"Sueño Profundo" de Banana Yoshimoto
Después de mi agradable experiencia con Murakami me ha picado la curiosidad con la literatura japonesa y he empezado a explorarla un tanto aunque reconozco que con una cierta timidez.
De ahí que me haya decantado por Banana Yoshimoto, una autora también muy accesible para los ojos occidentales y que, en algunas ocasiones, se la ha definido como una Murakami mujer (aunque Murakami sea más conocido por sus novelas y Yoshimoto por sus relatos).
Aunque se dio a conocer con “Kitchen” he preferido empezar por “Sueño profundo”, una breve antología de cuentos que se lee en un suspiro y que me ha dejado muy buen sabor de boca.
Efectivamente, los parecidos con Murakami son notables, tanto por ese estilo sencillo y fácil de leer pero con un algo evocador que lo convierte en único, como por la tristeza y profundidad de sus historias. Sin embargo, y aunque parezca difícil, la japonesa consigue una mayor sensibilidad que su colega masculino, o, por lo menos, a mi me ha dejado esa sensación.
“Sueño profundo” consta de tres cuentos: el que da título al libro, “Los viajeros de la noche” y “Una experiencia”. El primero y el último son fantásticos y el del medio realista pero estas etiquetas son muy poco útiles ya que en este caso concreto, lo que importa no es tanto que género utiliza Yoshimoto si no que es exactamente lo que nos está contando.
Y en los tres casos se habla de soledad y muerte, de pérdidas y la tristeza que conllevan y de cómo afrontar la fragilidad consustancial a ser humano. Sin embargo, al igual que con Murakami, no son historias trágicas o pesimistas, más bien dejan un regusto de ternura y humanidad por qué, aunque aparentemente sus protagonistas estén solos, realmente existe una cordial fraternidad humana a su alrededor que les permite salir adelante, por muy dura que sea su experiencia.
“Los viajeros de la noche” cuenta como afrontar la muerte de un ser querido (hermano de uno de los personajes y novio de otro), y, repito, aunque su enfoque es realista, es cierto que el cuento está impregnado por un halo de irrealidad que lo acerca al fantástico, si no en el fondo si en el tono.
“Sueño profundo” es el más original, aunque hay que reconocer que Yoshimoto se prodiga en cuanto a la innovación, trata también de la pérdida dolorosa de un ser querido pero fascina por detalles aparentemente menores que, a la larga, se acaban convirtiendo en el auténtico eje de la historia, ese sueño profundo del título que primero practicaba la fallecida como una peculiar profesión y que luego afecta a su amiga no deja de ser una metáfora tan potente como esclarecedora de cómo afrontar las encrucijadas de nuestra vida y como la amistad puede ayudar más allá de la muerte.
“Una experiencia” es el más fantástico de los tres y el más aterrador, historia de alcoholismo y también sueño pero en el que destaca una sesión de espiritismo realmente perturbadora y que coloca a Yoshimoto como una hábil devota de las fuentes más clásicas del Terror.
En resumen, una grata lectura que recomiendo fervientemente y que anima a seguir leyendo a esta autora. Y eso a pesar del seudónimo que ha elegido que, por lo menos en español, no deja de sonar un tanto a cachondeo…
De ahí que me haya decantado por Banana Yoshimoto, una autora también muy accesible para los ojos occidentales y que, en algunas ocasiones, se la ha definido como una Murakami mujer (aunque Murakami sea más conocido por sus novelas y Yoshimoto por sus relatos).
Aunque se dio a conocer con “Kitchen” he preferido empezar por “Sueño profundo”, una breve antología de cuentos que se lee en un suspiro y que me ha dejado muy buen sabor de boca.
Efectivamente, los parecidos con Murakami son notables, tanto por ese estilo sencillo y fácil de leer pero con un algo evocador que lo convierte en único, como por la tristeza y profundidad de sus historias. Sin embargo, y aunque parezca difícil, la japonesa consigue una mayor sensibilidad que su colega masculino, o, por lo menos, a mi me ha dejado esa sensación.
“Sueño profundo” consta de tres cuentos: el que da título al libro, “Los viajeros de la noche” y “Una experiencia”. El primero y el último son fantásticos y el del medio realista pero estas etiquetas son muy poco útiles ya que en este caso concreto, lo que importa no es tanto que género utiliza Yoshimoto si no que es exactamente lo que nos está contando.
Y en los tres casos se habla de soledad y muerte, de pérdidas y la tristeza que conllevan y de cómo afrontar la fragilidad consustancial a ser humano. Sin embargo, al igual que con Murakami, no son historias trágicas o pesimistas, más bien dejan un regusto de ternura y humanidad por qué, aunque aparentemente sus protagonistas estén solos, realmente existe una cordial fraternidad humana a su alrededor que les permite salir adelante, por muy dura que sea su experiencia.
“Los viajeros de la noche” cuenta como afrontar la muerte de un ser querido (hermano de uno de los personajes y novio de otro), y, repito, aunque su enfoque es realista, es cierto que el cuento está impregnado por un halo de irrealidad que lo acerca al fantástico, si no en el fondo si en el tono.
“Sueño profundo” es el más original, aunque hay que reconocer que Yoshimoto se prodiga en cuanto a la innovación, trata también de la pérdida dolorosa de un ser querido pero fascina por detalles aparentemente menores que, a la larga, se acaban convirtiendo en el auténtico eje de la historia, ese sueño profundo del título que primero practicaba la fallecida como una peculiar profesión y que luego afecta a su amiga no deja de ser una metáfora tan potente como esclarecedora de cómo afrontar las encrucijadas de nuestra vida y como la amistad puede ayudar más allá de la muerte.
“Una experiencia” es el más fantástico de los tres y el más aterrador, historia de alcoholismo y también sueño pero en el que destaca una sesión de espiritismo realmente perturbadora y que coloca a Yoshimoto como una hábil devota de las fuentes más clásicas del Terror.
En resumen, una grata lectura que recomiendo fervientemente y que anima a seguir leyendo a esta autora. Y eso a pesar del seudónimo que ha elegido que, por lo menos en español, no deja de sonar un tanto a cachondeo…
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