domingo, marzo 25, 2007

II Antología de Relatos El Melocotón Mecánico

Desde un punto de vista estético, este es, sin duda, el mejor volumen del Melocotón Mecánico. Una portada correcta y basada en uno de los cuentos (puede que el tono comiquero no guste a algunos pero es coherente con la línea editorial de la ciencia ficción), un tipo de letra del tamaño adecuado, erratas las justas y maquetación correcta. Eso si, una contraportada un poco descacharrante aunque también basada (de una forma muy libre) en otro de los cuentos (y por que el Grupo AJEC es pequeñito que si no le podría haber valido algún disgusto en los tribunales).
Otra cosa es el interior, y aunque no resulta tan interesante como los tomos 1 y 3, reconozco que, a bote pronto, consigue ser aceptable y muy ajustado al precio (5’40 euros, un regalo, ahora saldado más regalo aún y de compra ineludible).
Esta vez no voy a entrar en el juego de si el relato ganador se merece el premio o no, es cierto que otros dos o tres podrían haberlo ganado pero “La granja del viejo McDonald” de Mike Resnick posee las suficientes virtudes como para entender la decisión del jurado. Probablemente no sea el mejor cuento de Resnick (me parecen más memorables “He tocado el cielo” o “Las cuarenta dinastías de Antares”) pero si que es un buen ejemplo de algo que la buena ciencia ficción hacía a menudo y hoy parece haber olvidado: coger un problema actual (en este caso el hambre en el mundo), extrapolarlo hasta una de sus consecuencias y plantear un dilema ético incomodo y de respuesta nada fácil. En ese sentido, el cuento de Resnick es modélico y nos hace desear que semejante esquema se aplique a otras temáticas. La única pena es que el estadounidense parece escribir con el piloto automático, consigue una factura correcta pero nada deslumbrante. Algo, por otra parte, habitual en Resnick, uno de los autores más prolíficos e irregulares que recuerda el género.
Particularmente, el cuento que ha sido más de mi agrado es “El trono de jade” de José Antonio del Valle, una fascinante ucronía en la que la china imperial descubre América mucho antes que Colón en busca de la fuente de la eterna juventud. Del Valle consigue hacer creíble su idea y demuestra una cierta sofistificación a la hora de estructurar el cuento que es de lo más agradable en estos tiempos de desarrollos lineales y planos.
María Concepción Regueiro con “San Antonio” se apunta otro de los tantos de la antología. Un cuento de terror ambientado en la Galicia profunda sobre una cambiaformas que desconoce su poder. Aunque el tema y el desarrollo resultan un tanto manidos no es menos cierto que la autora consigue insuflar a esta idea nuevos aires que la convierten en algo atractivo e interesante.
Lorenzo Luengo con “La libélula de la obra maestra” enseña las cartas que le están convirtiendo en una de las referencias actuales del género fantástico. Un estilo muy cuidado y una forma de encarar los temas original y fresca. Aunque este relato no alcanza la perfección de sus obras actuales (como “La cotorra de Humboldt) se lee con interés y agrado.
Reconozco que, en general, José Carlos Canalda no es un autor que me seduzca, la ciencia ficción clásica que cultiva no es de mi gusto, pero en “El guardián de los libros olvidados” elige otro camino más cercano a la fantasía madura que (salvando las distancias) podría recordar a los cuentos amables y simpáticos que aparecían en revistas estadounidenses de los 40 como “Unknow” y que cultivó gente como Sprague de Camp. Y curiosamente, esta forma de hacer las cosas me convence mucho más que cuando intenta imitar al Asimov de 1950.
“Hybris” de Antonio Martín Infante es una recreación del mito del minotauro bastante conseguida pero que me recuerda en exceso a cierto cuento muy famoso de un igualmente famosos escritor iberoamericano. Pero vamos, que si no se tiene ese modelo en la cabeza se disfrutará de esta bien urdida narración.
Entre los cuentos que me han gustado menos está “El libro” de Joan Antoni Fernández que intenta ser una parodia humorística del famdom hispano. Me temo que el mundillo del aficionado friki español no da para tanto ni el camino elegido por Fernández es el más adecuado.
Fran Ontanaya con “¡Muérete!” hace un pastiche asimoviano de asesinatos y robots que, por desgracia, suena ha ya leído.
Jorge H. Aristizabal con “La visa” se mete de lleno en el thriller esotérico a los Dan Brown. Lo malo es que el formato cuento no es el más adecuado para este tipo de artefactos literarios, por lo que la trama secreta resulta demasiado esquemática y el final un tanto abrupto.
“Hazlo por mí” de Rodrigo Nicolás Berlochi es el relato de una mujer que agoniza por culpa del cáncer y su marido que no sabe afrontar la situación. Hasta ahí bien. El problema es que este argentino elige un estilo lento, pausado y reiterativo que acaba con la paciencia del más templado. Siento ponerme desagradable pero confieso que ha sido uno de los cuentos que más me ha costado terminar de los últimos años y que, en ocasiones, se convirtió en un suplicio. Espero que haya otro tipo de lectores que disfruten más con él.
Por último, “Desaina” de Rubén Bleda Martínez es la pifia habitual marca de la casa. Es el tipo de relato que no debería de haberse publicado ya que no alcanza los stándares mínimos de calidad literaria y con el que, desgraciadamente, el lector de estas antologías suele encontrarse. Una pena y un detalle que los editores deberían de corregir.
Una antología, por tanto, un poco anodina y con relatos que rara vez resultan memorables pero que, salvo un par de excepciones, consigue ofrecer una lectura agradable e, insisto, a un precio más que ajustado.

sábado, marzo 24, 2007

Paura 1

En su momento me perdí este “Paura 1”. Mea culpa. Sólo puedo dar como excusa el que uno se pierde, en ocasiones en la vorágine de títulos y novedades que inundan el mercado fantástico en estos días (quien lo iba a decir hace unos años…). Pero como he disfrutado enormemente con los tomos 2 y 3, decidí hace poco cumplir con mi penitencia (bendita penitencia, me apresuro a decir) y leerme este tomo 1 de tan interesante iniciativa. Y, como esperaba, no me he sentido desilusionado en ningún momento. Este primer volumen es igual de bueno que sus dos sucesores.
A mi entender, el relato más pirotécnico y espectacular es “El domo de la amenaza” de Santiago García. Muy bien ambientado en nuestra Guerra Civil, más que de terror estaríamos hablando de una fantasía oscura muy peculiar, en la que se traza todo un universo oculto al mundo real pero que se entrecruza con él de forma trágica. Es cierto que Santiago García a veces cae en lo rutinario y lo vulgar pero también que cuenta con una imaginación portentosa y una gran habilidad a la hora de detenerse en pequeños detalles que enriquecen al conjunto del relato. Por supuesto, el giro final es de lo más inesperado y sorpresivo que se pueda imaginar.
“Propiedad intelectual” de Santiago Eximeno es otro gran cuento que confirma el papel de gran figura del terror nacional para este escritor. Sutil, inteligente y bien escrito, oscila entre el sentido de la maravilla reflejado en el poder de su protagonista y el horror absoluto de su conclusión. Una pequeña obra maestra.
“Bibelot” de Félix J. Palma es otro de los aciertos de este libro. Es cierto que presenta una gran ambigüedad, los sucesos pueden tener una explicación tan fantástica como real, pero también es cierto que Palma plasma con maestría sentimientos tan complejos como la soledad, el abatimiento y los engaños que tejen nuestras vidas para hacerlas más soportables. Un cuento sensible y necesario.
Nuria C. Botey en “El regalo” también elige el terreno de lo ambiguo entre lo real y lo fantástico pero, al igual que Palma, acierta a recrear con gran fidelidad una mente obsesiva y como esta fijación puede destruir la vida de una persona. El detallismo con que es descrito como poco a poco se va destruyendo la plácida rutina de una pareja es de lo mejor que he leído de esta escritora.
“Sentirás una cierta pena…” de Javier Cuevas aunque algo torpe en el arranar, consigue alzar pronto el vuelo y convertirse en un bello homenaje a un siniestro amor más allá de la muerte.
“La ciudad de los ojos” de Carlos Gardini es una oscura y, a la vez, esperanzada reflexión sobre la muerte. Un relato incomodo pero absorbente, en el que Gardini realiza una doble reflexión, sobre la condición del escritor y sobre como su trabajo puede trascender al aniquilamiento del cuerpo. Lleno de un sentido del humor bastante negro, Gardini consigue hacer creíble lo que cuenta por más inverosímil que nos parezca.
Sergio Gaut vel Hartman, el otro escritor argentino de la antología, describe en “El círculo se cierra” el castigo más justo posible para los crímenes de la dictadura que asoló su país durante años. Un relato en cierta forma catárquico pero que se equivoca a la hora de intentar crear horror, por que en ningún momento sentimos simpatía por el milico acosado por los fantasmas de sus victimas, al contrario, deseamos que estas le jodan lo más posible. Aunque me imagino que esa era también la intención de su autor.
Melanie Tem con “La muñeca bailarina” crea un relato tan sencillo como eficaz. El miedo fluye con alegría por sus páginas sin meterse en honduras ni complejidades.
En cambio “La primavera en la cabeza, el otoño a la espalda”• de Michael A. Arnzen, la otra contribución no hispana a la antología, me ha dejado un tanto más indiferente. Aunque bien escrito y con un agradable hálito poético, a la postre, no deja de ser otra historia más de psicópatas.
Tampoco me acaba de convencer del todo “La mujer reciclada” de Pilar Pedraza, una crítica contra los males que a día de hoy sigue sufriendo una buena parte de la población femenina.
Igual me ocurre con “Sueños de nieve y barro” de Marc. R. Soto, otro de niños psicópatas que pasa sin pena ni gloria.
“Dientes” de Elia Barceló es cuento fallido en cuanto a estructura. La historia que cuenta, aunque clásica (un niño fantasma) está modernizada de una forma bastante lograda (las apariciones tiene lugar en un coche de lujo). Por desgracia padece de uno de los finales más abrupto de la historia, y da la sensación que la historia se podría haber desarrollado de una forma mucho mejor en formato de novela corta más que en el de cuento.
Por último está “Y ella dijo no” de Francisco Ruíz Fernández, una especie de fantasía bíblica que se me ha hecho, pese a su brevedad, algo reiterativa y pesada, probablemente por que este es un sub-género que me deja bastante frío.
En fin, una muy potente antología que en su momento me perdí pero que estos últimos días he disfrutado a fondo.

viernes, marzo 23, 2007

Libertad Condicionada y otros Relatos

La portada es fea de narices y el diseño brilla por su ausencia, sin ir más lejos, la elección de colores hace que sea imposible leer el texto de contraportada. Por lo menos esta vez el tipo de letra no obliga a comprarse una lupa como en el tomo III. Hay un viejo refrán que dice que nunca hay que juzgar un libro por su aspecto, por desgracia, en ocasiones, el dicho yerra y esta es una de ellas, si el libro es feo por fuera peor es por dentro.
Los premios literarios son una cosa harta compleja (bien lo sé) y es lógico que muy a menudo el lector no esté de acuerdo con el jurado. En el caso de El Melocotón Mecánico hay que añadir que, en muchas ocasiones, los relatos que aparecen en cada antología son bastante irregulares. Frente a un apreciable tomo I y un decente tomo III había también un anodino tomo II. En fin, un conjunto que hace que uno se asome con cierto reparo a este tomo IV para acabar constatando que es el peor de todos.
Los relatos que aparecen aquí, salvo excepciones son muy, muy corrientitos y, sinceramente, en muchos caos no merecen ni el esfuerzo de leerlos ni el gasto de comprarse el libro. Bueno, hay excepciones pero, por desgracia, no muchas..
Sin embargo, lo que a mi me resulta más peculiar es que el relato premiado (el que da título a la antología) es, con diferencia, el peor. Vale que los jurados a veces no se ponen de acuerdo y que a menudo se toman decisiones de compromiso para no herir la susceptibilidad de nadie pero, creo que jamás me he visto ante un caso como este, un cuento torpe, difícil de seguir, complicado innecesariamente y que intenta, en vano, imitar el tono, nada menos que de el Gabriel García Márquez de “Cien años de soledad”. Vamos, que como borrador para una historia que algún día puede tener su interés pase pero como relato hecho y derecho ni de broma. A pesar del premio, mucho le queda al novel Francisco Gordón Luna por aprender del oficio de escritor.
Cualquiera de los demás relatos es mejor que este (que encima no tiene ni un atisbo de fantástico por ningún lado) y eso que la mayoría se caracterizan por su pobreza y, en muchos casos, por un cierto afán por presentarnos finales abiertos, inexplicables e inexplicados. En un poco lo que yo llamo el síndrome de “El corazón del ángel”, aquella película de final sorpresa y enrevesado que dejó de piedra a una generación. Una pena que los muchos que hayan intentado imitar esa pirueta final se queden por el camino y únicamente consigan molestar o dejar con el ceño fruncido a sus lectores.
En ese sentido están algunos de los relatos más flojos como “Siete revueltas” de Juan Ramón Biedma que narra un primer contacto en el contexto de las guerras carlistas pero que, aunque posee una buena ambientación es demasiado breve y críptico como para que el lector se entere de algo.
“La cabaña” de Alberto Santos Arenilla peca de lo mismo, un cuento un tanto naive e ingenuo que desde el punto de vista estilístico deja un tanto que desear. La extraña historia sobre la mujer fatal que seduce al hombre puro es tan ligera como incomprensible. Y no porque este escrita de una forma abtrusa sino por que es imposible entender casi nada de lo que pasa ante la falta general de explicaciones.
“La mujer ígnea” de José Luis Muñoz es una especie de fantasía oscura urbana sobre un locutor de radio musical y la artista de color que le fascina. Se supone que la artista muere ¿o no?, y el locutor a su vez también muere ¿o no? Ni idea, a lo mejor es que estoy espeso pero tampoco me he enterado de nada.
“Volando en el asiento 13” de Pedro Martín Galván se lleva la palma en este concurso de haber quien es capaz de hacerlo más ininteligible. Creo que va de una crítica a la telebasura y que pasa algo que acaba con el mundo y que se habla de la raza posthumana que hereda la tierra. Y digo creo por que, sinceramente, igual la cosa iba por otro lado y yo me enterado mal, que todo es posible. En cualquier caso, el autor proyecta poca luz en esta oscuridad.
Luego está “Calidoscopía” de Raúl Teruel Velayos. Parecía atractivo, una mezcla entre la cábala judía, la novela negra y una amenaza mortal realmente original y extravagante. Si he entendido bien el final (que igual no), el desenlace se reduce a la paranoia de un psicópata, lo que aleja de nuevo a este cuento del fantástico y que reduce en mucho su interés ya que la explicación a todo el misterio es un deus ex machina que ya huele.
Luego están los relatos anodinos, que se entienden pero que dejan un poco indiferente después de su lectura. “Eternidad” de Ignacio del Valle, sobre un doble de Lorenzo de Medici en la Florencia del Renacimiento. Tampoco hay ningún atisbo de fantástico por ningún lado y el relato, que se inicia con altos vuelos e imaginación, al final acaba en nada. Mucho ruido y pocas nueces.
“Retrato de un soldado” de Margarita Borrero es una improbable ucronía de tipo personal (no se describe el mundo resultante tras el cambio sino sólo como ha afectado a un individuo) basada en la premisa de que Hitler se redime gracias al arte en su juventud y no se convierte en el hijo de puta en que se convirtió. Como decía, improbable, ingenua y nada memorable.
“Lo que fue, eso será” de José Carlos Canalda va de viajes en el tiempo. Dicho esto, y visto lo que se ha escrito sobre el tema, hace falta ser un genio para sacar agua de semejante pozo seco. Por desgracia, Canalda cultiva un tipo de cuento de ciencia ficción basado en la copia respetuosa de los clásicos de los 40-50 (y que a mi, personalmente, me aburre bastante, nunca me han gustado las copias, prefiero el original) así que no es el más indicado para alardes de originalidad. A otros puede que les guste, no digo que no (no está mal escrito y es sencillito) pero, como decía, a mi me deja bastante indiferente.
Y luego están los cuentos que hacen digno este libro. Por ejemplo “Texto” de Arturo Génova, que parte de un detalle de la película “Seven” para tejer un inquietante relato sobre psicópatas y estados alterados de conciencia que parece un cruce entre el Dick de “Ubik” y el Harris de “El silencio de los corderos”. Aunque tiene que pulir alguna arista de su obra, Génova consigue desarrollar de una forma muy eficaz una idea muy pero que muy inquietante.
“El gesto” de Carlos Martínez Córdoba es un relato un poco más flojo que otros que le he leído bastante más atractivos (como “¿Te acuerdas?”) pero brilla con luz propia entre tanta oscuridad. Muy bueno a la hora de mostrar el funcionamiento de una mente infantil un tanto trastornada y de algunos aspectos desagradables de la niñez que algunos prefieren olvidar. El único pero que le pongo es que su ambiguo final hace que sea posible una explicación tanto fantásticas como realista y, en mi opinión, esta última tiene algo más de peso (lo que le convertiría en otro relato no fantástico y van…).
Finalmente tenemos el mejor cuento de todos y el auténtico ganador diga lo que diga el jurado: “Por un puñado de dólares” de Santiago Eximeno. Un cruce entre el western y el terror preternatural, entre Zane Grey y H. P. Lovercraft. Dicho así suena original aunque realmente no lo es (Howard ya hizo cosas parecidas en los años 30), pero esta no es la razón que le convierte en la mejor historia de libro. Simplemente está muy bien escrita, mantiene el pulso y la intriga hasta el final y consigue despertar el miedo en nuestra sangre. Una joyita que está entre lo mejor del año y que merece la pena leer. Puede que Eximeno no esté descubriendo la pólvora pero que bien lo hace el jodido.
Por acabar, puede que haya sonado un tanto sarcástico y ofensivo en alguno de mis comentarios. Los que sigan este blog sabrán que esa no es la forma habitual que tengo de encarar sus entradas, no intento emular al friqui bocazas pero, a veces, se me calienta la sangre, y es que amo mucho este género y me duele ver como, en ocasiones, no se le tiene el respeto que se merece. Y lo siento por los autores, sólo decir a quien se haya sentido dolido que es mejor la verdad que la adulación, aunque duela.

jueves, marzo 22, 2007

"El Fantasma de la Señora Crowl" de J. Sheridan Le Fanu

No voy a negar que Sheridan Le Fanu es uno de mis autores preferidos en lo que se refiere al terror decimonónico, así que puede que esta reseña me salga un poco subjetiva, pero, dado que el blog es mío, creo que puedo permitirme el lujo de ser un poco arbitrario, aunque, desde luego, la maestría de Le Fanu ha sido reconocida por mucha gente, entre ellos M. R. James o H. P. Lovercraft que sabían un poco más que yo de esto de dar miedo.
De hecho, “El fantasma de la señora Crowl” es una antología interesante por dos aspectos concretos. El primero, y más atractivo, por que el recopilador de los relatos fue nada menos que M. R. James, probablemente el mejor escritor de ghost store que han visto los tiempos. De hecho, el libro se publicó originalmente en 1923 y contaba con una muy interesante introducción de James a la que la edición española suma una breve conferencia donde el inglés, de nuevo, repasa las claves y los títulos más interesantes de su colega angloirlandés. Así que la inclusión de estos dos textos y la propia elección de relatos de James nos abre un interesante camino en la comprensión de la obra de Le Fanu.
La segunda gran ventaja de esta antología es que en ella encontramos un puñado de cuentos hasta ahora inéditos, difíciles de encontrar o desperdigados en una docena de libros. Actualmente, y al margen de este libro, la mejor forma de conocer la obra breve de Le Fanu es consultar los tres volúmenes que Valdemar ha publicado con un gran número de sus cuentos (“Los archivos del Doctor Hesselius”, “La habitación del Dragón Volador” y “Dickon el diablo”). Pero (siempre hay un pero), la obra de Le Fanu daría, perfectamente, para un cuarto tomo y mientras esperamos que se publique, aquí podemos degustar cuentos tan impactantes como “El testamento del caballero Toby”, “El niño que se fue con las hadas”, “El pacto de Sir Dominick”, “Ultor de Lacy” e “Historias de Lough Guir”. A ellos habría que sumarles “El fantasma de la señora Crowl”, “El demonio Dickon”, “El gato blanco de Drumgunniol”, Un relato de los extraños sucesos de la calle Aungier”, “Historias de fantasmas de Chapelizod”, “El malvado capitán Walshave, de Wauling” y “La visión de Tom Chuff”, ya publicados en las antologías de Valdemar.
En este conjunto hay gemas que brillan por si solas y alcanzan la magnitud de obras maestras como puede ser el caso de “El testamento del caballero Toby”, “El fantasma de la señora Crowl” o “El niño que se fue con las hadas” (y eso que James decidió mantener fuera de la selección los mejores cuentos de Le Fanu, los protagonizados por el doctor Hesselius), pero, en cualquier caso, no hay un cuento malo, todos y cada uno de ellos, a su manera y capricho, son pequeñas obras irrepetibles de lectura obligatoria para todos los aficionados al cuento de miedo.
James eligió un curioso sistema para colocar los cuentos de su recopilación, de más modernos a más antiguos. Así pues, a medida que leemos vamos hacia atrás en el tiempo, tanto en la elaboración de los cuentos como en las habilidades de Le Fanu. James asegura que los cuentos más antiguos son peores, no tanto por cuestiones de estilo si no por que la ambientación le parecía anticuada. Casi un siglo después de estas palabras hay que reconocer que para cualquier lector de hoy todos los cuentos parecerán anticuados y, personalmente, no he encontrado grandes diferencias de unos a otros excepto en la mayor ambición temática y pulso narrativo de los más modernos, algo lógico en un escritor que, al final de sus días, manejaba a la perfección todas las herramientas de su oficio.
Lo que si que he notado es que los cuentos más antiguos (o sea, más primerizos) suelen tener una clara inclinación a relatar historias típicas del folklore irlandés. De las doce historias, hay al menos siete que se sitúan claramente en el pasado o en las tradiciones de la otra isla británica. Las historias del país de las hadas, de antiguos fantasmas de las revueltas jacobitas, de apariciones en determinado pueblo o castillo, son la base de la mayoría de estos relatos.
Otros, en cambio, son más atemporales y están ambientados en Inglaterra, con sus habitantes como protagonistas y, he de reconocer, que son los que encuentro, con excepciones, más conseguidos e interesantes. Cuando Le Fanu se deja llevar por el espíritu del folklorista coleccionista de historias sus relatos ganan en autenticidad pero pierden en profundidad literaria.
Le Fanu fue el padre de la “ghost story” que puso fin a la dictadura gótica cuando esta andaba ya en franca decadencia. Sus cuentos huyeron de las ambientaciones exóticas, de las pasiones desenfrenadas y de los excesos típicos del Romanticismo. Como coetáneo de Dickens, Elliot y demás autores realistas, Le Fanu prefirió ambientar sus historias en entornos conocidos por el lector, elegir sus personajes entre gentes normales y corrientes y dotar sus historias de una lógica y coherencia internas que las hacen plenamente creíbles.
Si a estas decisiones unimos virtudes como su acertado ritmo narrativo (lo ominoso se acerca poco a poco al lector creando un suspense intolerable, sabemos que va a pasar algo pero no ni el qué ni cuándo), su portentosa imaginación, la habilidad para sugerir más que mostrar (menos es más y de que manera) y el profundo pesimismo de sus cuentos (nunca acaban bien del todo), tenemos las claves para entender por que, casi dos siglos después, todavía sus narraciones atraen a un buen número de aficionados al género del terror.
El hecho de que Abraxas haya saldado este libro y se pueda encontrar a un precio irrisorio convierte su compra en una obligación para todo friki que se precie aunque, eso sí, que nadie espere la exquisita edición de Valdemar, el papel es barato y la traducción un tanto cutre pero, a pesar de todo, merece la pena hacerse con este libro. Que dentro de unos años sólo se podrá conseguir en ciertas tiendas y a determinados precios.

martes, marzo 20, 2007

Cuentos Fantásticos. La Penúltima Imaginación Inglesa 1850-1900


La verdad es que siento debilidad por los libros viejos y raros, y por las antologías de relatos, así que este tomito tenía todos los papeles para fascinarme y hacer que pagase por el un precio un poco alto en la librería donde lo vi.
Es un libro viejo en más de un sentido. Sus autores escribieron hace siglo y medio pero esta edición es de 1974, que se dice pronto. Y es raro también por múltiples razones, por un lado por que esta colección, La Fontana Literaria de editorial FELMAR, sacó títulos un tanto peculiares que hoy en día son muy difíciles de encontrar en el mercado de segunda mano (y así se cotizan). Pero, por otro, por que la labor del antologista, José María Martín Triana, es, como poco, curiosa. Su intención inicial es ofrecer una recopilación de los cuentos “imaginativos” de la segunda mitad del XIX en Inglaterra y los resultados son bastante extraños.
Si no fuera por la inclusión de Wilkie Collins y Charles Dickens (las únicas concesiones a lo comercial), hablaríamos más bien de una antología de autores decadentistas británicos, muchos de ellos poco conocidos en nuestro país. En efecto, por estas páginas desfilan figuras tan atractivas como John Ruskin, Walter Pater, Oscar Wilde, Richard Garnett, John Gray, H. D. Lowry, Ernest Dowson, Max Beerbohm, el Barón Corvo y Dubrey Beardsley.
En fin, una nómina de autores más cercanos al fin de siglo francés, con sus ambientaciones oníricas, eróticas y alucinógenas que al pragmático espíritu inglés. De ahí que el libro se acabe convirtiendo en una pequeña cajita de sorpresas.
Los relatos de los dos “parias”, Dickens y Collins, son de sobra conocidos por la mayoría de los aficionados al fantástico y poco más se puede añadir de ellos. Tanto “El guardavías” como “La mujer del sueño” están entre lo más conseguido del cuento de miedo anglosajón del XIX. Pero las demás historias son harina de otro costal.
“El rey del río dorado” de John Ruskin es un precioso cuento de hadas que bebe de la tradición germana y que puede considerarse también como un gran clásico que hace lamentarnos el que sea la única muestra narrativa de este conocido teórico del arte británico que en su momento marcó época.
De Walter Pater hay dos capítulos de su obra “Mario el epicúreo”. Esta es una novela histórica de cierta fama pero prefiero no entrar en ella dado que la práctica de mutilar un texto completo para sólo ofrecernos fragmentos me parece bastante poco recomendable.
De Oscar Wilde contamos con dos de sus cuentos de hadas menos conocidos, “El joven rey” y “El cumpleaños de la infanta”. A pesar de su depurado estilo y de la sencillez de las tramas, Wilde se destapa como un moralista nada ingenuo e, incluso, con un punto de crueldad, que nos ofrece un par de lúcidos análisis de la condición humana. Y todo ello, aderezado por esa prosa suya que es una delicia leer.
Richard Garnett consigue en “El Papa del demonio” el mejor cuento de todo el volumen, en mi humilde opinión, una historia de humor negro divertidísima que parte de la premisa de que ocurriría si el sillón papal fuese ocupado por el mismísimo príncipe de las tinieblas. Los resultados son descacharrantes y uno no sabe que hacer, si admirarse ante la sabiduría del Papa que logra engañar a Satanás, o conmovernos ante este y las jugarretas que le deparan los humanos, mucho peores que él. Digamos que me ha entusiasmado lo suficiente como para buscar en breve el único libro completo de este autor disponible en castellano: “El crepúsculo de los dioses”. Permanezcan a la escucha para saber mis opiniones sobre dicha obra.
“Los afectos de la Edad de Piedra” de John Gray es un breve relato prehistórico que sólo puede calificarse como brutal y que a más de uno le hará plantearse un par de cosas sobre la supuesta mojigatería de la época victoriana.
“Amante de la belleza” de H. D. Lowry es una trágica historia de amor muy bien narrada y, en principio, con una ambientación realista. Sin embargo, lo que el joven enamorado atisba en el rostro agonizante de su esposa y que le hace huir despavorido es la misma esencia del relato puro de terror.
“Abshintia Taetra” y “La princesa de los sueños” de Ernest Dowson son dos micro-relatos que podrían calificarse de poemas en prosa. De ambientación onírica y con un marcado toque sensorial (es más importante lo que se siente al leerlos que lo que se narra en sí) ambos son tan fascinantes como breves.
“L’oiseau bleu” de Max Beerbohm es otro brevísimo cuento con moraleja sobre el sentido de la vida.
“Nuestra señora de los sueños” del Barón Corvo es el relato más peculiar de todos. Se inicia como una noche de insomnio del autor, sigue con la extraña conversación que sostiene este con un fauno y acaba con un peculiar relato de misterio y policiaco tan extraño como original, con una explicación sobre la desaparición del arma del crimen tan curiosa que no dudo que más tarde o más temprano aparezca en algún serie o película y deje boquiabierto a más de uno.
Se cierra el libro con otra rareza, “Venus y Tannhauser” de Dubrey Beardsley, los capítulos iniciales de una inconclusa novela erótica sobre el mito wagneriano. Por lo poco que escribió Beardsley digamos que sus intenciones hubiesen molestado un tanto al genio de Bayreuth.
En fin, como dije, un libro rarito, que no me atrevo a recomendar ya que es difícil de encontrar, caro si se tiene esa suerte y no creo que sea del agrado de la mayoría, de hecho, ni siquiera puedo afirmar que sea realmente un buen libro pero ya dije que tenía debilidad por este tipo de ejemplares.
Eso sí, hay que reconocer que lo “La penúltima imaginación inglesa” es un título evocador donde los haya.

martes, marzo 06, 2007

"Jitanjáfora" de Sergio Parra


Hay que reconocer que la sombra de Harry Potter es alargada, o por lo menos eso podrías pensar uno al acercarse a una novela como “Jitanjáfora” de Sergio Parra. Me explico, al igual que en las novelas de J. K. Rowling también nos encontramos ante una sociedad secreta de magos oculta al mundo real, esa sociedad entra en contacto con un prometedor joven, Conrado Marchale, que posee el potencial para convertirse en el mayor mago de todos los tiempos. Como no, Conrado marcha a la escuela de hechicería de Salzburgo donde acude a unas clases más que peculiares, traba amistad con un tímido y algo torpe aprendiz como él, Adolfo Figueredo, conoce a una fascinante alumna, Umami, se enfrenta a uno de sus profesores, Targo Sobievsky, y participa en el torneo Mencorp, un deporte que hace furor entre los aprendices de mago.
En fin, una serie de temas y situaciones que son de sobra conocidos por los lectores de las populares novelas de la británica.
Y, sin embargo, no hay nada más diferente que las aventuras de Harry Potter y las de Conrado Marchale. La diferencia que hay entre un agradable libro para niños y un agudo, desagradable y sorpresivo entretenimiento para adultos. Háganme caso, lean a Sergio Parra pero eviten que sus hijos de 9 años lo hagan.
Conrado Marchale es un yonqui en pleno mono, los sistemas de reclutamiento de la Academia de Magia son dignos de los sueños húmedos del Marques de Sade, la magia descrita en el libro se acerca más a una ciencia hiperdesarrollada que a la magia estilo Merlín (de hecho, en mi modesta opinión, esto es más una novela de ciencia ficción que de fantasía) y el Torneo Mencorp es tan letal como fascinante y deja al quidich a la altura de las carreras de chapas.
Sergio Parra ha demostrado con este libro unas dotes de narrador más que encomiables, partiendo de unas bases conocidas por casi todos los lectores del fantástico de hoy en día, las retuerce con auténtica maestría para conseguir un artefacto literario tan fascinante como pleno de mala leche.
Puede que sea un tópico pero estamos ante el típico libro que es difícil de dejar sin leértelo de cabo a rabo. Y no deja de tener mérito si tenemos en cuenta que, a la hora de la verdad, en la novela en sí pasan muy pocas cosas. Por supuesto, hay un misterio que resolver pero la mayor parte del libro consiste en el reclutamiento de Conrado (un inicio de la historia realmente brillante y absorbente), la larga descripción de las clases en Salzburgo (el único momento en que el libro flaquea y cae, en ocasiones, en lo monótono y repetitivo), la huida de Conrado y su vuelta al redil y el Torneo Mencorp.
Vamos, que en manos de otro la cosa habría quedado bastante aburrida y gris pero que, en cambio, Sergio Parra consigue darle una marchilla de los más estimulante.
Otra muestra del buen hacer literario del autor viene de la mano del colorido y barroco lenguaje que utiliza, aunque a veces uno pueda sentirse mareado por la riqueza de vocabulario que impregna todo el libro o por la verborrea de un personaje como Adolfo Figueredo (aunque muchos de sus profesores magos no le van a la zaga), no es menos cierto que de esta forma se consigue una textura, un saborcillo tan diferente como especial que convierte la prosa de Sergio Parra en algo único dentro del fantástico patrio tan, dado a la aridez expresiva.
Por último, la sorpresa final que encierra la novela es tan radicalmente original y tan impresionante desde el punto de vista moral (y prefiero no desvelarla por que si no me cargo el 80 % de la gracia del libro) que hace que en la última página, prácticamente, te replantees todo el libro y empieces a atar cabos a toda velocidad haciéndose la luz en un buen número de cuestiones que, hasta el momento, estaban entre sombras. Lo más impresionante de todo es que el autor en ningún momento ha ocultado el truco, que este estaba más que avisado gracias a un buen montón de pistas a lo largo de varias páginas y que sólo la autoceguera del lector (por lo menos de este lector) le ha impedido llegar a unas conclusiones tan inevitables como impactantes.
Por acabar, un libro de lo más gratificante a pesar de esa parte central que se hace un tanto espesa y que tiene su gran hándicap en su aspecto de introducción a una historia mucho mayor, historia que puede que nunca sea escrita y que, desde luego, dejará a más de uno con la miel en los labios.