miércoles, marzo 29, 2006

Stanislaw Lem (1921-2006)




















Es una foto, sencillamente, magistral. No se si ha sido fruto de un largo posado o de la improvisación, ni siquiera se de cuando es, ni donde fue tomada, en cualquier caso, para mí, representa la esencia de Stanislaw Lem, rodeado de libros y con ese aspecto de sabio gruñón, despistado y un tanto perplejo, probablemente su actitud habitual ante el mundo.
Ha muerto Stanislaw Lem una figura irrepetible para mi generación, fuimos los primeros en recibir sus libros en aquellas ediciones baratas de Bruguera y lo perseguimos con ansia cuando fue editado en las más caras Minotauro y Edhasa para acabar refugiándose en Alianza.
Todavía recuerdo el primer libro suyo que cayó en mis manos, el segundo tomo de las aventuras de Ijon Tichy “Diarios de las Estrellas .Viajes y Memorias”, corría el año 1979 y me lo regaló un amigo del colegio por que sabía que a mi me gustaba leer esas cosas de marcianos que los finos llamaban ciencia ficción, la espantosa portada (sacada de “2001”) ayudaba a identificar el producto. No se si los 10 años son una buena edad para leer a Lem pero, personalmente, aquello fue amor a primera vista. Quizás ayudaron mis precoces lecturas de Swift y Voltaire pero las aventuras de Tichy me parecieron y me sigan pareciendo una de las cumbres de la literatura del siglo XX, es difícil encontrar un conjunto tan hilarante de críticas agudas y reflexivas sobre la condición humana, su estupidez y sus escasos logros. Creo que debí de releerme el libro una docena de veces entre mi infancia y mi adolescencia y soñaba compugido con ese desaparecido tomo uno que prometía más diversión y pensamientos certeros. La adolescencia es una época complicada, uno descubre que el mundo no es como pensaba y, a veces, se hace necesario un libro de instrucciones, para bien o para mal, el mío fue Ijon Tichy y, desde luego, no me defraudó.
Y la aventura continuó, un amigo de la infancia me prestó las “Fábulas de robots” y “Ciberiada”, unos relatos robóticos más cercanos a la fábula moral y al mito que a los aparentemente científicos cuentos de Asimov pero igual de descacharrantes, divertidos y amargos que los viajes de Tichy. Al final, claro está, me los acabé comprando de mas mayorcito pero reconozco que el primero me costó Dios y ayuda, solo se ha editado una vez y en una colección de literatura juvenil así que me tocó rebuscar por unas cuantas librerías de viejo. A veces me planteó si los editores saben realmente lo que están dejando caer en las manos de tiernos quinceañeros.
Luego las cosas fueron más fáciles, empecé a disponer de un pequeño dinerito que me permitía comprar los libros que yo quería y no los que mis padres suponían que quería (ya se sabe lo dañina que es la ciencia ficción para las mentes jóvenes) y así fue cayendo ese primer tomo de los viajes de Ijon Tichy, y las kafkianas “Memorias encontradas en una bañera” y el alucinante “Congreso de Futurología” (que seguro que los Wachowski se debieron de leer por esos mismos años cuando “Matrix” era todavía una paja mental de adolescente friki) y supe que hasta cuando Lem hacia un libro de ciencia ficción aparentemente típico como “Retorno de las estrellas” las cosas nunca eran como en las novelas anglosajonas. Cuando ahorré un poquitín de pasta me atreví con títulos mayores (por el precio, claro) y así apareció “El invencible” y descubrí que no siempre la humanidad gana y que los aliens pueden ser realmente incognoscibles y, como no, “Solaris” ....
Y un día Bruguera saldó y fue un corre, corre que te pillo para hacerse con los tomos que faltaban para mi colección de Lem y a un precio irrisorio en una Feria del Libro Antiguo y de Ocasión me hice con “La investigación”, “La fiebre del heno” y “Un valor imaginario” y descubrí que la novela policíaca también podía mezclarse con la metafísica (tenía que haberlo sospechado, claro, si ya lo había hecho con la ciencia ficción) y que Borges tenía heredero (otra obviedad, después de Swift y Voltaire, era inevitable).
Y aparecieron nuevas colecciones, y cuando colocaban en sus primero números un libro más de Lem ahí estaba yo, buscando con ansía a mi viejo amigo, a veces de forma reconfortante (“Vacío perfecto”) otras mucho más frustrante (“La voz de su amo”) e incluso me permití el lujo de serle infiel y como siempre que se engaña a alguien a quien se quiere de verdad el daño es irreparable, aún estoy buscando por librerías de viejo “Regreso a Entia” por mucho que me juren y perjuren que no es de lo mejor de este bendito polaco.
Y al final llegó Alianza al rescate, al fin una colección seria para un autor que ha merecido mejor suerte que la de nuestro ghetto de frikis pero ya era un poco más mayor y perdida la irreflexión de la juventud me tome con más calma los dos tomos con las aventuras de Pirx (lo siento, prefiero a Tichy), “Edén” y “Fiasco”.
Y se que ahora, que Lem ha muerto no tengo ninguna excusa más que me impida comprar, leer y disfrutar de “Provocación”, un homenaje que le debo al bueno de Stanislaw y que prolongaré si salen más libros suyos por que hoy me siento un poco huérfano aunque se que para buscar un manual de instrucciones que me siga explicando como funciona este caótico nuevo siglo solo me hace falta volver a abrir los “Diarios de las estrellas”, con 10 años me funcionaron, creo que con 37 seguirán siendo útiles.

P.D. Y gracias a David Torres en “El Mundo” y Jacinto Antón en “El País” por tratar esta noticia con el cariño y respeto que se merecía, después de tantos obituarios mercenarios se agradece uno hecho desde el corazón.

domingo, marzo 19, 2006

Expansión

Hoy mismo me acaban de publicar un pequeño artículo titulado "Sobre la ciencia ficción y su credibilidad editorial" en la página web Estación de Nieblas. Lo más seguro es que en el futuro publique ahí más cosas si el bueno de Iván Olmedo "Odemlo" me sigue dejando.
Además, la serie de artículos que escribí aquí sobre la ciencia ficción y sus principales sub-géneros está siendo serializada en otra página web El sitio de Ciencia Ficción.
Es curioso la vida que están teniendo estos última serie de ensayos. Los empece a escribir para Cyberdark cuando esta aún existía, la idea era justo lo que ahora está ocurriendo, serializarlos cual culebrón semana a semana. Obviamente, en Cyberdark esto no ocurrió debido a mis malas costumbres. Me dio el impulso y me lance a escribirlos sin contar con Nacho, el encargado de portadas, cuando luego le comenté la idea me dijo, con gran dolor de su corazón, que justamente había encargado a Yarhel un artículo similar. Evidentemente, en Cyberdark salió el muy interesante ensayo de Yarhel (faltaría más) y mis propias elucubraciones fueron a dormir un sueñecito en el disco duro hasta que empece esta aventura blogera. Insisto, hay que ver la vida tan larga e insopechada que pueden tener algunos productos de mi imaginación.
En cualquier caso, he añadido los enlaces correspondietnes por si alguien se anima a ehcar un vistazo a algunos de mis hijos, incluido uno de la extinta Cyberdark, donde está el resto de mi obra, los magníficos artículos de Yarhel y muchos otras cosas que merecen la pena leerse.

Nunca Me Abandones de Kazuo Ishiguro


Hace unos meses escribí una entrada en la que criticaba duramente a Kazuo Ishiguro por avergonzarse de escribir ciencia ficción y jurar y perjurar que “Nunca me abandones” no tiene nada que ver con dicho género. A pesar de mi enfado, y siguiendo la máxima de que una cosa es el libro y otra el escritor, me leí esta novela y puedo asegurar que perdono totalmente al británico de origen japonés por sus declaraciones. En efecto, puede que Ishiguro sea un bocazas pero escribe como los ángeles y “Nunca me abandones” es uno de los grandes libros de este año (que no me cansaré de decir que es un gran año) y, probablemente, el que mejor ha tratado el tema de la clonación desde que Huxley planteó el tema en “Un mundo feliz”.
Por una vez no voy a hablar de la trama, esta esconde un misterio que solo se va desvelando para el lector poco a poco y cuyas últimas y más dramáticas respuestas aparecen en las páginas finales. En este sentido, Ishiguro consigue crear una especie de novela policíaca sin crimen, donde la intriga está muy bien tramada y mantiene al lector presa de la curiosidad (ansiedad incluso) para descubrir cual es el sentido de muchas de las cosas que pasan a lo largo de la historia.
Algunos lectores han acusado al libro de blando. Personalmente, creo que es algo intencionado, la historia que narra Ishiguro es tan brutal que contada de una forma cruda hubiera sido prácticamente indigerible para el común de los mortales. Aún así, el mazazo final de las últimas páginas es uno de esos golpes literarios que no se olvidan por su contundencia y su maestría.
Por otro lado, el libro es muy inglés, tanto es su ambientación (esos internados británicos ...) como en la educación y contención de sus protagonistas a la hora de enfocar su vida. En cierta forma, las peripecias de estos tres clones desdichados y de su horrible futuro no dejan de ser una potente metáfora sobre la vida de cualquier otro mortal: del útero materno y protector de la infancia, a las incertidumbres de la adolescencia para acabar con el amargor de la madurez y la muerte. Paradójicamente, Ishiguro consigue dar un cierto sentido a la vida de sus clones, haciéndolas de esta forma más plenas. Un sentido, que duda cabe, del que más de un humano “normal” carece.
En fin, un libro que te hace estremecer, que te hace pensar y que puede que te haga llorar, muy eficaz y conseguido, muy bien escrito y que demuestra (a pesar de lo que diga su autor) que la ciencia ficción es un género literario tan potente como necesario para desentrañar algunas de las claves de este incierto siglo XXI que nos ha tocado vivir.

sábado, marzo 18, 2006

Alonso Zamora Vicente



Ha muerto Alonso Zamora Vicente, un prestigioso filólogo y un poco conocido, aunque muy interesante, escritor. La noticia la traigo aquí por que Zamora cultivó con una cierta continuidad el género fantástico, principalmente en sus numerosas narraciones cortas (hay un par de buenas antologías en Castalia y Alianza he, incluso, una editorial más o menos de género como Celeste sacó cosas suyas). Para mí, estos cuentos de Zamora tuvieron algo de revelador, fueron una especie de eslabón perdido dentro de la escasa tradición fantástica española. Alguien que en la posguerra escribía cosas cercanas a un Borges o un Bioy Casares. Una luz que iluminaba un largo y desolador páramo de narraciones costumbristas, realistas y sociales que fueron el pan nuestro de la literatura española durante el franquismo.

Curiosamente, “El Mundo” dedicó un par de páginas de cultura a su figura haciendo especial hincapié en su papel como filólogo, algo lógico dada su condición de académico de la lengua. Lo que me parece más triste es que, cuando dicho periódico procedió a hacer una breve semblanza sobre su quehacer literario, se centrase única y exclusivamente en su faceta de escritor costumbrista y fiel narrador de la cotidianeidad, cosa que es cierta, y solo hay que leer sus novelas más famosas como “Vegas Bajas”, para saberlo pero que no es excluyente de su otra faceta de escritor fantástico en una vena kafkian cercana al absurdo.

¿Por qué se obvia este dato? ¿Por qué lo realista es más importante en su obra que lo imaginario? ¿Por desconocimiento del periodista? ¿Por qué escribir ciertas cosas es más prestigioso que escribir otras? No lo sé seguro pero, aún a riesgo de parecer un paranoico, me temo que sospecho cuales pueden ser las respuestas a algunas de estas preguntas.