viernes, junio 19, 2009

"Balada de Caín" de Manuel Vicent


Puede que sorprenda un poco encontrar en este blog un libro como este, pero es que, muy a menudo, los caminos del fantástico español son cuando menos peculiares y, sobre todo, desconocidos.
Me resulta peculiar haber oído y leído en foros y reuniones comentarios diversos (no muchos, todo hay que decirlo) sobre la obra de William Burroughs y sus conexiones con la CF. Lo mismo para un autor tan apreciado en determinados círculos como Samuel R. Delany y su “La intersección de Einstein”, uno de esos libros malditos y peculiares que sólo la New Wave fue capaz de parir.
En cambio, nunca he tenido conocimiento de nadie del fandom (desde el más ghettista al elitista y literario) que reivindique “Balada de Caín” de Manuel Vicent, un libro con claras conexiones con los ejemplos antes expuestos.
En efecto, Vicent entronca directamente con Burroughs con su visión poética de la narrativa, su creación de un lenguaje nuevo, original y provisto de una voz propia, basado en el surrealismo y las metáforas más arriesgadas, y centrado en una especie de monólogo interior en que se retrata al protagonista principal del libro. Dicho lo cual, me apresuro a decir que Vicent no llega ni al salvajismo, ni al nihilismo de Burroughs, la suya es más una influencia de forma que de fondo.
Por otra parte, los puntos en común con “La intersección de Einstein” son también peculiares. Desconozco si Vicent es lector de Delany pero, dejando al lado cuestiones obvias como la homoerótica, en ambos casos nos encontramos con reescrituras en clave fantástica de mitos primigenios de Occidente. Si Delany se atrevió con Orfeo y Eurídice (mitología griega), Vicent la emprende con Caín, Abel y familia (mitología bíblica). Si en el caso del estadounidense, parecíamos estar ante E.T.s que repetían sin entender muy bien el por qué una vieja historia terrestre, aquí tenemos una clarísima situación de deslizamientos temporales, con un Caín que transita por el Próximo Oriente del Antiguo Testamento pero donde, a la vez, convive con las modernas guerras que asolan la región. Cazabombarderos a reacción, tanques, portaviones, nidos de ametralladora, alambradas y minas alternan con Adán y Eva, caravanas árabes y navíos fenicios.
Situaciones, por tanto, muy de la New Wave, como ya he dicho, y que firmadas por Delany, Silverberg, Ellison o Moorcock probablemente ahora serían lugares comunes dentro del acervo de más de un aficionado.
Y, sin embargo, el autor de estos pasajes es valenciano, columnista de El País, escritor famoso y ganador del Premio Nadal de 1986 por esta novela. Decididamente, un caladero extraño para que determinados lectores probasen suerte en sus páginas.
Vicent ya había ganado el Alfaguara por “Pascua y naranjas” y escribía en El País pero fue esta novela la que definitivamente le dio a conocer al gran público. Fama que se acrecentó con su, probablemente, libro más conocido: “Tranvía a la Malvarrosa”.
Con todo, para mí Vicent no es tanto un autor encuadrable en un género, fantástico o realista-nostálgico, como el dueño de un estilo propio inconfundible. Uno de eso afortunados con una voz propia fácil de reconocer con sólo leer unas líneas. Afortunado o maldito, por que ese estilo tan característico suele producir igual número de filias que de fobias. Ejemplo perfecto sería el de Umbral, autor con más de un punto en común con Vicent y que a mí, personalmente, me produce auténtica indigestión leerle siquiera unos pocos párrafos. Me imagino que con Vicent ocurrirá igual aunque, obviamente, no es mi caso.
“Balada de Caín” es un libro breve (192 páginas) pero jugosos, al lenguaje del escritor valenciano, hay que unirle unas descripciones muy bellas, tanto de los protagonistas como del paisaje bíblico y el neoyorkino, donde Caín acaba como solista de Jazz. Hay una clara crítica, a veces incluso burla, a la religión cristiana y al Dios del Antiguo Testamento. Una especie de ensoñación poética de la muerte de Dios que diría Nieztsche y una re-escritura desde Caín, la homosexualidad y el incesto de uno de los mitos más importantes de la Historia de Occidente. Por supuesto, hay más cosas, en especial las referidas a la violencia y a nuestra sociedad actual pero esas es mejor dejarlas en el tintero y que cada uno las descubra cuando lea un libro tan especial y necesario como este.

lunes, junio 08, 2009

Vergüenza y Alivio

La verdad es que no me gusta hablar de política en este blog. Es uno de esos temas que dan más disgustos que alegrías. Una invitación a la bronca, la descalificación y el cabreo. Si ya he tenido alguna experiencia amarga con el fandom desatado por unos libritos de CF, no me quiero ni imaginar lo que ocurriría si hablase de ciertos temas, digamos, polémicos.
Sin embargo, siempre hay excepciones. Hace unos años hice una con el tema de las viñetas de Mahoma comparándolo con el caso Salman Rushdie. Hoy he decidido hacer una excepción similar.
Verán, cuando era joven e ingenuo, mis convicciones políticas no sólo eran fuertes si no, también, un tanto candorosas. Por ejemplo, asumía que mis ideas eran las únicas válidas y, lo que es más grave, suponía que los contrarios a ellas eran, en general, mala gente, mientras que los que opinaban como yo, solían ser todos personas majas y encantadoras.
Con la literatura tenía delirios similares, automáticamente asumía que los autores que me gustaban tenían igualmente posiciones ideológicas cercanas. Los que no pensaban como yo, sencillamente, no escribían o, si lo hacían, eran pésimos.
Bueno, de joven era un poco gilipollas, lo normal a esas edades. Ahora que soy más viejo, veo a gente a la que saco más de 20 años cometer los mismo errores que yo, sin malicia, pero igualmente decididos y, como no, equivocados.
A medida que fui creciendo (y, me temo, esto no significa que haya ido madurando) me di cuenta de lo estúpida que era mi postura. Mis ideas son menos firmes, asumo que las de otros pueden estar más cerca de la verdad que las mías y, especialmente, soy menos sectario con mis amistades. Alguno de mis mejores amigos están en las antípodas de mis ideas políticas, y gentes que se acerca más a ellas son auténticos imbéciles.
Y con los autores me ha pasado tres cuartos de lo mismo. Ya sé que escribir bien no es de derechas ni de izquierdas. Disfruto igual con fachas acérrimos como Heinlein, Niven, Pournelle o Anderson que con rojos confesos como Disch, Spinrad, Leguin o Banks. De hecho, he aprendido que uno puede admirar la obra de un escritor y detestarlo como persona (Dick me encanta pero no me hubiese gustado casarme con él). Son lecciones pequeñas y sencillas, me ha costado un tanto aprenderlas pero, al final, me han quedado claras. Y, sin embargo, en ocasiones…
Alfonso Sastre está considerado uno de los mejores dramaturgos de la segunda mitad del pasado siglo. Posee además una destacable obra fantástica entre la que sobresale su novela “Las noches lúgubres”. Carlo Frabetti fue un importante miembro del fandom allá por los 70. Tiene también una interesante obra literaria pero en mi memoria perdurará por las introducciones que escribía para la editorial Bruguera, cortas pero certeras. Casi todos los libros de CF que este sello publicó contaron con un buen prólogo suyo.
Hace tiempo hubiese colocado a ambos en el terreno de “los míos”. Gente afín en muchas cosas y, por tanto, gente maja. Hoy, más bien, los coloco en el terreno del asco y la vergüenza. Como todo el mundo sabe, en estas elecciones europeas la nueva marca defensora de los asesinos de E.T.A. ha sido Iniciativa Internacionalista. Una lista encabezada por Sastre y en la que se ha volcado activamente Frabetti. Reconozco que el caso de Sastre me extrañó menos, ya conocía de antes sus inclinaciones. Lo de Frabeti, en cambio, si que ha sido toda una sorpresa, y bien desagradable, evidentemente.
Como este país que tenemos es como es II consiguió pasar los filtros legales y presentarse a las elecciones. Sentí vergüenza. Mayoritariamente por que una vez más nos la habían colado y eso tipejos se iban a salir con la suya, pero también un poquito por saber que dos de los promotores de esta aberración eran escritores que admiraba y leía.
Finalmente llegó el alivio, II ha conseguido unos 125.000 votos, que no es poco pero sí lejos de los necesarios para conseguir un escaño. En esta legislatura a los asesinos de E.T.A. no se les oirá en el Parlamento Europeo, igual que, por suerte, ya no se les escucha en el español y vasco aunque, por desgracia, todavía haya que sufrirlos en varios ayuntamientos.
La pesadilla, de momento, ha pasado pero en mi memoria quedará la imagen de Sastre y Frabetti en las ruedas de prensa defendiendo lo indefendible. Eso sí, como dije al principio, ya no soy el de antes aunque puede que siga teniendo algo de la ingenuidad juvenil. Por qué el asco que me dan estos dos personajes no significa que vaya a renunciar a disfrutar con sus obras. Acabo de descubrir, enredando por la red, que Sastre tiene una novela fantástica que desconocía, “Necrópolis”, probablemente me haga con ella en cuanto pueda y la disfrutaré (o no) sin prejuicios. Y lo mismo me ocurrirá cuando vuelva a echarme a la cara uno de esos prólogos de Frabetti para Bruguera, lo leeré con atención e intentaré sacar el máximo provecho de él.
Sastre y Frabetti, como personas, para mí ya están definidos pero como autores son otra cosa. Puedo leerlos y disfrutarlos sin que me den arcadas, separar una faceta de otra pero, desde luego, tengo muy claro que si bien daría lo que fuera por tomarme unas cañas y charlar con determinados escritores, con ellos no me iría ni a la esquina más cercana.
A veces pienso que sería ideal que los libros no tuviesen sinopsis, enfrentarnos a ellos sólo con el título, sin más prejuicios (no estoy sólo en esta chaladura, Salinger opina igual que yo). Siguiendo este razonamiento, a veces ceo que me gustaría saber menos de los autores que me gustan, para no llevarme disgustos. Olvidar que este era un presuntuoso, aquel un machista, el de más allá se drogaba y el del fondo abusaba de los niños. También me gustaría no saber que algunos escritores defienden y apoyan proyectos políticos asesinos. Por suerte o por desgracia el mundo es como es y uno tiene que asumirlo y, a partir de ahí, tomar decisiones. Sé de gente que jamás volverá a leer a Sastre después de este show. No comparto su postura aunque la entiendo. Y es que, a veces, es muy fácil hablar en un plano teórico pero mucho más complicado tomar decisiones prácticas. Quizá a mi me puede más la vena friki que la moral y por eso seguiré leyendo a determinados escritores, por mucha repugnancia que sienta al saber lo que son. O puede que, simplemente, haya realmente madurado un poco desde mi juventud. No lo creo, pero nunca se sabe.

domingo, junio 07, 2009

Rompiendo una Lanza

Dado que voy a hablar de Fantasía épica, lo de romper una lanza creo que es un título de lo más acertado para esta entrada. Y es que, esta vez, me toca romper ua lanza por Sapkowski, Faraldo y Luís G. Prado.
Me imagino que a estas alturas todo el mundo sabrá ya de que estoy hablando. Resumo en plan telegrama para los más despistados. Editorial pequeña (Bibliopolis de Luís G. Prado) se arriesga con un autor polaco desconocido (Sapkowski) creador de una saga de fantasía épica novedosa, la traducción la hace en su tiempo libre Faraldo, contra todo pronóstico el libro es un rotundo éxito (a niveles del fantástico patrio) y la saga se va publicando con regularidad pasmosa, parte del mérito se debe a Faraldo que hace una traducción sencillamente impresionante, falta sólo un libro por publicar, los fans se comen la uñas, el libro no llega, entre medias se publica una antología de relatos de Sapkowski y el primer tomo de una trilogía de novela histórica (también traducidos por Faraldo), los foros empiezan a echar humo, se empieza a pedir la cabeza (u otros atributos) de Luís G. Prado y de Faraldo, se empiezan a montar las teorías conspiranóicas de turno, Faraldo publica una carta en Internet en la que explica que sufre un bloqueo creativo respecto a ese último libro y que sólo recientemente ha conseguido superarlo, los fans no se lo creen y continúan con la idea de que “hay algo oscuro detrás de todo esto”.
Resumiendo, todo esto me recuerda por qué dejé de frecuentar los foros, el nivel de trolls o, sencillamente, pirados es más alto de lo que mi sensibilidad soporta.
He tratado con Luís G. Prado en un par de ocasiones, tiene fama de ser extremadamente puntilloso en temas tan banales como pagar a sus colaboradores, cosa que en este mundillo es bastante raro. Igualmente, sus libros son los mejor editados dentro del género fantástico (con la posible salvedad de Gigamesh) y ha sido el editor que, con mayor o menor fortuna, más se ha arriesgado a la hora de publicar cosas “raras”. Es una pena que poco a poco haya ido dejando de lado el fantástico centrándose más en la novela histórica, pero cada uno hace con su negocio lo que cree más conveniente.
No conozco ni a Faraldo ni a Sapkowski, pero respeto a ambos por su creatividad y profesionalidad.
Resumiendo, que me creo más las explicaciones de Faraldo que las pajas mentales de fans enloquecidos. ¡Ojo! Que yo también soy seguidor de la saga y deseo fervientemente que salga el último tomo, tres años son muchos años de espera, pero si hace falta que pasen otros tres años y que la traducción sea tan redonda como las anteriores, es un peaje que estoy dispuesto a apagar.
Respecto a las ideas sobre que todo es un truco para promocionar los otros libros de Sapkowski, hablo como fan, los compraría igual aunque la saga estuviese ya completa. Me resulta absurdo que alguien que sabe que va a ganar una pasta gansa con un libro que tiene las ventas aseguradas se dedique a cabrear a sus compradores dilatando la espera sólo para editar dos libros más que, probablemente, se comprarán igual de bien o de mal sin todo este lío horroroso.
En cuanto a la teoría de que, total, traducir un libraco de fantasía no es para tanto, reto a cualquiera a que lo intente, que aprenda un idioma y luego se ponga con un libro, en tres meses que venga aquí a contar la experiencia, igual ha cambiado de opinión. Y hablo con conocimiento de causa, que mi padre es traductor y yo también he hecho algo en ese campo.
En fin, por poner un ejemplo cercano, la obra que está partiendo la pana últimamente es la famosa trilogía de Millenium de Stig Larsson. En España se han traducido dos de los libros, queda el tercero y último que, ¡Oh, sorpresa! Se está demorando más de lo esperado. De hecho no ha llegado a tiempo a la Feria del Libro y la primera película sobre la saga se le ha adelantado. Todavía no he visto por ningún sitio a nadie pedir la cabeza del traductor, torpe él, que aún no ha terminado su labor, si, total, el sueco es como el gallego, se entiende todo. Ni tampoco he visto que se acuse a la editorial de estar conchabada con la productora para que las pelis sean un éxito de taquilla aprovechando que el tercer libro todavía no ha salido, ya se sabe, con el mono uno se traga cualquier sucedáneo hasta que llegue la dosis de verdad.
En fin, cuando le puse a este blog el título de Memorías de un Friki, quise ser irónico. Combatir, modestamente, esa imagen de chalados que tenemos los amantes de la Fantasía, la Ciencia Ficción y el Terror. En ocasiones como esta tengo la sensación de que, quizá, me he equivocado con mi ironía.