sábado, diciembre 31, 2005

El 2005 (1)

Ahora que finaliza el 2005 puede ser un buen momento para ver como ha sido este año dentro del mundo de la literatura fantástica en nuestro país. En una primera entrada hablaré de cómo le han ido a las editoriales y más adelante veré cual ha sido la calidad de lo publicado.
Ya se sabe que cuando toca hablar del estado de la cf y similares en España sale pronto a relucir la famosa teoría del péndulo. Bueno, sin querer ser agorero, quizás este año el péndulo haya empezado a oscilar un poquito, quizás...
Tenemos en primer lugar las, llamémoslas, editoriales periféricas que publican literatura de género pero no de moda. Vamos, clásicos y cosas más mainstream. Las tres principales son Abraxas, Valdemar y Siruela.
En lo negativo hay que señalar la desaparición de Abraxas que acaba de saldar sus colecciones (ya hablaré de ello en una futura entrada). La situación de Siruela tampoco es del todo positiva. Su anterior dueño, Jacobo de Alba, ha vendido la editorial y fundado un nuevo sello, Atalanta, que esperemos sea tan exitoso como su anterior proyecto. Los actuales responsables de Siruela no acaban de cogerle el truco a la editorial, en mi modesta opinión, muchos de los últimos títulos publicados o bien son reediciones de colecciones ya extintas (principalmente de El Ojo sin Parpado), véase el caso de Machen, Blackwood o Peske; o continuaciones de libros de cierto éxito (McDonald) o títulos fáciles de encontrar en otros sitios (Cazotte). En fin, el tiempo dirá lo que pasará con este sello tan importante como fundamental.
Afortunadamente, Valdemar sigue viento en popa a toda vela. Un buen número de publicaciones todos los años, un mantenimiento más que adecuado del fondo editorial y un buen gusto a la hora de editar que para si querrían muchos. Simplemente por la publicación tan exquisita de las obras completas de Lovercraft ya habría que hacerles un monumento pero, además, han presentado al público autores nuevos como Quills-Couch y redescubierto otros como Bierce, Ewers, Dumas o Bloch, sin olvidar magníficas antologías (“Frenesí Gótico”, “Sanguinarius”) o la cuidadosa edición de todo un clásico como “Drácula”.
Luego tenemos las editoriales específicas de género, que podemos dividir entre pequeñas y grandes. La situación de las pequeñas también ha sido dispar. Hay algunas que están pasando bastante desapercibidas por parte de la mayoría de los aficionados. Berenice, Vórtice, Jaguar o el Grupo AJEC parece que no acaban de arrancar. Puede que sea por publicar muy poco o puede que por culpa de la distribución pero no suelen ser proyectos que estén en boca de los aficionados (excepto, en algunos casos, para criticar la baja calidad del producto ofertado). Y es una pena por que casi todas han sacado cosas interesantes dentro de su modestia (El “Hombre lobo en Paris” de Endore en Jaguar, “Idios Kosmos” de Capanna en AJEC, “La nave” de Salvador en Berenice,...). En fin, el tiempo y los beneficios dirán hasta que punto estos proyectos pueden aguantar.
Hay otro grupo de editoriales pequeñas que poseen más ambición y poco a poco se están convirtiendo en la auténtica espina dorsal del género en España. Me refiero a Gigamesh, Bibliopolis y La Factoría de Ideas. Gigamesh está teniendo, para mi, una trayectoria un tanto irregular, mezclando lo bueno con lo malo. En el lado bueno su estupenda política de reedición de clásicos recientes (Holdstock, Powers) y antiguos (los cuentos completos de Brown han sido una de las sensaciones del año) y el mantenimiento de la saga de Martín. En el debe situaría la excesiva fe de Alejo en autores de una calidad más que discutible, Calder en el pasado y Gemmell en la actualidad. Y que, además , no tengo claro que estén funcionando muy bien en cuanto a ventas. Por otro lado, sacan pocos títulos, como si el esfuerzo de publicar a Martín les dejase agotados.
La Factoría, en cambio, va a toda máquina. En cierta forma, y por ponerme nostálgico, su política me recuerda a la de Martínez Roca en mi época. Sacar un buen panorama de la cf que se publica en nuestros días y algún clásico de vez en cuando. Es una suerte que gracias a ellos estemos conociendo lo último de autores como McLeod o Banks, así como recuperar inéditos de Matheson o libros inencontrables como “Incordie a Jack Barron” de Spinrad. Además, mantiene activas otras dos colecciones muy interesantes de terror y fantasía y ha diversificado su producción al meterse en la edición en bolsillo.
Si la Factoría es Martínez Roca, Bibliopolis es Edhasa. Lo suyo es una cf y fantasía de gran calidad literaria. Reconozco que tengo debilidad por esta editorial pero me da un poco de miedo el camino que ha emprendido Luis. A veces, pienso que se ha metido en demasiados proyectos a la vez y algunos de bastante riesgo. Dos colecciones, una grande y otra de bolsillo, varias sagas en marcha (no todas con éxito, por desgracia), publicación de autores españoles y no anglosajones, antologías de relatos (Artifex, Paura), de ensayo (Jabberwock), una buena cantidad de títulos todos los años... Y todo en manos de una editorial muy, muy pequeña. No se, a veces tengo la sensación de que Luis está abarcando demasiado y que la cosa puede acabar por petar, eso si, esperemos que Sapkowski le siga dando el dinero suficiente como para seguir publicando otras cosas igual de buenas aunque más minoritarias.
En cuanto a las dos grandes, Minotauro y B, pues las cosas no parece que les vayan muy bien. B anda con el piloto automático, ni publica mucho ni excesivamente interesante, enésimas continuaciones de sagas interminables, los premios de todos los años, y cosas no muy llamativas. Eso si, está potenciando su línea de bolsillo pero, en general, parece que es la que más está sufriendo la competencia de las editoriales más pequeñas pero más ambiciosas.
En cuanto a Minotauro, por lo menos sigue manteniendo su rico fondo editorial por que en cuanto a los nuevos títulos poco hay que decir, demasiada dependencia del premio y una bajada de calidad que nunca hubiésemos creído posible en tiempos de Porrua.
En fin, muchas cosas malas, una que se va, otras que no acaban de arrancar, algunas que van en punto muerto y otras quizás demasiado ambiciosas. Visto así parece que el péndulo va a empezar a moverse. Pero, por otro lado, uno se da una vuelta por la sección de cf, fantasía y terror de cualquier tienda y da gusto ver la proliferación de títulos, colecciones, formatos y demás paisaje. Y, por un segundo, da la sensación de que esta vez ni de coña, de que el jodido péndulo va a estarse quieto de una vez por todas, de que al fin hemos llegado casi a donde queríamos y de que nadie nos va a mover.
¿La solución? Puede que en el 2006.

jueves, diciembre 29, 2005

Una breve obra maestra: Ondina del Barón de la Motte Fouqué


Si este libro hubiera sido protagonista de una de esas campañas publicitarias que acompañan a los best sellers que quieren hacer honor a su nombre y en dicha campaña se tuviera que escribir una frase promocional corta y efectiva, la elección sería algo parecido a esto: El más bello relato fantástico de todos los tiempos.
No es pasión de este pobre friki, es algo que han sostenido en los dos últimos siglos lectores y críticos tan distintos entre si como Heine, Lovercraft o Bergamín. Llegado a este punto más de uno enarcará la ceja y se de dirá ¡Vaya exageración! Yo mismo podría haberlo dicho si no fuera por que he sucumbido al embrujo de esta novelita sin parangón.
El tema de los espíritus de los aires (sílfides), fuego (salamandras), sub-suelo (gnomos) y, en este caso, aguas (ondinas), hunde sus raíces en las tradiciones más antiguas de los pueblos europeos. A modo de ejemplo tenemos en España las Xanas asturianas, espíritus de las aguas parecidos a las ondinas descritas en este libro aunque con bastante más mala uva. A lo largo de los Edad Media Tardía, del Renacimiento y del Barroco, clásicos del ocultismo y el esoterismo como Paracelso o Montfaucon de Villars trataron de estos seres de una forma más o menos seria. Durante el Romanticismo poblaron gran cantidad de relatos, como algunos que he leído recientemente y tratado aquí (Cazotte, Bibbiena), pero se asume que este librito publicado en 1811 y obra del alemán Barón de la Motte Fouqué es el mejor de todos (aunque en fechas posteriores hay otros acercamientos al tema memorables como el realizado por Morike, otro alemán).
La base de todos estos relatos es la misma, estos espíritus elementales carecen de alma pero pueden conseguirla si consiguen casarse con un humano. Lógicamente, las historias subsiguientes suelen tener un carácter trágico.
Para estas fechas, esta temática debía de estar casi agotada, solo hay que recordar como Bibbiena la utiliza de forma burlesca y como excusa para realizar un relato erótico. Por eso, el merito de Fouqué es mayor aún.
No voy a desentrañar aquí toda la historia, correría el riesgo de que esta reseña fuese más larga que el propio libro (unas 130 páginas de letra generosa que se leen en un suspiro). Eso si, a pesar de su brevedad, la riqueza del texto es abrumadora. Para si querrían los autores de las actuales megasagas interminables y farragosas ser capaces de expresar tanto en tan poco espacio. Crítica social, un tratamiento bastante acertado del amor y la fidelidad, lo implacable del destino, el paso del mundo salvaje al civilizado... son algunos de los temas que aparecen aquí. Pero, además, hay que sumarle una imaginación desbordante que sabe crear con apenas dos trazos un mundo fantástico que apenas intuimos pero que sabemos complejo y fascinante. Sin olvidar que todo ello está acompañado por un estilo deslumbrante y bellísimo, con algunas de las descripciones paisajísticas más evocadoras de las letras alemanas del XIX (espléndidamente traducidas por Carmen Bravo Villasante). En fin, una delicia que recomiendo de forma fervorosa a todo aquel que todavía no conozca esta obrita. Por favor, olvidaros por un momento de la última novedad ( de unas 1000 páginas y con varias continuaciones pendientes) y darle un par de horas a esta historia, será un tiempo del mejor aprovechado de vuestra vida lectora.

miércoles, diciembre 21, 2005

Un libro raro


Efectivamente, un libro rarito. “El ladrón de cadáveres y otros cuentos de terror” es una antología publicada por la, para mi, desconocida editorial Euxina en el 2003. Ni rastro del traductor ni del autor de la portada. Pero la rareza viene, más bien, por la composición del libro: Tres historias cortas de Robert Louis Stevenson y otra larga de Jacques Cazotte. Algo que, sinceramente, no tiene mucho sentido. Es cierto que todos son relatos de terror pero muy diferentes entre si, falta un nexo de unión entre ellos, principalmente por que Cazotte (un francés del XVIII) y Stevenson (un escocés del XIX) bien poco tienen que ver entre sí.
Realizar una antología solo de Stevenson no tendría mucho interés (en el mercado debe de haber una docena) y necesitaría, al menos, dos o tres relatos más. En cambio, el cuento largo de Cazotte por si solo no justifica su publicación independiente y no creo que mucha gente se animase a comprar un volumen de historias de un escritor tan desconocido. Así que el resultado es esta mezcla tan extraña que no es ni chicha ni limoná.
Los tres cuentos de Stevenson son de los más trillado de su producción. Un buen ejemplo de los cuentos de terror de finales del XIX pero, bajo mi punto de vista, algo decepcionantes. “Olalla”, una historia de vampiros ambientada en las montañas cántabras es una obra maestra de la ambigüedad de la que ya se ha dicho todo y es lo mejor del libro (lo mejor de cualquier libro donde esté). En cuanto a “Markheim” (una alegoría religiosa sobre el arrepentimiento y el pecado, Dios y el diablo) y “Los ladrones de cadáveres” (un oficio de lo más provechoso cuando los estudiantes de medicina necesitan con que practicar) son, en mi modesta opinión, decepcionantes; el primero (diga Borges lo que quiera) por un tanto plomizo y anticuado y el segundo por demasiado efectista e incoherente en su final.
En cuanto al relato largo de Cazotte, “El diablo enamorado” es bastante más difícil de encontrar y fue mi auténtica razón para comprar el libro (si, lo se, lo mío es vicio). Se trata de un cuento romántico con un cierto aire a Hoffman solo que unos 20 años antes que él (por cierto, al alemán le encantaba) que narra un intento de posesión diabólica por parte de una bella sílfide y un pánfilo noble extremeño (hay que joderse lo que le gustaba a los escritores de miedo de antes colocar la acción en nuestras tierras). El cuento es bastante lento en el tramo medio y tiene un final anticlimático y abrupto que el autor justifica de mala manera (algo así como que no le parecía edificante narrar las peripecias de un discípulo del demonio por poco morales, cosas de la época, Cazotte era bastante reaccionario, perdió la cabeza durante la Revolución Francesa). Sin embargo, hay que reconocer que cuando el francés se pone a narrar las apariciones del diablo, su pompa y esplendor logra unos efectos más que interesantes e incluso que nos corra casi un escalofrío por la espalda, todo un mérito visto el tiempo que ha corrido desde su primera edición (1772).
Así pues, un cuento curioso, interesante pero algo mediocre que, sinceramente, no creo que justifique la compra del libro, excepto para los viciosos, claro.

martes, diciembre 20, 2005

¿Por qué no Voltaire?


Pues eso, ¿Por qué no Voltaire? Creo que es un autor un tanto olvidado o, más bien, poco leído en nuestros días. Debido a mi trabajo como profe de historia en un instituto, todos los años recito la misma letanía: “Los principales autores de la Ilustración son Voltaire, Rousseau y Montesquieu”. Un mantra que mis niños, con suerte, se aprenden sin más y luego olvidan a una velocidad envidiable. En el fondo, como toda simplificación, un absurdo. Toda la Ilustración reducida a tres nombre. Luego, por añadir una pizca más de información, prosigo: “La obra más importante de Rousseau es “El Contrato Social”, de Montesquieu “El espíritu de la leyes” y de Voltaire ....” y aquí patino de mala manera. ¿Qué libro se puede citar del bueno de François-Marie Arouet? Desde luego, por producción que no quede, el pájaro escribía de una forma compulsiva. Pero, repito, ¿Alguna obra en concreto? Descartemos las novelas, poco serias, ¿quizás sus libros filosóficos? ¿”Las cartas inglesas”? No se, parece que tienen poca chicha, y así me atasco y, al final, lo dejo correr (para alivio de mis alumnos, algo menos que memorizar).
Y me temo que este problema mío le ocurre a más gente. A fin de cuentas Montesquieu y Rousseau son citados constantemente dentro de la crónica política del día a día, que si el contrato social entre gobernantes y gobernados, que si la división de poderes, .... Pero Voltaire, que escribía mucho mejor que ellos y que gozó en vida de muchísima más fama, brilla por su ausencia.
Así que, repito, ¿Por qué no Voltaire? Desde el punto de vista literario, algunas de sus novelas son impagables, “Cándido”, “El ingenuo” son divertidísimas, amargas, filosóficas, amenas y muy cortitas. Una estimulante lectura para una tarde tonta de sábado. Pero he preferido rescatar del olvido este otro librito. Principalmente por que este es un rincón de literatura fantástica y, por si alguno no lo sabe, Voltaire fue un estupendo cultivador de este género.
“La princesa de Babilonia” es un libro inencontrable, como la mayoría de los editados por Adiax, una editorial argentina que allá por los 70 realizó una labor muy meritoria por publicar clásicos del fantástico y lo último de la New Wave (contradictorio trabajo). Así que, este volumen, publicado en 1979, con una preciosa ilustración de portada de Oscar Díaz, una magnífica traducción de Gloria Pampillo y una interesante introducción de Roland Barthes, solo es apta para ratas de librerías de segunda mano y obstinados rastreadores de internet. ¿Merece la pena el esfuerzo? Pues creo que si, por que creo que ninguna otra editorial se ha animado a realizar una recopilación de cuentos fantásticos del francés. Y aunque algunos de ellos son fáciles de encontrar en otros sitios, verlos todos juntos es más bien difícil.
En concreto esta edición cuenta con cuatro: “La princesa de Babilonia”, “Zadig”, “Micromegas” y “El toro blanco”. Existen muchos otros cuentos fantásticos de este autor pero estos cuatro son, sin duda, las joyas de la corona.
Los dos primeros están ambientados en un Oriente fantástico, irreal y totalmente imposible, lleno de anacronismos y con una clara intención paródica. “Zadig” narra el ascenso de un benévolo filosofo que, por culpa de su sabiduría sufre todo tipo de desgracias hasta convertirse al final en rey de Persia. Es muy movido, divertido y filosófico. El principal elemento fantástico es la aparición del ángel Jesrad que guía a Zadig y, al final, le acaba dando una especie de respuesta a la eterna pregunta de ¿Cuál es el sentido de la vida?
“La princesa de Babilonia” cuenta los amores contrariados de la protagonista que da título al relato y del príncipe Amazán. Un fénix parlante es uno de los principales protagonistas de esta fábula donde los oráculos misteriosos se suceden y, al final, asistimos a un recorrido en clave por la Europa del XVIII donde la crítica volteriana alcanza cotas de acidez bastante elevadas.
“Micromegas” es bastante famoso por que está considerado como una de las primeras narraciones de ciencia ficción de la historia. En él se cuenta la visita que Micromegas, un gigante procedente de Sirio, junto con un saturnino, realizan a la Tierra. Siento desilusionar a los que no se lo han leído, los elementos científicos brillan por su ausencia, no se explica muy bien como viajan ambos personajes a través del espacio y su fisiología es bastante irreal (el tamaño de Micromegas hace que para él, los humanos sean prácticamente microbios). De hecho, el cuento es una excusa para mostrarnos la estupidez humana en comparación con una especie extraterrestre muchísimo más avanzada (Micromegas promete escribir un libro para los humanos donde se explique su filosofía, cuando el libro llega a nuestras manos, al fin, se descubre que está en blanco).
Por último, “El toro blanco” recrea un episodio de la Biblia contado en clave, como no, humorística y es utilizado por el autor para hacer una hiriente crítica de la religión cristiana más tradicional. Es, probablemente, el más flojo de los cuatro pero aún así tiene momentos muy logrados (el cachondeo que se trae con algunos de los profetas del Antiguo Testamento).
En fin, que Voltaire es, salvando las distancias, el Vonnegut del siglo XVIII, un escritor y filosofo que utiliza el fantástico como una herramienta para exponer sus ideas, desplegar su ácido e hiriente sentido del humor (en el prologo se le define como “el último escritor feliz”) y, especialmente, criticar todo lo que se le pone por delante. Realmente, nuestro ilustrado francés no deja títere con cabeza y da un buen repaso a todos los aspectos de la vida de su época (muchos de ellos aún reconocibles en nuestros días) al tiempo que responde con desenfado a alguna que otra duda ontológica de esas que a veces no dejan dormir.
Y es que Voltaire, puede que no dejase para la posteridad un sistema político tan enjundioso como los de Montesquieu o Rousseau pero cachondo era un rato y su mayor legado sea, probablemente, esa capacidad innata pera reírse de todo y para mostrar las miserias de un siglo. Una actitud más que necesaria en estos tiempos que corren.