sábado, enero 23, 2010

Más de lo Mismo

Todos los años, más o menos a finales de diciembre, los periódicos suelen sacar sus listas de lo mejor del año. Y, como no, esa práctica incluye los mejores libros. Confieso que leo esas listas con curiosidad malsana. No tanto por ver la cantidad de escritores de los que no sé nada de nada, sino también por observar que la literatura fantástica suele estar totalmente ausente de estos listados. Con sus consabidas excepciones, pero, en general, se la suele hacer bastante poco caso. No ocurre lo mismo con la novela negra, de la que siempre cae algún título, algo que siempre me ha parecido peculiar, a que negarlo.
Este año, el dominical del diario “El Mundo” decidió rizar el rizo y sacar lo mejor de la década. Ahí es nada, 10 años de literatura condensados en 100 libros. El jurado estuvo compuesto por diez escritores, periodistas, críticos, editores y libreros y sus resultados son tan discutibles como era de esperar. Sólo hay 10 libros que hayan conseguido más de un voto, lo que significa que los otros 90 fueron elegidos únicamente por una persona. Esto sólo se puede definir de una forma: dispersión. Se publica mucho y, quizá, aparentemente muy bueno (o por lo menos que a los lectores nos gusta mucho, que no es lo mismo que sea bueno) y nadie es capaz de alcanzar un consenso claro sobre quien merece formar parte de un supuesto canon.
Esta realidad es la que siempre me ha hecho disculpar el que la literatura fantástica brille por su ausencia en semejantes listas. La gente de determinada generación (la mía, sin ir más lejos) se crió dentro del paradigma de que los libros buenos o eran realistas o no eran buenos. Por supuesto que muchos nos rebelamos contra semejante idea pero a costa de pasar por excéntricos o simplemente imbéciles. Y eso duró muchos años, demasiados.
Ahora queda de muy buen tono decir que bueno era Stanislaw Lem y sacar “Solaris” a colación cada dos por tres. Pero cuando en los 80 yo leía periódicos nadie parecía acordarse del bueno del polaco, y eso que de aquella estaba vivo.
Ese lastre justifica el que las personas de determinada edad (que, hoy por hoy, forman el núcleo de los críticos, escritores y editores de cierta fama y, por decirlo de alguna forma, poder) sigan ignorando pertinazmente todo lo que no huela a costumbrismo puro y duro.
Afortunadamente, las cosas están cambiando, por ejemplo, cuando murió Lem fue grato observar como una pléyade de jóvenes articulistas reivindicaron su figura sin complejos. Y estos cambios se empiezan anotar también en estas listas.
Y así, el libro número uno, o sea, el mejor de la década corresponde a “La fiesta del chivo” de Mario Vargas Llosa, el dos a “Tu rostro mañana” de Javier Marías y el tres a “La carretera” de Cormac McCarthy. Así que la ciencia ficción se lleva una más que honrosa medalla de bronce. No está mal, nada mal. Sinceramente, nunca pensé vivir este momento. Como dije en la entrada anterior, los tiempos están cambiando y mucho.
El resto del top ten no incluye más literatura fantástica (a menos que “Brooklyn Follies” de Paul Auster, en 9º puesto, entre en este campo, cosa que no puede afirmar por que no he leído el libro) pero si miramos los otros 90 títulos siguen apareciendo algunas sorpresas, nombres como, Palahniuk (“Error humano”), Murakami (“Kafka en la orilla”, “Sauce ciego mujer dormida”), Houellebecq (“La posibilidad de una isla”), Ishiguro (“Nunca me abandones”), Cristina Fernández Cubas (“Parientes pobres del diablo”) y Carrere (“Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”).
No es una mala selección, hay fantástico clásico, terror, ciencia ficción, slipstream e, incluso, la biografía de Philip K. Dick. Son 8 libros, que a mí me parece poco pero que, indudablemente, es mucho en comparación con una lista similar que se hubiese hecho en 1989 o, incluso, en 1999 (me apresuro a aclarar que es posible que se me haya escapado algún título del que no tengo muchas referencias como, por ejemplo, David Foster Wallace con “Cosas supuestamente divertidas que nunca más volveré a hacer” o “Hell” de Tsutsui que está sin traducir, como se ve yo tampoco leo todo).
Y, sin embargo, aún me queda un cierto resquemor, un amargo regusto de boca. Por supuesto que no soy tan ingenuo como para esperar que aparezcan aquí autores plenamente de ghetto, los que son publicados en Nova, Gigamesh, Minotauro, Bibliopolis, AJEC o La Factoría de Ideas. No esperaba encontrarme a China Mieville, Thomas Disch, William Gibson, George R. R. Martin, Ian McLeod, Neal Stephenson, Ian McDonald, John M. Harrison, IainBanks o similares. Raro que no aparezca un Ballard o un Lem pero es posible que en esta década no se hayan publicado sus mejores obras.
Ahora lo que resulta imperdonable es que nadie se haya fijado en esa pequeña joya que es “Jonathan Strange y el señor Norrell” de Susanna Clarke y que en cambio si haya lugar para bodrios bestselleros como “La Biblia de barro” de Julia Navarro (por lo menos no está Matilde Asensi…).
En fin, los tiempos están cambiando pero aún debería de cambiar un poco más.

sábado, enero 16, 2010

Sobre Editoriales, Baldas y los Nuevos Tiempos

El suplemento “El Cultural” del diario “El Mundo” publicó durante un par de años una curiosa sección en la que afamados escritores españoles contaban en que circunstancias habían conseguido publicar su primera obra. El resultado final de cada artículo dependía mucho del escritor de turno pero, en general, he de reconocer que disfruté con la serie. Hubo una frase que se me quedó grabada, cierto escritor (por desgracia no recuerdo el nombre) decía sentirse especialmente orgulloso de haber conseguido publicar su primer libro en la editorial Anagrama, añadiendo que tenía casi todos los libros de la editorial en su casa en un sitio de honor y le llenaba de orgullo ser parte de semejante equipo.
Bueno, ahí me salió el orgullo friki, a que negarlo, eché un vistazo a mis propias baldas y reflexioné: si yo fuera escritor ¿en que colección me hubiera gustado publicar? Se me agolparon varias repuestas tan imposible como la propia pregunta. Claro, en Minotauro, pero en la de antes, evidentemente, no en la de ahora. O en Nebular 2ª época. Claro que Martínez Roca no estaría mal, igual que Ultramar ya puestos.
Bien, creo que cualquiera puede darse cuenta de que mis baldas y las de aquel escritor son, digamos, un poquitín diferentes. No sólo leo ciencia ficción, por supuesto, pero reconozco (y eso es un fallo personal mío) que he frecuentado poco a los autores contemporáneos de narrativa geenral, y menos aún a los españoles. Hay pocos libros en mis estanterías de anagrama, o, ya puestos, de Alfaguara o Tusquets, por hablar de libros parecidos. Sí hay muchos de la extinta Bruguera, de Alianza, Destino, Plaza & Janés y otros sellos de bolsillo, división en la que, en general, esas editoriales no se han prodigado en exceso.
Cada uno tienes sus gustos, que duda cabe, pero hay que reconocer que sellos como los anteriores no han sido, precisamente, muy favorables al fantástico (con las consabidas excepciones, por supuesto). O por lo menos eso ocurría en el pasado. Por qué ahora las cosas parece que están cambiando, y, si no, sólo hay que observar al ganador y al finalista del último premio Herralde de novela (en Anagrama): “La vida antes de marzo” de Manuel Gutiérrez Aragón y “Providence” de Juan Francisco Ferré: ambos son obras fantásticas e, incluso, podrían situarse dentro de la ciencia ficción. Y utilizo el condicional por que la única información al respecto es la aparecida en la prensa y las solpas de los libros que, aparentemente, parecen ir en esa dirección. Bueno, los tengo los dos aquí al lado, me ha podido la curiosidad. Dudo que anagrama sustituya a la vieja Minotauro en mi corazoncito pero, como ya he comentado muy a menudo en este blog, los tiempos están cambiando y a una velocidad realmente asombrosa.

viernes, enero 15, 2010

300

Lo conseguí, llegué al mítico número. Sinceramente, pensé que no iba a lograrlo. Muchos de los problemas que me han llevado a dudar sobre este blog siguen ahí y en el último mes sentía una especie de vértigo cada vez que me acercaba a él. He reflexionado muy seriamente sobre que decisión tomar y, sinceramente, no he llegado a ninguna conclusión. A veces, como hoy, me apetece escribir y otras muchas veces me da casi urticaria. No hay respuestas fáciles a la mayoría de las preguntas. Me temo que ese es uno de los secretos de la vida que uno aprende cuando se hace un poco viejo. En cualquier caso sí he aprendido una pequeña lección: las cosas duran lo que tienen que durar y es absurdo ponerse límites, objetivos y cotas. Especialmente cuando hablamos de ocio puro y duro. Por tanto, el blog no muere, continúa, y este mismo finde escribiré alguna entrada para que veais que va en serio. Pero no tengo ni idea de si va a ser el principio de una nueva era, la continuación de la antigua o, sencillamente, una prolongación de la agonía. lo que sea será y es mejor no darle más vueltas ni ponerse tan estupendo. Esta página no deja de ser una gota ínfima en el mar de blogs y una molécula minúscula en el océano de internet.
Eso sí, desde aquí quiero agradecer todas las muestras de afecto y simpatía que me han llegado, una sorpresa de lo más grata y que no me esperaba en absoluto. Gracias a todos, de corazón. Y si este engendro sigue será por gente como vosotros.
Nos leemos.