Viaje al Mundo Subterránero de Ludvig Holberg
Ludvig Holberg era, para mi, un perfecto desconocido y reconozco que si me compre este libro fue por que había sido saldado y tenía un precio más que irresistible. También influyó que fuese uno de los primeros títulos de la Editorial Abraxas, un proyecto que acabó fracasando pero que publicó un buen número de títulos clásicos tan peculiares como improbables de encontrar en cualquier otro sitio. Abraxas intentó ser una especie de Valdemar a lo pobre (sólo hay que ver el aspecto exterior de sus libros) pero no deja de ser una pena su más que segura desaparición.
Leído el prólogo parece ser que Holberg es toda una institución en su Dinamarca natal, una especie de fundador de la literatura en lengua danesa por lo que no deja de ser curioso que este “Viaje al mundo subterráneo” este escrito en latín (Nicolai Klimii iter subterraneum es el título original).
El libro puede situarse claramente en el apartado de utopías y distopías y es claramente deudor de “Los viajes de Gulliver” de Swift. En efecto, la obra del irlandés es de 1721 y la de Holberg de 20 años después, sin olvidar que el danés era un buen conocedor de la literatura anglosajona gracias a sus viajes por Inglaterra, incluida una estancia en Oxford hacia 1710.
Nicolas Klim, el protagonista de la historia, viaja al centro de la tierra (más de un siglo antes que Verne) y descubre que esta está hueca y cuenta con un pequeño sistema solar en su interior. Se convierte en satélite de uno de sus planetas hasta que un dragón lo captura y lleva a la superficie de Nazar. Allí descubre una peculiar civilización de árboles móviles e inteligentes, los cuales inicialmente le aceptan dentro de su sociedad para finalmente exiliarle al vecino planeta de Firmamento habitado por diversas razas de animales, plantas y objetos parlantes. Allí, Klim encuentra una primitiva tribu de humanos a los que lidera y lleva a una guerra de conquista que le permite convertirse en emperador de todo el planeta. Finalmente, es derrocado por sus súbditos y vuelve de nuevo a la superficie terrestre.
El propósito inicial de Holberg es muy similar al de Swift, las descripciones de las diferentes razas y pueblos de Nazar y Firmamento (que abarcan más de la mitad del libro) son un mera excusa para criticar de una forma u otra a la sociedad europea del XVIII. Unas veces colocándola frente a su imagen deformadas, como entre los monos de Martinia y otras enfrentándola a una raza mucho más sabia y pragmática como los potuanos, los árboles inteligentes de Nazar. Sobre todo, en este último caso, la imitación del último libro de “Los viajes de Gulliver”, el del país de los Houyhnhnms, roza el plagio. En efecto, Klim el humano se nos presenta como un perfecto idiota que queda en ridículo constantemente frente a los mucho más avanzados potuanos, hasta que estos, hartos de sus tonterías, le exilian.
El terreno donde Holberg bate a Swift es en el de la imaginación a la hora de describir sus diferentes razas con su peculiar carácter, los sabios potuanos, los vacuos martinianos y un largo etc son un perfecto ejemplo de cómo crear una raza de aliens perfectamente creíble y, al mismo tiempo, distinta de los humanos. De hecho, los potuanos parecen un claro precedente de los ents de Tolkien, no solo por su carácter arbóreo y por su sabiduría sino por que entre ellos se considera el colmo de la inteligencia el tardar mucho, pero mucho tiempo en pensarse las cosas y llegar a alguna conclusión (Klim es tachado de imbecil por que siempre discurre a una velocidad de vértigo). La teoría podría ser peregrina si no fuera por que Tolkien era experto en literatura escandinava y mucho me extrañaría que este libro no hubiese caído alguna vez en sus manos.
Otra curiosa referencia es uno de los pueblos que Klim encuentra en Firmamento y que se comunican entre ellos, literalmente, mediante los pedos que sueltan. Una gracia escatológica sin más trascendencia si no fuera por que Aldiss la uso en una novela suya titulada “Los oscuros años luz” (esta vez no tengo tan claro que el inglés si se hubiera leído este libro aunque Aldiss es un gran experto en la ciencia ficción más primitiva).
Por otro lado, algunas de las ideas que muestra Holberg para presentarnos su sociedad ideal son de una modernidad impresionante para 1741. Los potuanos gozan de una total igualdad entre sexos y, de hecho, su primer ministro es una mujer. Esta situación escandaliza de tal forma al pedestre Klim que sus intentos para derogar semejante ley son los que al final hacen que sus anfitriones le expulsen.
En resumen, el libro es bastante potente y más si penamos en su brevedad (apenas 170 páginas), el hecho de que imite a Swift es únicamente un pequeño handicap que se supera fácilmente al ver el derroche de imaginación que despliega la narración. Impresiona leer una novelita de ciencia ficción tan antigua, por que, efectivamente, esto es ciencia ficción, la teoría de la tierra hueca era una de las muchas pseudociencias que colearon por el mundo hasta finales del siglo XIX (ya se sabe que la ciencia ficción bebe tanto de la ciencia de verdad como de la de mentirijillas). Únicamente la introducción de esos animales y objetos parlantes desvirtúa un tanto este panorama pero son solamente una pequeña nota discordante.
Lo peor de todo el libro es cuando el autor abandona el tono descriptivo y ensayístico para, en su último tercio, montarse una novelita épica de conquista de un imperio con rancio sabor oriental que resulta tan ramplona como innecesaria, a la par que bastante ajena al espíritu general de la obra.
Por lo demás, la traducción de Carlos Castillo es bastante buena y no deja de ser una obrita que si bien no pasará a la historia del género es un perfecto ejemplo de en que consistía eso de la proto-ciencia ficción.
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