Harold Bloom, el Canon Occidental y la Ciencia Ficción
Probablemente, Harold Bloom sea el crítico vivo más famoso del mundo. Profesor en Harvard, con una vasta obra tras de si y una dilatada carrera, sus libros se venden bastante bien y reciben la puntual atención de la mayoría de las publicaciones sobre literatura del mercado.
Lo peculiar de Bloom es que resulta alguien polémico, lo que, seguramente, llamará la atención a más de uno. Por sintetizar, Bloom es defensor de una concepción estética de la literatura. Para él, un libro bueno es un libro bello y punto final. Sus principales bestias negras son los marxistas, feministas, psicoanalistas, estructuralistas y demás fauna que defiende un libro por su contexto y su valor dentro de una cultura. Para explicarlo de una forma sencilla, para Bloom Virginia Woolf es una buena escritora por qué escribía bien, no por haberse convertido en una abanderada del feminismo. Huelga decir que lo políticamente correcto no entra dentro del marco de sus habilidades e intereses. Como decía, esto le convierte en alguien polémico pero, también, tremendamente divertido. Juega un poco el papel del niño que grita “el emperador está desnudo”, y también el de alguien que sabe que su época pasó y que sus teorías serán abandonadas cuando mueran los últimos dinosaurios que el mismo representa.
Para Bloom, la cúspide en toda la historia de la literatura es Shakespeare, y, partir de ahí, hay que medir a los demás. Si bien reconoce a otros autores como casi iguales al dramaturgo inglés, caso de Dante, Cervantes o los autores de la Biblia.
Y alguien dirá ¿y esto a que viene? Viene a que hace poco he leído uno de los libros de Bloom, quizá el más famoso, obviamente, me estoy refiriendo a “El canon occidental”. No es un libro fácil, Bloom odia lo fácil, pero si muy divertido e interesante y que me ha sorprendido en más de una ocasión.
Vamos a ver, cuando se habla de los críticos académicos automáticamente los aficionados al fantástico sacan la ristra de ajos, tocan madera y demás. No es para menos, aquí en España hasta hace bien poco cualquier cosa que no fuese realismo de un tipo u otro era perseguido como si se tratase de la peste. Personalmente, en mi ingenuidad, siempre opine que un crítico académico debía de ser alguien muy leído y con pocos prejuicios. Como decía, era una ingenuidad, hasta que leí a Bloom y me encontré con ese tipo de especialista.
En “El canon occidental”, Bloom intenta decirnos quienes son los mejores escritores de la historia, ahí es nada. Parece complejo pero, en el fondo, el de Harvard está jugando a una de las cosas que más nos mola a los aficionados a la cf: la consabida lista de los mejores libros, autores, etc, etc. Así que, bien mirado, no es tan complicado. Lógicamente, la lista inicial de Bloom no se acercará a los gustos de la mayoría de los lectores de género, entre otras cosas por qué habla de autores clásicos, o sea, viejos. Sin embargo abundan los autores de tipo fantástico, está Dante y su “Divina Comedia”, Milton y su “Paraíso Perdido”, el “Fausto” de Goethe, “Peer Gynt” de Ibsen, “Orlando” de Woolf, Kafka, Borges. Junto a otros como Dickens o George Eliot citados por obras realistas pero que también tocaron el fantástico.
Posteriormente aparece una larga lista de autores y obras sólo citadas no analizadas. Y aquí es donde uno si se sorprende de verdad. Si nos centramos únicamente en los dos últimos siglos nos podemos llevar más de un sobresalto. En el XIX aparecen Gerard de Nerval con “Silvia” y “Aurelia”, “La piel de zapa” de Balzac, los cuentos de Maupassant, “Los recuerdos privados y confesiones de un pecador justificado” de Hogg, “Melmoth el errabundo” de Maturin, “Frankenstein” de Shelley, de Dickens “El cuento de Navidad”, todo Lewis Carroll, “Erewhon” de Butler, “Las piedra lunar”, “Sin nombre” y “La dama de blanco” de Wilkie Collins, “El retrato de Dorian Gray” de Wilde, “Lilith” de McDonald, “El Doctor Jekyll y Mr. Hyde” de Stevenson, “El bosque del fin del mundo” de Morris, “Drácula” de Stoker, los cuentos de los Hermanos Grimm, “La araña negra” de Gothelf, los cuentos de Hoffmann junto a “Los elixires del diablo”, los cuentos de Gogol, los cuentos de Hawthorne, todo Poe (aunque luego critique ácidamente su estilo), la obra breve de Bierce, y “El forastero misteriosos” de Twain.
Como se puede observar, Bloom es un buen aficionado al cuento de miedo decimonónico y la novela gótica, de hecho en uno de los párrafos del libro reconoce su fascinación enfermiza por la figura de Drácula.
En el siglo XX las cosas son aún mejores: de Calvino “Las ciudades invisibles” y “El barón rampante”, de nuestro Joan Perucho “La historia natural”, (¡¡) y teniendo en cuenta que sólo menciona a un par de novelistas más españoles, creo que la cosa es significativa; de Anatole France “La isla de los pingüinos”, de Daumal “La montaña análoga”, de George Bernard Shaw “Vuelta a Matusalén”, los cuentos de Kipling junto a “Puck, de la colina Pook”, los cuentos de Saki, las novelas de ciencia ficción de H. G. Wells (textual, con un par…), “Un viaje a Arturo” de Lindsay, “Un mundo feliz” de Huxley, “El tercer policía” de O’Brien, “1984” de Orwell, todo Kafka, “Orlando” de Woolf, “El juego de los abalorios” de Hesse, “El maestro y Margarita” de Bulgakov , “Los siete cuentos góticos” de Dinensen, “La guerra de las salamandras” y “R.U.R.” de Çapek, “Ferdydurke” de Gombrowicz, “La investigación” y “Solaris” de Lem (nada menos), “El Aleph” y “Ficciones” de Borges, los relatos de Cortazar, “Cien años de soledad” de García Márquez, “Los hijos de la medianoche” de Rushdie, “El bebedor de vino de palma” de Tutuola, los cuentos de Wharton, “Noches de la antigüedad” de Mailer, todo Pynchon, y “Las brujas de Eastwick” de Updike (la única obra suya que recomienda). Por supuesto, hay otro buen puñado de autores con obra fantástica (como Lessing, Atwood, McCarthy, Oates, Burguess o Roth) de los que únicamente menciona libros realistas.
Desde luego es una lista impactante, con un montón de magníficos libros y donde habría que destacar la inclusión de autores menos “canónicos” (valga la contradicción) como Lindsay, Lem o Çapek, reivindicados desde la ciencia ficción pero también desde cierto mundo académico. Ahora bien, donde Bloom tocó mi corazoncito de friki fue al mencionar a los siguientes autores y libros: “En alas de al canción” de Thomas M. Disch”, “Cuna de gato” de Kurt Vonnegut Jr., “Riddell Walker” de Russell Hoban, “La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K. Leguin, “Pequeño grande”, “Aegypto”, “Amor y sueño” de John Crowley, y la Trilogía de Gormenghast de Mervyn Peake.
Vale, no está Ballard, ni Tolkien, ni Aldiss, ni Silverberg pero no está nada mal. Para mí quisiera reconocimientos como estos en otros ámbitos y lugares más cercanos.
Sinceramente, Bloom parece ser alguien al que le gusta la ciencia ficción. Aunque en el libro la menciona apenas un par de veces (aunque en una de esas ocasiones la define como “la literatura de los extraño”, definición igual de buena o mala que otras muchas que pululan por ahí), vista la lista y algún que otro detalle, insisto en que da la sensación de que le despierta respeto e interés. Más aún si tenemos en cuenta que la otra gran literatura de género del siglo XX y mucho más reconocida , la novela negra y/o policiaca, brilla totalmente por su ausencia.
Como decía, y por terminar, un crítico debe ser un lector inteligente, con amplitud de miras y sin prejuicios, vista esta lista Bloom lo es de sobra.
Lo peculiar de Bloom es que resulta alguien polémico, lo que, seguramente, llamará la atención a más de uno. Por sintetizar, Bloom es defensor de una concepción estética de la literatura. Para él, un libro bueno es un libro bello y punto final. Sus principales bestias negras son los marxistas, feministas, psicoanalistas, estructuralistas y demás fauna que defiende un libro por su contexto y su valor dentro de una cultura. Para explicarlo de una forma sencilla, para Bloom Virginia Woolf es una buena escritora por qué escribía bien, no por haberse convertido en una abanderada del feminismo. Huelga decir que lo políticamente correcto no entra dentro del marco de sus habilidades e intereses. Como decía, esto le convierte en alguien polémico pero, también, tremendamente divertido. Juega un poco el papel del niño que grita “el emperador está desnudo”, y también el de alguien que sabe que su época pasó y que sus teorías serán abandonadas cuando mueran los últimos dinosaurios que el mismo representa.
Para Bloom, la cúspide en toda la historia de la literatura es Shakespeare, y, partir de ahí, hay que medir a los demás. Si bien reconoce a otros autores como casi iguales al dramaturgo inglés, caso de Dante, Cervantes o los autores de la Biblia.
Y alguien dirá ¿y esto a que viene? Viene a que hace poco he leído uno de los libros de Bloom, quizá el más famoso, obviamente, me estoy refiriendo a “El canon occidental”. No es un libro fácil, Bloom odia lo fácil, pero si muy divertido e interesante y que me ha sorprendido en más de una ocasión.
Vamos a ver, cuando se habla de los críticos académicos automáticamente los aficionados al fantástico sacan la ristra de ajos, tocan madera y demás. No es para menos, aquí en España hasta hace bien poco cualquier cosa que no fuese realismo de un tipo u otro era perseguido como si se tratase de la peste. Personalmente, en mi ingenuidad, siempre opine que un crítico académico debía de ser alguien muy leído y con pocos prejuicios. Como decía, era una ingenuidad, hasta que leí a Bloom y me encontré con ese tipo de especialista.
En “El canon occidental”, Bloom intenta decirnos quienes son los mejores escritores de la historia, ahí es nada. Parece complejo pero, en el fondo, el de Harvard está jugando a una de las cosas que más nos mola a los aficionados a la cf: la consabida lista de los mejores libros, autores, etc, etc. Así que, bien mirado, no es tan complicado. Lógicamente, la lista inicial de Bloom no se acercará a los gustos de la mayoría de los lectores de género, entre otras cosas por qué habla de autores clásicos, o sea, viejos. Sin embargo abundan los autores de tipo fantástico, está Dante y su “Divina Comedia”, Milton y su “Paraíso Perdido”, el “Fausto” de Goethe, “Peer Gynt” de Ibsen, “Orlando” de Woolf, Kafka, Borges. Junto a otros como Dickens o George Eliot citados por obras realistas pero que también tocaron el fantástico.
Posteriormente aparece una larga lista de autores y obras sólo citadas no analizadas. Y aquí es donde uno si se sorprende de verdad. Si nos centramos únicamente en los dos últimos siglos nos podemos llevar más de un sobresalto. En el XIX aparecen Gerard de Nerval con “Silvia” y “Aurelia”, “La piel de zapa” de Balzac, los cuentos de Maupassant, “Los recuerdos privados y confesiones de un pecador justificado” de Hogg, “Melmoth el errabundo” de Maturin, “Frankenstein” de Shelley, de Dickens “El cuento de Navidad”, todo Lewis Carroll, “Erewhon” de Butler, “Las piedra lunar”, “Sin nombre” y “La dama de blanco” de Wilkie Collins, “El retrato de Dorian Gray” de Wilde, “Lilith” de McDonald, “El Doctor Jekyll y Mr. Hyde” de Stevenson, “El bosque del fin del mundo” de Morris, “Drácula” de Stoker, los cuentos de los Hermanos Grimm, “La araña negra” de Gothelf, los cuentos de Hoffmann junto a “Los elixires del diablo”, los cuentos de Gogol, los cuentos de Hawthorne, todo Poe (aunque luego critique ácidamente su estilo), la obra breve de Bierce, y “El forastero misteriosos” de Twain.
Como se puede observar, Bloom es un buen aficionado al cuento de miedo decimonónico y la novela gótica, de hecho en uno de los párrafos del libro reconoce su fascinación enfermiza por la figura de Drácula.
En el siglo XX las cosas son aún mejores: de Calvino “Las ciudades invisibles” y “El barón rampante”, de nuestro Joan Perucho “La historia natural”, (¡¡) y teniendo en cuenta que sólo menciona a un par de novelistas más españoles, creo que la cosa es significativa; de Anatole France “La isla de los pingüinos”, de Daumal “La montaña análoga”, de George Bernard Shaw “Vuelta a Matusalén”, los cuentos de Kipling junto a “Puck, de la colina Pook”, los cuentos de Saki, las novelas de ciencia ficción de H. G. Wells (textual, con un par…), “Un viaje a Arturo” de Lindsay, “Un mundo feliz” de Huxley, “El tercer policía” de O’Brien, “1984” de Orwell, todo Kafka, “Orlando” de Woolf, “El juego de los abalorios” de Hesse, “El maestro y Margarita” de Bulgakov , “Los siete cuentos góticos” de Dinensen, “La guerra de las salamandras” y “R.U.R.” de Çapek, “Ferdydurke” de Gombrowicz, “La investigación” y “Solaris” de Lem (nada menos), “El Aleph” y “Ficciones” de Borges, los relatos de Cortazar, “Cien años de soledad” de García Márquez, “Los hijos de la medianoche” de Rushdie, “El bebedor de vino de palma” de Tutuola, los cuentos de Wharton, “Noches de la antigüedad” de Mailer, todo Pynchon, y “Las brujas de Eastwick” de Updike (la única obra suya que recomienda). Por supuesto, hay otro buen puñado de autores con obra fantástica (como Lessing, Atwood, McCarthy, Oates, Burguess o Roth) de los que únicamente menciona libros realistas.
Desde luego es una lista impactante, con un montón de magníficos libros y donde habría que destacar la inclusión de autores menos “canónicos” (valga la contradicción) como Lindsay, Lem o Çapek, reivindicados desde la ciencia ficción pero también desde cierto mundo académico. Ahora bien, donde Bloom tocó mi corazoncito de friki fue al mencionar a los siguientes autores y libros: “En alas de al canción” de Thomas M. Disch”, “Cuna de gato” de Kurt Vonnegut Jr., “Riddell Walker” de Russell Hoban, “La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K. Leguin, “Pequeño grande”, “Aegypto”, “Amor y sueño” de John Crowley, y la Trilogía de Gormenghast de Mervyn Peake.
Vale, no está Ballard, ni Tolkien, ni Aldiss, ni Silverberg pero no está nada mal. Para mí quisiera reconocimientos como estos en otros ámbitos y lugares más cercanos.
Sinceramente, Bloom parece ser alguien al que le gusta la ciencia ficción. Aunque en el libro la menciona apenas un par de veces (aunque en una de esas ocasiones la define como “la literatura de los extraño”, definición igual de buena o mala que otras muchas que pululan por ahí), vista la lista y algún que otro detalle, insisto en que da la sensación de que le despierta respeto e interés. Más aún si tenemos en cuenta que la otra gran literatura de género del siglo XX y mucho más reconocida , la novela negra y/o policiaca, brilla totalmente por su ausencia.
Como decía, y por terminar, un crítico debe ser un lector inteligente, con amplitud de miras y sin prejuicios, vista esta lista Bloom lo es de sobra.
26 Comments:
Para explicarlo de una forma sencilla, para Bloom Virginia Woolf es una buena escritora por qué escribía bien, no por haberse convertido en una abanderada del feminismo
Amén a esa forma de pensar. A mi Bloom me ganó hace unos veranos cuando disfruté como un niño de su antología "Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades". Una selección genial que todo el mundo debería leer.
Para montar su canon creo recordar que contó con una serie de colaboradores que le ayudaron con aquellas literaturas más desconocidas para él. Eso sí, bien que podría haber incluido algún escritor de novela negra como Chandler. Hace poco en clase de inglés estuvimos leyendo algunos fragmentos de sus novelas de Philip Marlowe ("The High Window" y "The Little Sister") y alucinamos con su manera de describir.
Es cierto que comentar en algunos "ámbitos" que te gusta la CF -o la fantasía o la literatura de lo praeternatural, como diría Lovecraft :)- resulta la manera más rápida de que te tomen por "raro" y comiencen a separarse de ti, más o menos disimuladamente, no vaya a ser que se trate de algo contagioso :).
De ahí que leer, en autores como Bloom, un elogio de las obras que te gustan sea tan gratificante.
Sin embargo y al hilo de lo que se comentó en la entrada sobre la muerte de Disch, no estoy yo muy seguro de que la mayoría de los que se mueven por los círculos del "fandom" consideren que gran parte de los autores que Bloom menciona forme parte de la CF o que aquéllos sean equiparables a otros "más de la casa".
Un saludo, DePeixes.
Le Guin, Lem, Hoban, Disch han sido publicados por editoriales de género aquí en España, otra cosa es que para algunos se les considere difíciles, cosa con la que no estoy de acuerdo. Bloom tiene otro libro iunteresante: "Cómo leer y por qué" que también está muy bien, en él hay un párrafo que pone de vuelta y media al cyberpunk, lo que no deja de tener su aquel si tenemos en cuenta su rechazo canónico a la novela negra, algo en que, estoy de acuerdo co Nacho, probablemente es un error.
No nos dejes así. "Postea" lo que escribió sobre el cyberpunk, que mola saber qué piensa sobre (supongo) Gibson. Un escritor que levanta pasiones tanto a favor como en contra.
Por cierto, triste que su última novela, "Spook County" siga inédita en español. ¿Otra víctima de la bestsellerización de Minotauro?
Celebro su gusto literario.
A propósito de uno de los libros incluidos en el canon, "La isla de los pingüinos" de Anatole France, la despiadada caracterización que hace de los críticos literarios: feos, encorvados y ¡ciegos!, perciben las obras que critican a través de sus grandes narices. Una obra divertidísima que recomiento a todo aquel que no la haya leído.
De todos modos, lo mejor de un canon es, precisamente, ir a contracanon. Siempre es mucho más divertida la heterodoxia, ¿verdad?
Pues no menciona a Gibson para nada, es sólo un pequeño párrafo en el que indica que el cyberpunk y similares no es el futuro idóneo para la novela. De todas formas escribiré una entrada al respecto en breve.
En cuanto a lo de ir en plan contracanon, opino que leer es un placer así que cada uno debe saber donde buscar su propio placer, y, obviamente, a contracorriente es una de las formas posibles.
Tengo El canon occidental en lista de espera desde hace tiempo. Será motivo para adelantarlo unos lugares.
No, si no se trata de ir contracanon porque sí. La elaboración de un canon me parece una un esfuerzo de sistematización digno de mejor causa pero, por la abundancia de material y la ambición generalista de la selección - y confieso que no lo he leído, por lo que ésta es una opinión basada en "fuentes secundarias" - el resultado no puede ser más que insatisfactorio para el lector curioso. Sin embargo, un canon también es una regla, un modelo, una medida. Y encontrar y leer a autores como Chandler cuya obra, pese a estar ausente del canon, posee una calidad comparable a cualquier otra reconocida en el mismo, puede ser un auténtico regalo para el lector. Y lo mismo puede decirse de Silverberg, cuya obra me ha proporcionado grandes satisfacciones.
Por otra parte, la propia idea de elaborar un canon me parece hasta cierto punto perversa. Uno espera de una autoridad intelectual que le descubra lo extraño, no que le señale lo obvio. Hacer una lista con libros definitivamente clásicos - en el sentido académico de la palabra - por mucha concesión que se haga a cierta literatura de género más digerible por la élite intelectual, denota un cierto inmovilismo cultural; me recuerda, en cierto modo, al librito aquel que estudiaban los alumnos del colegio de "El club de los poetas muertos".
Pero bueno, todo esto no quiere decir gran cosa, ¿verdad? A fin de cuentas, como dice Iván, la lectura es un placer, casi un vicio, con canon o sin canon, que cada uno ha de buscar a su manera.
... La verdad, no sé si se me ha entendido algo.
Un saludo.
El caso es que para poder defender el contracanon primero debe de existir el canon propiamente dicho, así que aunque uno no este de acuerdo con Bloom hay que reconocerle que sin él y su esfuerzo sería imposible tomar esa postura a contracorriente.
Desde luego elaborar un canon debe de ser tremendo pero, como para todo, hay truco. El canon ya está hecho desde hace siglos, decir que Dante, Cervantes y Shakespeare son grandes autores no es algo precisamente difícil. Bloom, a pesar de todo, reconoce la dificultad del empeño en dos cuestiones, primero en la abrumadora oferta literaria del siglo XX (aunque es un tanto desdeñoso sobre los supuestos logros de los libros que se están escribiendo ahora), y segundo en la imposibilidad de hacer un canon mundial dado lo difícil que es comparar determinadas tradiciones culturales, de ahí el apellido de occidental a su libro, adios a la literatura china, arabe o japonesa.
Con todo, queda claro que el libro de Bloom tiene un significado diferente aquí que en sus EEUU natales. En España la tradición académica todavía es procanon, de ahí que la postura anticanon suene aún a una cierta provocación. Hoy en día nadie osa decir que Cervantes, Quevedo, Góngora y demás no son lo mejor de lo mejor.
Sin embargo, en EEUU la cosa, según Bloom, es diferente, en las universidades se está emopezando a marginar el estudio de los autors clásicos como Shakespeare o incluso Hemingway a favor de otros autores cuyos valores literarios no sean tanto la belleza estética como la crítica social. Se abandona la forma por el contenido. De ahí la defensa cerrada de Bloom a la existencia de un canon basado en la belleza y al margen de cualquier consideración de índole social.
En cuanto al caso Gibson, sólo es una muestra más de como Minotauro se está convirtiendo en otra cosa muy difetrente a lo que era. Algo que llevo denunciando en este blog desde hace tiempo. Otro ejemplo es Ballard, el autor de Minotauro por excelencia y cuyos últimos libros salen en otros sellos, su autobigrafía, por ejemplo, en Mondadori. Eso sí, a cambio se puede leeer a Sahun Hutson. Dios, que pena.
A mí esa visión de las cosas - belleza contra contenido, estética contra ética - me parece extremadamente reduccionista. Quizás sea eso lo que más rechazo me produce de la figura - insisto en que mis fuentes sobre ella son secundarias, y por lo tanto peligrosamente erráticas - y la obra, esta obra en concreto, de Bloom. Para mí, la literatura, como cualquier otro arte, es una experiencia total que se produce en unas coordinadas espacio temporales concretas; intentar separar radicalmente dentro de una obra literaria significado y significante y aislarla de las inquietudes históricas, políticas y sociológicas de su tiempo me parece no sólo un error sino también una iniquidad. Quizás sea especialmente sintomática la ausencia en el canon de la novela negra americana, un género de gran importancia e influencia en la narrativa contemporánea.
Por otra parte, no sé si estarás de acuerdo conmigo, me da la impresión de que Bloom cae en esa tentación tan americana del - por expresarlo con un neologismo, a falta de una expresión mejor - guruísmo: la tendencia a elevarse como linterna intelectual aun a costa de la mesura y la honestidad académica. Quizás por eso hay tantos libros en las listas de venta americanas de no ficción cuyo título y contenido llaman tanto la atención por su atrevido revisionismo radical de la historia de la literatura, el análisis político o social y hasta la sexualidad. No sé, da la impresión de que en el mundo académico norteamericano hay un cierto horror a la modestia, por decirlo de algún modo.
Pero bueno, ya te digo que mi opinión es totalmente "profana" y seguramente prejuiciosa. Desde luego, hay que reconocerle al menos el esfuerzo de haber hecho una labor de sistematización más o menos exhaustiva, pese a sus omisiones.
Un saludo.
Creo que, si debemos juzgar a Bloom, no podemos hacerlo por el contenido concreto de "su canon" sino por el hecho mismo de elaborarlo. Lo importante en la selección, por parte de Bloom, de un "canon occidental" no es que una o unas obras determinadas figuren en la relación frente a otra u otras que se excluyen. Lo fundamental -pienso yo- es que el autor pretende, desde el principio, contraponer el legítimo derecho que todos tenemos de dar nuestra opinión sobre algo (en este caso la Literatura) a que todas las opiniones tengan el mismo valor, independientemente de la "base argumental" que las sustente.
Cuando Bloom rechaza las afirmaciones de la crítica marxista, feminista, de emancipación racial, etc..., no está sosteniendo que una obra que pretenda la defensa de tales valores o la repulsa del actual sistema no pueda considerarse una "obra canónica". Sólo subraya que, para ello, necesita alcanzar la "calidad literaria", esto es, ser una "obra de arte" en sí misma considerada, independientemente del "contexto" en que la obra se encuentre, el cual -no podía ser de otro modo- siempre es importante para apreciarla y comprenderla en toda su dimensión.
Para poner un ejemplo entre muchos: uno no tiene porque estar de acuerdo con el ideario político que transmite "El acorazado Potemkin", pero no puede negar que es una obra maestra cinematográfica en sí misma. Ya le caiga a uno la lagrimita cuando al final de la película aparece el cartel de "Hermanos", ya lo considere un panfleto totalitario, nadie puede argumentar ningún reparo lo suficientemente importante a cómo Einsenstein "construye" la película y a su resultado final.
Del mismo modo, Bloom nos dice que, si afirmamos que la obra "x" entra dentro de la relación de obras literarias que debemos conservar para las generaciones futuras -eso es una obra canónica-, debemos hacerlo con argumentos estrictamente literarios. Siguiendo el ejemplo anterior, "El acorazado Potemkim" ha de pasar a la posteridad no porque defienda el derecho de los oprimidos a rebelarse contra el opresor sino porque, para contarnos esto, Einsenstein "crea" el lenguaje cinematográfico de tal modo que la visión de un pedazo de carne lleno de gusanos combinada con la de la marinería y de la oficialidad o bien el descenso de botas y bayonetas por una escalinata, sin que nosotros lo pretendamos, nos conmueven, horrorizan o encolerizan.
Un saludo, DePeixes.
Creo que De Peixes ha resumido a la perfección mis ideas, así que poco más tengo que añadir.
...En una ciudad tan populosa y cosmopolita como Barcelona en cualquier lugar hay broncas, en cualquier momento se comenten asaltos o te topas con borrachos al volante. Y la noche es otro país con otro idioma, donde predomina la palabra gruesa, el gesto seco y donde campan a sus anchas los pirados que se dedican a incendiar coches y contenedores para divertirse. A esas horas el peligro y la violencia aumentan exponencialmente, sobre todo en el centro. Por algo Las Ramblas se encuentra en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo...
...Otra cosa era el resto de la Plaza y sus aledaños, donde se movía otro tipo de ambiente. Un batiburrillo de gente de la más baja extracción se daba cita también allí. Los bancos públicos y los suelos estaban ocupados por una variopinta hueste antisocial: gente sin patria ni techo, pedigüeños, camellos, borrachos, drogadictos, liendrosos, feos y los más guarros de Barcelona y otras ciudades europeas se congregaban cada noche entorno al sembrado de terrazas más caras de la Barcelona cosmopolita, una milicia que había renunciado al amansamiento impuesto por el sistema y había asumido el extremismo social como forma de vida...
Extractado de SIEMPRE QUISE BAILAR COMO EL NEGRO DE BONEY M.
http://minovelanegra.blogspot.com/
Al que, según mi criterio que puede estar errado, creo que no le gusta la novela negra es a Bloom no a mí así que tampoco hay que hacer un panegírico sobre ese género, así, de repente :)
El mayor defecto de Bloom es pasarse dos siglos de teoría literaria por los mismísimos. Su mayor virtud, señalar que en la mayor potencia del mundo existe un analfabetismo real de quien nadie quiere ocuparse. Desde luego, "qué buen vasallo de tener buen señor", es decir, qué buen crítico de tener dos dedos de frente.
El hecho de que sus obras sean best-sellers yanquis ya es preocupante. Es el síndrome "American Beauty". Al estadounidense medio le gusta que le señalen sus defectos, pero se echa a temblar en cuanto asome cualquier teoría que huela a izquierda. Ignorar el feminismo de la Woolf es un poco como decir que para los formalistas no existió la Revolución Rusa. Y crear un cánon es una forma de nazismo literario de lo más extendida.
¿No estamos siendo un poco categóricos?
Un saludo, DePeixes.
Acusar a un judío de nazismo no deja de tener su gracia. Bromas aparte, no me siento cualificado para iniciar una sesuda discusión sobre la cualificación de Bloom como crítico literario. Servidor estudio historia y la afición a la literautra no significa que sea un experto en el tema. Creo que sé algunas cosillas sobre fantástico y aquí las lanzo pero poco más.
Esta entrada la hice por que me pareció positivo que Bloom colocase un puñado de buenos libros de cf en su canon. No tenía mayor ambición.
El ejemplo que puse sobre Virginia Woolf es mío, no de Bloom, pero creo que explica perfectametne su punto de vista. Bloom no dice que Woolf no sea feminista (que lo es) si no que afirma que esto no es pertinente, que si leemos a Woolf cuando muchas de sus ideas están aceptadas y/o superadas, no es por cuestiones ideológicas si no de placer estético.
No sé si Bloom se carga dos siglos de tradición de crítica literariera. Si lo hace no me parece tan mal, a fin de cuentas la crítica, como la historia, y de eso si sé un poco, no deja de ser una interpretación y, por tanto, sujeta a debate y revisión. No hay verdades absolutas y la tradición no es un argumento de autoridad.
Por llevar el agua a mi molino, en historia es posible un análisis marxista, es una escuela de pensamiento de larga tradicción (dese que Marx empezó a escribir, que el hombre le dedicó tiempo a la historia) y, sin embargo, es posible cargarse esa tradición sin mayores problemas si uno prefiere un enfoque diferente o distinto. Las interpretacione sobre la Revolución Francesa pueden ser radicalmente diferentes según quienlas escriba, un marxista o un historiador conservador.
Creo que Bloom, simplemente, defiende una visión esteticista de la literatura frente a otras visiones marxistas, feministas y demás. Es posible que sus ideas no estén de moda pero las modas dan muchas vueltas y nunca se sabe cuando va a haber un revivial. Quizá en 20 años el marxismo esté de capa caída (algo mal anda desde la caída de la URSS) y se imponga de nuevo el arte por el arte.
En cuanto al nazismo y el canon. Creo que ya he hablado del tema en otros mensajes, pero simplemente voy a poner un ejmplo ¿añadir en nuestro blog una lista de nuestras novelas preferidas, nuestro canon personal, es nazismo?
Eso te pasa por escribir entradas sobre temas con tanta miga ;-)
Creo que comprendo lo que Charlotte quiere decir, y no creo que el término nazi deba ser entendido de forma literal.
El diccionario, en su octava acepción, define canon como el catálogo de los libros tenidos por la Iglesia católica u otra confesión religiosa como auténticamente sagrados. Como contraposición al Canon, se establece también un Index, con los libros prohibidos. Eso hace que, la propia idea de un canon lleve inplícita la existencia de un Index, acaso sólo por omisión.
Además, está esa sensación, a la que me he referido ya antes, de querer elevarse sobre el lector ordinario, el sólo es bueno lo que a mí me gusta... Aunque quiero pensar que en su criterio habrá ido más allá de su gusto personal.
Pero bueno, en cualquier caso, me sigue pareciendo que Bloom - del que ignoraba, por cierto, que fuese judío - es un fenómeno que no podría entenderse ni existir fuera de la sociedad estadounidendse.
Un saludo, y no te enfades, hombre :-)
Dios, vaya lapsus-linguae. Quería decir fascismo literario, no nazismo literario. Supongo que el subconsciente me ha traicionado, pero me he quedado de piedra al releer mi comentario. Cosas del directo :)
Una aclaración, al decir que se cargaba dos siglos de tradición de teoría literaria no me refería a que estuviera cargándosela en el sentido de hacer una revolución o ir contracorriente, sino a que dicha tradición no le interesaba y que tampoco la respetaba en demasía.
Por otro lado, como bien ha dicho Perenquén, el canon no es algo necesariamente negativo (todos establecemos (y nos establecen) hasta cierto punto nuestro propio canon). El problema estriba en la arrogancia de creerse con derecho de desarrollar uno universal, sobre todo cuando se han seguido unos criterios poco serios y, por decirlo de una manera suave, influidos política y geográficamente. La tendencia de los críticos estadounidenses hacia la estilística, en contraposición con una tradición europea tal vez más izquierdista y sociologista, se manifiesta a veces en la falta de flexibilidad y en la necesidad de buscar y establecer leyes y trascendentales para algo tan intangible como es la literatura.
Como curiosidad personal me llama la atención que Bloom se haya convertido en un best-seller para el lector medio, mientras que muchos críticos sean incapaces de tomárselo en serio :D
Detesto dejar los hilos sin respuesta pero por cuestiones personales y laborales he dejado el blog en stand by casi dos meses y este debate ha sido el principal perjudicado.
De todas formas estamos un poco estancados y más bien dando vueltas en círculo. Por un lado los que creemos que el canon es necesario y que Bloom es brillante, por otro los que detestan al canon y/o a Bloom. Pocos puntos en común hay en estas posturas encastillados todos en nuestras posiciones doctrinales e inamovibles.
[dedo en el ojo]Hombre, más doctrinal e inamovible que un canon...[/dedo en el ojo]
;-)
Ahora en serio, no te preocupes por la tardanza en responder, que no nos la tomamos a mal. Desde luego, el tema es interesante y da mucho juego. En mi caso, ocurre que considero necesario la elaboración de un canon para casos más concretos; por ejemplo, mi edición de las Rubaiyat, por ejemplo, puede considerarse "canónica" y por eso la compré. Para mí, ésa es la auténtica labor de la crítica literaria: la fijación de los textos, el compendio de obras definitivas de un autor o de una época. En realidad, con respecto a Bloom, mi rechazo procede más de sus presupuestos de partida que de la propia brillantez de su trabajo. Pero no me considero dogmático y defendería, aunque no me guste, el derecho de Bloom a elaborar su canon porque el material con el que trabaja, creo, es un bien común que le pertenece tanto a él como a cualquier otra persona.
Nada, más. Aprovecho para desearte unas felices fiestas.
Un abrazo.
Muy interesante el blog, me alegra haberme encontrado con él.
Me gustaría hacer algún comentario sobre Bloom: creo que no es antifeminista, sino que tiene la cabeza bastante abierta y no le gustan las interpretaciones que podemos hacer las feministas sin tener en cuenta la época y el contexto de un libro (no pienso que él reniegue de los contextos).
Por ejemplo, Bloom es un admirador confeso de Camille Paglia, quien escribe análisis muy controversiales (por ejemplo, ver "Sexual Personae, Arte y decadencia desde Nefettiti a Emily Dickinson"). Camille es criticada por las feministas, aunque no puedo entender por qué.
Supongo que Bloom también debe estar harto de lo políticamente correcto convertido casi en una dictadura,que a estas alturas hasta obliga. en la edición de Oxford, a sacar la palabra "nigger" de Huckleberry Finn por "ofensiva". ¿Cómo se decía en aquella época?, pregunto yo. ¿african american? Si seguimos estos pasos habría que cambiar toda la literatura mundial y la Biblia de la primera a la última página.
En este link:
http://leyendosinrigor.blogspot.com/search/label/Mark%20Twain
pueden encontrar un enlace con la opinión de Toni Morrison al respecto).
Saludos desde Montevideo,
Elsa
Sinceramente, creo que los libros que le gustan a este hombre tientan nada que ver con las obras que él considera buenas. Una cosa son sus gustos personales y otra su visión académica. Ambas residen en Bloom, sí, pero ese canon occidental no responde al arbitrario "me gusta", "no me gusta" que el lector habitual hace cuando lee un libro.
Sinceramente, creo que los libros que le gustan a este hombre no tienen nada que ver con las obras que él considera buenas. Una cosa son sus gustos personales y otra su visión académica. Ambas residen en Bloom, sí, pero ese canon occidental no responde al arbitrario "me gusta", "no me gusta" que el lector habitual hace cuando lee un libro.
¿Incluye a George Orwerll? No sé por qué, tenía entendido que a Bloom no le hacía mucha gracia 1984 ni las distopías en general. Pero me alegra que los incluya, sin duda.
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