Libros en el Cole
¡Qué contradición! Cada vez se lee menos y, sin embargo, los jóvenes españoles son el sector de edad que más lo hace. El porque de semejante lio es sencillo: la mayoría de los chavales no leen por gusto (que también, pero pocos) si no obligados por los diferentes planes de lectura de colegios e institutos. En muchos casos, si no se lee el libro correspondiente suspenso seguro. Y así andan las criaturitas, merodeando por El Rincón del Vago, pillando resúmenes de los que pululan por esos mundos y, a veces, leyendo.
No sé si este es un buen sistema o no para promover la lectura entre la juventud. A veces se acierta y a veces se falla. Parte del problema viene de los autores de literatura juvenil. Un colectivo poco conocido pero donde se encuentran algunos de los escritores mejor pagados de nuestro país, por ejemplo, un Jordi Sierra i Fabrá. Decía César Mallorquí hace unos días en su estupendo blog que como autor juvenil planteaba los libros pensando más en padres y, especialmente, profesores que en los adolescentes que se los iban a leer. La razón era sencilla, esos colectivos son los que deciden que van a leer los chavales y no estos últimos que por ellos mismos poco acuden a las librerías.
Y, claro, ahí es donde reside el desastre, adultos pensando que es bueno que lean los jóvenes. Catástrofe segura. La cantidad de libros cutres y mugrientos que aparecen en esas colecciones juveniles de público cautivo son impresionanates. Pocos autores consiguen un mínimo de calidad en el estilo y parece primar el tema truculento sobre la adolescencia (drogas, anorexia, internet como amenaza) que otra cosa.
Y es una pena por que, sin ir más lejos, desde el fantástico fandomita han salido un buen puñado de autores que tocan la literatura juvenil con un buen hacer pero que, no siempre, son de los más solicitados por maestros y demás ralea (si es que somos la leche). Negrete, Mallorquí, Boix y, en menor medida, Rafa Marín han jugado en esta división.
Por desgracia, nunca he visto a ninguna de sus obras entre mis alumnos, hasta hace un par de días, cuando uno de mis alumnos marroquís de doce años paseó delante de mis narices "El almacén de las palabras terribles" de Elia Barceló. Seguro que se lo pasará pipa (o no, vete a saber) pero por lo menos tengo la seguridad de que esta en buenas manos.
No sé si este es un buen sistema o no para promover la lectura entre la juventud. A veces se acierta y a veces se falla. Parte del problema viene de los autores de literatura juvenil. Un colectivo poco conocido pero donde se encuentran algunos de los escritores mejor pagados de nuestro país, por ejemplo, un Jordi Sierra i Fabrá. Decía César Mallorquí hace unos días en su estupendo blog que como autor juvenil planteaba los libros pensando más en padres y, especialmente, profesores que en los adolescentes que se los iban a leer. La razón era sencilla, esos colectivos son los que deciden que van a leer los chavales y no estos últimos que por ellos mismos poco acuden a las librerías.
Y, claro, ahí es donde reside el desastre, adultos pensando que es bueno que lean los jóvenes. Catástrofe segura. La cantidad de libros cutres y mugrientos que aparecen en esas colecciones juveniles de público cautivo son impresionanates. Pocos autores consiguen un mínimo de calidad en el estilo y parece primar el tema truculento sobre la adolescencia (drogas, anorexia, internet como amenaza) que otra cosa.
Y es una pena por que, sin ir más lejos, desde el fantástico fandomita han salido un buen puñado de autores que tocan la literatura juvenil con un buen hacer pero que, no siempre, son de los más solicitados por maestros y demás ralea (si es que somos la leche). Negrete, Mallorquí, Boix y, en menor medida, Rafa Marín han jugado en esta división.
Por desgracia, nunca he visto a ninguna de sus obras entre mis alumnos, hasta hace un par de días, cuando uno de mis alumnos marroquís de doce años paseó delante de mis narices "El almacén de las palabras terribles" de Elia Barceló. Seguro que se lo pasará pipa (o no, vete a saber) pero por lo menos tengo la seguridad de que esta en buenas manos.
2 Comments:
Debemos tener algún tipo de onda mental sincronizada, porque coincidió que hace poco me leí "El fujitivo", y coincide que hace poco acabé "El bosque animado" - con futura reseña en stardust - y libro con el que empecé a darle vueltas a la literatura en el colegio.
Porque me di cuenta de una cosa: tengo una repulsión infundada a practicamente toda la literatura española que estudié en el colegio. Ni Pío Baroja, ni Arturo Barea, ni Luis Llandero. Y es, insisto, infundado. ¿A qué viene ese rechazo? A la forma de enseñarte la literatura, a esas guías de lectura que tanto detesto. En el caso de "El bosque animado" la guía de lectura parecía despreciar el libro, destripando el argumento, defendiendo de forma vaga y elitista el "estilo nada elaborado", y en defitiva, perdiéndose en academicismos tan estúpidos como hacer juegos de palabras en las preguntas de la guía de lectura.
Otro tema es lo absurdo que es incluir todas las novelas de aventuras clásicas en colecciones juveniles, como si Salgari o Dumas fueran accesibles. Y la última es la que comentas... como dices, creo que hay abuso del explotation en las novelas juveniles. No lo entiendo porque casi todo lo que leí de barco de vapor, en su día, era de creación de espacios, libros muy atmosféricos con muchas referencias a temas clásicos de la literatura. Ciencia ficción, terror gótico light, cuentos tan brutales como "los hijos del vidriero" de Maria Gripe... ¿no hay estas cosas ahora?
Es un tema complejo y difícil. Yo siempre recuerdo un sketchh de los Monthy Python en "El sentido de la vida" en el que un profesor para explicar la reproudcción a sus alumnos hacia el amor con su mujer delante de la clase. Lo hilarante eran las caras de aburrimiento de los alumnos.
En esencia eso es lo que ocure con todo el sistema educativo, lo que se explica en clase, por definición es aburrido y, por tanto, no me gusta.
Si colocas los libros como obligatorios generas odio hacia la lectura.
Pero, claro, ahí surge el dilema. Si las nuevas generaciones no leen ¿cómo, desde el sistema educativo, atraerles sin utilizar metodos coercitivos?
Ni idea. No lo sé. Y sólo me alegra ser profe de Historia y no de literatura y así escaquearme de semejante marrón.
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