Formador/Mecanicista: una Nueva Visión
El mecanicismo, que fue la filosofía subyacente a la visión científica ortodoxa hasta que Einstein y Planck demostraron su inexactitud en los fenómenos atómicos astronómicos, se basa en el análisis de la naturaleza descomponiendo los fenómenos en partes y trazando relaciones espaciotemporales entre las mismas. La hipótesis de trabajo es que los todos deben estudiarse descomponiéndose en partes y siguiendo las interacciones mecánicas de esas partes. Con esta visión se llega a un modelo en que el Universo es una máquina, un inmenso reloj cuyos engranajes infalibles hacen que todo marche a la hora precisa. El corolario de esta visión es que la máquina se mueve sin sentido y que, poco a poco, sus partes se diluirán en un océano de entropía, donde las partículas movidas al azar chocarán para nada, hasta detenerse en la muerte sideral del Universo frío que postula el segundo principio de Termodinámica.
Como alternativa a esta visión mecanicista la filosofía de la forma es una corriente de pensamiento que observa y postula la existencia de una tendencia mórfica en el Universo: desde el átomo a la galaxia, pasando por plantas y minerales, la materia adopta un repertorio de formas repetidas: espiral, círculo, poliedro, sinusoides, ramificaciones, simetrías, que mantienen distintos elementos componentes, en estructuras invariantes. La existencia de zonas de materia entrópica en el Universo está contrarrestada por zonas negentrópicas donde la materia se relaciona configurando estructuras que se conservan durante lapsos de tiempo considerables; las galaxias en forma de espiral, los sistemas solares que giran en elipses, las conchas y cuernos helicoidales; las simetrías de los vertebrados, las sinusoidales de los líquidos en movimiento, son ejemplos de la tendencia mórfica en el Universo, creadora de estructura: que el ojo percibe como formas, la matemática describe en fórmulas y la física sistematiza en leyes.
La diferencia entre ambos puntos de vista es importante porque conlleva una metodología de trabajo diferente; para los mecanicistas lo primordial es el análisis de los todos en partículas elementales y sus leyes de movimiento. Para los morfologistas lo primordial es la forma, es decir, las leyes de ocupación espacial de la materia organizada en conjuntos complejos. Donde los mecanicistas se ocupan en descomponer para definir partículas elementales, los morfologistas se ocupan en comparar para definir una tipología de formas elementales; y donde los mecanicistas usan un pensamiento lineal-temporal relacionando de causa a efecto la interacción de partículas y masas según leyes de movimiento, los morfologistas emplean un pensamiento por analogía, isótropo-espacial, relacionando la interacción de partículas y masas por isomorfismo, según leyes de configuración espacial de los todos. Para los mecanicistas la unidad básica de explicación es el átomo más simple de materia o energía en que se pueda resolver un conjunto; para los morfologistas la unidad de investigación es una acción, es decir, un proceso. Notemos aquí que esta forma de pensamiento espacial y analógica de los morfologistas, diferentes a la temporal y causal de la física clásica, es la usada también por los filósofos taoístas chinos, y quizá en esta analogía transcultural entre morfologistas y taoístas esté la causa profunda de la intrigante similitud entre los paisajes de fondo de Leonardo Da Vinci y los paisajistas chinos. Al pensar por acciones o procesos, en vez de por partículas elementales, los chinos, en su lenguaje, no tienen sustantivos (que son el correlativo semántico de las partículas estables) sino verbos, que son el correlativo semántico de acciones o procesos. Esta enorme diferencia en el modo de ver el mundo entre morfologistas chinos y mecanicistas griegos ha pasado a los lenguajes de Asia y Europa y, a su vez, al estar incrustada en el propio lenguaje, que es el instrumento de pensar, ha condicionado, desde la misma base instrumental, la forma de ver el mundo de las generaciones sucesivas de europeos y chinos.
Ambas visiones son complementarias puesto que la mecanicista remarca el principio de causalidad y la variable tiempo, y la morfologista el principio de analogía y la variable espacio; una piensa en sustantivos y la otra en verbos. Dado que ambos enfoques han sido útiles en la comprensión del Universo, el único problema reside en no confundir el ámbito de su aplicación, y, sobre todo, en no pretender la vigencia universal de una, en exclusión de la otra, como ha sucedido al imponerse científicamente el paradigma mecanicista. Parece que entre una y otra escuela, entre ambas visiones del mundo, se da un principio de dualidad como en la materia que es, a la vez, partícula y onda; el Universo es, a la vez, mecanicista y morfologista, funciona tanto por causalidad temporal como por analogía espacial.
Contra la tendencia entrópica hacia el desorden aleatorio que postulan los mecanicistas, los morfologistas sostienen una tendencia mórfica que genera orden; ambas son visibles en el mundo que nos rodea. Cuál de ambas tendencias está más generalizada es algo aún sin decidir, y por ello el debate entre las dos escuelas continúa abierto, alineándose en él los pensadores, más según su temperamento y juicios de valor subjetivos, que por convicción objetiva, que ni los unos ni los otros han logrado todavía aportar. Temperamentos especialistas, racionalistas y analíticos suelen ser mecanicistas; caracteres imaginativos, generalistas y sintéticos, morfologistas. Es significativo notar que personalidades del carácter de Leonardo Da Vinci y Goethe, aunque conocen y utilizan el método mecanicista, se inclinan, en su visión del mundo, por el pensamiento morfologista. La filosofía de la forma es el modo de pensar de los hombres universales. El concepto de mutabilidad propuesto por los humanistas del Renacimiento, comprobado empíricamente por Darwin, requiere un método científico no mecanicista, sino más próximo a la morfología. Desde un punto de vista mecanicista, la evolución no puede darse; no hay nada que evolucionar puesto que cualquier conjunto de relaciones exteriores o estructuras es tan deseable como cualquier otro. Solo puede haber cambio, sin propósito y sin progreso. Contrariamente, la evidencia evolutiva señala la aparición de organismos complejos a partir de estados antecedentes menos complejos. Según la teoría mecanicista, lo que dura son sustancias como materia o electricidad; según la teoría morfológica lo durable son estructuras de actividad y lo que evoluciona son estructuras. Las células del labio se renuevan, la forma del labio perdura. El estructuralismo contemporáneo considera la estructura o posiciones relativas de los elementos como más fundamental que los elementos o partículas materiales constituyentes, en las cuales se centraban los mecanicistas y a las cuales tomaban como invariantes. El edificio del pensamiento mecanicista, tal como lo diseñaron los griegos, y lo desarrollaron Galileo, Descartes y Newton, se construye con elementos estáticos, conceptos que designan esencias fijas o inmutables, átomos, que son diminutas partículas de materia indestructible. La física moderna ha puesto en entredicho esta concepción al descubrir que los invariantes de la naturaleza son estructuras y no átomos; incluso se ha negado la existencia de partículas materiales, afirmando Einstein que "las partículas son un modo conveniente de agrupar sucesos».
La Filosofía de la Forma se centra en una búsqueda de unidad en la diversidad y continuidad en el cambio. Unidad y diversidad son aspectos necesarios de cualquier orden inteligible, un término implica el otro; unidad sin diversidad es identidad; diversidad sin unidad es caos. La continuidad en el cambio está implícita en la idea de proceso; el cambio se reduce a orden cuando se reconoce la forma del proceso. La búsqueda intelectual se centra por tanto en la unidad en la diversidad y la forma del proceso. Ahora bien, la unidad de la naturaleza puede darse en formas estáticas o en formas de proceso. Durante la fase más temprana de su desarrollo, el intelecto se sentía más capacitado para pensar en conceptos estáticos, y Platón hizo de esta tendencia una elección decisiva para el pensamiento europeo. Por el contrario, en el evolucionismo y estructuralismo, versiones contemporáneas de la filosofía de la forma, lo primario es el proceso en vez de la sustancia o concepto estable, y el orden de la naturaleza se busca en la existencia de una tendencia mórfica, es decir, una forma en el proceso, ondas repetidas en el río de Heráclito. Las partículas fluyen río abajo, pero las olas se repiten, debido a las leyes de relación entre partículas. La naturaleza se ve como una unidad de proceso en una diversidad de estructuras.
Este texto pertenece a una biografía sobre Leonardo Da Vinci escrita por Luis Racionero, pertenece a un capítulo inicial titulado "La Filosofía de la Forma". La tesis de Racionero, alrededor de la cual gira todo el libro, es que Leonardo Da Vinci fue un morfologista puro.
Coloco este texto aquí, un poco largo lo reconozco, por qué me parece un resumen magistral de las dos formas de afrontar el universo y la vida de los formadores y los mecaniscistas de la novela "Schismatrix" de Bruce Sterling (y los relatos correspondientes). Por supuesto, Sterling no lee a Racionero, pero, indudablemente, ambos parten de una fuente similar. Me gustaría saber cual, pero la bibliografía de esta biografía deja un tanto que desear. Con todo, me parece un texto bello e interesante y que arroja una nueva luz sobre la obra de Sterling. Por cierto, y para acabar, servidor es más bien mecanicista, que le vamos a hacer.
Como alternativa a esta visión mecanicista la filosofía de la forma es una corriente de pensamiento que observa y postula la existencia de una tendencia mórfica en el Universo: desde el átomo a la galaxia, pasando por plantas y minerales, la materia adopta un repertorio de formas repetidas: espiral, círculo, poliedro, sinusoides, ramificaciones, simetrías, que mantienen distintos elementos componentes, en estructuras invariantes. La existencia de zonas de materia entrópica en el Universo está contrarrestada por zonas negentrópicas donde la materia se relaciona configurando estructuras que se conservan durante lapsos de tiempo considerables; las galaxias en forma de espiral, los sistemas solares que giran en elipses, las conchas y cuernos helicoidales; las simetrías de los vertebrados, las sinusoidales de los líquidos en movimiento, son ejemplos de la tendencia mórfica en el Universo, creadora de estructura: que el ojo percibe como formas, la matemática describe en fórmulas y la física sistematiza en leyes.
La diferencia entre ambos puntos de vista es importante porque conlleva una metodología de trabajo diferente; para los mecanicistas lo primordial es el análisis de los todos en partículas elementales y sus leyes de movimiento. Para los morfologistas lo primordial es la forma, es decir, las leyes de ocupación espacial de la materia organizada en conjuntos complejos. Donde los mecanicistas se ocupan en descomponer para definir partículas elementales, los morfologistas se ocupan en comparar para definir una tipología de formas elementales; y donde los mecanicistas usan un pensamiento lineal-temporal relacionando de causa a efecto la interacción de partículas y masas según leyes de movimiento, los morfologistas emplean un pensamiento por analogía, isótropo-espacial, relacionando la interacción de partículas y masas por isomorfismo, según leyes de configuración espacial de los todos. Para los mecanicistas la unidad básica de explicación es el átomo más simple de materia o energía en que se pueda resolver un conjunto; para los morfologistas la unidad de investigación es una acción, es decir, un proceso. Notemos aquí que esta forma de pensamiento espacial y analógica de los morfologistas, diferentes a la temporal y causal de la física clásica, es la usada también por los filósofos taoístas chinos, y quizá en esta analogía transcultural entre morfologistas y taoístas esté la causa profunda de la intrigante similitud entre los paisajes de fondo de Leonardo Da Vinci y los paisajistas chinos. Al pensar por acciones o procesos, en vez de por partículas elementales, los chinos, en su lenguaje, no tienen sustantivos (que son el correlativo semántico de las partículas estables) sino verbos, que son el correlativo semántico de acciones o procesos. Esta enorme diferencia en el modo de ver el mundo entre morfologistas chinos y mecanicistas griegos ha pasado a los lenguajes de Asia y Europa y, a su vez, al estar incrustada en el propio lenguaje, que es el instrumento de pensar, ha condicionado, desde la misma base instrumental, la forma de ver el mundo de las generaciones sucesivas de europeos y chinos.
Ambas visiones son complementarias puesto que la mecanicista remarca el principio de causalidad y la variable tiempo, y la morfologista el principio de analogía y la variable espacio; una piensa en sustantivos y la otra en verbos. Dado que ambos enfoques han sido útiles en la comprensión del Universo, el único problema reside en no confundir el ámbito de su aplicación, y, sobre todo, en no pretender la vigencia universal de una, en exclusión de la otra, como ha sucedido al imponerse científicamente el paradigma mecanicista. Parece que entre una y otra escuela, entre ambas visiones del mundo, se da un principio de dualidad como en la materia que es, a la vez, partícula y onda; el Universo es, a la vez, mecanicista y morfologista, funciona tanto por causalidad temporal como por analogía espacial.
Contra la tendencia entrópica hacia el desorden aleatorio que postulan los mecanicistas, los morfologistas sostienen una tendencia mórfica que genera orden; ambas son visibles en el mundo que nos rodea. Cuál de ambas tendencias está más generalizada es algo aún sin decidir, y por ello el debate entre las dos escuelas continúa abierto, alineándose en él los pensadores, más según su temperamento y juicios de valor subjetivos, que por convicción objetiva, que ni los unos ni los otros han logrado todavía aportar. Temperamentos especialistas, racionalistas y analíticos suelen ser mecanicistas; caracteres imaginativos, generalistas y sintéticos, morfologistas. Es significativo notar que personalidades del carácter de Leonardo Da Vinci y Goethe, aunque conocen y utilizan el método mecanicista, se inclinan, en su visión del mundo, por el pensamiento morfologista. La filosofía de la forma es el modo de pensar de los hombres universales. El concepto de mutabilidad propuesto por los humanistas del Renacimiento, comprobado empíricamente por Darwin, requiere un método científico no mecanicista, sino más próximo a la morfología. Desde un punto de vista mecanicista, la evolución no puede darse; no hay nada que evolucionar puesto que cualquier conjunto de relaciones exteriores o estructuras es tan deseable como cualquier otro. Solo puede haber cambio, sin propósito y sin progreso. Contrariamente, la evidencia evolutiva señala la aparición de organismos complejos a partir de estados antecedentes menos complejos. Según la teoría mecanicista, lo que dura son sustancias como materia o electricidad; según la teoría morfológica lo durable son estructuras de actividad y lo que evoluciona son estructuras. Las células del labio se renuevan, la forma del labio perdura. El estructuralismo contemporáneo considera la estructura o posiciones relativas de los elementos como más fundamental que los elementos o partículas materiales constituyentes, en las cuales se centraban los mecanicistas y a las cuales tomaban como invariantes. El edificio del pensamiento mecanicista, tal como lo diseñaron los griegos, y lo desarrollaron Galileo, Descartes y Newton, se construye con elementos estáticos, conceptos que designan esencias fijas o inmutables, átomos, que son diminutas partículas de materia indestructible. La física moderna ha puesto en entredicho esta concepción al descubrir que los invariantes de la naturaleza son estructuras y no átomos; incluso se ha negado la existencia de partículas materiales, afirmando Einstein que "las partículas son un modo conveniente de agrupar sucesos».
La Filosofía de la Forma se centra en una búsqueda de unidad en la diversidad y continuidad en el cambio. Unidad y diversidad son aspectos necesarios de cualquier orden inteligible, un término implica el otro; unidad sin diversidad es identidad; diversidad sin unidad es caos. La continuidad en el cambio está implícita en la idea de proceso; el cambio se reduce a orden cuando se reconoce la forma del proceso. La búsqueda intelectual se centra por tanto en la unidad en la diversidad y la forma del proceso. Ahora bien, la unidad de la naturaleza puede darse en formas estáticas o en formas de proceso. Durante la fase más temprana de su desarrollo, el intelecto se sentía más capacitado para pensar en conceptos estáticos, y Platón hizo de esta tendencia una elección decisiva para el pensamiento europeo. Por el contrario, en el evolucionismo y estructuralismo, versiones contemporáneas de la filosofía de la forma, lo primario es el proceso en vez de la sustancia o concepto estable, y el orden de la naturaleza se busca en la existencia de una tendencia mórfica, es decir, una forma en el proceso, ondas repetidas en el río de Heráclito. Las partículas fluyen río abajo, pero las olas se repiten, debido a las leyes de relación entre partículas. La naturaleza se ve como una unidad de proceso en una diversidad de estructuras.
Este texto pertenece a una biografía sobre Leonardo Da Vinci escrita por Luis Racionero, pertenece a un capítulo inicial titulado "La Filosofía de la Forma". La tesis de Racionero, alrededor de la cual gira todo el libro, es que Leonardo Da Vinci fue un morfologista puro.
Coloco este texto aquí, un poco largo lo reconozco, por qué me parece un resumen magistral de las dos formas de afrontar el universo y la vida de los formadores y los mecaniscistas de la novela "Schismatrix" de Bruce Sterling (y los relatos correspondientes). Por supuesto, Sterling no lee a Racionero, pero, indudablemente, ambos parten de una fuente similar. Me gustaría saber cual, pero la bibliografía de esta biografía deja un tanto que desear. Con todo, me parece un texto bello e interesante y que arroja una nueva luz sobre la obra de Sterling. Por cierto, y para acabar, servidor es más bien mecanicista, que le vamos a hacer.
3 Comments:
Interesante y fascinante.
A mí me parece lamentable la ignorancia de Racionero sobre el tema que habla.
Es falso que el mecanicismo sea refutado por Planck y Einstein. El mecanicismo deja de perder fuerza ya en la década de 1860 con los trabajos de Maxwell que afianzan la idea de campo, de hecho el propio Maxwell aún intentaba formular sus ecuaciones en términos mecánicos pero en pocos años ese tipo de interpretaciones se abandonaron.
Por otro los trabajos de Planck no tienen nada que ver con la refutación del mecanicismo, y en todo caso lo contrario, ya que eran un espaldarazo a la mecánica estadística de Boltzmann. Lo que me lleva a la confusión que parece tener Racionero entre mecanicismo y reduccionismo, que no son lo mismo, aunque parece que para él tales sutilezas no tienen importancia.
En fin, que se trata de un caso más de cháchara vacía, de esa con la que se trata de engañar al lector mediante falacias y errores sin ningún contenido de interés.
Me da miedo pensar cuál puede ser su fuente.
Ay, qué daño hacen algunos autores al tergiversar los conceptos científicos y filosóficos porque quieren dar imagen de falsa erudición para tratar de vendernos su moto, que probablemente está averiada.
Un saludo.
Siento no compartir una crítica tan dura contra Racionero. Además de escritor ha sido profesor de economía y de urbanismo en sendas universidades catalanas, tiene, obviamente, las carreras de económicas y arquitectura y un doctorado en urbanismo por la universidad de Berkley, donde fue a estudiar con una beca Fullbright.
En fin, me da que algo sabe sobre estos temas. Por otro lado, la crítica que le haces es más de detalle que de fondo. No soy experto en física pero sí tengo claro que, al menos, Einstein y los fundadores de la mecánica cuántica son los encargados de acabar con la física newtoniana (lamémosla mecanicista o no). Desconozco hasta que punto los trabajos de Planck fueron o no en esa dirección, pero si borras ese nombre y lo sustituyes por otro físico de prestigio (¿Heisenberg?), el texto sigue siendo igual de válido. En mi opinión, insisto, de alguien no muy versado en ciencia pero que si me fio de quien, en principio, si sabe de esos temas. Y Racionero, aparentemente, cumple ese requisito.
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