lunes, febrero 27, 2012

"Señores del Olimpo" de Javier Negrete

Antes de empezar con la reseña vaya por delante una confesión: no me gustan las novelizaciones de la mitología griega, me suelen parecer pastiches insulsos comparados con los originales clásicos o con “Los mitos griegos” de Robert Graves, uno de mis libros-fetiche de juventud.
Pero, toda norma tiene sus excepciones, y “Señores del Olimpo” es una de ellas. Si me decidí con el libro fue, básicamente, por dos razones: una, el Premio Minotauro, la otra, Javier Negrete. Reconozco que, vista la trayectoria de ambas “razones”, la segunda tuvo mayor peso que la primera, aunque, aún así, tardé en decidirme un poquito (a fin de cuentas la novela es del 2006).
El veredicto final, un libro muy entretenido y divertido pero, posiblemente, menor dentro de la trayectoria de Negrete. He disfrutado con él, y lo he leído en un suspiro pero tengo la sensación de que el poso que va a dejar en mi memoria será bastante leve.
Como no podía ser de otra forma, Negrete demuestra poseer un perfecto conocimiento sobre el tema (para algo es profesor de griego), pero, además, demuestra también tenerle muy poco respeto. Puede parecer paradójico, pero esta mezcla es lo que hace funcionar al libro, ya que su autor sabe perfectamente donde la erudición es necesaria y donde la tradición debe ser subvertida, logrando que todo encaje de una forma armoniosa y que, hasta cierto punto, la historia de el pego como un mito más de la religión de la Grecia Clásica.
“Señores del Olimpo” narra una sublevación contra el mismísimo Zeus cuyo objetivo es deponerle como rey de los dioses. La idea presenta una cierta lógica si recordamos que el mismo Zeus llegó al poder de una forma similar. La historia, pues, narra la derrota inicial del dios de los cielos y como se las tiene que apañar para sobrevivir y volver al trono del que ha sido depuesto.
Es, por tanto, una típica novela de aventuras intrascendental, cuyo principal objetivo es divertir sin complejos (cosa que consigue con gran facilidad) y donde el principal rasgo de originalidad es su ambientación en el mundo mitológico griego. Negrete, además, es bastante astuto, y consciente de la sensación de posible coñazo que para más de un lector potencial podría tener la ambientación mitológica (para algo es profesor), la da un giro muy interesante y coloca a sus dioses más cercanos a los superhéroes de la Marvel que a la tradición homérica.
Y esta irreverencia le funciona de maravilla. Es posible que parezca un tanto chocante a más de un lector tradicional, pero pasadas unas páginas el mecanismo funciona a la perfección. Por ejemplo, que el poder de Zeus de lanzar rayos le sea conferido por un guantelete de acero que, para más inri, tenga un número limitado de disparos tras el cual hay que recargarlo, convierte al viejo dios griego en alguien más cercano a Spiderman que a su trasunto en la “Iliada”.
Además, Negrete envuelve a toda la historia en un cierto halo de ciencia ficción que me recuerda mucho al que también posee su saga de “La espada de fuego”. Es cierto que aquí la fantasía sigue siendo fantasía y, a diferencia de su célebre saga, nunca muta a ciencia ficción del todo, pero algo de eso flota a lo largo de todo el libro, y uno no deja de tener la sensación que de un momento a otra Zeus y el resto de la pandilla olímpica va a confesar su carácter transhumano como en “El señor de la luz” de Zelazny (un claro antecedente de esta historia). Lógico si tenemos en cuenta cuales son los orígenes y las querencias del madrileño, y, me apresuro a decir, este halo en ningún momento estropea la ambientación de la novela si no todo lo contrario, podemos situarlo dentro del campo de los aciertos.
Menos me han gustado, en cambio, otras cosas. Por ejemplo un afán explicativo y racionalizador de determinados funcionamientos dentro del mundo de la novela y que, sinceramente, me parecen innecesarios. Los dioses son dioses, religión a fin de cuentas, y por tanto totalmente reacios a la lógica, por muy griegos que sean.
Tampoco me acaba de gustar la caracterización de uno de los principales personajes del libro, nada menos que Palas Atenea, cuyo comportamiento en poco se parece a lo que recogen las fuentes clásicas, y aunque, al final, aparece una cierta explicación a ese cambio de carácter, la idea no me acaba de convencer.
Sin embargo, estos detalles no ensombrece el global de la historia, que, repito, es divertida, fluida, y podría funcionar perfectamente como típica lectura veraniega desengrasante y, por supuesto, con una calidad por encima de la mayoría de los best-seller al uso en temperada estival.
Así que, “Señores del Olimpo”, en cierta forma, me reafirma en mi teoría sobre la novelizaciones mitológicas pero, igualmente, no puedo decir que me arrepiente de haberla leído, si no todo lo contrario. Y es que, como dije al principio, siempre hay una excepción `para cada regla.

sábado, febrero 25, 2012

En la muerte de una editorial (o dos)

La muerte de una editorial o colección no deja de ser una desgracia con múltiples ramificaciones que afecta a mucha gente. Empleos perdidos, dinero invertido que se va al garete, librerías, distribuidores e imprentas con menos volumen de negocio, autores que se quedan huérfanos y deben buscar un nuevo nido, y lectores que pierden otra fuente más de suministros.
En este último apartado me encuentro yo mismo y, a veces, no dejo de sentir un poco de inquietud pensando que nivel de culpa tengo, porqué no compré algún libro más que, a lo mejor, hubiera sido la diferencia entre una cuenta de beneficios discretamente saneada o la bancarrota.
Tampoco me rompo mucho la cabeza, la oferta actual del mercado editorial es inabarcable, los presupuestos son los que son y el tiempo para leer es igualmente limitado. Con estas premisas, definir como darwinismo salvaje la lucha de autores y editores por hacerse un hueco es quedarse al nivel de Disney, el asunto, me temo, es mucho más gore que la evolución de las especies.
En los últimos tiempos ha habido un par de proyectos que se han ido al traste que han provocado en mí algo más que un alzar de cejas. Durante mi año de ausencia en la red falleció la colección Ómicron y, en los últimos días, el bonito proyecto de NGC Ficción está en proceso de pasar a mejor vida. Y digo que este asunto me produjo algo más que desazón por qué, en ambos casos, reseñé puntualmente varios títulos de ambas colecciones, aporté, por tanto, mi pequeño granito de arena a la muerte o supervivencia de ambos esfuerzos.
NGC sacó siete títulos de ciencia ficción, fantasía, terror y novela negra. Ómicron dieciséis novelas de ciencia ficción. Fueron dos colecciones totalmente diferentes. Una centrada en la ciencia ficción anglosajona y con un editorial potente detrás, la otra un producto artesanal de fandomitas echaos p’alante que dieron el salto a la profesionalización y centrados en autores españoles de todo tipo de géneros populares. Dos formas diferentes de buscar un nicho en el mercado, dos fracasos igual de rotundos.
Y, curiosamente, la crónica de dos muertes anunciadas. No me digan porqué pero desde el principio tuve la sensación de que ambas aventuras iba a acabar mal y, sospecho, esta idea rondaba por la cabeza de más de un aficionado.
Si analizamos cada caso por separado es posible que seamos capaces de comprender, al menos, alguna de las variables que posiblemente abocaron a la muerte comercial a estos editores. Descartemos la cuestión estética o profesional del producto. Los dos sacaron libros editados de una forma más que correcta. Ediciones sin erratas ni faltas de ortografía, traducciones decentes en el caso de Ómicron, buenos tipos de letra, márgenes aceptables, maquetación adecuada, cubiertas vistosas (más espectaculares la de NGC) y claramente de género… En fin, lo normal, se me dirá, pues no exactamente, por qué algunos de los supervivientes (de momento) dentro de la edición de ciencia ficción no cumplen precisamente con estos estándares mínimos. Prefiero no dar nombres que todos los conocemos pero al César lo que es del César, Ómicron y NGC cumplieron en ese apartado, lo que por parte de la primera era lo mínimo al estar dentro de una editorial mucho más potente pero que en el caso de NGC tiene especial mérito al ser un producto artesanal (algo de lo que ya hablé en su momento).
De Ómicron ya comenté en su día que la cosa iba mal y, vaya por Dios, acerté. Intentaron consolidar su proyecto mediante una, aparentemente, inteligente mezcla de autores conocidos y novedades editoriales. Sin olvidar algún título a los que, supuestamente, los aficionados iban a lanzarse de cabeza. Fallaron de forma estrepitosa y por varias razones.
Primer fallo, arrancar con dos libros de Haldeman y Willis. En principio esto no parece tan malo, ambos autores han vendido bien en nuestro país, lo que sí es un error es empezar con dos novelas cortas mediocres y cobrarlas a un precio por encima de la media. A mí me llamó la atención que los dos primeros libros fuesen tan finitos (llegué a pensar brevemente que quizá la línea editorial fuese la novela corta) y me pareció exagerado pagar tanto por tan poco. Si luego, además, las obras no eran lo mejor de los autores para que seguir.
Y esto nos lleva al segundo fallo, mala elección de títulos, repito, títulos, no autores, por qué Ómicron volvió a publicar a Haldeman y también a Sawyer y Bujold, otros dos autores del gusto del fandom pero, nuevamente, en cada caso no eligieron precisamente lo mejor de sus obras. La sensación que flotaba en el ambiente era que Ómicron estaba quedándose con las sobras de los demás.
Luego, por supuesto, vino el tercer fallo, elegir algunos autores que manda narices, por ejemplo Hogan, un mediocre de todas todas, y con el que insistieron dos veces, o grandes desconocidos como Frank M. Robinson o McBride Allen (¿alguien sabe quiénes son?), o gente de la que había vagas referencias como Park o habían sacado alguna novela que no había funcionado especialmente bien como Kessel o Turtledove o creer que Rucker era realmente un autor de culto que iba a atraer a las masas.
Cuarto fallo, lo bueno llegó demasiado tarde, posiblemente el mejor libro de toda la colección fue “Spin” de Wilson y, no en vano, se trata del último título que sacaron, uno no puede menos que preguntarse por qué no empezaron con él u otro de calibre parecido.
Quinto fallo, un mercado saturado donde ya había colecciones que ocupaban un nicho privilegiado e iba a ser difícil sacarlas de ahí. Es verdad que Ómicron nació cuando la crisis todavía no nos había afectado pero no es menos cierto que el mercado de ciencia ficción da para lo que da y para que entre uno casi que es obligatorio que otro salga. Ómicron lo intentó, birlo algunas estrellas a otras editoriales (como Sawyer, Bujold, Willis), lo que llamó la atención del fandom, y sacó alguna novela realmente de una gran calidad como “China Montaña Zhang de McHughs pero eso no fue suficiente como para que los compradores se pasasen en bloque al nuevo proyecto. Podrían haber intentado un truco un tanto facilón pero que con nosotros siempre funciona, publicar algún premio gordo (tipo Hugo, Nebula o incluso un Locus) o finalista destacado pero cuando se decidieron a hacerlo (“Spin”) ya era tarde. Luego llegó la crisis, alguien echó números y decidió que el saldo era la única opción. Y fin de la historia.
El caso de NGC es más doloroso por qué, personalmente, creo que la base de su fracaso vino provocada por las propias motivaciones que empujaron a una serie de aficionados a montar esta aventura. Me explico, NGC decidió montar su editorial para publicar autores españoles de género (principalmente fantástico) y a ser posible poco conocidos. Una forma de dar una oportunidad a las nuevas voces. Una idea loable, hermosa y romántica pero, me temo, un suicidio económico se mire por donde se mire. Creo que es difícil encontrar un público más conservador y reacio al producto nacional (con las consabidas excepciones) que el de los lectores de género fantástico españoles.
Y, claro, si de siete libros resulta que sólo hay uno (“Fieramente humano” de Rodolfo Martínez”) de un autor relativamente conocido y, encima, como en el caso de Ómicron, es el último en editarse pues así es complejo hacerse un hueco. NGC confió además en un par de autores, digamos, de culto (todos estos términos resultan un tanto forzados tratándose de España pero me imagino que todos los que lean esto se harán una idea aproximada de a que me refiero). Gente como Fernández Madrigal (que inauguro la editorial) o Juan Díaz Olmedo (que va camino de convertirse en un autor maldito, las dos novelas que ha publicado han sido en sellos que se fueron a hacer gárgaras nada más sacar sus libros). Aviso, ambos autores me encantan pero, siendo sinceros, no son precisamente de arrastrar multitudes. Si a eso sumamos que el resto de los escritores eran ilustres desconocidos (algunos con su primer vuelo) como Sucasas, Francis P. Fernández, Cámara o Quevedo Puchal, pues como dijo el castizo, apaga y vámonos.
Unamos a todo esto una crisis económica del carajo de la vela y tenemos una iniciativa empresarial que tenía sus días contados. Y es una pena, una auténtica pena, por qué los fallos de NGC eran, sencillamente, sus mayores virtudes. Publicar español, nuevo y con la que está cayendo era algo bello y valiente en sí mismo pero obviamente más digno de un kamikaze que de un empresario. Es posible que los negocios y el romanticismo no sean los mejores compañeros de cama pero, por una vez, se podría haber producido una excepción.
En fin, tuvimos la oportunidad de hacernos con los saldos de Ómicron por cuatro perras (y creo que todavía están disponibles en muchos casos) y NGC está haciendo lo mismo, vía su propia página, con los restos del naufragio. Por lo menos nos quedan esos treinta y tres títulos, algo es algo, aunque los rumores indican que otras editoriales van a seguir su camino en breve, algunas, de hecho, llevan mucho tiempo hibernando (Berenice, Vórtice) sin sacar nuevos títulos. Mala cosa. Como dijeron Golpes Bajos, malos tiempos para la lírica.

martes, febrero 14, 2012

"Perturbaciones"

“Perturbaciones” pretende ser un repaso al estado actual del cuento fantástico español. Una idea tan necesaria como ambiciosa. El antólogo, Juan Jacinto Muñoz Rengel, exitoso autor de narrativa fantástica breve el mismo con el celebrado “De mecánica y alquimia”, carga con esta arriesgada empresa y, más o menos, sale airoso del encargo.
Y digo más o menos, por qué algunos de los problemas que presenta el libro se deben especialmente a sus propias decisiones a la hora de escoger autores y relatos. En efecto, en este tomo podemos encontrar una nómina de los autores más recientes, de las jóvenes hornadas, de la próxima generación que hará que este género avance hacia adelante. Es lógico, por tanto, que muchos de los nombres suenen poco o, directamente, nada en absoluto. Pero, junto a ellos, aparecen viejos veteranos aún en activo y que siguen en la brecha.
Y ahí es donde empiezan los problemas, por qué de esos viejos veteranos si que hay muchos nombres que nos suenan, vaya si nos suenan, y, en ese caso, las ausencias son notorias y llamativas.
De esta manera, resulta lógica la presencia de gente como José María Merino, Cristina Peri Rossi, Cristina Fernández Cubas o Pilar Pedraza. Voces incuestionables entre los veteranos, lo que no deja que, personalmente, me llame la atención la ausencia de otros nombres como Alfonso Sastre, Juan José Millás, Gonzalo Suárez, o Javier Marías, por poner algunos ejemplos.
Se me dirá que esto entra dentro de la subjetividad del antólogo, de su libertad a la hora de decidir quien entra y quien no. Y eso es cierto, pero yo hubiera deseado un criterio un tanto diferente, no tanto basado en filias y fobias como en un panorama realmente completo de los autores fantásticos españoles. Por qué si en el terreno que más conozco me surgen las dudas ¿Qué no será en el que desconozco? ¿Qué ocurre, por tanto, con los autores más jóvenes? ¿Realmente están todos los que son? Y, rápidamente, me atrevo a esbozar un tímido no, por qué, desde mi ignorancia, echo en falta un nombre como el de Iban Zaldua, alguien que merecería haber estado aquí.
Y es que la subjetividad de Muñoz Rengel le lleva a incluir escritores que no se han caracterizado precisamente por su afición a lo fantástico (véase el caso de Ignacio Martínez de Pisón, famoso por sus obras realistas), lo que de nuevo me lleva a preguntarme por qué no se ha contado entonces con otros ilustres outsiders como Juan Manuel de Prada o Felipe Benítez Reyes.
Otra pega que se puede poner a la antología es precisamente esa división entre viejas glorias y jóvenes turcos. Posiblemente, alguien que no conozca nada del género fantástico agradecerá esta decisión, pero para aficionados como yo, con unos cuantos años de lecturas detrás, toda la pléyade de autores consagrados sobraba y hubiera sido más de agradecer un mayor número de novísimos, un estado de la cuestión actual.
Finalmente, no pude dejar de mencionar un sesgo que presenta la antología que me ha llamado bastante la atención. “Perturbaciones” se decanta por el fantástico, por decirlo de alguna manera, más literario y menos deudor de los géneros. Más cercano a Kafka y Poe, que a Asimov o Tolkien. En ese sentido, se echan en falta relatos de ciencia ficción, fantasía épica y terror. De hecho, los autores de origen fandomita brillan por su ausencia, con excepción de algunos de los que han logrado salir del ghetto y han conseguido el éxito más masivo como Elia Barceló y Félix J. Palma. Sin embargo, la reciente aparición de “Aquelarre” en la misma editorial, antología dedicada al terror, me hace suponer que es posible que la editorial Salto de Página haya decidido seguir el camino de las antologías temáticas. Y dado que Muñoz Rengel escribe una ciencia ficción de lo más refrescante no estaría mal que en un par de años hubiese un nuevo volumen dedicado a este tipo de literatura.
Hasta ahora he dado la sensación de viejo gruñón, y si algún lector ha llegado hasta aquí, debe de pensar que el libro no merece la pena en absoluto. Nada más falso, “Perturbaciones” resulta una antología de lo más equilibrado en cuanto a la calidad, es cierto que no hay ningún cuento deslumbrante, pero tampoco ningún truño declarado. Los relatos se sitúan en una posición intermedia que evita las irregularidades habituales en este tipo de libros.
Leyendo “Perturbaciones (y su jugoso prólogo) uno es consciente de la edad de oro que la literatura fantástica está viviendo en España. Frente a la tradicional dictadura del realismo, parece que el fantástico ha conseguido hacerse un hueco, ha llegado de una vez por todas y, obviamente, para quedarse. Hay autores, hay diferentes voces y tratamientos y, curiosamente, hay un gran culto al relato corto (y al microrrelato, la nueva moda). “Perturbaciones” es una alegre celebración de este hecho, de esta situación tan novedosa como exultante. Y, en ese sentido, la lectura del libro no deja de ser una reafirmación, una constancia alta y clara de que nuestra afición no es cosa de cuatro frikis.
Señores, después de años de travesía del desierto, hemos llegado, puede que el oasis no sea exactamente igual a como lo habíamos soñado pero es totalmente satisfactorio. Disfrutemos de él, por ejemplo, con libros como “Perturbaciones”, que nos demuestran que no estamos ante ningún espejismo, que, realmente, las cosas han cambiado.
Por lo menos hasta cierto punto.

martes, febrero 07, 2012

Citas Citables IV

Rasgo curioso de la literatura contemporánea es que, en nuestros días, las malas novelas suelen ser más entretenidas que las buenas. (...)
En la esquizofrenia novelística de nuestro tiempo, se diría que los novelistas se han repartido el trabajo: a los mejores les toca la tarea de crear, renovar, explorar y, a menudo, aburrir; y a los otros - los peores - mantener el viejo designio del género: hechizar, encantar, entretener.

Mario Vargas Llosa "La verdad de las mentiras" (2002)

El texto fue originalmente escrito en 1989.