Paura 1
En su momento me perdí este “Paura 1”. Mea culpa. Sólo puedo dar como excusa el que uno se pierde, en ocasiones en la vorágine de títulos y novedades que inundan el mercado fantástico en estos días (quien lo iba a decir hace unos años…). Pero como he disfrutado enormemente con los tomos 2 y 3, decidí hace poco cumplir con mi penitencia (bendita penitencia, me apresuro a decir) y leerme este tomo 1 de tan interesante iniciativa. Y, como esperaba, no me he sentido desilusionado en ningún momento. Este primer volumen es igual de bueno que sus dos sucesores.
A mi entender, el relato más pirotécnico y espectacular es “El domo de la amenaza” de Santiago García. Muy bien ambientado en nuestra Guerra Civil, más que de terror estaríamos hablando de una fantasía oscura muy peculiar, en la que se traza todo un universo oculto al mundo real pero que se entrecruza con él de forma trágica. Es cierto que Santiago García a veces cae en lo rutinario y lo vulgar pero también que cuenta con una imaginación portentosa y una gran habilidad a la hora de detenerse en pequeños detalles que enriquecen al conjunto del relato. Por supuesto, el giro final es de lo más inesperado y sorpresivo que se pueda imaginar.
“Propiedad intelectual” de Santiago Eximeno es otro gran cuento que confirma el papel de gran figura del terror nacional para este escritor. Sutil, inteligente y bien escrito, oscila entre el sentido de la maravilla reflejado en el poder de su protagonista y el horror absoluto de su conclusión. Una pequeña obra maestra.
“Bibelot” de Félix J. Palma es otro de los aciertos de este libro. Es cierto que presenta una gran ambigüedad, los sucesos pueden tener una explicación tan fantástica como real, pero también es cierto que Palma plasma con maestría sentimientos tan complejos como la soledad, el abatimiento y los engaños que tejen nuestras vidas para hacerlas más soportables. Un cuento sensible y necesario.
Nuria C. Botey en “El regalo” también elige el terreno de lo ambiguo entre lo real y lo fantástico pero, al igual que Palma, acierta a recrear con gran fidelidad una mente obsesiva y como esta fijación puede destruir la vida de una persona. El detallismo con que es descrito como poco a poco se va destruyendo la plácida rutina de una pareja es de lo mejor que he leído de esta escritora.
“Sentirás una cierta pena…” de Javier Cuevas aunque algo torpe en el arranar, consigue alzar pronto el vuelo y convertirse en un bello homenaje a un siniestro amor más allá de la muerte.
“La ciudad de los ojos” de Carlos Gardini es una oscura y, a la vez, esperanzada reflexión sobre la muerte. Un relato incomodo pero absorbente, en el que Gardini realiza una doble reflexión, sobre la condición del escritor y sobre como su trabajo puede trascender al aniquilamiento del cuerpo. Lleno de un sentido del humor bastante negro, Gardini consigue hacer creíble lo que cuenta por más inverosímil que nos parezca.
Sergio Gaut vel Hartman, el otro escritor argentino de la antología, describe en “El círculo se cierra” el castigo más justo posible para los crímenes de la dictadura que asoló su país durante años. Un relato en cierta forma catárquico pero que se equivoca a la hora de intentar crear horror, por que en ningún momento sentimos simpatía por el milico acosado por los fantasmas de sus victimas, al contrario, deseamos que estas le jodan lo más posible. Aunque me imagino que esa era también la intención de su autor.
Melanie Tem con “La muñeca bailarina” crea un relato tan sencillo como eficaz. El miedo fluye con alegría por sus páginas sin meterse en honduras ni complejidades.
En cambio “La primavera en la cabeza, el otoño a la espalda”• de Michael A. Arnzen, la otra contribución no hispana a la antología, me ha dejado un tanto más indiferente. Aunque bien escrito y con un agradable hálito poético, a la postre, no deja de ser otra historia más de psicópatas.
Tampoco me acaba de convencer del todo “La mujer reciclada” de Pilar Pedraza, una crítica contra los males que a día de hoy sigue sufriendo una buena parte de la población femenina.
Igual me ocurre con “Sueños de nieve y barro” de Marc. R. Soto, otro de niños psicópatas que pasa sin pena ni gloria.
“Dientes” de Elia Barceló es cuento fallido en cuanto a estructura. La historia que cuenta, aunque clásica (un niño fantasma) está modernizada de una forma bastante lograda (las apariciones tiene lugar en un coche de lujo). Por desgracia padece de uno de los finales más abrupto de la historia, y da la sensación que la historia se podría haber desarrollado de una forma mucho mejor en formato de novela corta más que en el de cuento.
Por último está “Y ella dijo no” de Francisco Ruíz Fernández, una especie de fantasía bíblica que se me ha hecho, pese a su brevedad, algo reiterativa y pesada, probablemente por que este es un sub-género que me deja bastante frío.
En fin, una muy potente antología que en su momento me perdí pero que estos últimos días he disfrutado a fondo.
A mi entender, el relato más pirotécnico y espectacular es “El domo de la amenaza” de Santiago García. Muy bien ambientado en nuestra Guerra Civil, más que de terror estaríamos hablando de una fantasía oscura muy peculiar, en la que se traza todo un universo oculto al mundo real pero que se entrecruza con él de forma trágica. Es cierto que Santiago García a veces cae en lo rutinario y lo vulgar pero también que cuenta con una imaginación portentosa y una gran habilidad a la hora de detenerse en pequeños detalles que enriquecen al conjunto del relato. Por supuesto, el giro final es de lo más inesperado y sorpresivo que se pueda imaginar.
“Propiedad intelectual” de Santiago Eximeno es otro gran cuento que confirma el papel de gran figura del terror nacional para este escritor. Sutil, inteligente y bien escrito, oscila entre el sentido de la maravilla reflejado en el poder de su protagonista y el horror absoluto de su conclusión. Una pequeña obra maestra.
“Bibelot” de Félix J. Palma es otro de los aciertos de este libro. Es cierto que presenta una gran ambigüedad, los sucesos pueden tener una explicación tan fantástica como real, pero también es cierto que Palma plasma con maestría sentimientos tan complejos como la soledad, el abatimiento y los engaños que tejen nuestras vidas para hacerlas más soportables. Un cuento sensible y necesario.
Nuria C. Botey en “El regalo” también elige el terreno de lo ambiguo entre lo real y lo fantástico pero, al igual que Palma, acierta a recrear con gran fidelidad una mente obsesiva y como esta fijación puede destruir la vida de una persona. El detallismo con que es descrito como poco a poco se va destruyendo la plácida rutina de una pareja es de lo mejor que he leído de esta escritora.
“Sentirás una cierta pena…” de Javier Cuevas aunque algo torpe en el arranar, consigue alzar pronto el vuelo y convertirse en un bello homenaje a un siniestro amor más allá de la muerte.
“La ciudad de los ojos” de Carlos Gardini es una oscura y, a la vez, esperanzada reflexión sobre la muerte. Un relato incomodo pero absorbente, en el que Gardini realiza una doble reflexión, sobre la condición del escritor y sobre como su trabajo puede trascender al aniquilamiento del cuerpo. Lleno de un sentido del humor bastante negro, Gardini consigue hacer creíble lo que cuenta por más inverosímil que nos parezca.
Sergio Gaut vel Hartman, el otro escritor argentino de la antología, describe en “El círculo se cierra” el castigo más justo posible para los crímenes de la dictadura que asoló su país durante años. Un relato en cierta forma catárquico pero que se equivoca a la hora de intentar crear horror, por que en ningún momento sentimos simpatía por el milico acosado por los fantasmas de sus victimas, al contrario, deseamos que estas le jodan lo más posible. Aunque me imagino que esa era también la intención de su autor.
Melanie Tem con “La muñeca bailarina” crea un relato tan sencillo como eficaz. El miedo fluye con alegría por sus páginas sin meterse en honduras ni complejidades.
En cambio “La primavera en la cabeza, el otoño a la espalda”• de Michael A. Arnzen, la otra contribución no hispana a la antología, me ha dejado un tanto más indiferente. Aunque bien escrito y con un agradable hálito poético, a la postre, no deja de ser otra historia más de psicópatas.
Tampoco me acaba de convencer del todo “La mujer reciclada” de Pilar Pedraza, una crítica contra los males que a día de hoy sigue sufriendo una buena parte de la población femenina.
Igual me ocurre con “Sueños de nieve y barro” de Marc. R. Soto, otro de niños psicópatas que pasa sin pena ni gloria.
“Dientes” de Elia Barceló es cuento fallido en cuanto a estructura. La historia que cuenta, aunque clásica (un niño fantasma) está modernizada de una forma bastante lograda (las apariciones tiene lugar en un coche de lujo). Por desgracia padece de uno de los finales más abrupto de la historia, y da la sensación que la historia se podría haber desarrollado de una forma mucho mejor en formato de novela corta más que en el de cuento.
Por último está “Y ella dijo no” de Francisco Ruíz Fernández, una especie de fantasía bíblica que se me ha hecho, pese a su brevedad, algo reiterativa y pesada, probablemente por que este es un sub-género que me deja bastante frío.
En fin, una muy potente antología que en su momento me perdí pero que estos últimos días he disfrutado a fondo.
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