domingo, septiembre 28, 2008

Charles Nodier (1780-1844): el Padre del Fantástico Francés


A Charles Nodier le corresponde, no sin cierto carácter de injusticia, el título de creador de la moderna literatura fantástica francesa y de introductor del Romanticismo en su país (ambas ideas íntimamente relacionadas). Y digo con cierta injusticia ya que el XVIII galo es rico en autores fantásticos, Crebillon, Bibbiena, el gran Voltaire o Cazotte escribieron fantástico antes del XIX pero hay un par de cuestiones que justifican un tanto la consideración de Nodier como padre fundador. En primer lugar, la brutal diferencia existente entre el neoclasicismo y la Ilustración dieciochescas frente al Romanticismo fantástico decimonónico. En segundo lugar, lo lejano que nos es hoy en día el XVIII y, sin embargo, lo fácil que es rastrear en el XIX los orígenes de la mayoría de los géneros fantásticos que se practican en la actualidad.
Con todo, el hiato marcado por Nodier no es tan brusco, y en muchas de sus obras pueden observarse influencias de Voltaire o de Cazotte, algo que nuestro autor jamás ocultó.
Nodier fue un niño prodigio en una época en que, al igual que hoy, la juventud estaba de moda en Europa. Niños prodigio o jóvenes brillantes como Mozart o Napoleón fueron contemporáneos de Nodier en un momento histórico en que lo viejo y lo caduco estaba siendo barrido a marchas forzadas.
Nodier fue, por tanto, un niño prodigio y su fuerte era la oratoria, un arte actualmente perdido. Con nueve años fue el encargado de realizar un discurso de gratitud a uno de los generales victoriosos de la Revolución. No es raro, por tanto, que Nodier fuese precoz en muchas cosas y, por ejemplo, por esa misma edad profesase ideas jacobinas un tanto intransigentes. Sin embargo, como en muchos de sus compatriotas y colegas escritores, la evolución política de Nodier fue errática y, hasta cierto punto, desconcertante. Con el Imperio Napoleónico en marcha, Nodier debe de huir por sus posturas anti-bonapartistas y acaba recalando en la actual Eslovenia, de aquella provincia francesa bajo el nombre de Iliria. Su postura política no le impide colaborar con el gobierno de su país en la región y dirigir un periódico pro-napoleónico (¿?). Llegada su madurez, Nodier se convertirá en un firme defensor del absolutismo y el antiguo régimen, en un monárquico reaccionario de libro.
Con todo, esta no fue la única contradicción de Nodier a lo largo de su vida. Durante su niñez y juventud vivió numerosas aventuras y viajó por toda Europa, pero en su madurez y vejez no se movió de la Biblioteca del Arsenal, donde había conseguido el cargo de bibliotecario mayor que ocupó hasta su muerte. De igual manera, en sus primeros años su obsesión fueron las ciencias naturales (especialmente el estudio de los microorganismos) para, en cambio, acabar brillando como escritor y bibliófilo empedernido.
Nodier, en este acelerado siglo XXI, es un autor un tanto olvidado, casi todas sus obras se hallan descatalogadas y no es muy frecuente oír su nombre en los círculos de aficionados. Hasta cierto punto, esta situación es de justicia. Muchas de los libros de Nodier no han aguantado el paso del tiempo y se han quedado totalmente obsoletos. Sin embargo, algunas de sus páginas siguen brillando con luz propia y merecen mejor suerte.
Nodier fue un consumado políglota que dominó diversas lenguas europeas, lo que le permitió disfrutar tanto de nuestro Quijote, como de los desvaríos de la novela gótica inglesa, de Shakespeare como del alemán Goethe y, especialmente, de Hoffman y los hermanos Grimm. Fue el introductor de muchos de estos autores entre los escritores franceses y el mismo los imitó con mayor o menor fortuna en su propia obra, lo que ayudó a divulgar los usos románticos en la muy neoclásica Francia.
Nodier, además, era una buena persona, sobre esto no parece haber mucha duda, y hay encendidos elogios a su figura en autores tan dispares como Dumas o Nerval. En la Biblioteca del Arsenal creo numerosas tertulias literarias donde se tratarony se dieron a conocer una pléyade de escritores románticos (o no) realmente abrumadora: Hugo, Nerval, Gautier, Lamartine, Vigny, Mussett, Dumas y un largo etc.
Así pues, su posición de introductor y defensor del Romanticismo en su país es, probablemente, su mayor logro y por lo que pasará a la historia de literatura. En cuanto a su propia obra, merece la pena repasar algunos de los títulos disponibles en español.
Su único libro fácil de encontrar es “Infernaliana”, (Valdemar). Es esta una breve recopilación de relatos de terror más breves aún. La Biblioteca del Arsenal estaba considerada como de mejores fondos sobre temas esotéricos de toda Francia. Buceando en dichos fondos, y en sus lecturas de Hoffman y los góticos ingleses, Nodier re-escribió y re-elaboró un montón de “casos verídicos” realmente estremecedores: fantasmas, vampiros, brujas, hombres lobo y demás fauna terrorífica se pasea por estas páginas sin complejos ni rubor. Muy a menudo es fácil descubrir cuales han sido las fuentes de “inspiración” de Nodier (hay un verdadero plagio de un capítulo de “El monje” de Lewis ) pero nuestro autor realiza su expolio sin mayor malicia y reúne una colección de cuentecillos que, probablemente, nos asustarán muy poco hoy pero que todavía poseen el encanto de las viejas historias de la abuela, narradas una noche de invierno a la luz de algún fuego.
La mejor obra de Nodier traducida a nuestro idioma son sus “Cuentos visionarios” (Siruela), una magnífica selección de lo mejor de su producción breve. Aquí, Nodier puede ser igual de ingenuo que en “Infernaliana” pero su estilo es mucho más complejo y sus narraciones están mucho mejor trabajadas y estudiadas. Podemos disfrutar con imitaciones afortunadas de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm (con claras influencias de Madame d’Aulnoy) como “Tesoro de las habas y flor de guisante”, pastiches a las 1001 noches claramente deudores de Voltaire y llenos de sabiduría (“Los cuatro talismanes”, “El sueño de oro”), sorprendente proto-ciencia ficción (“Françoise el de las medias azules”), terror puro y duro (“La quebrada del hombre muerto”, “Inés de las Sierras”) y, quizá, su obra más innovadora y radical: “Smarra o los demonios de la noche”, hasta donde sé, el primer intento plenamente logrado de narración onírica, lleno de imágenes impactantes y originales, con una lógica interna digna de Carroll y que anticipa tanto al surrealismo como a Kafka o Poe. Una obra inclasificable y difícil, llena de un lenguaje barroco que puede echar para atrás a más de uno pero que merece la pena leerse (existe una edición más fácil de encontrar en Abraxas).
Menos logrados e interesantes son otras novelas suyas. “El hada de las migajas” (Espasa Calpe, colección Austral) que en tiempos gozó de enorme fama, hoy es casi ilegible. El barroquismo de su lenguaje, más exagerado que nunca, las continuas disgresiones y un buenrrollismo ñoño convierten esta extraña fábula sobre la búsqueda de una especie de principio femenino universal y primigenio en exasperante y aburrida, aunque en ocasiones posee unas escenas absurdas dignas del mejor Carroll.
“Mademoiselle de Marsans” es una obra de difícil adscripción. Probablemente sea la primera novela gótica escrita en francés pero, por desgracia, Nodier elige la corriente no fantástica de este sub-género, y los misterios que llenan el libro acaban teniendo una, bajo mi punto de vista, decepcionante explicación lógica (error este que también cometió en “Inés de las Sierras” y que le crítico con cierta acidez Dumas). Además, estamos ante una obra un tanto errática, a ratos novela histórica, a ratos relato sentimental, con trozos de terror psicológico, el guiso final después de tantos ingredientes no acaba de ligar bien y deja un cierto regusto amargo en la boca. Si Nodier se hubiese centrado en alguno de estos aspectos hubiese logrado un buen libro, pero la dispersión le perjudica enormemente. Con todo, no deja de ser interesante la visión que da (en su caso de primera mano) de los exiliados anti-napoleónicos fuera de Francia, o de los complots carbonarios, sin olvidar la parte final, con los principales protagonistas encerrados en un castillo de donde es imposible salir y donde se nos describe con una minuciosidad y precisión espeluznantes, el infierno de sed y hambre que los empuja lentamente a la muerte. Puede que estas sean las mejores y más impactantes páginas que Nodier jamás escribió.
Nodie gozó por tanto de una vida excepcional, variada y hermosa. Excepcionalidad que también protagonizó a su muerte ya que la mayoría de sus colegas escritores dejaron constancia del profundo pesar que les causó y de la tristeza que les supuso su desaparición. Algo que, viniendo de personajes tan endiosados, egocéntricos y quisquillosos como Victor Hugo, Gerard de Nerval, Teophile Gautier o Alexandre Dumas, no deja de ser el elemento más fantástico de toda la carrera de Charles Nodier.

miércoles, septiembre 24, 2008

"Excesión" de Iain Banks


Cuando en la última fase de la editorial Martínez Roca se empezaron a publicar los libros de la Cultura de Iain Banks hay que reconocer que estos pasaron un poco desapercibidos por varias razones: la profusión de novedades que esta editorial estaba sacando, el que fuese un autor desconocido y que se saldasen poco después de su aparición.
Eso sí, pasado un tiempo, quedó claro que la Cultura era uno de los mejores space opera jamás escrito, una saga que había colocado a este sub-género (bastante denostado) a alturas literarias nunca vistas. Es difícil decir cual de los tres primeros libros es mejor, algunos se quedarán con la pirotecnia de “El jugador”, otros con las complejidades psicológicas de “El uso de las armas”, personalmente, y aunque los otros dos me encantan, disfruto enormemente con el primer tomo, “Pensad en Flebas”, una auténtica revolución.
Saber que la Cultura contaba con más títulos y que estos iban a estar sin traducir muchos años hacía que a más de uno se le pusiesen los pelos como escarpias. Aún recuerdo la ilusión cuando surgía el rumor de que tal editorial al fin iba a publicar más cosas de la Cultura, y las tremendas decepciones cuando el rumor se quedaba en eso, en rumor.
Al final, ha sido La Factoría de Ideas la que ha recogido el testigo en la edición de Banks y eligió este “Excesión” como el título inicial de esta segunda época de Banks en español.
Bien, Banks sigue siendo Banks y le sigue dando mil vueltas a más de uno pero he de decir que, aunque me lo pasé en grande con la lectura de este libro no es menos cierto que lo veo un tanto inferior a la trilogía original. Bueno, pero no una obra maestra.
Puede que el problema este en mí, que después de tantos años esperaba mucho de este libro, o puede que, efectivamente, Banks no haya conseguido mantener el altísimo nivel de los tres primeros tomos. Una de dos. Aunque, en cualquier caso, para mí “Excesión” siempre será un título un tanto menor dentro de la serie de la Cultura.
Siguiendo a Fonz, cuyo artículo sobre la Cultura es canónico, y que se puede disfrutar en su extinto blog y en C, “Excesión” es, en cierta forma, el libro que coloca a la Cultura en su sitio, que indica que, a pesar de su poder inimaginable, tiene sus límites y el fracaso puede estar a la vuelta de la esquina por muy todopoderosas que sean sus IAs.
“Excesión” es pues un libro con misterio, varios misterios para ser exactos, unos se cierran y otros no, pero todos, en cierta forma, no dejan de ser la excusa de Banks para narrarnos otras ideas que son las auténticamente importantes en el libro: la fragilidad del ser humano y, como ya he indicado, que hasta para la Cultura hay barreras infranqueables.
Si, hasta ahora, las otras novelas de la Cultura estaban narradas casi siempre desde el punto de vista humano, aunque con unas IAs que jugaban el rol de secundarios de lujo, aquí se han cambiado las tornas. Los humanos no dejan de ser los comparsas y las IAs las auténticas protagonistas, hasta el punto que “Excesión” se convierte en la novela que recrea el punto de vista de las IAs sobre la Cultura. Y, hay que reconocer, que este punto de vistas no puede ser más divertido y desolador. Las IAs son enormemente graciosas (en especial con esos nombres descacharrantes), cínicas, frías, bullangueras, camorristas y anárquicas pero, a la vez, aterradoras. Los humanos quedan en esta novela en muy mala posición, peones en complejos juegos políticos e intrigas internacionales, algo así como las mascotas que las IAs deben de soportar, a veces como una carga, a veces como una diversión.
Banks nunca aclara el por qué de esta relación simbiótica tan asimétrica entre humanos y máquinas que es la base de la Cultura, quizá sea mejor así, en el fondo al intentar explicar ciertas contradicciones de sus obra el autor puede caer en el ridículo o el aburrimiento (algo de eso hay en el extenso prólogo que acompaña a este libro), pero, uno no deja de preguntarse hasta que punto tienen cabida los humanos en la compleja Cultura una vez que queda claro, con .la lectura de este libro, que las IAs están al mando.
Por supuesto, detalles como este al margen, “Excesión” sigue siendo una apasionante novela de aventuras, Banks posee una imaginación desbordante, ya sea para recrear una belicosa especie de aliens o para describir las portentosas naves de la Cultura, un ritmo desenfrenado cuando hace falta y cadencioso cuando toca, una gran sensibilidad para tocar el alma humana y sus contradicciones y un estilo depurado que consigue que el libro se lea en dos patadas.
Una pena que la edición de la Factoría esté llena de erratas y opaque un poco el resultado final, pero “Excesión”, a pesar de sus limitaciones y fallos, sigue siendo una novela más que buena y que casi llega a la altura de sus tres antecesoras.

jueves, septiembre 18, 2008

Un Brevísimo Apunte de Harold Bloom sobre el Cyberpunk

En la última entrada deje entrever que Harold Bloom había realizado algún comentario negativo sobre el cyberpunk, cuestión esta que ha despertado cierta curiosidad. Es posible que haya sido un tanto exagerado ya que la cita en sí es bastante insignificante, aunque no deja de tener su interés. Las palabras textuales de Bloom, sacadas de su libro “Cómo leer y por qué” son las siguientes:

Parece evidente que leer una novela en el año 2000 es un hecho muy diferente de lo que lo era en 1944, cuando empecé a hacerlo, después de algunos años en los que sólo leí poesía y la Biblia. Novelistas importantes, como Philip Roth, me aseguran que el número de lectores de novela no se renueva ni aumenta, y que es posible que un arte que no se desarrolló por completo hasta el siglo XVIII expire en los comienzos de ese tercer milenio que se abate sobre nosotros con pasos de gigante. Quizá la novela de cyberpunk, la manifestación más moderna del romance, presagie una venganza cíclica de esta manifestación literaria en detrimento de su hija desagradecida, la novela. Esta, una veces más realista y otras menos, ha dominado la literatura occidental durante la mayor parte de los tres últimos siglos. Sus grandes monumentos van desde “Clarissa”, de Samuel Richardson, hasta “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust. ¿Cómo debemos leer las novelas cuando tememos que este género literario desaparezca y nos sea arrebatado muy pronto? ¿No sentiremos que nos oprime el corazón una pena muy distinta de la que nos ocasionan los pathos de sus distintos protagonistas?

A grandes rasgos, Bloom defiende la novela no tanto como peripecia y argumento si no como estilo y personajes. En otro párrafo asegura que leer libros de más de tres mil páginas sólo por saber que va a ocurrir es de locos. Lo interesante, para él, es la belleza del estilo y la evolución de los personajes. La novela, con el permiso de Rabelais, nace con Cervantes y se desarrolla en la Inglaterra del XVIII con gente como Defoe, Fielding, Richardson y demás, antes de alcanzar su mayor cima en el XIX. Obviamente, tiene antepasados claros. Sería ese “romance” del que hace referencia Bloom, y entre ellos estarían las llamadas novelas de caballería, cantares de gesta y otras épicas medievales como el ciclo artúrico. Muchos de estos libros son, en cierta forma, aventuras escapistas en las que el estilo o los personajes son secundarios. Para Bloom el cyberpunk sería un resurgir de ese tipo de obras, donde no cuenta tanto la evolución del personaje si no la historia propiamente dicha.
Lógicamente esta es mi interpretación y no estoy necesariamente de acuerdo con Bloom que, es posible, no conozca muy a fondo el cyberpunk. O puede que sí. A fin de cuentas, el cyberpunk no deja de ser una especie de novela negra futurista y Bloom no es muy partidario de la novela negra por dos pecados obvios: primero, la importancia de la anécdota (¿Quién es el asesino?) segundo, su pretensión de crítica social. Se ha comentado muy a menudo que la novela negra es la auténtica novela realista del siglo XX, con un especial hincapié en representar el lado más oscuro de la sociedad.
Tomemos, por ejemplo, el caso de “Neuroamante”, hay una clara parte aventurera con una trama compleja y difícil de desenredar, y hay también una crítica durísima contra el poder de las megacorporaciones y un entorno de capitalismo salvaje. Todo muy correcto y algo que gusta a mucha gente pero que a Bloom le repugna.
Si hablase de “Neuroamante” diría que los personajes no dejan de ser un cúmulo de tópicos (el hacker drogadicto y tío duro, la mercenaria sin corazón) que no evolucionan en todo el libro, y que su estilo resulta un tanto plomizo.
No quiero crear un debate absurdo sobre las bondades de “Neuroamante”, que es un libro que me gusta, pero si creo poder decir la posible opinión de Bloom sobre él. Lo que no deja de ser un tanto presuntuoso, lo reconozco.
En cualquier caso, las reflexiones de Bloom, se esté de acuerdo con él o no, son de lo más interesante y, al igual que “El canon occidental” “Cómo leer y por qué” es un libro al que merece la pena echarle un vistazo y que, además, es mucho más pequeño y fácil que su hermano mayor.

miércoles, septiembre 10, 2008

Harold Bloom, el Canon Occidental y la Ciencia Ficción

Probablemente, Harold Bloom sea el crítico vivo más famoso del mundo. Profesor en Harvard, con una vasta obra tras de si y una dilatada carrera, sus libros se venden bastante bien y reciben la puntual atención de la mayoría de las publicaciones sobre literatura del mercado.
Lo peculiar de Bloom es que resulta alguien polémico, lo que, seguramente, llamará la atención a más de uno. Por sintetizar, Bloom es defensor de una concepción estética de la literatura. Para él, un libro bueno es un libro bello y punto final. Sus principales bestias negras son los marxistas, feministas, psicoanalistas, estructuralistas y demás fauna que defiende un libro por su contexto y su valor dentro de una cultura. Para explicarlo de una forma sencilla, para Bloom Virginia Woolf es una buena escritora por qué escribía bien, no por haberse convertido en una abanderada del feminismo. Huelga decir que lo políticamente correcto no entra dentro del marco de sus habilidades e intereses. Como decía, esto le convierte en alguien polémico pero, también, tremendamente divertido. Juega un poco el papel del niño que grita “el emperador está desnudo”, y también el de alguien que sabe que su época pasó y que sus teorías serán abandonadas cuando mueran los últimos dinosaurios que el mismo representa.
Para Bloom, la cúspide en toda la historia de la literatura es Shakespeare, y, partir de ahí, hay que medir a los demás. Si bien reconoce a otros autores como casi iguales al dramaturgo inglés, caso de Dante, Cervantes o los autores de la Biblia.
Y alguien dirá ¿y esto a que viene? Viene a que hace poco he leído uno de los libros de Bloom, quizá el más famoso, obviamente, me estoy refiriendo a “El canon occidental”. No es un libro fácil, Bloom odia lo fácil, pero si muy divertido e interesante y que me ha sorprendido en más de una ocasión.
Vamos a ver, cuando se habla de los críticos académicos automáticamente los aficionados al fantástico sacan la ristra de ajos, tocan madera y demás. No es para menos, aquí en España hasta hace bien poco cualquier cosa que no fuese realismo de un tipo u otro era perseguido como si se tratase de la peste. Personalmente, en mi ingenuidad, siempre opine que un crítico académico debía de ser alguien muy leído y con pocos prejuicios. Como decía, era una ingenuidad, hasta que leí a Bloom y me encontré con ese tipo de especialista.
En “El canon occidental”, Bloom intenta decirnos quienes son los mejores escritores de la historia, ahí es nada. Parece complejo pero, en el fondo, el de Harvard está jugando a una de las cosas que más nos mola a los aficionados a la cf: la consabida lista de los mejores libros, autores, etc, etc. Así que, bien mirado, no es tan complicado. Lógicamente, la lista inicial de Bloom no se acercará a los gustos de la mayoría de los lectores de género, entre otras cosas por qué habla de autores clásicos, o sea, viejos. Sin embargo abundan los autores de tipo fantástico, está Dante y su “Divina Comedia”, Milton y su “Paraíso Perdido”, el “Fausto” de Goethe, “Peer Gynt” de Ibsen, “Orlando” de Woolf, Kafka, Borges. Junto a otros como Dickens o George Eliot citados por obras realistas pero que también tocaron el fantástico.
Posteriormente aparece una larga lista de autores y obras sólo citadas no analizadas. Y aquí es donde uno si se sorprende de verdad. Si nos centramos únicamente en los dos últimos siglos nos podemos llevar más de un sobresalto. En el XIX aparecen Gerard de Nerval con “Silvia” y “Aurelia”, “La piel de zapa” de Balzac, los cuentos de Maupassant, “Los recuerdos privados y confesiones de un pecador justificado” de Hogg, “Melmoth el errabundo” de Maturin, “Frankenstein” de Shelley, de Dickens “El cuento de Navidad”, todo Lewis Carroll, “Erewhon” de Butler, “Las piedra lunar”, “Sin nombre” y “La dama de blanco” de Wilkie Collins, “El retrato de Dorian Gray” de Wilde, “Lilith” de McDonald, “El Doctor Jekyll y Mr. Hyde” de Stevenson, “El bosque del fin del mundo” de Morris, “Drácula” de Stoker, los cuentos de los Hermanos Grimm, “La araña negra” de Gothelf, los cuentos de Hoffmann junto a “Los elixires del diablo”, los cuentos de Gogol, los cuentos de Hawthorne, todo Poe (aunque luego critique ácidamente su estilo), la obra breve de Bierce, y “El forastero misteriosos” de Twain.
Como se puede observar, Bloom es un buen aficionado al cuento de miedo decimonónico y la novela gótica, de hecho en uno de los párrafos del libro reconoce su fascinación enfermiza por la figura de Drácula.
En el siglo XX las cosas son aún mejores: de Calvino “Las ciudades invisibles” y “El barón rampante”, de nuestro Joan Perucho “La historia natural”, (¡¡) y teniendo en cuenta que sólo menciona a un par de novelistas más españoles, creo que la cosa es significativa; de Anatole France “La isla de los pingüinos”, de Daumal “La montaña análoga”, de George Bernard Shaw “Vuelta a Matusalén”, los cuentos de Kipling junto a “Puck, de la colina Pook”, los cuentos de Saki, las novelas de ciencia ficción de H. G. Wells (textual, con un par…), “Un viaje a Arturo” de Lindsay, “Un mundo feliz” de Huxley, “El tercer policía” de O’Brien, “1984” de Orwell, todo Kafka, “Orlando” de Woolf, “El juego de los abalorios” de Hesse, “El maestro y Margarita” de Bulgakov , “Los siete cuentos góticos” de Dinensen, “La guerra de las salamandras” y “R.U.R.” de Çapek, “Ferdydurke” de Gombrowicz, “La investigación” y “Solaris” de Lem (nada menos), “El Aleph” y “Ficciones” de Borges, los relatos de Cortazar, “Cien años de soledad” de García Márquez, “Los hijos de la medianoche” de Rushdie, “El bebedor de vino de palma” de Tutuola, los cuentos de Wharton, “Noches de la antigüedad” de Mailer, todo Pynchon, y “Las brujas de Eastwick” de Updike (la única obra suya que recomienda). Por supuesto, hay otro buen puñado de autores con obra fantástica (como Lessing, Atwood, McCarthy, Oates, Burguess o Roth) de los que únicamente menciona libros realistas.
Desde luego es una lista impactante, con un montón de magníficos libros y donde habría que destacar la inclusión de autores menos “canónicos” (valga la contradicción) como Lindsay, Lem o Çapek, reivindicados desde la ciencia ficción pero también desde cierto mundo académico. Ahora bien, donde Bloom tocó mi corazoncito de friki fue al mencionar a los siguientes autores y libros: “En alas de al canción” de Thomas M. Disch”, “Cuna de gato” de Kurt Vonnegut Jr., “Riddell Walker” de Russell Hoban, “La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K. Leguin, “Pequeño grande”, “Aegypto”, “Amor y sueño” de John Crowley, y la Trilogía de Gormenghast de Mervyn Peake.
Vale, no está Ballard, ni Tolkien, ni Aldiss, ni Silverberg pero no está nada mal. Para mí quisiera reconocimientos como estos en otros ámbitos y lugares más cercanos.
Sinceramente, Bloom parece ser alguien al que le gusta la ciencia ficción. Aunque en el libro la menciona apenas un par de veces (aunque en una de esas ocasiones la define como “la literatura de los extraño”, definición igual de buena o mala que otras muchas que pululan por ahí), vista la lista y algún que otro detalle, insisto en que da la sensación de que le despierta respeto e interés. Más aún si tenemos en cuenta que la otra gran literatura de género del siglo XX y mucho más reconocida , la novela negra y/o policiaca, brilla totalmente por su ausencia.
Como decía, y por terminar, un crítico debe ser un lector inteligente, con amplitud de miras y sin prejuicios, vista esta lista Bloom lo es de sobra.

viernes, septiembre 05, 2008

Paul y Alice se Toman un Café

Cordwainer Smith y James Tiptree Jr. son dos grandes escritores de ciencias ficción que, en mi opinión, tienen numerosos puntos en común. Ambos utilizaron seudónimos para su carrera literaria, de hecho, como todo el mundo sabe, sus nombres auténticos eran Paul Myron Anthony Linebarger y Alice Hastings Bradley Sheldon, además, los dos tuvieron la misma razón para no firmar con su nombre real: sus carreras profesionales eran otras y la ciencia ficción era sólo un entretenimiento. Por tanto, ambos fueron escritores no profesionales. También fueron dos autores centrados especialmente en los relatos, de hecho, cada uno escribió sólo una novela (“En la cima del mundo”, Tiptree; “Nostrilia” Smith), trabajos interesantes (especialmente el de Smith) pero que palidecen frente a sus cuentos, infinitamente mejores. Los dos encarnaron la New Wave, cada uno a su manera, Smith más como precursor y Tiptree como una de sus abanderadas. De ahí que ambos cultivasen un tipo de escritura radicalmente original, literaria y estilísticamente impactante, muy alejada del resto de sus colegas y, en ocasiones, un tanto caprichosa. Tampoco se caracterizaron por buscar el aplauso del público, la crítica o sus compañeros de profesión, de hecho, muy raras veces se les vio en público asumiendo su papel de autor de ciencia ficción, fueron creadores privados, intimistas y alejados de los focos.
Tuvieron también curiosas similitudes en su vida personal, ambos fueron hijos de progenitores brillantes (abogado Smith, geógrafa Tiptree) y pasaron su infancia lejos de E.E.U.U., Smith principalmente en China, Tiptree en África y la India. Por último, los dos tuvieron un final trágico, Smith murió joven, víctima de un infarto, Tiptree se suicidó, después de practicar la eutanasia a su marido.
Con todo, hay una coincidencia en sus vidas bastante sorprendente: ambos trabajaron para el ejército de E.E.U.U. en labores de inteligencia. De hecho, Smith fue una luminaria en este campo, y escribió el manual oficial de guerra psicológica de las fuerzas armadas de su país al inicio de la Guerra Fría (huelga decir que fue adoptado por numerosos ejércitos de todo el mundo, como el argentino, de ahí su traducción a nuestra lengua). De Tiptree se sabe menos pero fue miembro de la C.I.A. y acabó licenciándose como psicóloga (otra coincidencia con Smith).
Siempre me ha llamado la atención esta temprana dedicación a la defensa del Imperio, máxime cuando los dos, como autores, parecen la quintaesencia del compromiso izquierdoso. Especialmente Tiptree, de un feminismo militante rabioso, pero no menos Smith, autor de una obra especialmente combativa con todo tipo de racismo (y escrita en la época de la lucha por los derechos civiles de los negros en E.E.U.U.).
Un misterio, Capana sostiene que Smith escribía este tipo de ciencia ficción como desahogo frente a su labor profesional ante la que tenía serias dudas, en el caso de Tiptree (que empezó a escribir cuando dejó la C.I.A.) su escritura podría verse como una forma de exorcizar viejos demonios. En cualquier caso, esto no deja de ser un psicoanálisis barato y un tanto reduccionista para describir la compleja obra de un par de genios.
Y ahora es cuando mi imaginación echa a andar y se desboca. ¿Pudo ser posible que Smith y Tiptree, o más bien, Linebarger y Sheldon, coincidiesen algún día en el Pentágono? ¿Pudieron tener algún tipo de relación profesional o de amistad? ¿Sabría Sheldon que Linebarger era el autor de las historias firmadas por Cordwainer Smith? ¿Llegarían a hablar de su común afición por la ciencia ficción? ¿Se animó Tiptree a escribir gracias al ejemplo de Smith?
Nunca lo sabremos, probablemente jamás se vieron, el Pentágono tiene el record de ser el edificio de oficinas más grande del mundo y la inteligencia militar de E.E.U.U. en los 50 tenía múltiples ramificaciones y tareas. Incluso en el hipotético caso de que hubiesen llegado a conocerse es muy improbable que se pusieran a hablar de ciencia ficción y que su relación fuese más allá de lo profesional.
Sin embargo, en ocasiones, me gusta soñar y puedo imaginarme perfectamente a Linebarger tomarse un café con Sheldon, en un hueco en sus trabajos, y debatir sobre ciencia ficción, sobre los libros que habían leído, sobre los cuentos de Cordwainer Smith y sobre los sueños de Tiptree Jr. Insisto, es posible que esto nunca ocurriese pero debería de haber ocurrido, la árida realidad hubiera sido un poco más poética y un poco más parecida a un buen libro de ciencia ficción, un género donde las coincidencias más asombrosas no dejan de ser norma.