jueves, abril 20, 2006

La Mujer del Viajero en el Tiempo de Audrey Niffenegger


Es un tocho, si señor (602 páginas en canal), es una autora novel que nadie conoce y de nombre impronunciable, cuesta caro (a ver, tapa dura y con ese tamaño), sale en una colección mainstream, y leída la sinopsis parece una novela ñoña tipo Corín Tellado a lo U.S.A. Vamos, que a priori, un lector habitual de ciencia ficción ni miraría dos veces el libro. Si esto fuese así ¡Qué error! ¡Qué tremendo error!
Y es que, “La mujer del viajero del tiempo” es una de las sensaciones de esta temporada (¿he dicho ya en algún sitio que esta temporada está llena de sensaciones?). Las razones son básicamente tres: está escrito de una forma impecable, es una maravillosa historia de amor (nada ñoña) y lleva el trillado tema de los viajes temporales a nuevas dimensiones.
Vamos, que si alguna vez se ha estado enamorado, pero enamorado en serio, para toda la vida y más allá del sexo, nada de calentones de una noche y enamoramientos adolescentes, este libro será un agradable descubrimiento por que raras veces se ha contado con mayor realismo y convicción lo fácil y difícil (tremenda paradoja) que es convivir con el ser amado en el día a día (más de uno sonreirá cuando lea capítulos como los de la búsqueda de la primera casa o los de las presentaciones familiares). Y eso en un género donde las historias de amor se pueden contar con la palma de la mano.
Y, por supuesto, están los viajes en el tiempo, un tema que parecía muerto por lo reiterativo de ciertas formas de tratarlo (y es que desde Wells y Heinlein se ha escrito mucho y demasiado parecido) y aquí llega Niffenegger y lo pone todo patas arriba ¿y si el viaje en el tiempo es una enfermedad angustiosa y frustrante? ¿y si no se supiese muy bien como va eso de las paradojas temporales? ¿y si uno viese a su mujer antes de conocerla, cuando es una niña? ¿y si se viviesen dos vidas, la de pareja y la de ese viajero del tiempo que es tu marido pero que aparece cuando menos te lo esperas? Todo un territorio virgen que la autora norteamericana se lanza a explorar con pasión y frenesí.
Sorprende que esta sea una primera novela, la complejidad del tema (que eso del amor no es fácil de contar de forma creíble) y el cúmulo de paradojas temporales harían palidecer a más de un veterano y aquí llega esta buena señora y plis plas lo resuelve todo de la forma más sencilla imaginable. Aparentemente, claro, que no me quiero ni imaginar lo que habrá tenido que sufrir la pobre para conseguir que todo encaje que haga clic de una forma armónica y especial.
En fin, una experiencia gozosa la lectura de “La mujer del viajero del tiempo”, una experiencia que me gustaría compartir con todos los lectores de esta página por que de verdad que merece la pena y es que puede que este no sea el mejor libro del año (puede...) pero desde luego es el más intenso y agradecido.

P.D. Y otra fantástica novedad, otra portada que se adapta perfectamente a la historia y de la que uno puede no avergonzarse en público.

jueves, abril 13, 2006

Jennifer Gobierno de Max Barry


Me habían hablado muy bien de este libro pero reconozco que una vez leído he sufrido una ligera decepción. Realmente, tampoco es para tanto.
A fin de cuentas, “Jennifer Gobierno” no deja de ser un panfleto, un libelo y con esto no estoy intentando ser despectivo. Los panfletos son necesarios y no tan fáciles de hacer como parece pero carecen del mínimo de rigor y profundidad necesarios. Un panfleto es como un grito de aviso luego, lógicamente, hace falta la reflexión. Y para eso son necesarios otro tipo de libros. Así que hacer pasar a “Jennifer Gobierno” por lo que no es le hace un flaco favor.
Ahora bien, como grito suena alto y claro. “Jennifer Gobierno” arremete contra el capitalismo puro y duro, contra el neoliberalismo rampante made in U.S.A. que se nos está intentando hacer creer que es la panacea a todos los males del mundo. De hecho, uno de los despiadados protagonistas del libro señala a Francia como un lugar despreciable por que “todavía tienen impuestos”. Lo triste es que esta frase y otras parecidas que abundan en todo el libro están pasando muy rápidamente del terreno de la ciencia ficción al de la realidad.
No es casual que el autor, Max Barry, sea australiano. Australia actualmente se debate entre dos opciones, seguir fiel a sus raíces europeas y continuar, más o menos, en la senda del estado del bienestar o asumir el papel de nación “nueva” y embarcarse en el modelo americano. Me temo que esta última opción es la que tiene más pinta de triunfar y Barry, en cierta forma, intenta alertar a sus compatriotas de lo que esto puede significar.
Dicho esto hay que reconocer que “Jennifer Gobierno” es tremendamente divertido, su sentido del humor gamberro es realmente demoledor y cuenta con una saludable y envidiable mala leche que le convierte en un artefacto humorístico aún más efectivo.
Ahora bien, por desgracia a Barry todavía le quedan algunas lecciones que aprender sobre como ser un buen escritor. Los personajes tienen la misma consistencia que un dibujo animando, el ritmo es tan frenético que a veces se despendola demasiado, la parodia y la sátira caen en lo caricaturesco y, al final del libro, quedan demasiados cabos por atar y demasiadas historias que se cierran de una forma un tanto forzada o apresurada. Pero, lo más preocupante de todo es que, Barry, no presenta una alternativa creíble al desquiciado mundo que habita su novela, cuando uno de los protagonistas se convierte en una especie de activista antiglobalización su figura pierde gas a toda velocidad.
Aún así, la diversión está asegurada, las 10 primeras páginas solo pueden calificarse como antológicas con esa descabellada campaña de asesinatos paras promocionar las nuevas zapatillas Nike, con esos ejecutivos que tienen como apellido la empresa para la que trabajan, con los chuscos papeles que juegan la policía y la Asociación Nacional del Rifle, con esos colegios esponsorizados por diferentes marcas (algo que ya salía en Los Simpson), con una clase en uno de esos colegios realmente descacharrante y con ese alucinante cruzada que emprende John Nike para acabar de una vez por todas con el estado, ese estorbo.
Puede que todo suene a salvaje pero, me temo, para algunas cabezas pensantes las ideas aquí expuestas no son del todo meras alucinaciones. Recordemos, sin ir más lejos, que dentro del mundo de la ciencia ficción un Robert Heinlein apoyaba fervientemente muchas de las ideas parodiadas aquí.
Lo malo es que si comparamos este “Jennifer Gobierno” con, por ejemplo, “Cazadores de luz” de Nicolás Casariego, no damos pronto cuenta de cuan corto tiene el vuelo este ameno y ligero panfleto en comparación con un libro “de verdad”.
En fin, no quiero ser muy cruel con un título realmente simpático por mucho que tenga las patas muy cortas, quizás si hubiera sido publicado otro año que no en este excepcional 2005 lo vería con mayor agrado pero, me temo, no es el caso.

miércoles, abril 12, 2006

Más sobre el Premio Minotauro

Y con esto acabó que parece que el dichosos premio me tiene obsesionado. Veamos, se supone que el Minotauro premia a novelas de género fantástico, entendiendo por esto a novelas de fantasía, terror y ciencia ficción. Ahora bien, si repasamos a los tres ganadores queda claro cual es el sesgo que se le está dando al premio, tanto “Mascaras de matar” de León Arsenal, como “Los sicarios de Dios” de Rodolfo Martínez”, como “Señores del Olimpo” de Javier Negrete son claramente fantasía, como mucho, y siendo generosos, el libro de Martínez es una fantasía oscura que podría encajar también dentro del terror. ¿Dónde queda entonces la ciencia ficción? Desde luego, que se han presentado novelas de ciencia ficción a este premio, por ejemplo “Mystes” de Víctor Conde en la primera edición, o “Danza de tinieblas” de Eduardo Vaquerizo en la segunda. De hecho, se sabe que en esta tercera edición otra de las finalistas era una space opera de Ángel Torres Quesada o eso dicen los rumores.
Se puede argumentar que lo importante es la calidad de la ganadora más que su género, cosa que quizás sea cierto para los libros de Arsenal y Conde pero que es rotundamente falso en el caso de Martínez y Vaquerizo, sin ánimo de polemizar creo que “Danza de tinieblas” es sensiblemente superior a “Los sicarios de Dios”. Además, otros finalistas publicados (como Carlos Gardini y sus “Fábulas invernales”) o, espero, por publicar (la novela finalista de Rafa Marín una especie de Cid en clave fantástica, o eso dicen) también son claramente obras alejadas de la ciencia ficción.
Bueno, blanco, en botella y sale de la vaca.... Sinceramente, están primando más los intereses editoriales que los literarios, ahora mismo la fantasía vende más que la ciencia ficción y Minotauro ha decidido decantarse por ese mercado. Eso en si no debería de extrañarnos, no creo que haya un solo concurso literario que sea del todo puro o limpio (solo hay que ver los último líos con el Planeta y ese que ganó Cesar Vidal), y, en cierta forma, la editorial está en su derecho de hacer un poco lo que crea más conveniente, ellos ponen la pasta y se arriesgan así que resulta lógico que prefieran jugar sobre seguro.
Siendo egoísta, en el fondo me da un poco lo mismo, no soy sectario, me gusta tanto la fantasía como la ciencia ficción y sé que este premio me va a permitir degustar buenos libros de esas temáticas, ya sea con sus ganadores o con sus finalistas.
Eso si, lo que parece certificarse es la rápida decadencia de la ciencia ficción escrita en español, la fantasía está convirtiéndose en el rey de la montaña y dado lo pequeñita que es esta montaña puede que la ciencia ficción reciba un descalabro del que le cueste recuperarse.
Nada nuevo bajo el sol, lo mismo está ocurriendo en otros ámbitos geográficos, frente a Rowling y Martin poco pueden hacer los Sawyer de turno.
En cualquier caso, y sin hacer otro tipo de consideraciones sobre este fenómeno, hay que reconocer que la actitud de Minotauro es otro clavo más en el ataúd de la ciencia ficción como género preponderante dentro del fantástico.
Eso si, en el 2007 le dan el premio a una novela de ciencia ficción hard y prometo entonar un mea culpa público y no volver a juzgar ninguna situación sin un mínimo de perspectiva, que tres años no son nada.

martes, abril 11, 2006

Danza de Tinieblas de Eduardo Vaquerizo


Una de las muchas cosas buenas que está teniendo el Premio Minotauro es el de romper un poco el carácter endogámico de la ciencia ficción y la fantasía en nuestro país. Y si no veamos el caso de Eduardo Vaquerizo. Hasta el año pasado era un típico autor fandomita, un puñado de relatos en fanzines, revistas y antologías solo degustadas por “los iniciados” y un par de pequeñas novelas en editoriales igual de pequeñas y con escasa o nula distribución. Bueno, también había tenido algo de mala suerte por que publicó en colaboración con Juan Miguel Aguilera la novelización de la película “Stranded” en una editorial fuerte pero la peli fue un fracaso y el libro se saldó a toda velocidad.
Probablemente, ese hubiera sido el horizonte literario de Vaquerizo, escribir para un puñado de amigos y conocidos que “están en el ajo”. Sin duda esta situación debía de satisfacerle lo suficiente pero no es la más adecuada para que uno despliegue sus mejores dotes como narrador. Y es curioso como muchos críticos (como Luis G. Prado, sin ir más lejos) siempre le catalogaban de eterna promesa. Parecía que estaba a punto de despuntar pero ahí se quedaba.
Y en estas apareció el Premio Minotauro y, me imagino, Vaquerizo, como la mayoría de los escritores de ciencia ficción españoles se dio cuenta de que las reglas habían cambiado, ahora escribían para una editorial tan potente como Planetas, así que el público aumentaba de número y, además, la cuestión económica variaba sensiblemente, pero que muy sensiblemente.
Y los resultados son evidentes, Vaquerizo ya no es una promesa, es una realidad por que “Danza de Tinieblas” es, seguramente, la mejor novela fantástica escrita desde el fandom de todo el año pasado ( y bastante mejor que la ganadora “Los Sicarios de Dios”), por qué, probablemente, sea la mejor ucronía de toda la ciencia ficción española (tampoco es que esto sea mucho) pero, lo más importante de todo, por que es un libro que puede competir, sin rubor, con cualquier otra novela escrita en Inglaterra, E.E.U.U., Francia, Italia, Polonia o Burkina Faso. Y eso, viendo el carácter de eterna promesa de Vaquerizo, debería de hacer reflexionar a los editores patrios. Hay cantera, queda claro, si les ponemos delante a nuestros autores fandomitas una zanahoria en forma de cheque sustancioso los buenos libros empezarán a surgir como setas. Tiempo al tiempo (si esto continua, claro).
“Danza de Tinieblas” además es un libro rabiosamente español. Como aquella vieja canción de Los Nikis, “El Imperio Contraataca” parte de la idea de que el Imperio Español de los Austrias se mantiene hasta el Siglo XX. Estamos en 1927 y España sigue siendo la potencia hegemónica mundial. El punto Dumbar que ha hecho cambiar las cosas ha sido la muerte de Felipe II en 1571 y la llegada al trono de su hermanastro Juan de Austria después de una dura guerra contra toda Europa. Pero, menos explícitamente, se nos insinúa, cuando el libro está mucho más avanzado, otra crucial divergencia, en 1492 los judíos no fueron expulsados de la Península Ibérica (por supuesto, los moriscos tampoco sufrirán ese destierro en 1612).
A partir de ahí, la ambientación es, sencillamente, espléndida. Este Madrid de los años 20 se parece y no se parece al Madrid real. La Revolución Industrial ha sido cosa española y tenemos, por ejemplo, autocohes de motor de carbón marca Arriate, revólveres de siete balas y ametralladoras Villegas e, incluso, unos peculiares ordenadores con tarjetas perforadas (bueno, planchas de cobre perforadas) basados en la cábala judía.
Pero este Madrid increíble tiene más cosas, barriadas obreras donde los anarcolistas son los amos, una especie de Revolución Bolchevique fallida en 1917, Inquisición (aunque ahora España es la cismática respecto a Roma, cosas de la guerra), extraños conjurados, sinagogas y mezquitas y, como no, una fascinante judería.
Claro, que las cosas son muy españolas, cocido de garbanzos, orujo y vino son los alimentos habituales y las tascas y tabernas parecen sacadas de una novela de Galdós.
En este ambiente se desarrolla una peculiar intriga policíaca, alguien está matando a algunos de los judíos más ricos e influyentes de la Corte, el cabo de alguaciles Joannes Salamanca es encargado de ayudar al inquisidor Fray Faustino Alhárquez, pronto queda claro que las cosas son más complejas de lo que parecen y que todo un elaborado complot amenaza al Imperio.
Prefiero no desvelar nada más de la trama por que la resolución del misterio y las muchas vueltas de tuerca que tiene el relato son uno de sus principales atractivos, solo diré que aquí hay mucho bacalao que partir y que las resonancias al holocausto nazi, los robots de Asimov y el golem de Meyrink son constantes.
Mención aparte merecen dos aspectos del libro. Uno es la construcción del personaje de Joannes Salamanca, el auténtico protagonista del libro, una figura compleja totalmente alejada del tópico o de la planitud tan habitual en muchos autores de ciencia ficción. El otro es el magnífico uso del lenguaje que lleva a cabo Vaquerizo. Evidentemente, el Siglo de Oro es el modelo de este Imperio ucrónico así que los personajes de “Danza de Tinieblas” hablan de una forma más parecida a Quevedo que a Galdós lo que da al libro un sabor especial que lo hace totalmente fascinante y, además, muestra la maestría al escribir de su autor que domina a la perfección este elaborado y complejo español.
Por último, comentar el único aspecto de este maravilloso libro que me ha hecho fruncir un poco el entrecejo. Puede que sea por su ambientación “Imperial” pero todo el libro tiene un aire al “Capitán Alatriste” de Pérez Reverte un tanto sospechoso. Puede que sea el profundo conocimiento de ese castellano arcaizante que tiene los dos autores, o que Salamanca y Alatriste tengan un código de honor muy parecido, por no mencionar las similitudes entre algunos secundarios como los condes de Mier (Vaquerizo) y Guadalhorce (Reverte). No lo sé pero la sensación está ahí. Claro que, bien mirado, como soy también fan de Reverte he de reconocer que mi fruncimiento de entrecejo es tan, tan leve que apenas se nota.

lunes, abril 10, 2006

Y Ahora Robel

Darwinismo en acción. Esa es la mejor frase que se me ocurre para describir como están hoy en día las cosas en el mercado aditorial español. A los saldos periódicos de Nova siguieron los definitivos de Pulp y Abraxas y, ahora, los de Robel.
No sé, creo que había demasiados peces para tan poca agua y solo los más aptos sobrevivirán. De momento están sucumbiendo las editoriales más pequeñas y dirigidas a un público más minoritario.
Pulp, obviamente, se vió perjudicada por sus acciones piratas pero la ciencia ficción clasicota y demodé que cultivaba tampoco debía de tener una masa crítica muy grande de seguidores. Abraxas, especializada en el fastástico decimonónico en plan cutre, no podía competir con las excelencias de Siruela y Valdemar.
Y ahora, Robel. Me da que sacar de golpe todas las novelas del Orden Estelar de Torres Quesada no fue una buena idea. Primero, por que dudo de existan tantos seguidores de las extintas novelas de "a duro" por mucho que la obra de A. Thorkent sea la creme de la creme de dicho sub-género (solo hay que ver que la más famosa Saga de los Aznar está en manos de faneditores).
Y, segundo, por que hoy por hoy hay tanto donde escoger (y ojalá que las cosas sigan así) que es imposible estar al día con todo lo que se publica y, obviamente, embarcarse en una serie de varias decenas de novelas está en manos de muy pocos.
Por otro lado, también hay que decir que los otros proyectos de Robel tampoco parecían estar teniendo un gran éxito. La revista Isaac Asimov presentaba unas selecciones de relatos demasiado irregulares. Y el Doble de Ciencia Ficción, para mí el producto más interesante de esta editorial, era una colección demasiado arriesgada, al centrarse exclusivamente en el relato, una tipo de narrativa que hoy en día parece no estar de moda.
En fin, en cualquier caso Robel se puede dar por finiquitada y uno puede conseguir sus libros a precios de chiste, lo que a buen seguro no dejará de irritar a los compradores que los pagaron a su precio justo hace bien poquito (servidor, sin ir más lejos).
Esperemos que Robel sea la última de esta lista de fallecimientos y que el resto de las editoriales hayan encontrado su nicho ecológico en el mercado nacional por que si no mal vamos.

P.D. Husmeando por las secciones de ofertas he descubierto también saldada la última novela publicada aquí de Norman Spinrad, "El Rey Druida" (Planeta 2004). Es una recreación del enfrentamiento entre galos y romanos, Vercingetorix y Cesar, no sé muy bien si es solo una novela histórica o también tiene algún toque fantástico, en cualqwuier caso no he podido resistirme a la tentación y ha acabado en la saca, friki que es uno.

domingo, abril 09, 2006

Los Sicarios del Cielo de Rodolfo Martínez


Sinceramente, esperaba mucho más de Rodolfo Martínez, un escritor que nos tiene acostumbrados a mayores logros que esta discreta “Los Sicarios del Cielo”. A ver, no es que el libro sea malo, como discreto entretenimiento best-sellero cumple a la perfección pero, quizás, su vuelo sea demasiado corto para ganar todo un Premio Minotauro, teóricamente, el concurso más importante de literatura fantástica en castellano.
La historia en si es poco original, el enfrentamiento entre el caos y el orden, el bien y el mal, la luz y la oscuridad, solo que esta vez ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos y, como no, siempre hay alguno que intenta situarse al margen. Así pues, ángeles y demonios se enfrentan en la Tierra con los humanos como peones como preludio al Armaggedon.
Una novela de terror que, a estas alturas, da poco miedo y quizás quede mejor encuadrada como Fantasía Oscura. Los modelos explícitos del asturiano son Neil Gaiman, Clive Barker y Alan Moore (yo añadiría algunas pinceladas a lo Moorcock) aunque me temo que aún no ha conseguido su nivel.
Como decía, el libro se lee con facilidad, un pasapáginas que se ventila rápido, la trama esta bien construida, las escenas de acción son impactantes, las casquería aparece en su justo término y algún secundario está bordado. Probablemente, lo más destacable (para los que conocemos esa ciudad) es que la trama se sitúe íntegramente en Gijón (aunque esta nunca sea mencionada por su nombre). Es divertido que, por una vez, las desconocidas Chicago, Nueva York o Los Angeles se sustituyan por una ciudad reconocible para unos cuantos de sus lectores y descrita con precisión y cariño.
En el debe, demasiadas cosas, aunque reconozco que no consiguen oscurecer del todo los aspectos más positivos. Por un lado los personajes no son especialmente creíbles ni sofisticados, tiene un aspecto demasiado estereotipado. Por otro, el libro entero desprende un cierto airecillo a best-seller sin pretensiones con un ligerísimo parecido al archifamoso “Código Da Vinci”. De hecho, algunos fragmentos del texto que describen a la iglesia católica y sus dogmas de fe parecen estar colocados más con intención de fastidiar y crear algo de polémica que de otra cosa.
Pero, quizás, lo peor sea lo arbitrario del algunas decisiones narrativas. Lo siento pero no me resulta creíble que un capo de segunda de una ciudad de provincias sea capaz de organizar un ejercito de asesinos digno de “El Padrino” mezclado con los SAS. Por otro lado la inclusión de ninjas y samuráis en oposición a comandos israelís y vaticanos en una trama que tiene como base la mitología de las religiones judeo-cristianas es un tanto insólito. Resultaría mucho más lógico la aparición del algún grupo integrista islámico pero ¿japoneses? ¡Hombre! A mi también me molan más los ninjas que Bin Laden pero en este contexto chirrían, ya puestos ¿por qué no incluir a alguna secta satánica Heavy Metal?
En fin, un libro menor en la carrera de Rodolfo Martínez aunque honrado y que si uno se acerca sabiendo a donde va, a una lectura sin pretensiones perfecta para las tardes de playa de verano o un viaje largo de avión, no deja de tener su aquel. Ahora bien, como hito a recordar en el fantástico patrio, pues va a ser que no.

sábado, abril 08, 2006

¿Leer en Peligro de Extinción?

Reflexionando sobre la entrada que dediqué a Negrete, el Minotauro y “Aula” junto con los comentarios que Xoota amablemente incluyó, he llegado a una conclusión conocida por todos: la lectura está en peligro de extinción.
Si, ya sé, suena a jeremiada, a abuelito contando batallitas y acabando con el tópico “cualquier tiempo pasado fue mejor” y, sin embargo, para mí es un hecho incuestionable. Y paso a relatar un dato, humilde y probablemente poco significativo, pero, me temo, sintomático.
Hará cuatro años, la Comunidad Autónoma donde trabajo decidió gastarse un millón de las antiguas pesetas en las bibliotecas de cada uno de los centros de enseñanza públicos de su ámbito de competencia. La verdad es que aquello gusto poquito en mi instituto y no era para menos, a todos se nos ocurrían mil sitios mejores donde gastarse el dinero que en la biblioteca, un sitio que los chavales no pisan si no es a punta de pistola. En fin, entre persianas y puertas rotas, goteras, paredes por pintar, fotocopias, material deportivo, etc, etc que nos hacía falta a todos nos parecía aquello una majadería. Claro, que todo tenía truco. Acababa de aprobarse lo del libro de texto gratuito para secundaria y el gremio de libreros estaba en pie de guerra. Por si alguien no lo sabe, con este bendito sistema que se inventaron los políticos para que los padres no se gastasen los dineros en los libros de texto de sus hijos, los grandes perjudicados fueron los libreros. Me explico, es cierto que los libros de texto se siguen comprando en las librerías como antes, lo que ocurre es que cada centro tiene que hacer durar los libros cuatro años (se ve que tanto dinero no había). Lo que, a grandes rasgos, significa que los libreros tenían una año de vacas gordas y tres de vacas flacas.
Para tranquilizarlos, se aprobó esa ayuda de 6.000 euros en libros por centro, por que, claro, había truco, se tenían que gastar obligatoriamente en las librerías de nuestra Comunidad Autónoma, imposible irse de compras a otros sitios.
Total, que como donde manda patrón no manda marinero, gruñimos un poco y nos pusimos a acatar las ordenes de arriba. Y aquí es cuando aparezco yo. Aunque intento pasar de incógnito, algunos de mis compañeros saben que soy “ese que lee cosas de marcianos, vampiros y magia”. Entre ellos estaba la encargada de la biblioteca que era la que debía de decidir en que gastarse la pasta. Y la buena mujer me vino a pedir ayuda. Básicamente, su reflexión era la siguiente: “Los chavales no leen nada, pero, quizás, si compramos cosas que les puedan atraer igual alguno se anima, y eso de lo fantástico parece que les gusta, como Iván es el que sabe de esas cosas que decida él una serie de títulos”. Bueno, con semejante oferta no podía decir que no e hice la lista. En unos meses los libros llegaron al instituto. Me acuerdo que ayude a sacarlos de sus cajas y aquello era un poco como el día de Reyes.
No recuerdo exactamente que libros elegí, por supuesto sé que, entre otros, estaban varios de Stepehen King (“It”, “El misterio de Salem´s Lot”, “El resplandor”), algunos de Asimov (“Las Fundaciones”, “Yo robot”), los más obvios de Fantasía (“El Hobbit”, “El Señor de los Anillos”, “Juego de Tronos”, los de Harry Potter) y otras cosas menos obvias (“La guerra interminable” de Haldeman, “Lagrimas de luz” de Rafa Marín).
Mi criterio fue un poco ecléctico, cosas sencillas que les pudiesen gustar, clásicos de ayer y de hoy, best-sellers seguros y algo de mi cosecha. Bueno, una vez colocados los libros en las estanterías me olvide del tema.
Eso fue hace cuatro años. Hace un par de meses, me pase por la biblioteca y me encontré con mis adquisiciones. Estaban nuevas e impecables. Parecía que el tiempo no había pasado por ellas. Aquello me mosqueó un poco, así que me fui a los archivos y empecé a curiosear. En cuatro años nadie había sacado uno solo de esos libros, ni profesor ni alumno. Absolutamente nadie. Investigué un poco más y descubrí más cosas. En esos cuatro años el 90 % de los libros habían sido prestados a profesores (dicho sea de paso, a mis compis les va el ensayo, los best-sellers y la literatura española contemporánea). Eso en cuanto a porcentajes, por que en cuanto a números la cifra tampoco era muy alentadora, puede que se hubieran prestado medio centenar de libros entre 240 personas.
Solo un 10 % de los prestamos correspondían a alumnos y de ellos absolutamente nadie había cogido un libro por gusto o placer. Todos los prestamos correspondían a libros de texto (ya se sabe, trabajos de recuperación y eso) o a lecturas obligatorias (si de repente 5 chicos de la misma clase sacaban la misma semana “La Celestina” o les había entrado una pasión por el teatro renacentista así de golpe o el de lengua les había mandado leerse a Fernando de Rojas).
Conclusión: por donde yo trabajo nadie, absolutamente nadie lee. Eso me explicó algunas cosas, por ejemplo, las caras de asombro cuando algún chaval me veía con un libro entre las manos y les explicaba que lo leía por gusto. O el que en todos los pueblos de la comarca no haya una sola librería, solo papelerías, quioscos y estancos que, a veces, venden algún libro (generalmente de texto), o las caras de poker cuando en alguna clase les recomendaba algún libro donde podrían encontrar más información sobre el rollo que les estaba soltando, o por que mis alumnos de 2º de Bachillerato (18 añitos) me hacen unos trabajos tan rematadamente malos cuando les mando alguna lectura.
En fin, cuando yo estaba en el colegio, en mi biblioteca solo había cuatro libros de ciencia ficción, cuatro. Me los sabía de memoria. Si hubiese aterrizado en una biblioteca como la de mi centro hubiese pensado que estaba en el paraíso. Hoy, el paraíso está vacío. O mejor dicho, se ha trasladado, se ha trasladado a los teléfonos móviles, al e-mule, a internet, los culebrones y Gran Hermano.
En fin, no me quería poner muy apocalíptico, como ya dije en otra entrada quizás sea cosa del sitio donde trabajo, muy rural y con muy poca tradición cultural, puede que en otros centros más “elitistas” o urbanos la cosas no sean así. Quizás. Tampoco me voy a poner tremendo, la vida continúa y todo eso. A mis chavales se les ve sanos y más o menos felices. No disfrutan leyendo pero, bueno, yo tampoco disfruto como ellos con el SMS. Será que me he vuelto obsoleto, que los nuevos tiempos son así. Ni idea. Ya digo, esta entrada era, simplemente, para dar un dato, un ejemplo de una cuestión que me parece obvia: las nuevas generaciones no leen. Y creo que es un proceso irreversible
A partir de ahí que cada uno saque sus propias conclusiones.

viernes, abril 07, 2006

Días Memorables de Michael Cunningham


Estamos ante un libro realmente peculiar. Un intento por parte de un escritor serio, con fama de culto y exquisito, por escribir ciencia ficción. Algo, cuando menos, sorprendente. No por que sea el primero en hacerlo, solo hay que ver este año a gente como Roth, Ishiguro o Casariego, si no por que es un esfuerzo consciente y explícito. Como ya dije en otra entrada, Cunningham tiene como modelos tanto a Virginia Wolf como a Ursula K. Le Guin y de esta extraña mezcla sale “Días memorables”, un libro realmente memorable pero que también pose un cierto aire de extrañeza.
Desde luego, el punto de partida es tan caprichoso como interesante: un fix up de tres novelas cortas cuyo único punto en común son la poesía de Walt Whitman como eje explicativo del mundo y la ciudad de Nueva York, una ambientada en el futuro, otra en el presente y otra en el pasado.
Hasta cierto punto, creo que este libro desconcertará a muchos de sus posibles lectores. La prosa de Cunningham es delicada, poética y muy trabajada, un gusto para todo buen lector pero quizás demasiado alambicada y compleja para los degustadores más frikis de ciencia ficción. Por otro lado, el último cuento, el ambientado en el futuro, es tan, tan cf que más de un lector serio no habituado al género parpadeará sin acabar de cogerle el truco.
En cierta forma, estamos ante un libro un tanto artificioso y donde las reglas que el autor se ha autoimpuesto (Walt Whitman y Nueva York) le producen unas limitaciones más pejudiciales que beneficiosas (y de hecho hace trampa, en el ultimo relato, el del futuro, Nueva York solo aparece en las primeras páginas).
“En la máquina” es el cuento ambientado en el pasado. Para ser exactos en la Nueva York de la segunda mitad del XIX, en plena Revolución Industrial. Es un sutil y ambiguo cuento de fantasmas a lo Henry James, de esos en que las cosas que pasan pueden estar explicadas tanto de una forma sobrenatural como perfectamente lógica.
Lo más notable de todo este cuento es la ambientación del Nueva York obrero, de la alineación del trabajador ante la máquina que diría Marx, de los niños esclavos y los sueldos de hambre, de una ciudad que aún no es lo que conocemos pero que empieza a mostrar atisbos de su futuro rol. El protagonista principal es Lucas un niño obrero de una metalurgia neoyorkina que se ve obligado a aceptar este trabajo ante la muerte en accidente de su hermano mayor. Con un padre impedido y una madre desquiciada, Lucas acepta el puesto de su hermano y se convierte en el único sostén de su familia. Pero no estamos ante un relato social de realismo duro y trágico, algo de esto hay pero el carácter del propio Lucas ya indica que estamos alejados de este registro, Lucas es un niño esquelético y poco desarrollado, a la par que hipersensible, su fascinación por Walt Withman es tal que se ha aprendido de memoria sus versos y le surgen a borbotones de sus labios de forma inconsciente para perplejidad de los que le rodean. Además, Lucas se siente atraído por Catherine, la novia de su hermano y, en un momento dado, empieza a creer que el fantasma de su hermano ha poseído la máquina prensadora donde ambos trabajaron e intenta comunicarse con él. Todo en este cuento es extraño y evocador, no hay moraleja ni una crítica muy acerba a la explotación obrera. El encuentro de Lucas con el mismísimo Walt Whitman tiene algo de epifanía religiosa acentuada por el desgarrador y poético final.
“La cruzada de los niños” está ambientado en el Nueva York actual, en su lado más sórdido y oscuro. Cat, su protagonista, es una psicóloga que trabaja para la policía de Nueva York, su misión es atender las llamadas de todos los locos que amenazan con algún tipo de atentado terrorista y decidir cuales son reales y cuales imaginarias. Estamos en el post-11-S y la paranoia que se ha instalado de modo permanente en el día a día de los norteamericanos es el principal protagonista del cuento. Cat se culpa a si misma de la muerte de su hijo cuando solo era un bebe y la amenaza de un nuevo grupo terrorista formado por niños acabará por desequilibrarla del todo.
Nunca sabemos muy bien quien o quienes han ideado la cruzada de los niños, Whitman es utilizado aquí como parte del lavado de cerebro que sufren los jóvenes terroristas suicidas y, a nuestro pesar, casi acabamos por entender sus acciones vista la podredumbre de la civilización occidental. Un cuento complejo y duro, con un final chocante y distinto, su mensaje es un tanto nihilista o fatalista y su parte especulativa escasa (ya hay grupos terroristas que utilizan niños-suicidas) pero aún así resulta fascinante tanto por lo bien dibujado que esta el personaje de Cat como por las implicaciones que hay detrás del nuevo grupo terrorista.
“Cual belleza” es el relato de ciencia ficción futurista que cierra el libro. Su protagonista es Simon un robot con Inteligencia Artificial que trabaja de incógnito en una Nueva York convertida en parque temático. En un momento dado del relato, las I.A. son declaradas ilegales y se procede a su exterminio, Simon, ayudado por una E.T. de aspecto reptiliano decide huir en busca de su fabricante, algo que no es fácil ya que gran parte de los E.E.U.U. se han convertido en un yermo radioactivo debido a un accidente nuclear. A lo largo de toda la historia van apareciendo los diferentes clichés de la ciencia ficción de los últimos 100 años: E.T.s incognoscibles pero amistosos, robots e I.A., un paisaje post-apocalíptico con tribus mutantes, manipulación genética, viajes espaciales, ambientación cyberpunk distópica. Quizás este sea un defecto de “Cual belleza”, hay demasiadas cosas en esta coctelera que hace que el resultado final sea un poco exagerado. Por otro lado, la historia en si está más que vista: el robot que busca la trascendencia, el convertirse en humano y que lo consigue al final de libro gracias a la bondad y a la ética, por absurda que sea. “El hombre bicentenario” de Asimov, aunque parezca estar en las antípodas de un escritor tan cuidadoso como Cunningham, es la referencia directa más clara aunque, igualmente, hay mucho aquí del Spielberg-Kubrick de la película “A.I.”. En cualquier caso, y a pesar de los dicho, este cuento me ha gustado especialmente por lo bien dibujados que están los personajes y por la sensación de extrañeza que desprenden estos E.E.U.U. del futuro, todo parece comprensible y a la vez ininteligible, como probablemente será el futuro para nosotros y eso, creo yo, no es algo que los escritores de ciencia ficción hayan conseguido habitualmente.
En este caso, Walt Whitman aparece como parte del programa de Simon que le confiere más humanidad y al igual que el Lucas de “En la máquina”, los versos del poeta salen de su boca a chorros en los momentos menos oportunos.
En fin, un libro que es más valioso por sus partes que por el conjunto final pero que, a pesar de todo, es uno de los mejor escritos de todo el año, y esto, en este increíble año, no es poco.

jueves, abril 06, 2006

Sobre el Último Premio Minotauro

No voy a hablar de la novela de Negrete que ha ganado el famosos premio, aún no la he leído y, a priori, reconozco que no me atrae mucho. Después de Graves la mitología griega vista por otros no creo que me impresione en exceso.
Aquí voy a hablar sobre un hecho curioso que tiene que ver con la promoción del libro. No, no son los anuncios de la radio que cada vez que los oigo me dejan patidifuso, es sobre “Aula”.
Para el que no lo sepa, “Aula” es un interesante proyecto que lleva a cabo el diario “El Mundo”. Básicamente, consiste en que un centro educativo puede recibe gratis unos 50-60 ejemplares de “El Mundo” de Lunes a Viernes si lo solicita en Septiembre (esa es una de las razones por que suelo colgar por aquí fotos y noticias sacadas de ese periódico). Los ejemplares son los mismo que se venden en los quioscos con una excepción, las páginas centrales, en vez de tener la edición regional de turno, consisten en un suplemento de unas 4-6 páginas dedicado única y exclusivamente a los estudiantes de secundaria. La idea es, más o menos, que los profesores puedan utilizar los periódicos como herramienta didáctica y que los chavales se vayan animando poco a poco en la lectura de la prensa escrita.
Bueno, espero que nadie de “El Mundo” lea esto, pero donde yo trabajo para lo único que sirve el invento es para que los profes no nos peleemos por los diarios (hay de sobra, lo divertido es ver las broncas para conseguir el único ejemplar de “El País”), casi nadie los utiliza en sus clases y los chavales pasan de ellos olímpicamente, como mucho alguno lo coge para hacerse el sudoku, los lunes leer las páginas de deportes o echarle un vistazo a los horóscopos. ¡Ah! Y para pegarles fuego a la entrada o salida y montar algo de pitote que siempre viene bien.
Y, la verdad, es una pena por que el suplemento de “Aula” si que está bien, recoge, en líneas generales, noticias sobre los chavales o que puedan interesar a los chavales, generalmente con un trasfondo cultural. Ejemplo de noticias sobre los alumnos, el instituto tal está haciendo un brillante experimento de física con los chicos de 4º de la E.S.O., o fulanito de 2º de la E.S.O. es la gran promesa del lanzamiento de jabalina en Murcia. Ejemplo de noticias que pueden interesar a los chavales: breves artículos sobre alguna de las asignaturas que sufren (hay unos muy sencillos y majos de matemáticas que sigo por que hasta yo soy capaz de medio entenderlos) o que pelis ver, que música escuchar y, tachan, tacha, que leer.
Y aquí es donde aparece Negrete y el Premio Minotauro. Siempre que dan el citado premio ando un par de días con el radar activado para ver el tratamiento que dan los medios del evento. Vale, no es el Planeta pero la mayoría de los premios literarios suelen aparecer en las páginas de cultura de los periódicos y al final del telediario. Con el Minotauro la cosa no es así, como mucho sale por internet (no tiene merito, saldría hasta la final de carreras de caracoles cojos de Nueva Guinea-Papua) y puede aparecer un pequeño suelto en alguna página de algún periódico. Ni punto de comparación con los otros premios serios de verdad y no de chorraditas fantásticas.
Bueno, pues hará una semana o dos, alucino cuando veo que una página entera de “Aula” está dedicada a Negrete, su novela y el Minotauro. ¡Una página entera! Increíble. Y, además, estaba bien hecho (más increíble aún). Una foto de Negrete y su libro que ocupaba media página, un buen artículo sobre la breve historia del premio, otro sobre de que va la novela y como artículo principal una breve y bien hecho perfil del ganador.
En fin, que por un momento fue un bonito sueño, una página entera de uno de los más importantes diarios de nuestro país dedicada a un escritor español de ciencia ficción y fantasía. Luego fui consciente de que esa página solo la leerían profes y alumnos y volví a tierra. Y, más tarde, reflexione un poco. ¿Por qué “Aula” hacia un seguimiento tan desmesurado de esta noticia? Releí con más cuidado los artículos y poco a poco lo vi claro. De una forma sutil y tendenciosa, leyendo entre líneas, la idea que a uno se le quedaba es que la literatura fantástica es únicamente un género infantil-juvenil, nada que este a la altura de los adultos. Leer los libros de Negrete estaba bien para un quinceañero pero solo como un paso previo y doloroso a la literatura mas seria, a la literatura de verdad, ya se sabe, Cela, Umbral y demás líderes del realismo costumbrista puro y duro.
Así que mi gozo en un pozo, por un día soñé que habíamos salido del ghetto para luego descubrir que realmente lo que estaban haciendo era poner los últimos ladrillos en el muro que nos separa del resto de la comunidad literaria.
En fin, espero que si algún adolescente siente curiosidad por los libros de Negrete los siga leyendo cuando llegue a la edad adulta. Algunos lo hicimos con otros autores similares y tampoco nos va tan mal, creo.

Jonathan Strange y el Señor Norrell de Susanna Clarke


¡Dios mío, que libro! Es, sencillamente, una puta obra maestra y lo demás son cuentos chinos. Los adjetivos calificativos elogiosos se me acabarían antes que las cosas que hay que elogiar. Y es que son tantas...
Susanne Clarke ha conseguido lo que parecía imposible: lograr algo realmente original y único en el muy trillado campo de la Fantasía, y, auguro, en el futuro se hablará de “Jonathan Strange y el Señor Norrell” con la misma reverencia con la que hablamos de Tolkien o Martin, como un jalón, un hito a partir del cual las cosas ya no van a ser como antes.
Y eso que, inicialmente, el libro no parece especialmente novedosos. Una Fantasía Histórica ambientada a principios del XIX y que transcurre casi íntegramente en Inglaterra (con incursiones breves y jugosas a Waterloo, la Venecia de Lord Byron o la Península Ibérica de la Guerra de la Independencia). Ahora bien, esta Inglaterra es y no es como la que conocemos. La idea básica de toda la novela es la siguiente: en el pasado (para ser más precisos, en la Edad Media) la magia era algo común y habitual, los magos eran personajes poderosos que ayudaban a gobernar a los reyes y se veían envueltos en todo tipo de peripecias, incluso, alguno de ellos, como el legendario Rey Cuervo, llegaban a gobernar partes del país. Por supuesto, existían caminos que conectaban Inglaterra con la Tierra de las Hadas, y los seres feéricos deambulaban de una dimensión a otra sin mayores problemas. Pero todo eso cambió hacia finales del XVII, la magia desapareció de Inglaterra sin causas aparentes y los magos se convirtieron en una especie de historiadores eruditos sin ningún poder real. Hasta que aparece el Señor Norrell, el cual consigue que la magia vuelva a Inglaterra, en un momento muy oportuno ya que Napoleón acecha al otro lado del Canal.
El Señor Norrell es un personajes realmente odioso, pretenciosos, vulgar y egoísta, su único interés es el de ser el único mago de toda Inglaterra, hasta que aparece el atolondrado Jonathan Strange, un noble diletante, ingenuo y un tanto fatuo que consigue practicar magia casi sin proponérselo. A partir de este momento, el libro consistirá en los encuentros y desencuentros de ambos personajes y en su enfrentamiento con un poder insidioso y tenebroso que parece perseguirlos sin que sen den mucha cuenta de tal amenaza.
Pero, obviamente, este libro es mucho más. En primer lugar, la ambientación es sencillamente perfecta, en la contraportada se dice que estamos ante un libro que se sitúa “Entre la fina comedia social de Jane Austen y el sombrío universo de Tolkien”. Bueno, lo siento pero el editor ha patinado un pelín, no se si sombrío es el mejor adjetivo aplicable a Tolkien pero si tengo claro que la única conexión entre este y Clarke es que ambos estudiaron en Oxford, el espíritu del Tolkien no aparece por ningún lado nos pongamos como nos pongamos. Otra cosa es Jane Austen y ahí si que la comparación es totalmente certera. Si no fuera por el componente fantástico, el libro sería una perfecta imitación de las comedias costumbristas que Austen escribió con tanta gracia y acierto (no se si se notará que dicha señora me gusta bastante) y entre las que destacan “Orgullo y prejuicio”, “Sentido y sensibilidad”, “Emma” o “La abadía de Northanger”. Así pues, la sensación de estar situados en la Inglaterra de 1806-1817 está plenamente conseguida.
Por supuesto, los libros de Austen son famosos por que en ellos, en cierta forma, nunca pasa nada y son más bien apreciados por la fina descripción de los personajes y su psicología así como del entramado social de la Inglaterra de aquellos años. Y en este aspecto, Clarke es tan hábil como su antecesora. Todos los personajes que aparecen en este libro, desde los que le dan título hasta el más insignificante secundario, están creados con un mimo tal que parecen cobrar vida ante nuestros ojos. Ninguno de ellos es de cartón piedra, ni plano, ni tópico o manido, todos ellos están hechos con carne y sangre, con múltiples aristas y varias dimensiones y, por que no decirlo, son, en general, un poco estrafalarios y extravagantes lo que, curiosamente, les da mayor enjundia. Pero, sobre todo, casi todos se convierten en entrañables, la línea divisoria entre buenos y malos es aquí más fina que nunca. Es cierto, Norrell se nos hace antipático y Strange mucho más cercano pero ¡Cuán a menudo uno entiende muy bien por que Norrell hace lo que hace, por mezquino que sea, y lo exasperante que puede llegar a ser Strange en su inocencia! Todos los protagonistas que deambulan por las páginas del libro tienen una razón para hacer lo que hacen, buena o mala, mejor o peor pero una razón que los acaba convirtiendo en seres casi reales y que evita que la trama degenere en un burdo maniqueísmo, lo que no quita para que, al final, la amenaza de las fuerzas de la oscuridad sea lo suficientemente ominosa como para que deseemos que Strange y Norrell acaben con ella. Mención aparte merece el Rey Cuervo, probablemente, el personaje ausente más perfectamente descrito y más importante de todo el género fantástico.
Por otro lado, la imaginación de Clarke es, sencillamente, deslumbrante. Mucho se ha hablado del sentido de la maravilla dentro de la ciencia ficción, de los “momentos atiza” como diría Julian Díez pero no hay mejor obra que esta novela de Fantasía para sentir como la maravilla fluye por sus páginas, para volver a sentirnos como niños y abrir la boca y los ojos de par en par página tras página. ¿Dónde señalar un hito dentro de tanto logro? ¿Las estatuas parlantes de la Catedral de York? ¿Los caminos del Rey? ¿El torbellino de oscuridad de Venecia? ¿Las batallas mágicas de la Guerra de la Independencia? ¿La flota fantasma en frente de las costas francesas? ¿La necromancia de los diecisiete napolitanos muertos? ¿La locura del rey Jorge? Es difícil quedarse con un momento dentro de tanta magia narrativa.
La acumulación de portentos es, paradójicamente, la mejor arma de Clarke para convencernos de que la magia es real, de que existe y su brillante idea de trufar toda la novela con notas a pie de página abunda en esta idea. Todas juntas, dichas notas, son como un segundo libro donde se nos explica la historia de la magia inglesa y donde abundan hermosos cuentos cortos totalmente al margen de la trama principal pero que, a la larga, arrojan sobre ella una luz muchas veces necesaria para entender lo que está pasando.
Realmente, mucho se podría decir sobre el libro y sus inacabables ramificaciones políticas, históricas, sociales, etc pero, como ya se dijo de “El Señor de los Anillos”, esto es realmente secundario, la ideología aquí aparece tan tamizada que podemos pasar de largo sin pararnos mucho en ella, “Jonathan Strange y el Señor Norrell” es narración pura y dura, es una novela cuya autora se deja envolver por el gozo de contarnos una historia, una aventura sin igual, algo que el lector aprehende en las primeras páginas del libro y que convierte su lectura en una experiencia inigualable.
En fin, que mucho más se podría decir, así a bote pronto, es muy de destacar toda la parte de relato de terror que tiene la novela que hace que más de una vez nos corra un escalofrío por la espalda, pero, en resumen, “Jonathan Strange y el Señor Norrell” es una de esas experiencias literarias que más vale disfrutar por uno mismo y que empalidece al contarla, así que, a pesar de su tamaño (unas 800 páginas) que nadie se asuste y vaya zumbando a comprárselo, al final, se os hará corta.

martes, abril 04, 2006

C; el Hijo de Cyberdark

Ya sé que llego tarde pero ando un poquitín liado (cuando no) y hasta ahora no me he podido hacer eco de la noticia. Pues eso, que el amigo Nacho debía de sentir comezón de su época de coordinador de portadas en Cyberdark y se ha sacado de la manga este interesante proyecto. Pinchen en el link que hay en el lateral y se encontrarán con un blog en el que se harán reseñas críticas de lo último en literatura fantástica. Lo más parecido, dentro de la modestia, a esa página que hace unas semanas reclamaba Julian Díez en su blog.
Los críticos somos cyberdarkianos de pro más invitados y de momento irán saliendo aquellas críticas que se quedaron en el disco duro cuando la página naranja cerró. Después vendrán las novedades de última hora pero ya aviso que Nacho es una caja de sorpresas y tiene en mente jugosas ideas. Paciencia que todo llegará.
Por supuesto, seguiré metiendo mis propias reseñas en este mi blog pero las más sesudas y cuidadas acabarán en C.
En fin, que lo disfruten, espero.