miércoles, septiembre 27, 2006

Isabela de Egipto de Achim Von Arnim


Achim von Arnim es una de esas figuras de la literatura que hoy en día sólo es conocida por un puñado de especialistas y estudiosos hasta que una editorial como Valdemar decide recuperarla para el gran público. Recuperación, en cualquier caso, tampoco nada exitosa. En estos tiempos de novedad por encima de todo y de culto a lo efímero, leer a los clásicos puede ser tan subversivo como en su época ser punk o marxista.
En fin, que el bueno de Arnim está considerado como uno de los grandes poetas del romanticismo alemán en su vertiente “recuperar el pasado”, de ahí su dedicación a recopilar y versificar antiguas canciones populares, todo a mayor gloria de Alemania que no era una nación (todavía) pero que gente como Arnim o su colega y amigo Brentano se empeñaban en que lo fuese aunque para eso hubiera que masacrar o dejarse masacrar (dependía del día) por los ejércitos napoleónicos. Al final esta gente consiguió sus objetivos aunque casi ninguno vivió para contemplar el II Reich de Bismarck erigido sobre las ruinas de Paris en 1871. Claro que, vista la posterior afición de los alemanes para montar una guerra mundial cada 30 años uno se pregunta si Arnim y demás tuvieron una buena idea.
En cualquier caso, y aunque poeta sobre todo, Arnim de vez en cuando le daba a la prosa y se marcaba sus novelas que, seguro, le debían de dar más dinero que sus versos. Así fue pariendo unas cuantas pero mejor que nadie las busque, están sin traducir al castellano (no se de que me sorprendo) y la única muestra que nos queda del hacer narrativo del bueno de Achim es esta “Isabela de Egipto” escrita en 1812.
Un librito breve y que se lee en una tarde tonta especialmente por que tampoco es, precisamente, una obra maestra. Se trata de una novela histórico fantástica que narra los primeros amoríos de nuestro Carlos I allá en su Gante natal.
La moza que se lleva al catre al futuro emperador es la gitana que da título a la novela y por razones un tanto turbias. Arnim se alimenta de una serie de tradiciones medievales que situaban el origen de los gitanos en Egipto y veían su errabunda vida como una maldición por haberse negado a socorrer a la Virgen y el niño durante su huida a Egipto. Como se ve, una leyenda poco original basada en la figura del judío errante.
Isabela decide seducir a Carlos para que este cese las persecuciones contra su pueblo, lo reagrupe y le permita volver a su patria natal.
Bueno, Isabela, la verdad, muy espabilada no es, el plan auténtico ha sido elaborado por una especie de celestinesco personaje llamado Braka, auténtica mentora de nuestra muchachilla.
Para que, además, la cosa sea más desmesurada aún, Braka e Isabela cuentan con la ayuda de un fantasma (el hombre de la piel de oso, y aquí Arnim se deja llevar por su afición al folkore e inserta un cuentecillo popular alemán en medio de la historia para contarnos el origen de este personaje) y un alraune o mandrágora llamado Cornelius (esas raíces que crecen bajo el cuerpo de un ahorcado y que se convierten en una especie de homúculo).
La historia es, por tanto, rarita. Carlos y Cornelius compiten por el amor de Isabel, por el camino se mezcla un judío que crea un golem con la apariencia de la gitana y todo se embrolla de una forma un tanto errática y caprichosa. Este es, probablemente, el mayor hándicap del libro, los personajes no se mueven siguiendo ninguna lógica si no únicamente a los dictados del autor que se cuida mucho de tener ninguna coherencia. La historia va y viene sin mucho sentido y todo tiene un aire general de improvisación y descuido un tanto irritante.
Tampoco se puede pasar por alto algunos fragmentos claramente antisemitas que aunque comprensibles en el contexto de la época hoy en día son bastante molestos.
Eso si, el librito también tiene sus virtudes. Hay un sensación general de desenfado, de no tomarse muy en serio la historia que encaja a la perfección con el aire un tanto desarrapado de la novela. Los personajes fantásticos (el fantasma y el alraune) tienen una función más bien cómica y una gran parte de la obra parece tener una orientación cercana a la picaresca.
Además, Arnim es muy eficaz a la hora de crear atmósferas, se percibe el frío de los canales flamencos, la algarabía de las fiestas populares y el ambiente desenfadado de una taberna. Además, el hechizo mediante el cual Isabela da vida a Cornelius es un pasaje de una perfección sobrecogedora.
En resumen, un libro muy irregular pero que tiene su aquel aunque no creo que saque a Arnim de su purgatorio personal del olvido.