jueves, marzo 20, 2008

Arthur C. Clarke 1917-2008, In Memorian


Debía de tener seis años cuando descubrí un libro en casa de mi abuelo. Era la edición en Reno de “2001. Una odisea del espacio”, la portada me fascinó pero no me atreví a tocarlo, pensaba que era demasiado difícil para mí. Recuerdo también a mi padre, mis tíos y mi abuelo hablar de este libro y, como no, de la película. Contaban cosas fascinantes sobre viajes más rápidos que la luz, evolución, monolitos y seres inimaginables. Debió de ser una de las primeras veces que vi una tertulia de aficionados a la ciencia ficción debatir sobre un libro o una película. Una escena que luego he visto (y protagonizado) incontables veces, probablemente lo más peculiar de toda la escena es que ni mi padre, ni mis tíos ni mi abuelo eran lectores habituales de ciencia ficción, pero Arthur C. Clarke fue, junto a Asimov y Bradbury, uno de los pocos autores de este género que no sólo leían los fandomitas y otros adictos, si no que llegaban al gran público con insultante facilidad.
Más tarde descubrí otra edición de “2001” en mi casa, en la colección RTVE de Salvat, me atreví a leerlo (tendría ya nueve o diez años) y me sentí tan fascinado como cuando escuche aquella conversación años atrás. Junto a otras lecturas de aquella época (de Asimov principalmente, para que negarlo), Clarke fue uno de los autores que me hizo amar la ciencia ficción y que me ha convertido un poco en el lector que soy (dudo que Manuel Fraga previese estas consecuencias cuando autorizó la colección RTVE, para que luego digan que la política no vale para nada).
Más tarde (¿13 años?) conseguí ver “2001” en un cine de verano y salí tan fascinado como de la lectura del libro pero esa es otra historia.
El problema con Clarke es que, para cuando me inicié en su lectura, ya tenía toda una carrera a sus espaldas en la que se mezclaba lo bueno con lo mediocre y lo directamente malo. Yo caí sobre su obra sin ningún tipo de plan ni aviso, de forma anárquica, en función de lo que había en las librerías. Por eso, gracias a él, tuve experiencias tan gratificantes como las lecturas de “Cita con Rama”, “La ciudad y las estrellas”, “Cuentos de la taberna del ciervo blanco”, o “El fin de la infancia”. Pero, también tuve que sumarle desengaños tan crueles como “El viento del sol”, “Regreso a Titán” o “Las fuentes del paraíso”.
Por tanto, en mi modesta opinión, hay un Clarke bueno, imprescindible, lleno de poesía, humanidad, ideas arriesgadas y filosofía melancólica. Pero también hay un Clarke malo, un autor árido, repetitivo, mecánico, con tramas aburridas y personajes de cartón piedra.
Aparentemente, se puede hacer una separación cronológica que casi coincide con ambos Clarke, el bueno sería el de los 40-50 (sus inicios) y el malo es de los 60 en adelante. Claro está, hay excepciones. Libros tan mediocres como “Las arenas de Marte”, “Claro de Tierra” o “En las profundidades” son de los 50 y esa pequeña joya que es “Cita con Rama” (su canto del cisne) es de los 70.
Quizá sea de mal gusto hablar en estos momentos de algunos de los puntos menos apreciados de Clarke como escritor: la continuación hasta la extenuación de grandes títulos en sagas tan vacuas como interminables (“2002”, “2010”, “2061”, “3001”), la publicación de algunas obras en el final de su carrera que sólo pueden ser calificadas como borradores y que únicamente se editaron por venir de quien venían (“El martillo de Dios”, “El misterio del Titanic”), las colaboraciones que no eran tales con ”negros” de todo tipo que actualizaron algunas de sus viejas obras (Paul Press o Gentry Lee con las continuaciones de "Rama" o la saga de "Venus Prime") y, como guinda, el supuesto plagio del ascensor espacial que le permitió ganar el Hugo por “Las fuentes del paraíso” y que, realmente, era obra de Charles Sheffield apareciendo en su primeriza novela “La telaraña entre los mundos”.
Como decía, podría hablar de estos puntos negros pero prefiero quedarme con el recuerdo de tantos y tantos buenos momentos que pasé con sus mejores libros. La sensación de maravilla de “La ciudad y las estrellas”, el potente sentido de la trascendencia de “El fin de la infancia”, el misterio más grande del género que es “Cita con Rama”, el suave sentido del humor irónico de “Cuentos de la taberna del ciervo blanco”, o la increíble sensación de soledad y grandeza de “2001”.
Es innegable que sus cuentos contienen algunas de sus mejores piezas, relatos como “El centinela”, “Los nueve billones de nombres de Dios”, “La estrella”, “Misión de rescate”, “Un encuentro con medusa” son piezas angulares de la ciencia ficción. Una buena antología donde aparecen sus obras primerizas (probablemente las mejores) es “Alcanza el mañana” pero también son recomendables “Relatos de diez mundos” y “Expedición a la Tierra”.
Clarke fue también un científico distinguido que colaboró en las investigaciones sobre el uso del radar durante la segunda guerra mundial y creo el concepto de satélite artificial. Fue también uno de los grandes divulgadores científicos del siglo XX (faceta esta menos conocida por los lectores españoles debido a la política editorial de nuestro país), pero, sobre todo, Arthur C. Clarke fue uno de los mayores autores clásicos de ciencia ficción, de las décadas en que el género se hizo mayor de edad y trascendió las fronteras, alguien a la altura de Asimov, Bradbury o Heinlein, los otros grandes de aquella era. Un dinosaurio al que barrió la New Wave pero de cuya obra aún se mantiene con dignidad un buen número de títulos imprescindibles.
Pero, para mí, Clarke fue uno de los autores que me mostró un nuevo mundo, que me hizo soñar allá en mi infancia con viajes más rápidos que la luz, con la evolución, monolitos y seres inimaginables. Gracias, Clarke, el viaje mereció la pena.

2 Comments:

Blogger pk said...

ayer me desperté y llovía. me había quedado a dormir en casa de un amigo en la isla/ciudad. tomé el subway a la quinta y esperé a que abrieran el moma en un típico desayunero. unos huevos con tocino y jugo de naranja. y mientras desayunaba vi el periódico. creo que era el ny times. con la noticia: se murió arthur c clarke.

puf. no pude evitar entrar en n trance de algunos minutos. viendo mi infancia correr entre varios de sus libros.

saludos

..

cosa curiosa, llegué aquí por googlear una novela que recién terminé.

vie mar 21, 07:10:00 p. m. 2008  
Blogger Iván Fernández Balbuena said...

Sí, lo de su muerte ha sido una jodienda, pero, bueno, con 90 años ya le iba tocando.

mié mar 26, 08:45:00 a. m. 2008  

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