viernes, diciembre 30, 2011

Citas Citables I

La ciencia es mi territorio, pero la ciencia ficción es el paisaje de mis sueños.

Freeman Dyson (Premio Nobel de Física)

"Mundos del Futuro" 1997

miércoles, diciembre 21, 2011

"El Convidado de los Muertos y Otros Relatos de Ultratumba" de Claude Vignon

La francesa Noemi Cadiot (1832-1888) debió ser una mujer digna de conocer. Escultora de prestigio, esposa del ocultista Raphael Levi (acabaría separándose de él) y exitosa autora de la escuela realista bajo el seudónimo de Claude Vignon. Todo esto en la pacata Francia de la segunda mitad del XIX no deja de tener un inmenso mérito.
Por desgracia, en lo literario, la fama de Vignon se ha desvanecido como la de tantos otros discípulos de Balzac, y no creo que sea posible encontrar ninguna de sus obras en el mercado. Sin embargo, Vignon cultivó de forma discreta el cuento fantástico, ya sea por influencia de su primer marido, por el poderoso influjo de Hoffmann o por seguir la moda de los últimos coletazos del Romanticismo, sea por lo que sea, la francesa firmó un puñado de relatos de estas características y, paradójicamente, a día de hoy, es lo único que ha perdurado de su producción. Claro está, el culpable de este hecho es uno de nuestros sospechosos habituales, la editorial Valdemar que recogió lo más interesante de la producción macabra de Vignon en el nº 43 de su magnífica colección de bolsillo El Club Diógenes bajó el título “El convidado de los muertos y otros relatos de ultratumba” (1996).
Y no podemos menos que congratularnos de semejante decisión por qué los seis relatos terroríficos de esta antología son realmente una delicia para aquellos que gusten del cuento de miedo del XIX. Obvio es que Vignon no es un genio, no hallaremos aquí la habilidad de un Gautier o un Maupassant, pero también es cierto que la francesa resulta una escritora de lo más competente a la hora de conseguir sus fines. Menos innovadora que otros, pero dueña de una imaginación perturbadora capaz de crear algunas escenas realmente inolvidables.
Estos cuentos reflejan dos formas diferentes de encarar lo fantástico más tenebroso, una de ellas consiste en el recurso a la ambientación medieval y a la inspiración germánica. A riesgo de resultar redundante, la mano alargada de Hoffmann y el Romanticismo tardío son los responsables de este enfoque, presente en cuentos como “El convidado de los muertos o “Isobel resucitada”.
Sin embargo, Vignon resulta más interesante cuando elige su segundo enfoque, al emplear los recursos de la narración realista hasta que, de repente, surge lo fantástico creando una tensión entre opuestos de los más atractivo. Algo que se consigue de forma especialmente eficaz en “La losa”, “La imagen de la conciencia” o “Los diez mil francos del diablo”.
En cualquier caso, sea de una forma u otra, hay un rasgo común a todos estos relatos, la venganza del fallecido, la reaparición del muerto, generalmente asesinado, que consigue que se haga justicia a costa de sus verdugos.
Quizá la narración con una imagen más impactante sea la que abre el libro, “Los muertos se vengan”. Es también la que menos encaja en cualquiera de los dos modelos que he descrito anteriormente. Ambientada en la época en que la autora escribía, no es por ello de tipo realista y más bien tiene un aire de alucinación y sueño precursor del surrealismo aunque también visto en otros autores cercanos en el tiempo a Vignon como Nodier, Gautier o el mismo Hoffmann. La idea de que los muertos sometidos a una autopsia, o a una disección en una clase de medicina, sienten todavía dolor aunque no puedan expresarlo de ninguna forma, es presentado por la francesa de una forma tan perturbadora y explícita (para aquellos años) que todavía a día de hoy algunos fragmentos de este cuento resultan bastante impresionantes.
“El convidado de los muertos” es la menos original de las historias, la más deudora de Hoffmann y el final del Romanticismo, y la más tópica con su aspecto de seudoleyenda medieval ambientada en Alemania y con un mil veces visto pacto con el diablo. Con todo, Vignon salva los muebles gracias a la potencia de algunas de las imágenes que crea, y a la violencia que envuelve toda la historia y que le da una extraña fuerza.
“Isobel la resucitada” es el más fantástico de todos estos cuentos y presenta un protofeminismo que quizá no fue intencionado por parte de su autora, pero que, a día de hoy, es una posible lectura plenamente justificada. Isobel es un ser demoniaco, a medio camino entre el vampiro y el muerto resucitado, a lo largo del cuento ejerce un poder fascinador sobre todos los hombres que se acercan a ella y entierra a cuatro maridos incapaces de aguantar una vida juntos. La carga sexual del relato es bastante fácil de ver y no deja de ser uno de los pocos casos en que las metáfora de la vampira como depredadora sexual y, por tanto, como transgresora del orden social machista imperante en el XIX, aparece de forma más nítida. El cuento flaquea al final y se cierra en cierta forma en falso y de forma apresurada y ambigua, personalmente, me ha dado la sensación de que a Vignon le costaba matar a su enfermiza Isobel, lo que refuerza la posible lectura feminista de toda la historia.
Los cuentos de ambientación realista poseen todos unos rasgos comunes que les acercan mucho a otros similares escritos por Guy de Maupassant. Todos ellos son una crítica despiadada a la burguesía de la época, especialmente al gran tema de la novela realista del XIX: el dinero y la ambición (auténtica obsesión para Balzac, uno de los maestros de Vignon). En todos los casos la técnica es similar, una descripción de un sector social muy determinado: la burguesía rural en “La imagen de la conciencia”, los más ricos en “La losa”, los oficinistas de sueldo mísero en “Los diez mil francos del diablo”. La tentación del enriquecimiento fácil que acosa a sus protagonistas y, finalmente, el asesinato como única forma de conseguir este objetivo. En dos casos, la trama entronca con otra debilidad de la novela realista: las herencias y sus complejidades. Pero, en cualquier caso, el criminal acaba pagando su crimen debido a la irrupción de lo fantástico en forma de espectro vengativo que los arrastra a la locura, generalmente mediante visiones que sólo ellos pueden percibir.
A este respecto, estos tres cuentos corresponderían plenamente a lo que Todorov llama auténtica literatura fantástica, ya que esa locura puede ser un resquicio desde el cual dar una explicación lógica a todo lo ocurrido y, por tanto, cargan de ambigüedad toda la historia.
En cualquier caso, el truco es muy efectivo y dota de una nueva dimensión a estos relatos aparentemente realistas, ayudándoles en sus fines (la crítica a los males de una sociedad) y demostrando que Realismo y Fantasía son dos caras de una misma moneda y pueden ser perfectamente compatibles e, incluso, complementarios.
En cualquier caso, leer a Vignon es una gozada y animo a los amigos de los viejos cuentos de miedo a sumergirse en esta desconocida, no les defraudará.

domingo, diciembre 18, 2011

Juan Carlos Planells (1950-2011)

Últimamente, el blog tiene un aire tristón recogiendo tanto obituario. Sin embargo, en este caso, la tristeza tiene algo más de lógica ya que Atienza nos dejó a una edad razonablemente avanzada y después de una vida razonablemente confortable.
No fue este el caso de Juan Carlos Planells, morir con 60 años es una putada, hacerlo de la forma que lo hizo Planells, por lo que se dice, en medio de un cierto fracaso vital, es una doble putada.
De los muchos fallecimientos que he recogido en este blog este, junto al de Lem, ha sido de los que más me han dolido, con mucha diferencia (el de Disch, en cambio, me cabreó). En el caso de Lem, por la pérdida de una figura enorme, en el caso de Planells por la de una figura cercana.
Me apresuró a señalar que nunca conocí a Planells en persona, ni intercambié ningún correo con él, pero fui un ávido seguidor de su blog (aunque, y ahora me arrepiento, nunca le escribí ningún mensaje), uno de los más atractivos de los que frecuento. Y como sabrán todos los que lo visitaban con algo de asiduidad, Planells se desnudaba sin pudor en sus entradas, y junto a jugosos comentarios sobre libros, películas y cine, amén de relatos de variado pelaje, siempre había un hueco para su vida personal y su particular visión del mundo.
Esta es una faceta de los blogs que, personalmente, deploro y que casi nunca he practicado en esta bitácora. Servidor acude a internet en busca de información y de ocio, y, en concreto, en los blogs busco cosas que me llamen la atención sobre ciertos temas de mi interés, como por ejemplo, la literatura fantástica, en cambio, me deja totalmente frío que personas (mayoritariamente desconocidas) cuyas opiniones valoro enormemente me cuenten su vida que, para que engañarnos, suele ser igual de anodina y aburrida que la mía. Así que, cuando en un blog hay mucho de contarme el último fin de semana en la playa, o como hacer bien el gazpacho, y poco sobre, por ejemplo, el panorama actual de la CF, poco a poco voy abandonando esa página y centrándome en sitios que me sean más interesantes. Por supuesto, esta es mi opción y en ningún caso pretendo que tenga un carácter universal, pero es mi particular guía por las agitadas aguas de la red.
Aunque, como era de esperar, la coherencia no tiene por que ser uno de los ejes que muevan mi vida y, reconozco, que con Planells hacía una excepción y me leía de pe a pa casi todas sus entradas ¿por qué rompía mis propias reglas? Por qué Planells tenía una forma única de enfocar el mundo, una manera tan extraña de enfrentarse a la vida que convertían su blog en un objeto tan desconcertante como fascinante, en resumen que Planells era raro, bastante raro, rasgo de su carácter que se veía a la legua a nada que uno leyese varias de sus entradas, y que, además, me confirmó alguien que le conoció en vida. Lo de la rareza, en sí, no tiene nada de ofensivo, al contrario, es lo que convierte a algunas personas en especiales, únicas. En tiempos de juerga y juventud un amigo me confesó que el prefería frecuentar a gente rara, especialmente por la noche, afirmaba rotundo: “son más divertidos”. Aparte de la puya contra mí, que soy bastante soso, el chaval tenía más razón que un santo y, más de una vez, he seguido su consejo sin arrepentirme ni un poquito.
Planells era raro, lo que para un escritor de CF suele ser más que habitual, Ballard también era especialito el tío (basta leer sus memorias) y Lem (idem), por no hablar de Asimov, que mucha campechanía y simpatía pero cuyo nirvana particular era currar 12 horas diarias frente a una máquina de escribir con las persianas bajadas y disfrutando únicamente de la luz eléctrica. Y podría seguir con otros cuantos como Dick o Ellison, o…
Lo dicho, los escritores de CF suelen ser especiales, y Planells lo era, es posible que para él esto no fuese ninguna ventaja, más bien todo lo contrario, y su particular forma de ser ha debido de tener mucho que ver con su final. Pero para sus lectores, las peculiaridades de Planells eran una bendición y convirtieron a su blog en una mina de oro que creaba adicción. Aparte de otras muchas cosas, Planells ha sido el gran memorialista de la CF española, nuestro particular Josep Plá. Lo teníamos enfrente de nuestras narices y no nos hemos dado cuenta hasta su muerte, hasta que releímos las entradas antiguas de su blog y nos dimos cuenta que su mejor obra estaba allí, no en sus relatos ni en sus críticas, si no en esas notas de su vida, de la vida de un friki como nosotros sólo que él la llevó hasta las últimas consecuencias y, de paso, una vida que fue también la de la CF española, por qué es posible que nadie como Planells supiese tanto del fandom (especialmente del catalán) y de las editoriales (muchas afincadas en Barcelona, y con las que trabajó regularmente) que se dedicaron y dedican a esto de la CF, y nadie como él fue capaz de proyectar su peculiar mirada hacia ese mundillo igualmente peculiar y formado por personajes tan especiales o más que él mismo.
Sólo por esto, Planells merecía un final mejor pero, además, no podemos negarle otras muchas facetas casi igual de memorables. Fue, probablemente, el mejor crítico y ensayista de CF de nuestro país. Las críticas, reseñas, estudios, prólogos y todo tipo de ensayos firmados por su pluma superan los dos centenares y se hayan dispersos por casi todas las revistas, fanzines, e-zines y demás soportes imaginables. Fue certero, fue polémico, fue ameno y fue único y, además, fue el mayor experto en Philip K. Dick en español con el permiso de Capanna. Leerle en este campo era una delicia, sus juicios eran una mezcla de ese humor socarrón tan catalán y tan suyo junto a una mente privilegiada y una memoria enciclopédica. Por supuesto, uno no tenía que estar siempre de acuerdo con él (su defensa a ultranza de Keith Laumer siempre me pareció chocante), pero te hacía pensar y disfrutabas enormemente leyéndole.
Esta faceta no se circunscribía solamente a la CF, Planells era también un devoto lector de terror (sentía gran admiración por Stephen King) y policiaco (especialmente del más clásico) y, en general, de muchos géneros y autores, a veces tremendamente distintos pero que pasados por la túrmix de su cerebro acababan conviviendo unos con otros sin ningún problema (desde Dickens y Wilkie Collins a los folletines franceses más ruines). Además, era un experto en cine y en música pop-rock, vamos, un auténtico pozo de sabiduría de cultura popular.
El último apartado en el que brilló fue en el de la escritura. Planells siempre merecerá una entrada en cualquier historia de la CF española. Aunque he de confesar que este sea quizás el campo donde le veo más fallos y debilidades. Dentro de la CF escribió dos novelas (“El enfrentamiento y “El corazón de Atenea”), una novela corta y 32 relatos, aunque posiblemente estas cifras sean totalmente engañosas. Planells era un auténtico grafómano, un yonqui de la escritura, en algún sitio escribió (como no) que llevaba creando obras literarias desde los ocho años. Muchos cuando dicen algo así se están tirando el pisto cosa mala, de él me lo creo perfectamente. Entro otras cosas por qué llenó su blog de relatos inéditos, antiguos y recientes, de CF y policiacos, a un ritmo sorprendente. Como, además, otra de sus manías (según confesaba en su blog) era no tirar nada, ni me quiero ni imaginar la cantidad de relatos desconocidos suyos que deben de estar ocultos entre sus papeles, puede que hasta alguna novela más. No sé muy bien que será de esos papeles, su familia sabrá pero me temo lo peor, aunque, claro está, tampoco sé hasta que punto merecería la pena rebuscar en ellos.
Y es que Planells era un autor tremendamente irregular, alguien que, bien dirigido, podría haberse ganado bien la vida con las letras, pero cometió varios errores y tuvo mala suerte. La mala suerte de empezar a escribir en los 80 cuando la CF nacional vivió uno de sus peores eclipses, por lo que apenas pudo colar un par de relatos en una “Nueva Dimensión” agonizante y que la mayoría de los demás apareciesen en fanzines y revistas de efímera vida y magra distribución, de ahí que lo mejor de su obra siga para la mayoría en el limbo. Algunos rumores he oído de una posible antología de sus mejores cuentos, se han quedado en eso, en rumores, y si al final saliese adelante llegaría un poco tarde, pero no sería una mala idea. Más que nada, por que su obra de los últimos años, la que ha estado más a la vista, es bastante floja en comparación con producciones de otras épocas.
Pero su mala suerte no fue sólo una cuestión de fechas, fue también una cuestión de género, por qué Planells amaba también la novela negra pero prefirió centrarse en la CF, un sitio difícil para triunfar, de preferir los relatos a las novelas, de no encontrar a un buen editor que hubiera sabido encauzarle y de él mismo y sus fantasmas, los que no le permitían crecer como autor y los que le llevaron a quejarse con amargura de su falta de sintonía con la CF nacional, desde editores hasta lectores.
Eso sí, queda “El enfrentamiento”, la mejor novela dickiana en español y un puñado de relatos atractivos. Quizá sea suficiente de cara a la posteridad aunque, por desgracia, quizá no lo sea.
Por último, una pequeña nota personal. Hace unos años, cuando colaboraba con la revista “Hélice” realice una crítica de “Fragmentos del Futuro I”, una antología donde aparecía un cuento de Planells. Fui un tanto duro con el cuento (en mi opinión de forma merecida) y no me corté a la hora de señalar sus defectos. Mese después, hablando con Alberto García-Teresa, uno de los directores de la revista, le pregunté si algún autor se había quejado de la mala baba con la que los colaboradores de la revista destripábamos sus obras. Me dijo que no, que nadie les había dicho nada de forma pública o privada, luego se quedó un tanto pensativo y comento algo como (cito de memoria): “bueno, luego está el caso de Planells, ¿te acuerdas de tu crítica de Fragmentos del Futuro I? Nos mandó un correo muy correcto diciendo que estaba totalmente de acuerdo y que, de hecho, habías sido bastante amable, a él el relato le parecía peor aún”.
¿Irónico? ¿Sincero? ¿Guasón? En cualquier caso desconcertante, en cualquier caso Planells.