
Hace poco ha llegado un comentario a una de mis críticas antiguas. Pasa a veces, lo que acabas de escribir parece no interesar a nadie y lo de hace unos años llama la atención de un visitante que pasaba por allí, así es la vida y no merece la pena darle muchas vueltas al tema.
El caso es que el inefable anónimo de turno ponía de vuelta y media mi entusiasta aprecio por “Jonathan Strange y el Señor Norrell” de Susanna Clarke. Un interesante baño de humildad, uno puede opinar que determinado libro es una obra maestra pero siempre habrá alguien que te recuerde que para él es un coñazo insufrible.
Afortunadamente poseo un ego a prueba de bomba y no me dejo arredrar por las críticas ajenas así como así. Después de una breve reflexión, meneé la cabeza y suspire. “Jonathan Strange y el Señor Norrell” es una obra maestra, pese a quien pese, lo que no significa que tenga que gustarle a todo el mundo. A fin de cuentas, Tolkien detestaba a Shakespeare….
Reconozco que cuando leí la magna obra de Clarke si hubo una cosa que me preocupó un tanto. Un libro tan desmesurado, enorme y complejo ¿podría ser un brote único? ¿No se habría desfondado la autora para el esto de su carrera? ¿El listón no estaba puesto demasiado alto?
Los mismos pensamientos me asaltaron cuando empecé la lectura de “Las damas de Grace Adieu”, la siguiente obra de la británica en llegar al mercado español. Bien, después de una lectura frenética pude respirar con alivio. Clarke era, al menos, tan buena cuentista como novelista y la llama que había abrasado su gran novela ardía con igual fuerza en sus cuentos.
Cuentos, eso sí, ambientados en el mismo universo de su opus magna y que incluso cuentan con alguna aparición de viejos conocidos como el Duque de Wellington, el Rey Cuervo o Jonathan Strange. Estamos pues, una vez más, ante ese cruce espureo entre Jane Austen y Neil Gaiman que ha hecho las delicias de muchos, ese hibrido fascinante entre la tierra de las hadas y la Inglaterra de principios del XIX. Y, como no, Clarke consigue que un artefacto tan insospechado funcione con la gracilidad de una bailarina de ballet.
Relatos como el que da título al libro, “La señora Mabb”, “El señor Simonelli o el viudo duende” o “Tom Brigtwind o cómo se construyó el puente mágico de Thoresby” poseen las mismas virtudes que su hermana mayor “Jonathan Strange y el Señor Norrell”, e, incluso, acaban siendo más asequibles y agradables al no poseer una presencia tan abrumadora.
Eso sí, Clarke introduce un nuevo registro en su obra, me refiero a narraciones escritas al estilo de los cuentos de hadas tradicionales, donde los puntos de referencia no serían tanto Jean Austen como los hermanos Grimm, el folklore y la antropología más que la historia decimonónica inglesa. En este apartado se situarían historias como “En el monte Lickerish”, “El Duque de Wellington extravía el caballo”, “Antickets y Frets” y “John Uskglass y el carbonero de Cumbria”. Y aunque están bien escritas y no dejan de tener su encanto, en mi modesta opinión se encuentran un tanto lejos de los logros de sus otros cuentos. Resultan interesantes pero no deslumbrantes, agradables pero no apasionantes, un camino no tan fructífero como el del resto de su obra.
A pesar de su variedad, hay que reconocer que estos cuentos reúnen una serie de ideas comunes. Por una parte son muy femeninos e, incluso, feministas (especialmente “Las damas de Grace Adieu”). Historias en que las mujeres son las protagonistas (a veces las únicas protagonistas) y en las que estas se demuestran superiores a los hombres (en una sociedad tan machista como la del XIX) son habituales en este volumen. En cierta forma, una especie de compensación a la muy masculina “Jonatahn Strange y el Señor Norrell”, donde las mujeres parecen ocupar el papel de víctimas a salvar y poco más. Algo que en su momento me llamó la atención teniendo en cuenta el sexo de la autora y la larga tradición de brujería femenina que hay en la literatura fantástica.
Ahora las heroínas pueden ser tan astutas o más que los hombres y las brujas tan terribles y crueles como el mismo Rey Cuervo, un cambio de lo más refrescante y agradable.
Por último hay una cuestión en la que creo que Clarke es una auténtica maestra: las transiciones desde la amable cotidianedad a la crueldad más absoluta. Empezamos a leer uno de sus relatos y la ambientación agradable, casi bucólica, y deliciosamente inglesa impregna la obra, luego, poco a poco, las cosas van cambiando, de forma imperceptible, y, cuando nos queremos dar cuenta, el salvajismo y el dolor hacen acto de presencia con una fuerza demoledora. Es en ese contraste entre ambos mundos, la civilización y la barbarie, la Inglaterra de la época napoleónica y el país de las hadas, la ciencia y la magia, donde la escritura de Clarke posee más fuerza, donde se demuestra todo su poder y efectividad a la hora de demostrarnos las dos caras de la misma moneda: el hombre y el duende.
De todos los cuentos hay unos pocos que merecen algo más de detalle. “Las damas de Grace Adieu” es el que me ha resultado más redondo y disfrutable. No sólo por su sutileza, buen hacer y terrible mensaje feminista si no por qué, al final, el mismísimo Jonathan Strange se encuentra con unas oponentes ante las que es mejor retirarse.
“La señora Mabb” posee una imaginación digan de Carroll y una mala leche inceible y deja muy claro aquello de que en el amor y la guerra todo está permitido.
“El señor Simonelli o el viudo duende” me ha recordado mucho a “Cumbres borrascosas” de Bronte, por ambientación y por el carácter demoníaco del duende protagonista tan parecido al Heatcliffe de los páramos de Yorkshire. Es, probablemente, la obra más romántica de Clarke en el sentido literario de la palabra.
Por último, no puedo dejar de mencionar “Tom Brigtwind o cómo se construyó el puente mágico de Thoresby”, una auténtica joya humorística y de una fantasía desatada exultante. El que más me ha recordado a su famosa novela.
Se me ocurre un único pero a la deslumbrante magia de Susanna Clarke ¿hay vida más allá de Jonathan Strange? ¿Será capaz de crear una obra tan apasionante pero ambientada en otro universo, distinta, en suma?
El tiempo lo dirá, personalmente sé que voy a disfrutar intentado responder a esta pregunta con el próximo libro que aparezca en nuestro idioma.