La Imposibilidad de Ser Profesional de la CF en España (IV)
El XIX y la Revolución Industrial fueron otro momento fundamental para entender el camino que llevaba a la ciencia ficción. La necesidad de una mano de obra bien formada necesaria para determinados procesos industriales trajo la aparición de los primeros sistemas educativos más o menos masivos y baratos. Por primera vez surge la necesidad económica de que la formación no quede circunscrita a una minoría gobernante si no que alcance a grandes capas de la población, cosas de la complejidad tecnológica más que de la bondad humana pero, en cualquier caso, a lo largo del XIX el sistema educativo inglés fue, poco a poco, acabando con el analfabetismo y logrando que la mayoría de la población supiesen, al menos, leer, escribir y algo de números.
Labor en la que también jugó un papel destacable el movimiento obrero. Los teóricos del socialismo tenían claro que una clase obrera preparada podría luchar mejor contra la burguesía que una clase obrera ignorante. En este sentido, sindicatos e intelectuales socialistas hicieron un auténtico esfuerzo para lograr una sensible mejora en la educación de las clases trabajadoras británicas.
Por supuesto, y como era inevitable, surge de nuevo un efecto secundario ya conocido. La gente utiliza la habilidad de leer para formarse, conseguir mejores trabajos y luchar contra las injusticias pero unos cuantos, además, la utilizan para divertirse, pasar el rato, evadirse.
Estos nuevos lectores son poco sofisticados, carecen de la cultura y sensibilidad de nobles y alta burguesía, gustan de sensaciones crudas y sencillas, ajenas a discusiones artísticas. En resumen, buscan diversión, buscan literatura de género. Y ahí está la vieja novela gótica para echarles una mano. De esta forma nacen los actuales sub-géneros literarios: el terror, la fantasía, el policiaco, la novela histórica, la sentimental y, como no, la ciencia ficción. Puede que los lectores cultos prefieran las delicias del realismo y el naturalismo pero la gran masa de lectores prefieren extasiarse con los delirios de Le Fanu, Wilkie Collins, Bulwer Lytton, Conan Doyle, Stevenson y compañía.
Y, curiosamente, algunos autores cultos vinculados al socialismo descubren que esa proto-ciencia ficción que se está escribiendo puede serles útil a la hora de exponer algunas de sus teorías más descabelladas, ucronías disparatadas en las que Napoleón gana la batalla de Waterloo, utopías socialistas, distopías capitalistas y otras maravillas El camino hacia H. G. Wells, las futuras revistas pulp y la moderna literatura de ciencia ficción está trazado, es sólo cuestión de tiempo.
¿Y España? Bien, si no hay Revolución Industrial es muy difícil que surja una burguesía potente o una clase obrera bien formada, por tanto es harto difícil que la literatura de género alce el vuelo. Por supuesto, a lo largo del siglo la burguesía y las clases medias poco a poco van aumento de número y poder y, como no, imitan descaradamente los modos y usos de la literatura culta de la época. Así, frente a un raquítico Romanticismo tenemos un más que decente Realismo, Galdos o Clarín poco tiene que envidiar a Balzac o Dickens pero ¿dónde está nuestro Poe, nuestro Hoffmann? No existe, Bécquer aparece con 30 años de retraso, tiempo de sobra para convertirse más en una figura aislada que en el creador de una corriente. No hay clases populares cultas, por tanto es casi imposible que haya literatura de ciencia ficción, de terror o de fantasía más allá de lo que pueda ser una imitación pobre de lo que se recibe en otros países.
Mientras entre 1900 y 1930 en E.E.U.U. e Inglaterra se desarrollan las revistas Pulp para un público poco educado de clase trabajadora, aquí todavía en tiempos de la II República se está luchando por construir un sistema educativo medianamente digno. Por supuesto, el fracaso está garantizado, si apenas hay industria ¿para qué narices hace falta gastarse el dinero en formar a la masa de jornaleros que trabajan los latifundios andaluces? Con que sepan varear la oliva sobra.
Es curioso que la ciencia ficción pulp española (las novelas de a duro o bolsillibros) vivan su edad de oro entre 1955-70, justo los mismos años en que Franco empieza a crear un sistema educativo que realmente alcance a todos los españoles, y justo también cuando gracias a los planes de desarrollo, al dinero de los emigrantes y a la ayuda norteamericana se empiece a crear la actual red industrial nacional que, obviamente, necesita unos trabajadores con un mínimo de formación.
Sin embargo, para la ciencia ficción española es demasiado tarde por que estos son también los años en que nace la televisión, el deporte de masas y tantas otras competencias que hacen que leer sólo sea una de las muchas posibles opciones de ocio. Como en tantas cosas hemos llegado tarde, lo suficientemente tarde como para no poder crear ni un mercado ni una nomina de escritores de calidad capaces de hacer remontar el vuelo a este nuestro género.
Quizás por todo eso, por que aquí la tradición de escribir ciencia ficción apenas tiene 50 años cuando en otros sitios tiene dos siglos, sea imposible hoy ser profesional de esta género cuando si que lo es en Inglaterra.
Labor en la que también jugó un papel destacable el movimiento obrero. Los teóricos del socialismo tenían claro que una clase obrera preparada podría luchar mejor contra la burguesía que una clase obrera ignorante. En este sentido, sindicatos e intelectuales socialistas hicieron un auténtico esfuerzo para lograr una sensible mejora en la educación de las clases trabajadoras británicas.
Por supuesto, y como era inevitable, surge de nuevo un efecto secundario ya conocido. La gente utiliza la habilidad de leer para formarse, conseguir mejores trabajos y luchar contra las injusticias pero unos cuantos, además, la utilizan para divertirse, pasar el rato, evadirse.
Estos nuevos lectores son poco sofisticados, carecen de la cultura y sensibilidad de nobles y alta burguesía, gustan de sensaciones crudas y sencillas, ajenas a discusiones artísticas. En resumen, buscan diversión, buscan literatura de género. Y ahí está la vieja novela gótica para echarles una mano. De esta forma nacen los actuales sub-géneros literarios: el terror, la fantasía, el policiaco, la novela histórica, la sentimental y, como no, la ciencia ficción. Puede que los lectores cultos prefieran las delicias del realismo y el naturalismo pero la gran masa de lectores prefieren extasiarse con los delirios de Le Fanu, Wilkie Collins, Bulwer Lytton, Conan Doyle, Stevenson y compañía.
Y, curiosamente, algunos autores cultos vinculados al socialismo descubren que esa proto-ciencia ficción que se está escribiendo puede serles útil a la hora de exponer algunas de sus teorías más descabelladas, ucronías disparatadas en las que Napoleón gana la batalla de Waterloo, utopías socialistas, distopías capitalistas y otras maravillas El camino hacia H. G. Wells, las futuras revistas pulp y la moderna literatura de ciencia ficción está trazado, es sólo cuestión de tiempo.
¿Y España? Bien, si no hay Revolución Industrial es muy difícil que surja una burguesía potente o una clase obrera bien formada, por tanto es harto difícil que la literatura de género alce el vuelo. Por supuesto, a lo largo del siglo la burguesía y las clases medias poco a poco van aumento de número y poder y, como no, imitan descaradamente los modos y usos de la literatura culta de la época. Así, frente a un raquítico Romanticismo tenemos un más que decente Realismo, Galdos o Clarín poco tiene que envidiar a Balzac o Dickens pero ¿dónde está nuestro Poe, nuestro Hoffmann? No existe, Bécquer aparece con 30 años de retraso, tiempo de sobra para convertirse más en una figura aislada que en el creador de una corriente. No hay clases populares cultas, por tanto es casi imposible que haya literatura de ciencia ficción, de terror o de fantasía más allá de lo que pueda ser una imitación pobre de lo que se recibe en otros países.
Mientras entre 1900 y 1930 en E.E.U.U. e Inglaterra se desarrollan las revistas Pulp para un público poco educado de clase trabajadora, aquí todavía en tiempos de la II República se está luchando por construir un sistema educativo medianamente digno. Por supuesto, el fracaso está garantizado, si apenas hay industria ¿para qué narices hace falta gastarse el dinero en formar a la masa de jornaleros que trabajan los latifundios andaluces? Con que sepan varear la oliva sobra.
Es curioso que la ciencia ficción pulp española (las novelas de a duro o bolsillibros) vivan su edad de oro entre 1955-70, justo los mismos años en que Franco empieza a crear un sistema educativo que realmente alcance a todos los españoles, y justo también cuando gracias a los planes de desarrollo, al dinero de los emigrantes y a la ayuda norteamericana se empiece a crear la actual red industrial nacional que, obviamente, necesita unos trabajadores con un mínimo de formación.
Sin embargo, para la ciencia ficción española es demasiado tarde por que estos son también los años en que nace la televisión, el deporte de masas y tantas otras competencias que hacen que leer sólo sea una de las muchas posibles opciones de ocio. Como en tantas cosas hemos llegado tarde, lo suficientemente tarde como para no poder crear ni un mercado ni una nomina de escritores de calidad capaces de hacer remontar el vuelo a este nuestro género.
Quizás por todo eso, por que aquí la tradición de escribir ciencia ficción apenas tiene 50 años cuando en otros sitios tiene dos siglos, sea imposible hoy ser profesional de esta género cuando si que lo es en Inglaterra.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home