miércoles, enero 11, 2006

9 Relatos de Terror y Misterio


Este librillo (o fascículo, o separata o lo que sea) es fruto de una de esas iniciativas a la que las revistas y periódicos suelen recurrir, generalmente en verano, para atraer a lectores remisos, abandonados o huidizos.
En este caso, la revista Quo regalaba (es un decir) una brevísima antología titulada “9 relatos de misterio y terror”. El hecho de que el terror fuese el tema elegido y que en la portada apareciesen un par de autores “de los nuestros” me decidió a hacerme con un ejemplar (y creo que ha sido la única vez en mi vida que he leído el Quo más allá de la peluquería o el dentista).
El caso es que si en entradas anteriores he calificado muchas antologías como un buen modo de pasar una tarde esta puede definirse como una buena forma de gastar una horita relajadamente. Son sólo 50 páginas con muchas ilustraciones, cuentos, por lo tanto muy, muy cortitos pero que, sorprendentemente, me han agradado bastante. Y eso que las historias de los autores que más conocía (“Tres veces seis” de Rodolfo Martínez y “Los ojos de Jaime” de Elia Barceló) me han decepcionado un poquito. Obras menores en la producción de estos escritores y no por su tamaño.
Mucho mejores son “La luz de la noche” de José Carlos Somoza, una fantasía onírica cercana al realismo mágico, “Las mujeres de la casa” de Fernando Marías sobre la maldición que sufre una familia y, en especial, “Extranjeros” de Espido Freire, a la que no había leído nunca pero que me ha gustado mucho como teje esta leve fantasía medieval también sobre otra familia maldita.
“El muerto” de Eugenia Rico no deja de ser meramente correcto, más flojos me han parecido los que no tienen ningún tono fantástico (friki que es uno) como “Defensa propia” de Rafael Reig (sobre turbios asesinatos en la senectud), “La inocencia” de Eloy Tizón (otro más de paranoicos y sus cuelgues) y “La historia de Ernesto Reyes” de José Ángel Mañas, el más soslayable de todos, una historia sin sustancia y que abusa de lo políticamente correcto.
En fin, una agradable sorpresita, vamos.