"El Doctor Nikola" de Guy Boothby
Rastrear en las obras del XIX los antepasados de la CF canónica es uno de esos vicios ocultos que aquí me atrevo a mostrar. No puedo negar que, como casi todos los vicios, tiene un componente de pasión personal e intransferible, difícil de explicar a aquellos que no comparten esta nefanda afición, pero, como he descubierto después de muchos años en internet, uno, por raro y especialito que sea, no está nunca del todo sólo, y, por tanto, me animo a compartir uno de mis últimos descubrimientos, siempre es posible que esta información sea útil a alguien.
El caso es que esta vez he conseguido rastrear a uno de los padres del pulp, esa literatura bizarra y, en demasiadas ocasiones, de ínfima calidad, que hizo las delicias del público estadounidense en los años 20-30 del pasado siglo antes de que Campbell impusiera la cordura y crease una CF más seria, creíble y respetable, me temo que, en demasiadas ocasiones, igualmente aburrida. Y es que el pulp si algo era, era diversión, horrorosa a veces, infantil a menudo, risible en ocasiones pero, con la incredulidad más que suspendida, disuelta en ácido, diversión vitalista, exótica, colorida y sin complejos.
Como tantas cosas, el pulp no aparece de la nada, hunde sus raíces en la literatura popular realizada en E.E..U.U. y, especialmente, Inglaterra durante el XIX. Hoy en día la mayor parte de los lectores no conocen casi nada de ese fértil mundo, el paso del tiempo ha destruido (a veces de forma literal, casi siempre sumergiéndolo en las nieblas del olvido) la mayoría de estas obras. Y, muy posiblemente, para bien. Por cada Wilkie Collins, por cada Bram Stoker o Conan Doyle no me quiero ni imaginar la caterva de autores ilegibles de las que nos hemos librado. Bueno, si me los puedo imaginar, por ejemplo si alguien quiere saber lo espantoso que puede llegar a envejecer una de estas obras proto-pulp que le eche un vistazo a “El continente desaparecido” (1899) del estadounidense Cutcliffe Hyne, una de las primeras aproximaciones en clave de literatura popular al mito de la Atlántida. Eso sí, que luego no me venga llorando, yo ya he avisado…
Claro que, la siega del tiempo a veces puede ser un tanto injusta. Y ahí está el caso de Guy Boothby (1867-1905), del cual, y hasta donde sé, sólo ha sobrevivido en nuestra lengua este modesto volumen: ”El Doctor Nikola”. Boothby fue un australiano que probó fortuna en su ignoto país (a ojos del XIX) en diversos cometidos antes de triunfar modestamente en lo literario, primero en su remota isla-continente y más adelante en el propio Londres, cabeza del Imperio.
En sus últimos diez años de vida, publicó medio centenar de relatos y novelitas que le dieron una cierta notoriedad y donde, a juzgar por esta muestra, los tópicos posteriores del pulp aparecen totalmente desarrollados. “El Doctor Nikola”, publicada en 1895, presenta a su homónimo protagonista que habitaría muchas de las otras obras de Boothby y del que, sinceramente, no me importaría leer algo más.
A bote pronto Nikola es una especie de Holmes al que se le han acentuado sus rasgos más negativos. Inteligente, racional, rico y dueño de una moralidad, cuando menos, muy personal, la gran diferencia frente a su colega de Baker Street es que el no es un detective si no un científico, para el que la búsqueda del conocimiento es el motor de su vida y que no se detiene ante nada para conseguir sus objetivos.
En este sentido, Nikola, es lo mejor del libro, ya sea intencionadamente o por torpeza de su autor, que no sabía si convertirlo en un personaje “bueno” o “malo”, el caso es que su figura es bastante atractiva, su moralidad, repito, es tan personal como difícil de compartir para la mayoría de sus contemporáneos, sus conocimientos rozan lo esotérico, y sus dotes deductivas amen de su ingenio le colocan más cerca de un superhéroe de comic que de alguien de carne y hueso. Nikola en ese sentido me recuerda un tanto a la Sombra, uno de los grandes mitos del pulp, y un mucho al prototipo del científico loco que luego popularizaría ese mismo pulp y la propia CF hasta, prácticamente, nuestros días (véase si no esos protagonistas tan del gusto de Crichton que dan unos pasitos allí “donde es mejor que los hombres no vayan” y que luego bien que lo pagan). Tiene el atractivo oscuro del que carecen la mayor parte de los roles positivos y que hace que, en tantas ocasiones, nos gusten más los “malos” que los muy sosos y planos “buenos”. Sólo que aquí Nikola juega en el bando positivo y, al final, se sale con la suya. Un guiño desde luego muy reconfortante.
Dicho esto, no nos llamemos a engaño, “El Doctor Nikola” no soporta una lectura seria y, literariamente, es un artefacto pueril y absurdo: su protagonista principal, Wilfrido Bruce, que narra la historia en primera persona, es el típico musculitos sin cerebro absolutamente anodino y plano cual tabla de planchar, la historia de amor que aparece, de repente, en medio de la novela lo hace de una forma tan forzada que, durante un rato no daba crédito a lo que estaba leyendo, el racismo inherente a la época es escandaloso (chinos malos, malísimos dignos antepasados de Fu Man Chu, Sax Rohmer tuvo que ser un lector seguro de Boothby), y las inconsistencias de la trama de juzgado de guardia.
Pero, repito, Nikola es todo un hallazgo, y la ambientación china resulta muy divertida (aunque Boothby se lía un poco con las geografía, recomiendo no leer el libro con un mapa cerca, la cara de asombro pude impedir continuar con la lectura). Las descripciones de tenebrosos templos e innombrables sectas de poder ignoto están conseguidas (otro que tuvo que conocer algo a este autor fue Howard y, posiblemente, también Leiber) y los trucos entre la ciencia y la magia que se saca Nikola de la manga bastante divertidos e ingeniosos. Además, bendito sea Cthulhu, el librito es breve, maravillosamente breve (158 páginas), antes de que aburra o se haga demasiado ridículo se ha acabado, un lince este Boothby, lástima que algunos de sus herederos actuales no hayan aprendido esta lección.
Como ya he dicho, no es un buen libro pero para determinados paladares resultará más que aceptable, y, como ya he comentado, a más de uno le apetecerá saber que nuevas aventuras preparó Boothby para el inquietante Dr. Nikola.
Una última nota sobre esta edición, la mayoría de estas oscuras obras pulp o proto-pulp suelen ser rescatadas por editoriales animosas, muchas veces, basadas en una labor casi unipersonal, Valdemar o La Biblioteca del Laberinto son, quizá, los ejemplos más célebres. No es el caso actual, “El Doctor Nikola” fue publicado en el 2006, en una pobrísima edición, por ANS Editor. Sólo puedo asegurarlo al 99 %, así que mis palabras deben ser tomadas con cierta prevención, pero ANS Editor da toda la sensación de ser la, hasta el momento, última reencarnación de Pulp Ediciones, unos personajes que dieron una nueva dimensión a la palabra piratería. Sé de lo que hablo por que personalmente sufrí en mis propias carnes sus manejos. Resumiendo sus males: no pagaban a sus traductores, autores y demás colaboradores, no respetaban los derechos de autor y solían “fusilar” ediciones antiguas colándolas como nuevas.
Algo de esto hay en esta edición, no solo por lo cutre de su diseño, si no por qué, por ejemplo, aparece como traductor José María Ruiz (nombre anodino donde los haya) que debe de ser el sucesor del famosos M. Blanco. Lo digo por qué la sensación que me ha quedado tras la lectura del libro es que la traducción debe de corresponder a alguna edición de los años 20-30 o incluso 40 pero, ni de coña, obra de alguien que viva a principios del siglo XXI. No sólo por el uso de un vocabulario anticuado y achulapado típico de aquellos años, o por la españolización de los nombre propios de los protagonistas anglosajones, práctica hoy en día totalmente en desuso, si no por qué, en un momento dado, el protagonista señala cierto gasto bastante alto cifrándolo en ¡500 pesetas!, así, tal cual, como si la inflación galopante y el euro nunca hubiesen existido. En fin, lo dicho, que muy posiblemente ANS Editor habrá escaneado una vieja publicación de nuestro propio pulp hispano (aquellos bolsilibros o novelas de a duro) y se ha quedado tan ancho. Cierto es que no está vulnerando ningún derecho de autor (los de Boothby y su primitivo traductor ya habrán caducado, y a saber donde andarán los de la editorial española original que, dudo, haya sido muy escrupulosa con el tema) pero la chapuza inherente a esta decisión es significativa. Si el Doctor Nikola se enterase…
El caso es que esta vez he conseguido rastrear a uno de los padres del pulp, esa literatura bizarra y, en demasiadas ocasiones, de ínfima calidad, que hizo las delicias del público estadounidense en los años 20-30 del pasado siglo antes de que Campbell impusiera la cordura y crease una CF más seria, creíble y respetable, me temo que, en demasiadas ocasiones, igualmente aburrida. Y es que el pulp si algo era, era diversión, horrorosa a veces, infantil a menudo, risible en ocasiones pero, con la incredulidad más que suspendida, disuelta en ácido, diversión vitalista, exótica, colorida y sin complejos.
Como tantas cosas, el pulp no aparece de la nada, hunde sus raíces en la literatura popular realizada en E.E..U.U. y, especialmente, Inglaterra durante el XIX. Hoy en día la mayor parte de los lectores no conocen casi nada de ese fértil mundo, el paso del tiempo ha destruido (a veces de forma literal, casi siempre sumergiéndolo en las nieblas del olvido) la mayoría de estas obras. Y, muy posiblemente, para bien. Por cada Wilkie Collins, por cada Bram Stoker o Conan Doyle no me quiero ni imaginar la caterva de autores ilegibles de las que nos hemos librado. Bueno, si me los puedo imaginar, por ejemplo si alguien quiere saber lo espantoso que puede llegar a envejecer una de estas obras proto-pulp que le eche un vistazo a “El continente desaparecido” (1899) del estadounidense Cutcliffe Hyne, una de las primeras aproximaciones en clave de literatura popular al mito de la Atlántida. Eso sí, que luego no me venga llorando, yo ya he avisado…
Claro que, la siega del tiempo a veces puede ser un tanto injusta. Y ahí está el caso de Guy Boothby (1867-1905), del cual, y hasta donde sé, sólo ha sobrevivido en nuestra lengua este modesto volumen: ”El Doctor Nikola”. Boothby fue un australiano que probó fortuna en su ignoto país (a ojos del XIX) en diversos cometidos antes de triunfar modestamente en lo literario, primero en su remota isla-continente y más adelante en el propio Londres, cabeza del Imperio.
En sus últimos diez años de vida, publicó medio centenar de relatos y novelitas que le dieron una cierta notoriedad y donde, a juzgar por esta muestra, los tópicos posteriores del pulp aparecen totalmente desarrollados. “El Doctor Nikola”, publicada en 1895, presenta a su homónimo protagonista que habitaría muchas de las otras obras de Boothby y del que, sinceramente, no me importaría leer algo más.
A bote pronto Nikola es una especie de Holmes al que se le han acentuado sus rasgos más negativos. Inteligente, racional, rico y dueño de una moralidad, cuando menos, muy personal, la gran diferencia frente a su colega de Baker Street es que el no es un detective si no un científico, para el que la búsqueda del conocimiento es el motor de su vida y que no se detiene ante nada para conseguir sus objetivos.
En este sentido, Nikola, es lo mejor del libro, ya sea intencionadamente o por torpeza de su autor, que no sabía si convertirlo en un personaje “bueno” o “malo”, el caso es que su figura es bastante atractiva, su moralidad, repito, es tan personal como difícil de compartir para la mayoría de sus contemporáneos, sus conocimientos rozan lo esotérico, y sus dotes deductivas amen de su ingenio le colocan más cerca de un superhéroe de comic que de alguien de carne y hueso. Nikola en ese sentido me recuerda un tanto a la Sombra, uno de los grandes mitos del pulp, y un mucho al prototipo del científico loco que luego popularizaría ese mismo pulp y la propia CF hasta, prácticamente, nuestros días (véase si no esos protagonistas tan del gusto de Crichton que dan unos pasitos allí “donde es mejor que los hombres no vayan” y que luego bien que lo pagan). Tiene el atractivo oscuro del que carecen la mayor parte de los roles positivos y que hace que, en tantas ocasiones, nos gusten más los “malos” que los muy sosos y planos “buenos”. Sólo que aquí Nikola juega en el bando positivo y, al final, se sale con la suya. Un guiño desde luego muy reconfortante.
Dicho esto, no nos llamemos a engaño, “El Doctor Nikola” no soporta una lectura seria y, literariamente, es un artefacto pueril y absurdo: su protagonista principal, Wilfrido Bruce, que narra la historia en primera persona, es el típico musculitos sin cerebro absolutamente anodino y plano cual tabla de planchar, la historia de amor que aparece, de repente, en medio de la novela lo hace de una forma tan forzada que, durante un rato no daba crédito a lo que estaba leyendo, el racismo inherente a la época es escandaloso (chinos malos, malísimos dignos antepasados de Fu Man Chu, Sax Rohmer tuvo que ser un lector seguro de Boothby), y las inconsistencias de la trama de juzgado de guardia.
Pero, repito, Nikola es todo un hallazgo, y la ambientación china resulta muy divertida (aunque Boothby se lía un poco con las geografía, recomiendo no leer el libro con un mapa cerca, la cara de asombro pude impedir continuar con la lectura). Las descripciones de tenebrosos templos e innombrables sectas de poder ignoto están conseguidas (otro que tuvo que conocer algo a este autor fue Howard y, posiblemente, también Leiber) y los trucos entre la ciencia y la magia que se saca Nikola de la manga bastante divertidos e ingeniosos. Además, bendito sea Cthulhu, el librito es breve, maravillosamente breve (158 páginas), antes de que aburra o se haga demasiado ridículo se ha acabado, un lince este Boothby, lástima que algunos de sus herederos actuales no hayan aprendido esta lección.
Como ya he dicho, no es un buen libro pero para determinados paladares resultará más que aceptable, y, como ya he comentado, a más de uno le apetecerá saber que nuevas aventuras preparó Boothby para el inquietante Dr. Nikola.
Una última nota sobre esta edición, la mayoría de estas oscuras obras pulp o proto-pulp suelen ser rescatadas por editoriales animosas, muchas veces, basadas en una labor casi unipersonal, Valdemar o La Biblioteca del Laberinto son, quizá, los ejemplos más célebres. No es el caso actual, “El Doctor Nikola” fue publicado en el 2006, en una pobrísima edición, por ANS Editor. Sólo puedo asegurarlo al 99 %, así que mis palabras deben ser tomadas con cierta prevención, pero ANS Editor da toda la sensación de ser la, hasta el momento, última reencarnación de Pulp Ediciones, unos personajes que dieron una nueva dimensión a la palabra piratería. Sé de lo que hablo por que personalmente sufrí en mis propias carnes sus manejos. Resumiendo sus males: no pagaban a sus traductores, autores y demás colaboradores, no respetaban los derechos de autor y solían “fusilar” ediciones antiguas colándolas como nuevas.
Algo de esto hay en esta edición, no solo por lo cutre de su diseño, si no por qué, por ejemplo, aparece como traductor José María Ruiz (nombre anodino donde los haya) que debe de ser el sucesor del famosos M. Blanco. Lo digo por qué la sensación que me ha quedado tras la lectura del libro es que la traducción debe de corresponder a alguna edición de los años 20-30 o incluso 40 pero, ni de coña, obra de alguien que viva a principios del siglo XXI. No sólo por el uso de un vocabulario anticuado y achulapado típico de aquellos años, o por la españolización de los nombre propios de los protagonistas anglosajones, práctica hoy en día totalmente en desuso, si no por qué, en un momento dado, el protagonista señala cierto gasto bastante alto cifrándolo en ¡500 pesetas!, así, tal cual, como si la inflación galopante y el euro nunca hubiesen existido. En fin, lo dicho, que muy posiblemente ANS Editor habrá escaneado una vieja publicación de nuestro propio pulp hispano (aquellos bolsilibros o novelas de a duro) y se ha quedado tan ancho. Cierto es que no está vulnerando ningún derecho de autor (los de Boothby y su primitivo traductor ya habrán caducado, y a saber donde andarán los de la editorial española original que, dudo, haya sido muy escrupulosa con el tema) pero la chapuza inherente a esta decisión es significativa. Si el Doctor Nikola se enterase…
1 Comments:
Comparto tus opiniones y me alegra encontrar a alguien que disfruta con estas piezas raras.
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