"La Araña Negra" de Jeremias Gotthelf
Recuerdo muy bien una de las veces que estuve en Francia como un autóctono se enfadaba al descubrir que todo nuestro grupo de españoles desconocía totalmente su idioma y únicamente hablábamos (mal, por supuesto) la lengua de la pérfida Albión y como el francés mascullaba algo así como “Es la dictadura del inglés”.
Chovinismos aparte, el hombre tenía más razón que un santo. Sea por que actualmente E.E.U.U. es la que manda, sea por que posee un elenco de grandes escritores incontestables o sea por la propaganda de determinados escritores de nuestra lengua (Borges o Madariaga), leemos mucho más en inglés que en cualquier otro idioma. El número de obras traducidas de autores en esta lengua es brutalmente superior al de escritores franceses, alemanes, rusos o italianos. Si hablamos ya de nacionalidades minoritarias (escandinavos, belgas, suizos, holandeses, etc) apaga y vámonos.
Pero si nos centramos en el campo de la literatura de género la cosa roza el escándalo. Excepto casos contados (y Bibliopolis es la principal culpable de la mayoría de estos casos) casi todo lo que se publica de terror, cf o fantasía en España proviene del mundo anglosajón.
Y, lo que es igualmente triste, en cuanto a obras clásicas más de lo mismo. Si es posible encontrar hasta la obra menor del más menor de los escritores ingleses del XIX que cultivaron el terror (el género de moda en aquellos años) conseguir algo parecido en otras nacionalidades es mucho más difícil.
Y si no, veamos el caso de este libro. Si preguntamos a un lector medianamente culto sobre la literatura suiza del XIX con mucha suerte hablará de Gottfried Keller o de Conrad Ferdinand Meyer. Prácticamente los únicos autores traducidos de ese país y ese siglo (y tampoco en exceso, media docena de libros entre los dos y tirando por lo alto). Si, además, preguntamos por Jeremias Gotthelf la mayoría de la gente no sabrá de quien le estamos hablando. Y es lógico, sólo existe un libro de este escritor en nuestro idioma y ha habido que esperar hasta 2002 para que esto ocurriese. Da lo mismo que Gotthelf esté considerado uno de los grandes autores en lengua alemana del realismo y da lo mismo que “La Araña Negra” (1842) esté considerada una de las mejores novelas cortas de terror del XIX. Ni editoriales, ni público (repartamos culpas) parecen opinar que estas sean razones suficientes que justifiquen un mayor conocimiento de su obra.
Y es una pena, por que leído el libro, sólo puedo decir: que bien escribe este suizo de las narices y que corta se me ha hecho la historia.
Jeremias Gotthelf es el seudónimo del pastor protestante Albert Bitzius y “La Araña Negra” es sólo una de las novelas cortas que aparecían en su libro “Bilder und Sagen aus der Schweiz” (“Cuadros y Leyendas de Suiza”). Gotthelf, como buen religioso, tenía la obsesión de echarle la bronca a sus convecinos por olvidar el significado real de la mayoría de las ceremonias religiosas que se habían convertido en su época en meros pretextos para fiestas y comilonas (si ve como está el tema ahora le da un pasmo). Por tanto, el libro se abre con la descripción (minuciosa y casi antropológica, no en vano estamos ante un escritor realista) de un bautizo y su celebración en un pueblecito suizo a mediados del XIX. Como era de esperar, uno de los protagonistas de la novela pasa a relatar una antigua leyenda que sirve para que sus vecinos abran los ojos ante sus error y sean conscientes del valor que la religión tiene en sus vidas.
Hasta aquí, un argumento que a más de uno puede echar para atrás y que suena más carca y aburrido que unas convivencias con un grupo del Opus. Sin embargo, Dios escribe recto con renglones torcidos. Por que Gotthelf, a pesar de los pesares, es un estupendo narrador y la historia que nos cuenta posee una fuerza tal que muy pronto olvidamos el marco piadoso donde está inscrita y nos dejamos llevar por el goce de la lectura y el placer morboso del miedo.
Como no podía ser menos para un autor realista, lo fantástico tiene que tener lugar en la Edad Media. Y nos encontramos con el pacto fáustico de toda al vida. Un grupo de campesinos se ve incapaz de cumplir con las exigencias feudales de su señor (un antipático caballero teutónico) y el simpático demonio de turno se ofrece a ayudarles a cambio de un niño sin bautizar. Los campesinos parecen reacios a aceptar pero, al final, espoleados por una mujer de fuerte carácter, Christine, aceptan. Claro, que, luego, intentan ser más listos que el propio diablo y, para evitar cumplir su parte del trato, bautizan nada más nacer y de forma apresurada a todo recién nacido.
Cuando el demonio ve frustradas sus intenciones, Christine empieza a desarrollar una horrible y dolorosa mancha negra con forma de araña en su cara. Cada vez que un niño escapa de las garras del diablo, la mancha provoca algún tipo de desgracia, primero unas plaga de arañas minúsculas que acaban con el ganado y, finalmente, la metamorfosis de Christine en una araña gigante que asola esta comunidad rural. Por supuesto, hay un final feliz pero el bien no triunfa sino mediante el sacrificio y, aunque uno es más bien ateo no puedo dejar de sentir que, en el fondo y desde un punto de vista más ético que moral, Gotthelf acierta plenamente en su imaginativa alegoría.
Por que, efectivamente, en esta clave ha sido interpretado el libro, siendo la araña negra vista como una representación del mal, de la culpabilidad colectiva ante el pecado o, más prosaicamente, de la peste negra de 1348 (la época, más o menos, en que está ambientada la historia).
Pero, teorías aparte, este es un libro que cualquiera puede disfrutar sin mayores contemplaciones y donde el “mensaje” es fácil de obviar. El suizo es muy hábil a la hora de caracterizar personajes, el irascible y amoral caballero teutónico, el combativo cura local dispuesto a luchar con el demonio en un cuerpo a cuerpo que ríete de Jackie Chan, Christine, la mujer fuerte capaz de imponer su voluntad a toda una comunidad, el demonio tan sutil como letal y la gran masa de campesinos con sus deseos, miedos y egoísmos (Gotthelf es especialmente bueno a la hora de describir las flaquezas humanas).
Pero, al mismo tiempo, su imaginación no tiene parangón. La escena en la que Christine lucha con el sacerdote en medio de una tormenta en plenos Alpes y acaba transformándose en araña posee una fuerza sólo al alcance de unos pocos. El fin de la araña y su resurrección un par de siglos después son también momentos altamente conseguidos.
Thomas Mann consideraba este libro uno de los mejores escritos en alemán y aparece en muchas listas tipo “las mejores novelas de terror”, es cierto que a Gotthelf se le ve mucho el plumero en su moralina religiosa y en su crítica anticatólicas, así como en un declarado afán didáctico pero no es menos cierto que estas partes son fáciles de obviar y que, en esencia, “La Araña Negra” es una gran novela corta de terror que merece ser recuperada por todo aficionado a este género.
2 Comments:
Después de lo leído no me queda otro remedio que anotar el libro en mi lista de futuras lecturas.
Creo que la labor de 'recuperación' que de forma puntual haces en este blog es impagable.
Muchas de las obras de las que hablas son auténticas joyas, olvidadas por los amantes del fantástico, quizá debido a la fagocitación del acervo fantástico del pasado por parte de el Goliat editorial actual, que nos inunda con más que decepcionantes banalidades.
Muchas veces me pregunto si mis gustos, anclados en un caduco clasicismo o pasado, o como coño se quiera llamar, no me conducen a ninguna parte; auqnue después de leer estas anotaciones tuyas, me siento acompañado en este camino.
Saludos
JM
La verdad es que, como bien comentas, el camino pavimentado por las obras clásicas a veces se hace un poco solitario, así que se agradece mucho saber que uno no está sólo.
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