lunes, diciembre 25, 2006

"El Velo Alzado" de George Eliot


“El Velo Alzado” es una obra menor dentro de la carrera de George Eliot (seudónimo de Mary Ann Evans, una de las más grandes novelistas victorianas) pero resulta muy interesante para el lector de ciencia ficción ya que presenta uno de los primeros telépatas de la historia del género.
Por supuesto, Eliot no utiliza nunca este nombre pero las habilidades de Latimer, su protagonista, son fáciles de reconocer para cualquier buen aficionado. Fruto del segundo matrimonio de un adinerado banquero inglés, Latimer se presenta desde su juventud como un ser débil e hipersensible, mimado por su madre y despreciado por su padre y su hermanastro mayor bastante más enérgico y pragmático. En este sentido, la novela sigue al pie de la letra todos los clichés del realismo decimonónico: la descripción del modo de vida de las clases altas británicas, la exposición del día a día de una familia con todas sus miserias y un uso continuado de la introspección psicológica como principal herramienta estilística. Evidentemente, este aspecto del libro es resuelto por Eliot de una forma brillante, lo que era de esperar dada su formación como escritora.
Lo que resulta más llamativo es lo bien que se apaña nuestra autora con el concepto del telépata y de lo que este poder podría significar en la vida de una persona. Muchos de los lugares comunes sobre el tema que luego desarrolló la ciencia ficción norteamericana entre 1940-70 ya aparecen aquí. De hecho, “El Velo Alzado” es casi un bosquejo de “Muero por Dentro” de Robert Silverberg al presentar la telepatía más como una maldición que como un don.
En efecto, Latimer (que además de leer el pensamiento también tiene visiones premonitorias) se queja del “ruido” que provocan los pensamientos de los demás y, al mismo tiempo, se angustia en su vejez a medida que va perdiendo su poder. Se enamora de Bertha, la cruel y despiadada prometida de su hermano, y, en cierta forma, consigue todos sus objetivos en la vida con la muerte accidental de este que le convierte en heredero de la fortuna de su padre y que le ayuda a casarse con Bertha.
Sin embargo, jamás halla la felicidad ya que gracias a sus poderes sabe que nunca será feliz con Bertha y, en efecto, su vida matrimonial se convierte en un largo y amargo infierno. Además, y como colofón a esta vida desgraciada, Latimer sabe perfectamente cuando y como morirá lo que tampoco es una ayuda para tranquilizar su atormentado espíritu.
Al igual que el personaje de “Muero por Dentro”, Latimer siente que su vida hubiera sido mucho mejor sin su poder que no le ha proporcionado ningún beneficio. Haciendo alusión al título de la novela, Eliot da a entender que el velo que se alza entre los diferentes seres humanos y que les impide una mejor comunicación puede ser más una bendición que una maldición por que, una vez que Latimer alza ese velo, descubre hasta que punto su mujer es un ser mezquino, vacío y cruel.
Narrada en primera persona (lo que acentúa su parecido con la novela de Silverberg), Eliot consigue la nada desdeñable hazaña de hacernos empatizar con un personaje en cierta forma sobrehumano y bastante antipático.
Evidentemente, esta audacia narrativa estaba condenada al fracaso. La novelita (poco más de 100 páginas con letra de buen tamaño) fue publicada en 1859 en una revista de la época y sufrió el rechazo y desconcierto total del público hasta tal punto que durante muchos años no fue editada en forma de libro. Sólo lo consiguió en 1878 y debido a la cabezonería de su autora que se empeñó en que formase parte de uno de los volúmenes de sus obras completas.
Es posible que hoy en día, un público más abierto sea capaz de apreciar mejor las virtudes de este librito que hasta ahora ha pasado bastante desapercibido.