"El Fantasma de la Señora Crowl" de J. Sheridan Le Fanu
No voy a negar que Sheridan Le Fanu es uno de mis autores preferidos en lo que se refiere al terror decimonónico, así que puede que esta reseña me salga un poco subjetiva, pero, dado que el blog es mío, creo que puedo permitirme el lujo de ser un poco arbitrario, aunque, desde luego, la maestría de Le Fanu ha sido reconocida por mucha gente, entre ellos M. R. James o H. P. Lovercraft que sabían un poco más que yo de esto de dar miedo.
De hecho, “El fantasma de la señora Crowl” es una antología interesante por dos aspectos concretos. El primero, y más atractivo, por que el recopilador de los relatos fue nada menos que M. R. James, probablemente el mejor escritor de ghost store que han visto los tiempos. De hecho, el libro se publicó originalmente en 1923 y contaba con una muy interesante introducción de James a la que la edición española suma una breve conferencia donde el inglés, de nuevo, repasa las claves y los títulos más interesantes de su colega angloirlandés. Así que la inclusión de estos dos textos y la propia elección de relatos de James nos abre un interesante camino en la comprensión de la obra de Le Fanu.
La segunda gran ventaja de esta antología es que en ella encontramos un puñado de cuentos hasta ahora inéditos, difíciles de encontrar o desperdigados en una docena de libros. Actualmente, y al margen de este libro, la mejor forma de conocer la obra breve de Le Fanu es consultar los tres volúmenes que Valdemar ha publicado con un gran número de sus cuentos (“Los archivos del Doctor Hesselius”, “La habitación del Dragón Volador” y “Dickon el diablo”). Pero (siempre hay un pero), la obra de Le Fanu daría, perfectamente, para un cuarto tomo y mientras esperamos que se publique, aquí podemos degustar cuentos tan impactantes como “El testamento del caballero Toby”, “El niño que se fue con las hadas”, “El pacto de Sir Dominick”, “Ultor de Lacy” e “Historias de Lough Guir”. A ellos habría que sumarles “El fantasma de la señora Crowl”, “El demonio Dickon”, “El gato blanco de Drumgunniol”, Un relato de los extraños sucesos de la calle Aungier”, “Historias de fantasmas de Chapelizod”, “El malvado capitán Walshave, de Wauling” y “La visión de Tom Chuff”, ya publicados en las antologías de Valdemar.
En este conjunto hay gemas que brillan por si solas y alcanzan la magnitud de obras maestras como puede ser el caso de “El testamento del caballero Toby”, “El fantasma de la señora Crowl” o “El niño que se fue con las hadas” (y eso que James decidió mantener fuera de la selección los mejores cuentos de Le Fanu, los protagonizados por el doctor Hesselius), pero, en cualquier caso, no hay un cuento malo, todos y cada uno de ellos, a su manera y capricho, son pequeñas obras irrepetibles de lectura obligatoria para todos los aficionados al cuento de miedo.
James eligió un curioso sistema para colocar los cuentos de su recopilación, de más modernos a más antiguos. Así pues, a medida que leemos vamos hacia atrás en el tiempo, tanto en la elaboración de los cuentos como en las habilidades de Le Fanu. James asegura que los cuentos más antiguos son peores, no tanto por cuestiones de estilo si no por que la ambientación le parecía anticuada. Casi un siglo después de estas palabras hay que reconocer que para cualquier lector de hoy todos los cuentos parecerán anticuados y, personalmente, no he encontrado grandes diferencias de unos a otros excepto en la mayor ambición temática y pulso narrativo de los más modernos, algo lógico en un escritor que, al final de sus días, manejaba a la perfección todas las herramientas de su oficio.
Lo que si que he notado es que los cuentos más antiguos (o sea, más primerizos) suelen tener una clara inclinación a relatar historias típicas del folklore irlandés. De las doce historias, hay al menos siete que se sitúan claramente en el pasado o en las tradiciones de la otra isla británica. Las historias del país de las hadas, de antiguos fantasmas de las revueltas jacobitas, de apariciones en determinado pueblo o castillo, son la base de la mayoría de estos relatos.
Otros, en cambio, son más atemporales y están ambientados en Inglaterra, con sus habitantes como protagonistas y, he de reconocer, que son los que encuentro, con excepciones, más conseguidos e interesantes. Cuando Le Fanu se deja llevar por el espíritu del folklorista coleccionista de historias sus relatos ganan en autenticidad pero pierden en profundidad literaria.
Le Fanu fue el padre de la “ghost story” que puso fin a la dictadura gótica cuando esta andaba ya en franca decadencia. Sus cuentos huyeron de las ambientaciones exóticas, de las pasiones desenfrenadas y de los excesos típicos del Romanticismo. Como coetáneo de Dickens, Elliot y demás autores realistas, Le Fanu prefirió ambientar sus historias en entornos conocidos por el lector, elegir sus personajes entre gentes normales y corrientes y dotar sus historias de una lógica y coherencia internas que las hacen plenamente creíbles.
Si a estas decisiones unimos virtudes como su acertado ritmo narrativo (lo ominoso se acerca poco a poco al lector creando un suspense intolerable, sabemos que va a pasar algo pero no ni el qué ni cuándo), su portentosa imaginación, la habilidad para sugerir más que mostrar (menos es más y de que manera) y el profundo pesimismo de sus cuentos (nunca acaban bien del todo), tenemos las claves para entender por que, casi dos siglos después, todavía sus narraciones atraen a un buen número de aficionados al género del terror.
El hecho de que Abraxas haya saldado este libro y se pueda encontrar a un precio irrisorio convierte su compra en una obligación para todo friki que se precie aunque, eso sí, que nadie espere la exquisita edición de Valdemar, el papel es barato y la traducción un tanto cutre pero, a pesar de todo, merece la pena hacerse con este libro. Que dentro de unos años sólo se podrá conseguir en ciertas tiendas y a determinados precios.
De hecho, “El fantasma de la señora Crowl” es una antología interesante por dos aspectos concretos. El primero, y más atractivo, por que el recopilador de los relatos fue nada menos que M. R. James, probablemente el mejor escritor de ghost store que han visto los tiempos. De hecho, el libro se publicó originalmente en 1923 y contaba con una muy interesante introducción de James a la que la edición española suma una breve conferencia donde el inglés, de nuevo, repasa las claves y los títulos más interesantes de su colega angloirlandés. Así que la inclusión de estos dos textos y la propia elección de relatos de James nos abre un interesante camino en la comprensión de la obra de Le Fanu.
La segunda gran ventaja de esta antología es que en ella encontramos un puñado de cuentos hasta ahora inéditos, difíciles de encontrar o desperdigados en una docena de libros. Actualmente, y al margen de este libro, la mejor forma de conocer la obra breve de Le Fanu es consultar los tres volúmenes que Valdemar ha publicado con un gran número de sus cuentos (“Los archivos del Doctor Hesselius”, “La habitación del Dragón Volador” y “Dickon el diablo”). Pero (siempre hay un pero), la obra de Le Fanu daría, perfectamente, para un cuarto tomo y mientras esperamos que se publique, aquí podemos degustar cuentos tan impactantes como “El testamento del caballero Toby”, “El niño que se fue con las hadas”, “El pacto de Sir Dominick”, “Ultor de Lacy” e “Historias de Lough Guir”. A ellos habría que sumarles “El fantasma de la señora Crowl”, “El demonio Dickon”, “El gato blanco de Drumgunniol”, Un relato de los extraños sucesos de la calle Aungier”, “Historias de fantasmas de Chapelizod”, “El malvado capitán Walshave, de Wauling” y “La visión de Tom Chuff”, ya publicados en las antologías de Valdemar.
En este conjunto hay gemas que brillan por si solas y alcanzan la magnitud de obras maestras como puede ser el caso de “El testamento del caballero Toby”, “El fantasma de la señora Crowl” o “El niño que se fue con las hadas” (y eso que James decidió mantener fuera de la selección los mejores cuentos de Le Fanu, los protagonizados por el doctor Hesselius), pero, en cualquier caso, no hay un cuento malo, todos y cada uno de ellos, a su manera y capricho, son pequeñas obras irrepetibles de lectura obligatoria para todos los aficionados al cuento de miedo.
James eligió un curioso sistema para colocar los cuentos de su recopilación, de más modernos a más antiguos. Así pues, a medida que leemos vamos hacia atrás en el tiempo, tanto en la elaboración de los cuentos como en las habilidades de Le Fanu. James asegura que los cuentos más antiguos son peores, no tanto por cuestiones de estilo si no por que la ambientación le parecía anticuada. Casi un siglo después de estas palabras hay que reconocer que para cualquier lector de hoy todos los cuentos parecerán anticuados y, personalmente, no he encontrado grandes diferencias de unos a otros excepto en la mayor ambición temática y pulso narrativo de los más modernos, algo lógico en un escritor que, al final de sus días, manejaba a la perfección todas las herramientas de su oficio.
Lo que si que he notado es que los cuentos más antiguos (o sea, más primerizos) suelen tener una clara inclinación a relatar historias típicas del folklore irlandés. De las doce historias, hay al menos siete que se sitúan claramente en el pasado o en las tradiciones de la otra isla británica. Las historias del país de las hadas, de antiguos fantasmas de las revueltas jacobitas, de apariciones en determinado pueblo o castillo, son la base de la mayoría de estos relatos.
Otros, en cambio, son más atemporales y están ambientados en Inglaterra, con sus habitantes como protagonistas y, he de reconocer, que son los que encuentro, con excepciones, más conseguidos e interesantes. Cuando Le Fanu se deja llevar por el espíritu del folklorista coleccionista de historias sus relatos ganan en autenticidad pero pierden en profundidad literaria.
Le Fanu fue el padre de la “ghost story” que puso fin a la dictadura gótica cuando esta andaba ya en franca decadencia. Sus cuentos huyeron de las ambientaciones exóticas, de las pasiones desenfrenadas y de los excesos típicos del Romanticismo. Como coetáneo de Dickens, Elliot y demás autores realistas, Le Fanu prefirió ambientar sus historias en entornos conocidos por el lector, elegir sus personajes entre gentes normales y corrientes y dotar sus historias de una lógica y coherencia internas que las hacen plenamente creíbles.
Si a estas decisiones unimos virtudes como su acertado ritmo narrativo (lo ominoso se acerca poco a poco al lector creando un suspense intolerable, sabemos que va a pasar algo pero no ni el qué ni cuándo), su portentosa imaginación, la habilidad para sugerir más que mostrar (menos es más y de que manera) y el profundo pesimismo de sus cuentos (nunca acaban bien del todo), tenemos las claves para entender por que, casi dos siglos después, todavía sus narraciones atraen a un buen número de aficionados al género del terror.
El hecho de que Abraxas haya saldado este libro y se pueda encontrar a un precio irrisorio convierte su compra en una obligación para todo friki que se precie aunque, eso sí, que nadie espere la exquisita edición de Valdemar, el papel es barato y la traducción un tanto cutre pero, a pesar de todo, merece la pena hacerse con este libro. Que dentro de unos años sólo se podrá conseguir en ciertas tiendas y a determinados precios.
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