miércoles, agosto 23, 2006

La Maravillosa Historia de Peter Schlemihl de Adelbert Von Chamisso

“La maravillosa historia de Peter Schlemihl” es uno de esos cuentos para niños que también pueden disfrutar los adultos. El truco para conseguir esto (y que Adelbert von Chamisso hizo de maravilla) consiste en escribir la obra en dos registros, uno más aparente y lleno de maravillas que es con el que se quedan los niños y otro más profundo y filosófico que es el que llega a los adultos.
Peter Schlemihl es un pobre hombre que vende su sombra al diablo (por supuesto, sin saber con quien trata) a cambio de riquezas infinitas. Lo malo es que nadie quiere relacionarse con un hombre sin sombra (un pecado inadmisible) y el pobre Schlemihl se ve abocado a una vida de frustración y reclusión sin poder disfrutar ni de su dinero ni del amor. Pasado un año el diablo vuelve y ofrece su sombra al pobre de Peter a cambio de su alma (obviamente, para algo es el diablo).
Como he dicho anteriormente, los dos registros funcionan a la perfección. Los niños se quedarán extasiados ante la posibilidad de que una sombra se venda y ante las maravillas que el diablo es capaz de hacer, los adultos reflexionarán sobre como la riqueza no da la felicidad y hasta que punto la falta de “sombra” puede arruinar nuestra vida.
Pero, y a riesgo de reventar el final, lo más curioso es como Chamisso soluciona el dilema de su protagonista. Schlemihl no pierde su alma, ni recupera su sombra, renuncia a sus riquezas y, por un azar del destino, se hace con las botas de siete leguas (por favor, fuera sonrisitas, es un cuento para niños) y dedica su vida a la ciencia (en concreto a la botánica), realizando numerosos y fáciles viajes por el mundo, en soledad pero disfrutando de una cierta felicidad.
De nuevo esta resolución puede hacer pensar a más de uno, defraudado de la vida publica, el hombre se aleja del mundo y se dedica a sus disfrutes privados. Creo que nunca he podido leer una defensa tan encendida y convincente de la “torre de marfil”, otra cosa es que se este de acuerdo pero reconozco que Chamisso es realmente persuasivo.
Máxime si tenemos en cuenta su propia biografía, oficial del ejercito prusiano, vive la humillante derrota de 1806 que su país sufrió a manos de Napoleón. Viaja a Francia y se introduce en el círculo democrático de Madame de Stahl, teniendo que exiliarse a Suiza cuando Napoleón decidió acabar con este tipo de actividades. Finalmente, se convierte en uno de los poetas más importantes del Romanticismo alemán y en un prestigioso botánico, realizando un largo viaje de investigación de tres años alrededor del mundo. En fin, que Chamisso fue realmente consecuente con lo que predicaba.
Al margen de cualquier interpretación, esta breve obra de 1813 (que no llega a las 90 páginas) es lo suficientemente atractiva como para justificar el gasto que supone comprase la cara pero bien hecha edición de Siruela (con unas estupendas y abundantes ilustraciones de Zush).

martes, agosto 22, 2006

Un año ya

Pues eso, que nada más subir la entrada anterior me acabó de dar cuenta de que hoy el blog cumple un año. Parece mentira como pasa el tiempo. La verdad es que está siendo unam experiencia de lo más agradablwe y que pienso seguir en la brecha aunque en cuanto empiece el curso no sé si podré mantener una periodicidad decente pero se intentará. En cualquier caso esta es la entrada 81 que, para un año, no está mal.
En fin, ojalá que el año que viene consiga batir el record de visitas y que más gente se pase por aquí. Nos leemos.

Manuscrito Encontrado en Zaragoza de Jan Potocki


La verdad es que uno no sabe que es más peculiar, si el propio Jan Potocki, su libro o los avatares de su publicación.
Jan Potocki fue, desde luego, una rara avis. Noble polaco que realizo varios viajes por el norte de África, Extremo Oriente y el sur de Europa y que parece huir de los clichés nacionalistas de su país. Simpatiza claramente con el Islam, posee unas ideas más que escépticas en materia religiosa, es masón, ilustrado, seguidor inicial de la Revolución Francesa y, finalmente, pro-ruso. Su peculiar suicidio en 1815 es la guinda que faltaba para este pastel.
En cuanto a la publicación de su “Manuscrito encontrado en Zaragoza”, la obra fue terminada el mismo año de su muerte y sólo vio la luz por partes, mutilada y de una forma tan dispersa que se convirtió casi en leyenda y fue saqueada sin contemplaciones por otros autores, especialmente franceses (a pesar de su nacionalidad, Potocki escribió el libro en esta lengua). No sería hasta 1989 que apareciese por primera vez una edición completa de la novela (en España, por ejemplo, existen algunas ediciones incompletas previas a esta fecha, como la de Alianza).
En cuanto a la novela en si, el “Manuscrito encontrado en Zaragoza” es un libro de una cierta complejidad. En cierta forma, se trata de la obra de una vida y su grosor (casi mil páginas en la edición de bolsillo de Valdemar) puede echar para atrás a más de uno.
La historia es aparentemente sencilla, Alfonso Van Worden, noble belga de mediados del siglo XVIII, llega a España para incorporarse a su ejercito. En el viaje debe de cruzar Sierra Morena donde se topa con todo tipo de aventuras y personajes entre los que se encuentran moros y judíos que aún siguen practicando su religión, gitanos, el judío errante, cabalistas, bandoleros, aparecidos, endemoniados, la inquisición, penitentes, geómetras despistados y jóvenes voluptuosas.
El libro sigue la moda de la novela gótica al estilo de Radcliffe y Hoffmann con especial hincapié en la ambientación exótica (España, Italia, África). Dado que dos terceras partes de ella transcurren en nuestro país, Potocki parece seguir con total precisión todos los tópicos decimonónicos sobre España (sólo hay que ver la lista de encuentros que tiene Van Worden). Sin embargo, una lectura más atenta nos indica que todo está teñido de un claro aire de ironía y cachondeo.
El polaco conocía bien la realidad española y utiliza la parafernalia romántica existente sobre nuestro país a modo de guasa y sin tomársela nunca en serio. De hecho, esa es otra de las virtudes de la novela, su fino sentido del humor que la diferencia totalmente de sus coetáneas góticas tremendamente serias y trascendentes.
Por otro lado, da también la sensación de tratarse de un libro que nunca estuvo destinado a la publicación. Para la época, muchos de sus fragmentos hubiesen sido prohibidos por la censura de cualquier país. Potocki (que se casó dos veces y enfermó de sífilis) tiene unas ideas bastante avanzadas sobre el tema sexual, sus personajes sólo pueden calificarse como libertinos y no dudan en aprovechar cualquier oportunidad para encamarse sin mayores problemas, de dos en dos o de tres en tres, da un poco lo mismo.
Parte del eje de la historia es la seducción que sufre un mojigato Van Worden por parte de dos bellas y jovencísimas hermanas moriscas que, obviamente, triunfan. Y esta es la tónica habitual del libro.
Más complicado aún lo hubiera tenido con la forma que es tratado el tema de la religión. Cierto es que otro de los nudos de la historia son los intentos infructuosos de los diferentes personajes por hacer abjurar a Van Worden del catolicismo pero no lo es menos que judíos y musulmanes son tratados de una forma absolutamente aséptica, sus religiones no son presentadas de una forma negativa ni antipática lo que, desde luego, resulta bastante llamativo. Sin olvidar que en el discurso del geómetra Velázquez sobre la religión y en la historia del judío errante se ponen en duda muchas de las supuestas verdades históricas del cristianismo siguiendo claramente el espíritu de la Ilustración.
Por último, no deja de llamar la atención el papel que juegan las mujeres en la novela. Nos encontramos con personajes fuertes, audaces e independientes que juegan un papel importante en la historia y que no se dejan manejar fácilmente por los hombres. Paradigma de este recurso es la figura de la judía Rebeca que consigue enamorar al geómetra gracias a sus dotes intelectuales y no por su belleza física.
Problemas de censura aparte, la estructura del “Manuscrito..” es otro de sus principales atractivos. Partiendo del “Decamerón”, de “Las Mil y Una Noches” y de los “Cuentos de Canterbury”, la novela se estructura a base de una serie de cuentos o historias entrelazadas unas con otras de una forma laberíntica.
El esquema es, básicamente, el siguiente: aparece un personaje y rápidamente empieza a contar su vida, narración que suele verse interrumpida y que puede alargarse apareciendo y desapareciendo por todo el libro intercalada por otras similares. Por supuesto, como parte de esta historia puede aparecer otra que también se narrará y que puede contener otra y así hasta el infinito.
La idea, sino original, es bastante atractiva y Potocki sabe aprovecharla al máximo para llenarnos de historias entretenidísimas y cuajadas de suspense. Además, cuando las cosas parece que se van a salir de madre, el propio autor se deja llevar por la ironía y hace que sus propios personajes se rían de esta técnica y pidan un esquema para saber por donde se andan.
Quizás lo único criticable en el libro de Potocki sea su propia desmesura, su tamaño inmanejable y sus grandes irregularidades, historias fantásticas se mezclan con otras sentimentales, unas son mejores que otras, más largas o más cortas, más interesantes o pertinentes para el avanzar de la trama. Trama que, al final, se desinfla un tanto, el gran misterio que envuelve toda la novela es brillantemente inverosímil pero, a la larga, un tanto intrascendente, una mera excusa para que el noble polaco nos endose todas las ideas que brotan de su fértil imaginación.
Resulta una pena que entre Hoffmann y Radcliffe, Potocki al final elija Radcliffe y que, por tanto, las historias iniciales (las más fantásticas y terroríficas mientras que en la segunda parte prima la aventura sentimental) de tinte sobrenatural acaben teniendo una explicación lógica aunque inverosímil. Esto podría colocar al libro fuera del ámbito del fantástico sino fuera por que la parte de la trama que engarza todas las historias y les da su explicación final es realmente disparatada, alucinante y, obviamente, muy poco realista y que prefiero no desvelar en aras de los posibles lectores del libro.
Por último, un detalle que me ha llamado la atención. Dije anteriormente que el libro parecía haber sido escrito por el mero placer de escribir (de hecho, es narración pura sin casi ninguna ideología detrás) y para el consumo personal de Potocki y esta idea se acentúa si pensamos que podría existir una lectura masónica del “Manuscrito...”. La historia de Van Worden, en realidad, puede ser vista como un rito de iniciación de algún tipo. El protagonista recibe un secreto de tipo mágico y tiene que soportar todo tipo de pruebas sin desvelarlo, al final triunfa y alcanza una recompensa sustanciosa e inimaginable. Visto así podría entenderse como una metáfora de la masonería a la que, como ya he mencionado, Potocki pertenecía pero, me temo, la veracidad de esta suposición se la llevó el polaco a su tumba.

lunes, agosto 21, 2006

¿Cuál ha sido el segundo mejor año de la historia de la literatura fantástica?

1968.
Ese sería el otro gran año dentro de la literatura fantástica. Utilizando la misma metodología que para 1953 (la estadística del libro de la Factoría y la obra de Pringle para el terror y la fantasía), y añadiendo los ganadores de los principales premios, salen nada menos que otras 16 obras maestras que serían las siguientes:

Italo Calvino Las Cosmicómicas
Philip K. Dick Ubik
Keith Roberts Pavana
Samuel R. Delany Nova
Robert Sheckley Dimensión de milagros
John T. Sladek Mecasmo
Arthur C. Clarke 2001: una odisea del espacio
Thomas M. Disch Campo de concentración
John Brunner Todos sobre Zanzíbar
R. A. Lafferty Salomas del espacio
Alexei Panshin Rito de iniciación
Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?
Jack Vance Los Chasch
Peter S. Beagle El último unicornio
Ursula K. LeGuin Un mago de Terramar
Fritz Leiber Las espadas de Lankhmar

Incluso podrían añadirse un par de títulos más. Cuasar ha sacado una serie de listados con las 10 mejores obras de ciencia ficción argentinas, mexicanas y cubanas y en ese año tendríamos dos libros:

Carlos Olvera Mejicanos en el espacio
Miguel Collazo El viaje

Lo malo es que son dos libros no distribuidos en España y de los que no tengo ninguna referencia más.
En cualquier caso, 1953 sigue siendo mejor que 1968, aunque el número de libros es similar, la calidad media de las obras es superior. Aquí hay, quizás, demasiados libros alabados sólo por críticos guiándose por su gusto particular, es el caso de las obras de Sheckley, Sladek, Lafferty o Vance (del que, además, se citaba toda la saga del Planeta de la Aventura no únicamente su primer tomo).
Todo ello no es óbice para que el número de obras maestras sea abrumador (Dick, Brunner, Delany, Calvino, LeGuin, Disch) y el de libros más que decentes igualmente impresionante (Clarke, Leiber, Beagle, Panshin). Eso sí, hay aquí uno de los libros de ciencia ficción que se me han hecho más antipático en toda mi vida: Pavana de Keith Roberts, claro que otros lo sitúan entre lo mejor del año así que igual me estoy dejando llevar por un prejuicio.
También resulta interesante contraponer esta lista con la anterior y ver lo diferente que era el género en su momento más clásico (1953) frente a la oleada New Wave (1968). Y como sólo se repiten un par de nombres: Clarke y Leiber.
El cualquier caso, una gran cosecha la del verano del amor.

viernes, agosto 18, 2006

Fabricantes de Sueños 2001


Conseguí este libro de una forma harto curiosa. Cuando Cyberdark estaba viviendo sus mejores años, Nacho me propuso hacer un especial sobre la colección Nebulae de Edhasa que iniciaba su 3ª época. La idea era que yo escribiese un artículo sobre su 1ª época y él se encargase de la 2ª. Nos pusimos manos a la obra y la cosa quedó de lo más apañado. De hecho, y modestia aparte, ese fue uno de los mejores especiales de Cyberdark y uno de mis mejores trabajos (creo). En cualquier caso aún está disponible si se pincha en el enlace correspondiente que tengo por algún lado de este blog.
En fin, la cosa habría quedado así cuando unos meses después recibí un correo electrónico de la, entonces, A.E.F.C.F. pidiéndome permiso para publicar mi artículo en el CD-ROM que todos los años elaboraba para sus socios.
A que negarlo, ese tipo de cosas halagan el ego de uno, así que les di permiso. Unas semanas después me llegó por correo ordinario un documento que debía firmar y reenviar para dar mi visto bueno a la publicación y, sorpresa, sorpresa, este libro, del que nunca se había hablado. Bueno, fue un bonito detalle, la verdad. Sinceramente, y sabiendo lo mal que suele andar de pelas la A.E.F.C.F., pensé que mi colaboración era gratuita pero hete aquí que el pago se realizó en especie.
Un poco triste, la verdad, que la asociación que defiende la ciencia ficción haya vuelto a algo tan poco futurista como el trueque pero así son las cosas en nuestro país y ocurre mucho más de lo que creemos. En todo caso, no dejó de ser una agradable sorpresa.
Y ahora viene la parte menos positiva de la historia. Mandé a la asociación un correo electrónico agradeciendo el presente e indicando el reenvío del documento legal de marras. Y luego les pedí, por favor, que no se olvidasen de mandarme un ejemplar del CD-ROM.
Bueno, esa fue mi última comunicación con la A.E.F.C.F. nunca he vuelto a saber de ellos. Y, por supuesto, el CD-ROM nunca llegó. Como en el fondo soy un ingenuo pensé que al final el proyecto había quedado en agua de borrajas pero tiempo más tarde rebuscando en el archivo de Trantor descubrí mi error. Por supuesto que el CD-ROM se había publicado, hasta pude ver la portada y espero que los socios lo hayan disfrutado. Servidor, que no es socio aunque si un modestísimo autor de esa obra, no y me imagino que a estas alturas no lo veré nunca más.
En el fondo, toda la historia no deja de ser una pequeña tontería sin mucha trascendencia pero es indicativa de cómo se suelen hacer las cosas en esto del famdom. La formalidad brilla por su ausencia y la incompetencia es la norma. Como dijo una vez un amigo mío: “cuesta muy poco hacer las cosas bien pero parece que nos empeñamos en hacerlas mal” y eso podría ser el lema no oficial de más de uno y de dos que pululan por estos mundos.
Si, ya se, no deja de ser un despiste pero también es un feo detalle aunque, eso si, por lo menos me quedó el libro. Y, todo hay que decirlo, es un libro francamente bueno.
El 2000 nos dio una gran cosecha de cuentos fantásticos españoles. Sin ánimo de exagerar, hay en este volumen al menos dos obras maestras: “Una canica en la palmera” de Rafael Marín y “Morir en tu bañera y otras lamentables casualidades” de Felix J. Palma.
La primera es un cuento clásico de fantasmas que recuerda un poco al “6º sentido” y que podría haber sido firmado por M. R. James. Lo más importante es el magnífico toque autóctono que lo envuelve y la magistral recreación del mundo infantil y de toda una época.
En cuanto al segundo, es una obra portentosa llena de sutil humor y un aire surrealista e irónico que lo convierte en algo tan raro como preciado.
También me parece muy destacable “Entre líneas” de José Antonio Cotrina, una de sus primeras incursiones al mundo de su posterior novela “Las fuentes perdidas”.
Tampoco es manco “Campos de Otoño” de Daniel Mares una buena vuelta de tuerca al tema de la inmortalidad y un buen retrato de la vejez, sólo se le puede echar en cara que el final podría haber sido un poco más redondo pero aún así se trata de un cuento bastante meritorio.
Eduardo Vaquerizo en “Los caminos del sueño” elabora una muy peculiar space opera que preludia el buen escritor en que estaba a punto de convertirse. Mientras que Rodolfo Martínez crea una interesante fábula sobre el oficio de narrador en “Intruso”.
Ramón Muñoz con “Las sombras peregrinas” logra una de los más perturbadores cuentos de todo el volumen y una de las grandes cimas del muy nuestro subgénero de cachava y boina.
Por último, Armando Boix en “La jauría de Andamán” se nos muestra como un hábil artesano pulp y un eficiente discípulo del círculo de Lovercrat.
En resumen, un libro raro pero que merece mucho la pena tener por que, por una vez, se trata de una antología con muy pocos altibajos.

miércoles, agosto 16, 2006

¿Cuál ha sido el mejor año de la historia de la literatura fantástica?

1953.
Esa es la respuesta. 1953 ha sido el mejor año de la historia de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Y lo ha sido por que el número de grandes libros publicados en ese momento es realmente abrumador. Siguiendo la tabla estadística que recoge las opiniones de diferentes críticos internacionales que aparece en el libro colectivo de la Factoría de Ideas “Las 100 mejores novelas de ciencia ficción del siglo XX”, en 1953 se publicaron 14 grandes obras de ciencia ficción, a las que habría que sumar otras dos de fantasía y terror (en este caso sacadas del libro de David Pringle publicado en Minotauro “Literatura fantástica: las 100 mejores novelas”).
Los libros son los siguientes:

Segunda Fundación de Isaac Asimov
La espada de Rhianon de Leigh Brackett
Ciudad de Clifford D. Simak
Esposa hechicera de Fritz Leiber
Más que humano de Theodore Sturgeon
Mercaderes del espacio de Frederick Pohl y Cyril M. Kornbluth
El fin de la infancia de Arthur C. Clarke
Los hombres paradójicos de Charles L. Harness
Lo que el tiempo se llevó de Ward Moore
Fahrenheit 451 de Ray Bradbury
Un anillo alrededor del Sol de Clifford D. Simak
La fuente del unicornio de Theodore Sturgeon
Bóvedas de acero de Isaac Asimov
Mutante de Henry Kuttner
Shambleau de C. L. Moore
Los que pecan de Fritz Leiber

Por supuesto, la lista presenta todo tipo de matices. Muchas de las obras son seriales, antologías o fix-up de relatos que se publicaron en formato revista mucho antes, de ahí que autores como Asimov, Sturgeon, Simak o Leiber hagan doblete. También es cierto que no todas las obras son realmente tan buenas. La presencia de Brackett o Harness puede ser discutida ya que se debe a las elecciones muy personales de determinados críticos. Y, por supuesto, el principal hándicap es que sólo estoy hablando de libros traducidos al español.
Pero aún con todo esto creo que mi afirmación es valida. 1953 has sido el mejor año de la literatura fantástica de los dos últimos siglos, obras como “Segunda “Fundación”, “Ciudad”, “Mercaderes del espacio”, “Más que humano”, “El fin de la infancia” o “Fahrenheit 451” son incuestionables. Clásicos imperecederos que se mantienen en pie a pesar del más de medio siglo pasado. Una cosecha excepcional que debería de hacernos reflexionar cuando, a veces, alabamos en exceso los libros recién publicados, muchos de los cuales no se acercan ni de los lejos a cualquiera de los que forman esta lista.
Así pues, la cosecha del 53 pueda calificarse de excepcional. En otra entrada hablaré del segundo mejor año de la historia de la literatura fantástica.

martes, agosto 15, 2006

El Cuarto de las Hadas de Madame D'Aulnoy


Este libro recoge los mejores cuentos de hadas de Madame D’Aulnoy que aparecieron originalmente en dos tomos: Contes de Fées (1697) y Les Fées a la mode (1698). El caso de esta escritora es realmente peculiar, en cierta forma fue la inventora del moderno cuento infantil o cuento de hadas al incluir una historia de este tipo en una novela sentimental previa publicada en 1690. La novela, probablemente, debe de ser infumable pero el cuentecillo tuvo una cierta repercusión en la corte francesa de Luis XIV (no sólo centro de poder político si no también literario) que llevó a la publicación en 1697 de los archiconocidos Histories ou Contes du temps passé de Charles Perrault (de los que ya he hablado en una entrada anterior).
Madame de D’Aulnoy debió de sentirse un tanto picada por el éxito de Perrault, teniendo en cuenta su carácter de pionera, de ahí que publicase tan rápidamente estos dos volúmenes que tuvieron un gran éxito en Francia y que convirtieron a los cuentos de hadas en una auténtica monomanía que derivó en verdaderos excesos y en obras bastante alejadas de la literatura infantil (recordemos La Poupée de Jean Galli de Bibbiéna de 1747 de la que también he hablado en este blog). De esta forma, en 1789 se publicó una recopilación de todos los cuentos de hadas escritos hasta entonces (Le Cabinet des Fées) que contó nada menos que con ¡41 tomos!.
Pero volviendo a la obra de Madame D’Aulnoy, sería difícil encontrar unos cuentos más diferentes a los de Perrault. Donde este es breve, D’Aulnoy es prolija, donde el primero busca la sencillez la segunda se deja llevar por el barroquismo, y cuando el francés piensa en los niños su competidora tiene en mente a los adultos.
Por tanto, estos diez cuentos son, en muchos aspectos, sorprendentes. Hasta cierto punto un tanto difíciles de leer dado el alambicado y excesivo estilo de la época pero, una vez superado este escollo, llenos de sorpresas. La imaginación de la francesa sólo puede calificarse de exuberante. Las descripciones largas y minuciosas de personajes y paisajes fantásticos son impresionantes. Las tramas que se desarrollan pecan de una cierta irracionalidad e incoherencia que, a veces rozan, el surrealismo y las llenan de un encanto especial difícil de definir.
Sin embargo, lo que más llama la atención de estos cuentos es la extrema crueldad que se refleja en ellos, no una crueldad debido a los usos y costumbres de la época como, una vez más, es el caso de Perrault, si no, más bien, una crueldad inherente al propio carácter de Madame D’Aulnoy, un personaje en si digno de una novela: hizo detener a su marido con pruebas falsas y ayudada por sus amantes por el crimen de alta traición, cuando en el juicio la verdad salió a la luz, D’Aulnoy huyó a España primero e Inglaterra después (previo refugio en sagrado) mientras que sus cómplices eran ejecutados. En ambos países conspiró a favor de Francia lo que le ganó el perdón y la vuelta del destierro pero aquí no acabaron sus malas compañías ya que tuvo nuevos problemas debido a sus relaciones con otra conocida asesina de maridos que acabó en la horca.
En fin, un personaje peculiar, en el que da la sensación de que la ética y la moral están en un segundo plano, el fin justifica los medios y la conspiración es un forma de vida. Y algo de esto hay en sus cuentos donde a veces es imposible saber quien es más taimado y traicionero si el príncipe o la princesa protagonistas o las desagradables hadas que luchan contra ellos.
En cualquier caso un libro peculiar e interesante que Siruela, con la calidad acostumbrada, ha tenido a bien reeditar en el 2005 después de agotarse la edición previa de 1992. El volumen cuenta también con un prólogo de Luis Alberto de Cuenca (verdadero especialista en el fantástico más antiguo) breve pero muy jugoso que es un valor añadido.

sábado, agosto 05, 2006

Bruce Sterling


Seamos sinceros, Bruce Sterling no es precisamente un escritor que genere pasiones, sus libros no son reverenciados como obras de culto como ocurre con William Gibson, ni generan la expectación de George R. R. Martín, o se convierten en grandes hitos como con Dan Simmons, ni, por supuesto, son enormes superventas como ocurre con Tim Powers. Es, digamos, un autor que juega en un segundo plano, que no cuenta con ningún libro del todo redondo pero que, sin embargo, goza de una cierta fama y predicamento que ha hecho que casi toda su obra este más o menos disponible para el público de habla hispana.
Sterling no está en esta situación por su mediocridad, como podría suponerse, si no, más bien, por su dificultad y dureza. Es un autor que tiene claras un par de cosas sobre la ciencia ficción y que las sigue a rajatabla pese a quien pese.
Primera postulado: la ciencia ficción es un arma política, una forma de plantearnos las posibilidades que se abren ante nosotros y discutir sobre ellas. Inciso, Sterling es de izquierdas, no al estilo marxista o europeo si no más bien de una forma más difusa, antiglobalizador, ecologista y ese tipo de cosas pero su orientación hace que sus libros sean dardos bastante acerados en contra de una serie de cosas.
En cierta forma, si algo es Sterling es progresista, pero en el sentido más directo del término: defiende el progreso como algo necesario e inevitable y postula que aquellos que no acepten esta idea se extinguirán. Su revolución no va tanto en el camino de dejar las cosas como están (por ejemplo, determinados privilegios de los trabajadores en el estado del bienestar) como de dar a todos las mismas armas para sobrevivir a un futuro tan inestable como prometedor.
Segundo postulado: la ciencia ficción no es únicamente diversión, escapismo o entretenimiento. Es algo mucho más serio (en parte esta idea es una evolución lógica de la anterior) y que merece un tratamiento no precisamente al alcance de todos. Su obra parte de la técnica de la inmersión total, nos presenta un mundo nuevo y desconocido y no explica nada (fin a esos párrafos interminables y explicativos que se intercalan en medio de una escena para explicar algo y que son la marca de la casa de la ciencia ficción), es el propio lector el que debe de apañárselas para entender por donde van los tiros y desentrañar los dimes y diretes del futuro de turno, algo que, a veces, puede ser extenuante pero siempre revelador.
Partiendo de estos dos postulados Sterling añade otra cuestión a su quehacer literario. Su obra es un ejemplo perfecto de romanticismo, en el sentido que el crítico Juan Ignacio Ferreras utiliza este término en su estudio “La novela de ciencia ficción”: romanticismo como una actitud de ruptura con el orden social imperante para crear algo nuevo, pero una ruptura individual nunca colectiva (si no se caería en el socialismo revolucionario algo totalmente alejado del romanticismo aunque hunda sus raíces en él). Byron es el prototipo del héroe romántico y la obra de Sterling está llena de sus epígonos. Su personaje tipo es alguien que por diversas razones decide romper con su entorno social y acaba creando algo nuevo. Pueden ser los burgueses activistas de “Islas en la red” que acaban envueltos en algo mucho más complejo de lo que esperaban, o la gerontócrata que busca una segunda juventud en “El fuego sagrado” o los políticos y científicos que inician una nueva revolución en “Distracción”. Da lo mismo que sea algo buscado o no, en cualquier caso sus personajes acaban alcanzando una aureola romántica: individualistas y revolucionarios.
Pero, quizás, su obra cumbre hasta el momento y la que recoge mejor todas estas intenciones sea el universo Cismatrix, recogido en un puñado de relatos y una novela.
Los relatos que forman Cismatrix serían: “Enjambre”, “Rosa araña”, “Reina cigarra”, “Jardines sumergidos” y “Veinte evocaciones”. Fueron publicados entre 1982 y 1984. La novela es, obviamente, “Cismatrix” que apareció en 1985.
Dado que los protagonistas de los cuentos hacen algún cameo en la novela da la sensación de que toda la obra fue generada de forma simultanea por la mente de Sterling en la primera mitad de los 80. Es una pena que el público español no recibiese el paquete de forma similar al anglosajón, si bien los cuentos se publicaron en una fecha relativamente temprana (1992 como parte de la antología de Ultramar “Crystal Express), la novela no llegó hasta el 2005 de la mano de Bibliopolis.
La base de este universo es la división de la humanidad en dos grandes grupos: los formistas y los mecanistas (según la edición de Bibliopolis, formadores y mecanicistas en la de Ultramar) y su expansión para conquistar el Sistema Solar en guerra mutua. Los primeros son ingenieros genéticos, los segundos cyborgs.
Ambos grupos se subdividen en centenares de grupúsculos cuyo papel en la guerra no es del todo claro (los cambios de alianzas son bastante comunes). Existe un cuento de 1983 (“Fantasma”) que podría ser un episodio 0 de la saga (está en le edición de Ultramar), al mostrarnos a una especie de proto-formista en acción en la Tierra.
En cualquier caso, para cuando los cuentos y la novela tienen lugar, existe un interdicto que prohibe a ambos bandos visitar la Tierra. Nuestro planeta es despreciado por esta nueva humanidad que prefiere vivir en habitats espaciales lejos de los “pozos de gravedad” que son los planetas.
El virtual empate en que se desarrolla la guerra queda roto con la aparición de naves extraterrestres tripuladas por una peculiar raza de comerciantes conocida como inversores y con una tecnología que supera a la humana y que, obviamente, está en venta.
La irrupción de estos extraños aliens pone fin al conflicto y se inicia una especie de guerra fría en que se da más importancia a las similitudes entre formistas y mecanistas que en sus diferencias (una unión algo artificial ante la presencia inversora). Dicha situación recibe el nombre de Cismatrix y, como también es de prever, solo consigue retrasar la guerra unas décadas antes de su reinicio. En el ínterin, algunas corporaciones han iniciado la terraformación de planetas como Marte.
En “Enjambre” (puede que el relato más memorable de toda la saga) se nos presenta un primer contacto entre una embajada formista y una especie de hormiguero espacial, situado en un asteroide y habitado por una especie de insectos sociales hiperdesarrollados.
“Reina araña” nos muestra la lucha directa entre dos líderes de ambos bandos pero también como los inversores pueden llegar a afectar directamente a los neo-humanos.
“Reina cigarra” abunda en esta idea y nos enseña las intrigas políticas que se viven en una colonia espacial que se ha convertido en un activo centro de poder al contar con una reina inversora. Es, probablemente, el cuento que está más relacionado con la novela donde se narra de nuevo parte de esta misma historia.
“Jardines sumergidos” es un episodio en la terraformación de Marte mientras que “Veinte evocaciones” es un breve recorrido por la vida de un formista.
En cuanto a la novela “Cismatrix”, esta narra la vida de Abelard Lindsay, prototipo del héroe sterlingniano. Romántico en el sentido ya señalado de ruptura social e individualismo y progresista en cuanto a defensor del progreso como imparable y de la necesidad de adaptarse a él de una forma u otra. Lindsay vive y participa en muchos de los escenarios ya mencionados dentro de la saga: la guerra, el primer contacto con los inversores, la captura de la reina cigarra, la terraformación de planetas, etc. Una constante a lo largo de su vida es la huida cuando las cosas se ponen feas. Para Lindsay luchar por una causa perdida es totalmente absurdo, hay que adaptarse, cambiar con el cambio y convertirse en algo nuevo. Ser parte de la transformación por que aquellos que se oponen a ella acabarán siendo aplastados.
Pero, además, el universo Cismatrix deslumbra por la riqueza de la ambientación creada por Sterling. Parece que todo es posible para esta post-humanidad: una sola nave espacial que funciona como un estado soberano, colonias espaciales regidas por una gerontocracia, un sólo ser humano convertido en una estación espacial gracias a la ingeniería genética, etc.
Sterling, por tanto, es algo más que un sesudo escritor con un complejo mensaje político, es también alguien pleno de imaginación, que consigue crear algo parecido a una space opera cyberpunk (no en vano es uno de los fundadores de este último movimiento). Y, aunque difícil, su mensaje es claro y optimista: el futuro va a ser algo maravilloso. Puede que no en el sentido de bonito pero si en el de fascinante. Una idea que está en la médula espinal de toda buena ciencia ficción.

miércoles, agosto 02, 2006

Canción de Hielo y Fuego 3: Tormenta de Espadas de George R. R. Martin


Resulta un poco difícil hablar de la saga de fantasía épica que mayor éxito está teniendo en nuestro país en los últimos años. Y resulta difícil por dos razones: la principal, que yo también me he rendido a los encantos de esta descomunal obra literaria; pero, no menos importante, su propio triunfo, que hace que la unanimidad de elogios por parte de crítica y público (a veces desmesurados) sea tal que es casi imposible encontrar alguna voz disonante.
Efectivamente, frente a frases como “la mejor obra de fantasía de todos los tiempos”, “un antes y un después en el género”, “mejor que Tolkien” a uno le entra la timidez a la hora de hablar de “Canción de Hielo y Fuego” de una forma menos efervescente.
Lo malo es que “Tormenta de Espadas” es tan, tan buena que, al final, se acaba entendiendo a los fans más fans de la obra de Martin. Y es que, me da la sensación, los volúmenes impares de esta serie van a ser los mejores. “Juego de Tronos” me deslumbró pero “Choque de Reyes” me dejó un tanto frío y, dicen que “A Feast for the Crowns” es el más flojo de todos. En fin, se verá, en cualquier caso, “Tormenta de Espadas” me ha resultado tremendamente satisfactorio como entretenimiento de calidad: las tramas siguen siendo absorbentes, los personajes siguen entando trazados de una forma impecable, la sorpresa acecha a cada vuelta de página y todo es tan absorbente que, como siempre, sorprende que un libro de semejante tamaño se lea tan increíblemente rápido.
Las novedades más llamativas, bajo mi punto de vista, son la creciente aparición de la magia (en especial con ciertas “resurrecciones”) y el protagonismo del pueblo llano que deja de ser un mero comparsa entre las ambiciones de los nobles (como, por otra parte, solía suceder en la Edad Media cuando a los nobles les daba por romperse la cabeza sin ton ni son).
En el debe, cuestiones que se llevan arrastrando desde el principio de la historia. En primer lugar, su longitud desmesurada. Si, ya sé, Martin escribe muy bien y todo se lee sin problemas pero, sinceramente, más de una vez he pensado si todo esa historia no podría haberse contado en una sencilla trilogía de 500 páginas por libro. Otros lo han hecho así y la cosa no les ha ido tan mal.
En segundo lugar, la afición por “la sorpresa cada vez más sorprendente”. Hasta ahora le va más o menos bien pero de vez en cuando se pasa de rosca y, me temo, puede llegar a rozar la incoherencia o el ridículo. A veces, uno lee en piloto automático y no se da cuenta de cuan extravagantes son algunas cosas hasta que ha digerido el libro pasados unos días.
En tercer lugar, la ambigüedad con los personajes. Vale, está muy bien eso del punto de vista subjetivo y de que todo el mundo tiene sus razones para hacer las cosas. Y, por supuesto, los malos pueden ser mucho más molones que los buenos y hay que mimarlos. Lo jodido es que de ahí se llega a un eclecticismo moral de lo más inquietante. Muy bien, Jaime Lannister puede dar sus propias explicaciones de por que hace las cosas pero, al retratarlo de una forma tan atractiva, resulta que, al final, lo de acostarse con su hermana y tirar desde lo alto de un castillo a un niño de 6 años va a resultar que es disculpable, el chico está enamorado, es caprichoso y sus padres le malcrían. Imaginemos ese comportamiento en alguien cercano a nosotros y a lo mejor la cosa tiene menos gracia. Sin olvidar que se puede caer en la incoherencia, en el caso de Jaime, me resulta clarísimo que Martin se ha “enamorado” de él y ha empezado a convertirlo en alguien más “presentable”. Así, se comporta de una forma leal y solidaria con cierta doncella guerrera y abandona a los Lannister por su cargo en la guardia real. Lo siento pero no me cuadra. El Jaime de “Juego de Tronos” no se comportaba igual que este de “Tormenta de Espadas”.
Y, por último, la escabechina generalizada de personajes empieza a ser preocupante. Una cosa es que no se tenga piedad con el lector (algo celebrado con alborozo en su momento) y otra que perdamos el norte. Me imagino que, en el fondo, las novelas no dejan de ser la historia de Jon Nieve y Daereys y que los demás son comparsas que viven y mueren en función de esa realidad. Me imagino. Si no es así, va a resulta que para la mitad de la saga ya no queda casi nadie vivo del primer libro y uno puede preguntarse para que narices ha contado Martin con tanta meticulosidad la historia de determinados personajes si luego se los va a cargar con alegría y frenesí cuando ya no le sirvan. En fin, por poner un ejemplo, que aún me pregunto cuanto sentido tenía tanto rollo sobre lo que pensaba o no Ned Stark si resultaba que iba a desaparecer cuando solo se llevaba un 20 % de la historia.
En fin, que no es que me quiera pasar de listo ni ir contra corriente. De verdad que “Tormenta de Espadas” me ha gustado mucho pero puede que tanto ditirambo sobre esta serie este siendo algo exagerado y acabemos siendo mas “Martinistas” que el propio Martin. Que no olvidemos ha dicho que sería mejor juzgar la obra una vez terminada y no por alguna de sus partes. Un mensaje de lo más sabio en tiempo de obnubilamiento.