Un Experimento Pedagógico (3): La Ciudad de las Bestias de Isabel Allende
Para la segunda evaluación, mi amigo eligió “La Ciudad de las Bestias” de Isabel Allende y ante esto me encuentro con un escollo personal. Me explico. Allende nunca ha sido una autora de mi gusto, y, que me perdonen sus muchos fans (una vez, en cierto foro, por defender muchas de las cosas que voy a decir ahora un compatriota suyo casi me corta el cuello), siempre la he considerado una autora de segunda o tercera fila. Me adentré en su lectura por esas tonterías que uno hace con 17 años, había una chica que me gustaba y para poder tener algo de que hablar con ella me puse a leer todo lo que ella leía. Algunas cosas buenas saqué en limpio, descubrí a Stendhal y “Rojo y Negro” pero también hubo sus cosas malas, tuve que leer a Isabelita, y, encima, aparentar que me encantaba (moraleja de la historia, no merece la pena hacer semejantes estupideces, de hecho no me comí una rosca con la susodicha que, lista ella, me cogió el truco rapidito).
Eso si, le reconozco a la señora Allende un libro decente y que está por encima de la media (aunque sé que estoy en franca minoría), “De Amor y de Sombra”, una eficaz y bonita historia romántica con la dictadura de Pinochet de fondo. La obra que le dio fama, “La Casa de los Espíritus” siempre me ha parecido un “Cien Años de Soledad” light, la “traducción” para aquellos que no pudieron con el original. Y “Eva Luna” y los “Cuentos de Eva Luna” malos con avaricia (algún cuento podría medio salvarse, pero poquitos). Ahí me canse de la doña y hasta hoy, así que si alguno de sus libros posteriores es la releche, me lo he perdido por mis prejuicios, ¡Qué le vamos a hacer! (en cualquier caso soy escéptico, su último trabajo es la novelización de las películas de “El Zorro”, ahí es nada).
Por tanto, leerme “La Ciudad de las Bestias” me daba un poco de cosa, a saber que había hecho esta buena señora con una supuesta historia para jóvenes que alguien había calificado de “el Harry Potter hispano”.
Bueno, al final no fue para tanto, el libro es mediocre (y bastante lejos del amigo Potter) pero también es verdad que resulta mejor de lo que me esperaba. Allende se marca una historia de adolescente malcriado y caprichosos occidental (un prototipo de todo buen quinceañero del mundo rico), aunque le da un saludable toque de realismo al marcar como origen de su rebeldía el cáncer que sufre su madre (un rasgo de realismo cruel poco habitual en los libros para jóvenes).
Como su padre ya no aguanta la tarea de cuidar a tres críos y una madre comatosa le manda con su abuela que es una especie de Indiana Jones en femenino, sesentona y con mucha mala leche. De nuevo un arquetipo, la abuelita dura como el pedernal pero tierna en el fondo que decide “arreglar” la educación de su nietecito por las bravas (a ratos me recuerda a uno de esos sabelotodos de Heinlein).
Lo que ya me parece más discutible es que la susodicha anciana se lleve al niño de excursión por una de las regiones más remotas de la Amazonía es busca de una bestia mítica (la abuela es periodista de algo parecido a “National Geographic”) que tiene la costumbre de destripar personas, para rematar la faena el chaval se acaba de meter en un embolado de narices con una tribu de indios un poco guerreros y que aún no ha entrado en contacto con el hombre blanco y las mafias y paramilitares de turno que explotan la selva de forma salvaje y no se caracterizan por sus buenos modales.
En este follón, que es la base de las aventuras del libro, es donde la realidad se descompone y la novela se torna poco creíble, es muy dudoso que ningún padre por muy liado que esté se le ocurra mandar a su hijito del alma ha semejante fregado donde lo más normal es que no vuelve entero.
Pero bueno, susbsanado ese pequeño lapsus (más que nada para que haya libro), Allende consigue montar una trama medio decente y, a ratos, hasta interesante. Cae de lleno en todos los tópicos posibles: antropólogos vanidosos que no tienen ni idea de cómo es un indio de verdad, malos más malos que la sarna, buenos de una bondad impoluta, niños capaces de las hazañas más inverosímiles, mensaje buenrrollista criticando la destrucción del Amazonas y el exterminio de las tribus indígenas, el buen salvaje que posee una sabiduría que el hombre blanco no tiene, final feliz, etc, etc.
Vale, es un libro para gente de 12-14 años, y a la mayoría de ellos no les sonará como a un lector adulto pero no es menos cierto que otros autores hacen lo mismo (Sepúlveda y su gaviota, sin ir más lejos) y no se les ve tanto el cartón.
Además, Allende peca de un estilo en ocasiones un poco cargante. Cuando se encuentra con algún nudo de la trama elige el modo discursivo, en el peor estilo de narrador omniscente decimonónico, para explicar que ha pasado y por que y eso genera una lectura tediosa, torpe y un tanto tosca, da la sensación, en muchos casos, de ser un libro poco trabajado, al que un par de reescrituras a fondo no le vendrían mal.
Lo peor es que, en ocasiones, suena demasiado al gran clásico de aventuras fantásticas en la Amazonía, “El mundo perdido” de Arthur Conan Doyle y ya se sabe lo que pasa con eso de las comparaciones.
Por supuesto, también tiene sus cosas buenas, los elementos fantásticos de la trama (la bestia asesina, el interior de los tepui, la magia del chaman bueno, una especie de Gandalf selvático muy bien trazado) están hechos con gracia e interés y encajan de una forma natural en la historia, y no son elementos decorativos puestos para epatar si no parte fundamental del libro sin el cual este no podría funcionar. Y tampoco hay que olvidar que la autora chilena se esfuerza en lograr un par de sorpresas con algún personaje que pueden llegar a pillar a contrapié a más de un lector avezado.
A pesar de todo me gustó más el libro de Sepúlveda, si bien no parece que mi opinión sea generalizada, puede que Sepúlveda haya vendido un montón de ejemplares de su gaviota pero Allende no le va a la zaga y ha convertido “La ciudad de las bestias” en el inicio de una rentable trilogía (de hecho, su segunda parte, “El Reino del Dragón de Oro” es la lectura para la tercera evaluación).
En cuanto a la reacción de los alumnos, a mi, personalmente, me ha sorprendido, apenas se ha movido un milímetro de la primera evaluación. Se podía temer que al encontrarse con un libro más largo y complejo que el primero (que apenas era poco más que un cuento de hadas) hubiera habido algún renuncio pero los chavales han reaccionado igual que al principio, un ejemplo de como a veces los profesores podemos subestimar a nuestros chicos. Pero, también, la constatación de un pequeño fracaso, los chavales que ya leían lo siguen haciendo y los que no siguen negándose a caer en tan nefando vicio. Puede que aún sea pronto para sacar ideas de estos resultados, aunque a mi se me ocurren ya unas cuantas, voy a esperar al final de curso para comentar el siguiente y último libro antes de exponer mis conclusiones.
Eso si, le reconozco a la señora Allende un libro decente y que está por encima de la media (aunque sé que estoy en franca minoría), “De Amor y de Sombra”, una eficaz y bonita historia romántica con la dictadura de Pinochet de fondo. La obra que le dio fama, “La Casa de los Espíritus” siempre me ha parecido un “Cien Años de Soledad” light, la “traducción” para aquellos que no pudieron con el original. Y “Eva Luna” y los “Cuentos de Eva Luna” malos con avaricia (algún cuento podría medio salvarse, pero poquitos). Ahí me canse de la doña y hasta hoy, así que si alguno de sus libros posteriores es la releche, me lo he perdido por mis prejuicios, ¡Qué le vamos a hacer! (en cualquier caso soy escéptico, su último trabajo es la novelización de las películas de “El Zorro”, ahí es nada).
Por tanto, leerme “La Ciudad de las Bestias” me daba un poco de cosa, a saber que había hecho esta buena señora con una supuesta historia para jóvenes que alguien había calificado de “el Harry Potter hispano”.
Bueno, al final no fue para tanto, el libro es mediocre (y bastante lejos del amigo Potter) pero también es verdad que resulta mejor de lo que me esperaba. Allende se marca una historia de adolescente malcriado y caprichosos occidental (un prototipo de todo buen quinceañero del mundo rico), aunque le da un saludable toque de realismo al marcar como origen de su rebeldía el cáncer que sufre su madre (un rasgo de realismo cruel poco habitual en los libros para jóvenes).
Como su padre ya no aguanta la tarea de cuidar a tres críos y una madre comatosa le manda con su abuela que es una especie de Indiana Jones en femenino, sesentona y con mucha mala leche. De nuevo un arquetipo, la abuelita dura como el pedernal pero tierna en el fondo que decide “arreglar” la educación de su nietecito por las bravas (a ratos me recuerda a uno de esos sabelotodos de Heinlein).
Lo que ya me parece más discutible es que la susodicha anciana se lleve al niño de excursión por una de las regiones más remotas de la Amazonía es busca de una bestia mítica (la abuela es periodista de algo parecido a “National Geographic”) que tiene la costumbre de destripar personas, para rematar la faena el chaval se acaba de meter en un embolado de narices con una tribu de indios un poco guerreros y que aún no ha entrado en contacto con el hombre blanco y las mafias y paramilitares de turno que explotan la selva de forma salvaje y no se caracterizan por sus buenos modales.
En este follón, que es la base de las aventuras del libro, es donde la realidad se descompone y la novela se torna poco creíble, es muy dudoso que ningún padre por muy liado que esté se le ocurra mandar a su hijito del alma ha semejante fregado donde lo más normal es que no vuelve entero.
Pero bueno, susbsanado ese pequeño lapsus (más que nada para que haya libro), Allende consigue montar una trama medio decente y, a ratos, hasta interesante. Cae de lleno en todos los tópicos posibles: antropólogos vanidosos que no tienen ni idea de cómo es un indio de verdad, malos más malos que la sarna, buenos de una bondad impoluta, niños capaces de las hazañas más inverosímiles, mensaje buenrrollista criticando la destrucción del Amazonas y el exterminio de las tribus indígenas, el buen salvaje que posee una sabiduría que el hombre blanco no tiene, final feliz, etc, etc.
Vale, es un libro para gente de 12-14 años, y a la mayoría de ellos no les sonará como a un lector adulto pero no es menos cierto que otros autores hacen lo mismo (Sepúlveda y su gaviota, sin ir más lejos) y no se les ve tanto el cartón.
Además, Allende peca de un estilo en ocasiones un poco cargante. Cuando se encuentra con algún nudo de la trama elige el modo discursivo, en el peor estilo de narrador omniscente decimonónico, para explicar que ha pasado y por que y eso genera una lectura tediosa, torpe y un tanto tosca, da la sensación, en muchos casos, de ser un libro poco trabajado, al que un par de reescrituras a fondo no le vendrían mal.
Lo peor es que, en ocasiones, suena demasiado al gran clásico de aventuras fantásticas en la Amazonía, “El mundo perdido” de Arthur Conan Doyle y ya se sabe lo que pasa con eso de las comparaciones.
Por supuesto, también tiene sus cosas buenas, los elementos fantásticos de la trama (la bestia asesina, el interior de los tepui, la magia del chaman bueno, una especie de Gandalf selvático muy bien trazado) están hechos con gracia e interés y encajan de una forma natural en la historia, y no son elementos decorativos puestos para epatar si no parte fundamental del libro sin el cual este no podría funcionar. Y tampoco hay que olvidar que la autora chilena se esfuerza en lograr un par de sorpresas con algún personaje que pueden llegar a pillar a contrapié a más de un lector avezado.
A pesar de todo me gustó más el libro de Sepúlveda, si bien no parece que mi opinión sea generalizada, puede que Sepúlveda haya vendido un montón de ejemplares de su gaviota pero Allende no le va a la zaga y ha convertido “La ciudad de las bestias” en el inicio de una rentable trilogía (de hecho, su segunda parte, “El Reino del Dragón de Oro” es la lectura para la tercera evaluación).
En cuanto a la reacción de los alumnos, a mi, personalmente, me ha sorprendido, apenas se ha movido un milímetro de la primera evaluación. Se podía temer que al encontrarse con un libro más largo y complejo que el primero (que apenas era poco más que un cuento de hadas) hubiera habido algún renuncio pero los chavales han reaccionado igual que al principio, un ejemplo de como a veces los profesores podemos subestimar a nuestros chicos. Pero, también, la constatación de un pequeño fracaso, los chavales que ya leían lo siguen haciendo y los que no siguen negándose a caer en tan nefando vicio. Puede que aún sea pronto para sacar ideas de estos resultados, aunque a mi se me ocurren ya unas cuantas, voy a esperar al final de curso para comentar el siguiente y último libro antes de exponer mis conclusiones.
4 Comments:
Coincido en que La Ciudad de las Bestias es bastante flojito. Fantasía juvenil correcta pero olvidable e incluso aburridilla por momentos. Las sorpresas que se van desvelando suenan más a fórmula que a verdadera inspiración. En fin, que no lo recomendaría, ni siquiera para un público juvenil. Hay cosas más interesantes...
Pues no te creas los chavales andan medio contentos con leerse la segunda parte, me imagino que a determinadas edades uno es menos crítico con lo que lee.
Sí, no digo que no pueda gustarles... digo que hay otras cosas que podrían gustarles más :)
Ya, en eso tienes razón, pero ahí la culpa la tienen los profes que a menudo no saben muy bien que literatura juvenil buena hay y tiran por lo fácil.
Sin olvidar los prejuicios, por ejemplo, Harry Potter es demasiado famoso, un best seller, luego no puede ser bueno. Pero Isabel Allende es una escritora seria y con fama entre los culturetas luego debe de ser buena. Ese tipo de argumentos.
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