterizan a los humanos como seres sociales. Aunque escrita en el contexto de la Guerra Fría (1951), sigue plenamente vigente y, a pesar de su acidez, es tronchante, con algunas de las páginas más divertidas que he leído en tiempos. Un ejemplo de cómo un tema serio, tratado con profundidad y rigor, puede ser, además, una perfecta obra cómica.
Cierra el libro “El vendedor de sombras” de Cristina Fernández Cubas. Un breve y delicado cuento donde la sombra encarna nuestra obsesión por las apariencias. Tan inteligente como bien escrito y con una más que adecuada ambientación árabe, es el perfecto colofón para un libro casi perfecto.
Parreño se negó a incluir en su selección cuentos como “La sombra” de Hans Christian Andersen o “La maravillosa historia de Peter Schlemihl” de Adalbert von Chamizo por cuestiones de espacio o por ser muy conocidos y publicados. Opuestamente se me ocurren otras piezas que también podrían haber hecho un hueco aquí como “La sombra” de Leopoldo Lugones o “La historia del reflejo perdido” de E. T. A. Hoffmann, pero esto no dejan de ser tonterías de un lector quisquilloso, el libro, tal como está, sigue siendo una de las mejores antologías fantásticas que se han publicado en castellano, y aunque la edición de El Ojo sin Párpado está más que agotada, Siruela lo ha reeditado en su asequible colección de bolsillo.
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