domingo, enero 13, 2008

Memoria Recuperada: "Cartas de la Atlántida" de Robert Silverberg


Buena traducción de Hernán Sabaté y en la portada una bella ilustración, relativa a la historia, de Robert Gould. Todo el libro cuenta con buenas y variadas ilustraciones de este artista.
Le di otra oportunidad a Silverberg y nuevo fiasco. Aunque aquí hay que reconocer que no toda la culpa es suya. En primer lugar, el editor la comparte un tanto y demuestra tener más cara que espalda. Lo que sólo es un cuento largo aquí nos lo cascan como una novela y a que precio. Además, sospecho que la historia debió de publicarse por entregas en alguna revista (o sino Silverberg chochea del todo)ya que en cada capítulo se pasa dos páginas resumiendo el anterior.
Pero lo que ya es insultante es que en la solapa te presentan la Atlántida como algo real y un “misterioso hecho arqueológico”¡ Toma ya! Ahí es nada. Me pregunto en que fuentes arqueológicas han debido de bucear.
Y ahora, la parte de culpa de Silverberg. La verdad es que no había hecho caso a los rumores sobre la decadencia final de este autor, quizá por que sus últimos libros no los había leído, y , también, por que los que leí, como “Gilgamesh” o “Al final del invierno”, me parecieron buenos. Sin embargo, después de los mutantes de Haber, sus colaboraciones con Asimov y estas “Cartas de la Atlantida” uno duda. Porque este libro es basurilla mala. Se supone que Silverberg sabe algo de arqueología y resulta que su protagonista retrocede 18.000 años y se encuentra con la Atlántida ¿Por qué no con Blancanieves y los siete enanitos? Y encima se monta un follón entre Paleolítico y Neolítico que es patético. Luego, para rematar, nos suelta que los atlantes son extraterrestres y, a pesar de ello, se reproducen con los humanos sin problemas. 0 en arqueología primero y 0 en biología después. Y el estilo, aunque denota oficio deja mucho que desear. En fin, corramos un tupido velo.

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Bueno, pues a falta de leerme una cosilla con muy mala pinta que se llama “Tebas, la de las cien puertas”, de esta misma época, y algunas de sus obras juveniles, cuando era un artesano del pulp, creo sinceramente que este es el peor libro de Silverberg con gran diferencia respecto al resto. Ya no sólo el grave problema de ambientación ya mencionado (y que para un joven licenciado en Historia especializado en Arqueología resultaba imperdonable) sino que la historia no tiene chicha, ni gracia, ni nada. Es absolutamente plana, sosa y anodina. Y, precisamente, Silverberg nunca había sido ni soso, ni plano ni aburrido, te podía gustar más o menos pero sus libros estaban escritos con espíritu. Este, en cambio, se escribió en piloto automático. Una pena pero reconfortémonos pensando en la docena larga de grandes novelas que escribió y que han perdurado.