miércoles, agosto 31, 2005

Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Espacio Interior (Ciencia Ficción Vanguardista)


En lugar de en la oscuridad, se encontró con una formidable conflagración celeste, una increíble y fantástica escena glacial. En lo alto vibraban fríos destellos de un arco iris de fuego, lanzados por rayos de pura incandescencia, despedidos por montañas de hielo sólido que se elevaban por todas partes. Más cerca, los arboles de alrededor de la casa, cubiertos de hielo, brillantes y chorreados de raras joyas prismáticas, reflejaban las vivas cascadas cambiantes de mas arriba. En vez del cielo nocturno conocido, la aurora boreal formaba un techo resplandeciente y vibrante de frío y color intensos., debajo del cual la tierra quedaba atrapada con todos sus habitantes, cercada por los infranqueables y relucientes acantilados de hielo. El mundo se había convertido en una cárcel de hielo de la que resultaba imposible escapar, todas sus criaturas atrapadas tan irremediablemente como los arboles , ya sin vida dentro de sus resplandecientes corazas.

Anna Kavan Hielo (1967).

En cierta forma, cuando Mary Shelley escribió “Frankenstein” su obra pudo calificarse de vanguardista, al igual que la del resto de los autores románticos de su generación. Tanto por temática como por estilo estos escritores eran bastante diferentes de sus antecesores neoclásicos del XVIII. Ahora bien, en el momento en que la ciencia ficción se convirtió en un subgénero popular, las experimentaciones formales desaparecieron de su acervo. Situación que se convirtió en definitiva durante la edad dorada de las revistas pulp y en obligatoria con el largo reinado de Campbell como editor estrella.
Para ver algún atisbo de las posibilidades estilísticas que la ciencia ficción permitía había que buscar fuera del género, en autores de vanguardia como Apollinaire que escribió un suculento relato (“La desaparición de Honoré Subrac”), William Burroughs y sus lisérgicas obras (“La máquina blanda”) o como la propia Anna Kavan con su novela “Hielo”, muy celebrada entre la élite intelectual neoyorkina a la que pertenecía.
La revolución vanguardista en la ciencia ficción se produjo en los años 60 con la explosión de la New Wave y de la mano de autores como Brian W. Aldiss, Michael Moorcock, J. G. Ballard, Robert Silverberg o Harlan Ellison. Desde luego, significó un cambio temático revolucionario (más orientado a los aspectos humanos y sociológicos que a los tecnófilos o fisico-químicos) pero más llamativo aún fue el cambio estilístico. Los nuevos autores escribían mejor que los anteriores y, muy a menudo, recurrían a las viejas técnicas surrealistas de escritura automática para deslumbrar a una nueva generación de lectores. Así, se llegó a despliegues tan sorprendentes como los de los cuentos de Harlan Ellison (en especial “La bestia que gritaba amor en el corazón del universo”) o las novelas de Brian W. Aldiss como “A cabeza descalza” (donde se describe una Europa arrasada por bombas de LSD) o “Informe de probabilidad A” (que imitaba a la ”nouvelle roman” francesa en boga en estos años). La generación de Heinlein, Asimov, Van Vogt y demás tuvo que batirse en retirada e incluso algunos de ellos sucumbieron a los nuevos cambios no sin cierto éxito (Poul Anderson y su cuento “El canto del chivo”).
Ciertamente los excesos fueron muchos (“Hijo del hombre” de Silverberg o “A la deriva en los islotes de Langerhans” de Harlan Ellison) y el publicó se hartó de semejantes pajas mentales. Para mediados de los 70 la ortodoxia estilística volvía a campar a sus anchas. Únicamente podemos encontrar algo del antiguo destello de delirio nuevaolero en algunos cuentos determinados dedicados a un público exigente a la par que escaso o en algún que otro capitulo desenfrenado de ciertas novelas de autores muy concretos (M. Jhon Harrison o William Gibson) En cierta forma una pena, aunque difíciles y a menudo exasperantes, algunos de estos experimentos, sobre todo en formato cuento, tenían un encanto especial imposible de encontrar en nuestros días.

martes, agosto 30, 2005

Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Inmortalidad


Las únicas personas que recibían la inmortalidad gratuitamente eran el rey Ricardo, unos cuantos políticos y administradores y, aproximadamente, unos cien médicos, cada uno de los cuales guardaba una parte del complicado secreto del Proceso Stileman. Los demás compraban los siguientes doce años bajo las mismas condiciones: cediendo todas tus posesiones mundanas a la fundación. Y no te molestes siquiera en coger el talonario de cheques si posees menos de un millón de libras.

Joe Haldeman Compradores de Tiempo (1989).

Aquí nos adentramos en un campo minado. La idea de la inmortalidad ha sido una constante de la literatura fantástica a lo largo de los siglos, por ello, no es raro que el más moderno avatar del fantástico, la ciencia ficción, se haya sumado también a especular con la posibilidad de vivir para siempre. Lógicamente, la gran novedad es el sistema para lograrlo, frente al usual pacto fáustico de otras épocas, actualmente los autores buscan algún tipo de explicación científica, ya sean grandes avances en medicina ("Compradores de Tiempo" de Joe Haldeman), los avances de la clonación y la grabación de recuerdos ("… y mañana seran clones de John Varley"), etc, etc.
Ahora, esta cuestión siempre parece un tanto secundaria, un simple paisaje donde situar otros intereses. Estos pueden ser múltiples y variados, algunos lo ven como la excusa perfecta para, una vez más, situarnos en la agradable ciencia ficción aventurera sin mayores complejos ("Tu, el inmortal" de Roger Zelazny, "Las 100 vidas de Lazarus Long" de Robert Heinlein, "Computer Connection" Alfred Bester), otros, en cambio, prefieren utilizarlo como un sistema para reflexionar sobre la evolución de la humanidad a lo largo de los milenios ("Tiempo para Amar" de Robert Heinlein) y, unos pocos, para analizar que sucedería en nuestra sociedad si realmente existiese esa posibilidad y si solo estuviera al alcance de unos pocos ("Compradores de Tiempo" de Joe Haldeman). En cualquier caso, una idea inquietante y quizás cercana sobre la que merece la pena reflexionar.

Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Exploración Espacial


Semana tras semana, como un tranvía a lo largo del carril de su órbita, exactamente predeterminada, la Discovery pasó por la de Marte, siguiendo hacia Júpiter. A diferencia de todas las naves que atravesaban los firmamentos o los mares de la Tierra, ella no requería ni siquiera el mas mínimo toque de los controles. Su derrotero estaba fijado por las leyes de la gravitación; no había aquí ni bajos ni arrecifes no señalados en la carta, en los cuales pudiese encallar. Ni había el más ligero peligro de colisión con otra nave pues no existía ninguna en donde fuera – cuando menos de construcción humana – entre ella y las infinitamente lejanas estrellas. (…)
El día 86 debían de afrontar su mayor aproximación a un asteroide conocido. No llevaba nombre – siendo designado simplemente con el numero 1.794 – y era una roca de 50 metros de diámetro que había sido detectada por el Observatorio Lunar en 1997, e inmediatamente olvidada, excepto por los pacientes ordenadores del Centro de los Planetas Menores. (…)
Clavaron la mirada en aquel guijarro que pasaba el firmamento, con las emociones de marineros en un largo viaje, bordeando una costa que no podían abordar. Aunque se daban cabal cuenta de que 1.794 era solo un trozo de roca sin vida ni aire, ese conocimiento no afectaba apenas a sus sentimientos. Era la única materia sólida que encontrarían a este lado de Júpiter…

Arthur C. Clarke 2001. Una Odisea del Espacio (1968).

El espacio, la ultima frontera, como se decía en Star Trek. Una vez explorada toda la Tierra quedaba claro que el siguiente paso seria la exploración del espacio. Y, de hecho, a trancas y barrancas, estamos viviendo los primeros pasos de dicha aventura. Y, obviamente, la ciencia ficción no podía menos que acompañarnos mediante la imaginación en este fantástico viaje.
Nos encontramos aquí dentro de los terrenos de la ciencia ficción “hard”, la mas científica, la que acompaña sus narraciones con descripciones plausibles y complejas de las maravillas del espacio conocido y por conocer. Y Julio Verne en sus dos célebres novelas "Viaje a la Luna" y "Alrededor de la Luna" marcó las pautas que luego han sido imitadas por múltiples exploradores. A veces dentro del marco de nuestro Sistema Solar ("2001" de Clarke), otras en un planeta desconocido y de peculiar composición ("Misión de Gravedad" de Hal Clement) y, en otras ocasiones, hasta las mismas fronteras del universo conocido ("Tau Cero" de Poul Anderson).
Sin embargo, existen otras posibilidades dentro de este campo. Un camino interesante fue el marcado por H. G. Wells con su "Los Primeros Hombres en la Luna" donde importa menos la parafernalia científica y la exploración en si es un medio para llevarnos a un Primer Contacto y de ahí a donde el autor quiera (reflexión sociológica en el caso de Wells, metafísica en el de Clarke).
Por último, no podemos olvidar el caso de la exploración como aventura, como excusa para montar una abigarrada historia muy similar a las narraciones de viajes del XIX, exótica y desenfrenada. A veces puede ser en un planeta de grandes dimensiones (una especialidad de Vance iniciada en su "El Planeta Gigante") y otras dentro de una nave generacional que, como es habitual, ha perdido la memoria del por que de su viaje ("Huerfanos del Espacio" de Robert Heinlein o "La Nave Estelar" de Brian W. Aldiss).

lunes, agosto 29, 2005

Ciencia Ficción: Princiaples Sub-Géneros. Primer Contacto.


Los que no hayan visto nunca un marciano vivo, se imaginaran difícilmente el horror extraño de su aspecto, la singular boca en forma de V con el labio superior puntiagudo., la ausencia de barba por debajo del labio inferior, que es una especie de rincón, el temblor incesante de esta boca, el furioso agitar del gorgóneo grupo de tentáculos, la tumultuosa respiración de los pulmones en atmósfera distinta a la habitual, la pesadez y el esfuerzo notorio de los movimientos, debidos a la mayor gravitación de la Tierra y, sobre todo, la extraordinaria intensidad de los ojos inmensos; todo esto me produjo una sensación parecida a la nausea.
Había algo de hongo en su aceitosa piel oscura y algo indeciblemente monstruoso en la torpe dirección de sus pesados movimientos. Aún en este primer encuentro, en la primera ojeada, me sentí abrumado de asco y de miedo.

H. G. Wells La Guerra de los Mundos (1898).

Para la mayoría de la gente esto es la ciencia ficción, historias de extraterrestres, de bichos raros de otros planetas, de marcianos. Y aunque todos sabemos realmente que es mucho más, no es menos cierto que este es uno de sus grandes temas: la xenobiología, la posibilidad de que haya vida en otros planetas. Wells fue uno de los primeros en tratar el tema de una forma seria y concienzuda y lo hizo en los dos aspectos básicos del problema.
El primero es la biología, la morfología del alien y, desde luego, su horripilante marciano fue el primero de la larga serie de BEM (siglas en ingles de Monstruos de Ojos Saltones) que popularizo el genero en su época Pulp. Cierto es que el horror que describe Wells tiene su explicación lógica en función de las características medioambientales de su Marte natal pero ésta fue una lección rápidamente olvidada por el resto de sus imitadores que crearon una profusión de seres estrambóticos y espantosos sin pararse en muchos miramientos científicos (Burroughs y su serie sobre Marte-Barsoom son paradigmáticos al respecto). Una vez que el género maduró, los autores volvieron a la lógica científica (aparentemente) a la hora de diseñar sus E.T.s y, lo que es igual de apasionante, la ecología que determinaba sus rasgos, destacando aquí gente como Jack Vance (su serie de "Tschai: El Planeta de la Aventura" es una de los mayores catálogos de aliens del genero) y George R. R. Martin ("Los Viajes de Tuf" crea la mayor galería de fauna extraterrestre que se recuerde).
Pero más importante que el aspecto son las consecuencias reales del encuentro ¿Cómo será nuestra reacción ante estos visitantes? ¿Y cuál será la suya?. Wells en su celebre novela lo tenia claro, la vida es darwinismo en acción, lucha ente especies por dominar un ecosistema y, si los aliens son los primeros en llegar aquí, desde luego que serán mucho mas poderosos que nosotros y su objetivo será destruirnos. De esta forma, las invasiones de alienígenas se convirtieron en un clásico del género y dieron lugar a cientos de libros, la mayoría pobres imitaciones de "La Guerra de los Mundos". Incluso los mejores (como "La lucha contra las Pirámides" de Pohl y Kornbluth) no dejaban de repetir el manido esquema, lo que dio lugar a parodias humorísticas (como "Marciano vete a casa" de Fredric Brown).
La renovación era obligatoria y se produjo sin tardanza, sus variantes fueron básicamente dos: la humanidad es la que se extiende por el universo de una forma violenta y se encarga de aniquilar a las especies mas primitivas que encuentra ("El Nombre del Mundo es Bosque" de Ursula K. LeGuin). O, el cambio más radical, la interacción entre humanos y extraterrestres es pacífica y nos lleva a un enriquecimiento mutuo mas espiritual que material ("Estación de Transito" de Clifford D. Simak). Desde luego, y a pesar de los tópicos, las posibilidades de esta idea están lejos de agotarse.

domingo, agosto 28, 2005

Ciencia Ficción: Principales Sub-géneros

Uno de los debates más habituales entre los aficionados a la ciencia ficción es determinar cuales son los subgéneros en que ésta puede dividirse. Me imagino que más de un académico palidecería al leer estas líneas. ¿Acaso la ciencia ficción, ese género bastardo, no puede describirse como una excrecencia que ha crecido pegada al gran tronco que es la literatura? ¿Como tiene la osadía de afirmar que su complejidad es tal que todavía puede subdividirse más aun?
Para desgracia de este hipotético académico, no me queda mas remedio que decir: “a la rama (mejor que excrecencia) le han salido hojitas”. Si el académico fuese lo suficiente amplio de miras como para aceptar esta posibilidad (y eso si que es una idea de ciencia ficción) probablemente propondría una división similar a la que puede aplicarse a la literatura en general. Así, hablaríamos de una ciencia ficción romántica, de otra policiaca, “realista”, de vanguardia, bélica, etc, etc.
Como aficionado a este género creo que este camino no es el más acertado y propongo otro distinto y propio, un recorrido por los principales temas que a lo largo de casi 200 años los escritores de ciencia ficción han tratado y explorado, temas que son propios del género y que difícilmente podríamos encontrar fuera de él, cuestiones que un escritor mainstream jamás se plantearía pero que han sido el motor de la ciencia ficción desde su inicio.

En 1974 Barry N. Malzberg y Eward L. Ferman editaron una antología titulada “Final Stage”. En español fue publicada por la Editorial Bruguera como Nº 1 de su colección Nova en 1976 y bajo el titulo “Última Etapa. Antología de Ciencia Ficción Definitiva”. La idea de ambos antólogos era publicar una colección de relatos de importantes autores del género, cada uno de los cuales tratase uno de los grandes temas de la ciencia ficción y lo llevase a sus últimas consecuencias. Los resultados son más que discutibles pero, en lo que a nosotros nos interesa, el libro presentaba de una forma perfecta esa división temática en subgéneros de la que estabamos hablando. En total se distinguían 11 apartados: Primer Contacto, Exploración Espacial, Inmortalidad, Espacio Interior (ciencia ficción vanguardista), Robots y Androides, Niños Extraños (mutaciones y poderes psi), Space Opera, Universos Alternativos (Ucronías), la Maquina Incontrolada (tecnofobia), Después del Holocausto (el fin del mundo) y Viajes por el Tiempo. Personalmente considero que faltaría uno más igual de importante que el resto: la Ciencia Ficción Sociológica (Utopías y Distopías). En futuras entregas hablaremos uno por uno de todos estos temas, subgéneros o como queramos llamarles. Y para ser más claros abriremos cada entrada con un extracto de alguna de las grandes obras que han tratado de una forma ejemplar dicho tema.

jueves, agosto 25, 2005

El cuento de ciencia ficción en el siglo XIX (y III)

Bueno, y para acabar con el tema una sucinta bibliografía comentada de los sitios donde se pueden encontrar los cuentos de la entrada anterior y muchos más. Lo malo es que si alguien se siente tentado de caer en este vicio tan particular va a tener que rebuscar un poco por las librerias de viejo por que hay muchos títulos descatalogados. Ya se sabe, uno de nuestros grandes males.

ANTOLOGÍAS:

Lo mejor de la ciencia ficción del siglo XIX. Una de las muchas antologías de Asimov y sus colaboradores, probablemente sea la mejor y mas completa de todas las que hay aquí (Martínez Roca y Órbis, dos volúmenes).

La ciencia ficción a la luz de gas. La respuesta española al libro de Asimov, en este caso a cargo de Domingo Santos. Inferior al anterior título pero un perfecto complemento a éste (Ultramar).

La chica del átomo de oro y otros cuentos antiguos de ciencia ficción. La más reciente de todas a cargo de Francisco Arellano. Recupera títulos valiosos y desconocidos de muchos autores pero no llega a la altura de las anteriores (Páginas de Espuma).

De la Luna a Mecanópolis. Antología de la ciencia ficción española (1832-1913). La mejor antología de ciencia ficción antigua española. Aun así puede ser decepcionante descubrir lo malos que son muchos relatos. A pesar de todo Nil Santiáñez-Tió hace un gran trabajo (Sirmio).

Cuentos futuristas. La respuesta de Francisco Arellano al libro anterior y claramente inferior. De hecho apenas se salva un cuento de todos. Decepcionante (Clan).

RECOPILACIONES.

Edgar Allan Poe – Cuentos. La edición de Alianza es insuperable, vienen todos traducidos y prologados por Cortazar, un lujo. La mayoría de los de ciencia ficción están en el segundo tomo. Hay también un volumen titulado La ciencia ficción de Edgar Allan Poe (en Ultramar y Caralt) donde se recogen casi todos sus cuentos de este género.

Arthur Conan Doyle – Historias espeluznantes. Historias del crepúsculo y lo desconocido. El capitán del “Polestar” y otros cuentos de misterio en el mar. Historias de intriga y aventuras. Historias del ring. Estos cinco pequeños tomos de Valdemar recogen la mayoría de los cuentos fantásticos, terroríficos o de ciencia ficción del británico.

Fitz-James O’Brien – La lente de diamante y otras historias de terror y fantasía. Valdemar es la única editorial que ha publicado un tomo de este escritor. Por desgracia pocas historias hay aquí de ciencia ficción pero es lo único disponible.

Edward P. Mitchell – El hombre de cristal. Una valiosa recopilación de todos los relatos de ciencia ficción de este injustamente olvidado autor. Merece la pena redescubrirlo aunque el libro de la argentina Andrómeda esté más que descatalogado.

Robert W. Chambers – El rey de amarillo. Abraxas reeditó hace poco este inencontrable título. Si, es terror, pero al menos tres de los nueve cuentos tienen un toque de ciencia ficción innegable y otros dos más lo rozan.

Nathaniel Hawthorne – Musgos de una vieja rectoría. La mejor colección de cuentos de un autor con mayúsculas que trasciende el genero. La edición de Valdemar resulta además de lujo.

Arthur Machen – El gran dios Pan y otros relatos de terror sobrenatural. De nuevo Valdemar con una edición de lujo impresionante. Eso si, los relatos son de terror y, excepto el primero, ninguno más puede calificarse de ciencia ficción.

Ambrose Bierce – El clan de los parricidas y otras historias macabras. Un habitante de Carcosa y otros relatos de terror. Un vigilante junto al muerto y otros relatos de terror. Estos tres pequeños tomos de Valdemar recogen los más interesantes cuentos de Bierce de terror (principalmente), misterio, policiacos, fantásticos, de humor negro y (a veces) ciencia ficción. Imprescindibles. Recientenmente, Valdemar ha sacado todos estos cuentos y otros muchos inéditos en un tomo que es una joya: ¿Pueden suceder tales cosas?

Julio Verne - La ciencia ficción de Julio Verne. Este volumen de Orbis recoge la mayoría de los cuentos de ciencia ficción del francés. Casi todos son mediocres y algunos puede que ni suyos pero siempre es curioso leer a un autor de novelas en sus incursiones en el género corto. El experimento del doctor Ox, aparece en cambio, en un pequeño librito de Sopena junto a otrs dos novelas cortas de más o menos proto-ciencia ficción: Un descubrimiento prodigioso y Un drama en los aires.

miércoles, agosto 24, 2005

El cuento de ciencia ficción en el siglo XIX (II)

Aquí presento una lista de los mejores cuentos de ciencia ficción escritos y publicados en el siglo XIX. Un par de puntualizaciones: he decidido seguir un criterio cronológico de cara a la selección que sabía de antemano que no acaba de funcionar. En efecto, hay muchos autores, como Wells, Kipling, London o Conan Doyle, a caballo entre ambos siglos y es muy difícil diferenciar un cuento suyo escrito en 1890 de otro elaborado en 1910. Algún día, hare otra lista con los cuentos publicados entre 1900 y 1939 (justo antes de que Campbell revolucionase la ciencia ficción) para hacer justicia del todo a autores como estos.
Además, solo hago mención de cuentos traducidos al español. Evidentemente, no es el mejor sistema de trabajo pero dadas mis habilidades lingüísticas no veo que haya otro.
En fin, ahí va la lista y, de principio, resulta curioso observar que hay muy pocos relatos de principios o mediados de siglo, hay que esperar hasta 1880 para que su número se multiplique. Un ejemplo de como las nuevas ideas tardaron en calar a pesar de todo.

Mary Shelley – El mortal inmortal (1834) “Frankenstein” no fue la única incursión en la ciencia ficción de la británica y este maravilloso cuento sobre la inmortalidad aunque muy gótico aún ya presenta las semillas de lo que iba a ser el nuevo genero.

Edgar Allan Poe – La incomparable aventura de un tal Hans Pfall (1835) Poe y la ciencia ficción no acaban de encajar del todo. El padre del terror moderno no se acaba de sentir cómodo en un género tan racional, de ahí que sus cuentos de anticipación sean más bien humorísticos y puedan verse como una crítica a la ciencia y sus excesos, algo que resulta de lo más refrescante.

Nathaniel Hawthorne – La hija de Rappaccini (1843) Mi preferido, una fábula gótica siniestra y oscura, una reflexión sobre la misantropía y el orgullo pero, además, una de las primeras muestras del tema del científico loco cuyos experimentos van más allá de lo permitido por las leyes divinas.

Fitz James O’Brien – La lente de diamante (1858). El cuarto perdido (1860) Que O’Brien muriese en 1861 en la Guerra de Secesión antes de cumplir los 30 años solo puede calificarse de trágico. Si hubiera vivido más tiempo hubiese revolucionado el género y lo hubiera adelantado 50 años. Sus ideas son de una modernidad apabullante, aquí, en sus cuentos más conocidos, nos recrea por primera vez la idea de que un átomo puede contener todo un universo o la posibilidad de que existan múltiples dimensiones. Ahí es nada.

Julio Verne – El experimento del Doctor Ox (1871) Verne fue el escritor más famoso del XIX y se le considera uno de los padres de la ciencia ficción. La mayoría de su obra se escribió en formato largo pero esta novela corta es una de sus perlas más olvidada. El citado experimento convierte a los pacíficos habitantes de un plácido pueblo flamenco en una horda sanguinaria de nuevos bárbaros. El tono es burlón y Verne logra divertir a la vez que asustar mientras critica el espíritu belicista de su época.

Sir George T. Chesney – La Batalla de Dorking (1875) Chesney escribió sobre una invasión alemana de Inglaterra de una forma real y convincente (fue militar toda su vida y eso se nota), y aunque todo estaba basado en la tecnología de la época, de una patada creo la ciencia ficción militarista (tan querida por gente como Heinlein y Pournelle), el “near future” y el relato de aviso basado en la premisa “si esto continua…”

José Fernández Bremón – Un crimen científico (1875). M. Dasant médico aerópata (1879) España se encontraba a la cola de la ciencia ficción mundial, lógico si pensamos en el secular atraso educativo, científico y tecnológico de nuestro país. Releer a nuestros clásicos del genero da pavor de lo malos que son: didácticos hasta la extenuación y meros clones de segunda de Verne. Por suerte, Bremón salva la honra patria. Estos dos cuentos son dos joyas inigualables. Llenos de sentido del humor, intriga y un ritmo vertiginoso. El primero trata sobre un médico y sus experimentos para devolver la vista a los ciegos, tiene aun un marcado aire gótico. El segundo es la historia de un gigantesco y rentable timo. Picaresca a la última. Lo mejor de Bremón es que nunca se toma en serio a si mismo.

Edward Page Mitchell – El reloj que marchaba hacia atrás (1881) Mitchell, hoy olvidado, fue el Campbell del XIX, un editor lleno de trabajo pero con una imaginación de una fertilidad asombrosa. Cuando no lograba contagiar a alguno de sus colaboradores el mismo escribía el cuento y, cosa rara, le solían salir de ciencia ficción. Sus ideas se adelantaron varios años a los logros de otros autores más famosos. Aquí, por ejemplo, recrea un viaje en el tiempo antes que Twain y Wells.

Grant Allen – La catástrofe del Valle del Támesis (1884) Otro ilustre desconocido que en su época cosechó fama y dinero como escritor. Desde luego, Allen poseía un tremendo sentido del ritmo y una acertada capacidad especulativa. Además, inventó el género catastrofista al narrarnos en este cuento como una repentina erupción volcánica arrasaba Londres. A partir de aquí, todo escritor ingles que se precie ha destruido la capital de su país de una forma u otra.

Guy de Mauppassant – El horla (1885) Un relato inquietante obra del mayor cuentista (junto a Chejov) de todo el XIX. Es curioso observar como la crítica seria siempre ha obviado el carácter fantacientífico de esta narración que no solo cuenta un proceso de locura si no la aparición de una nueva raza de mutantes dispuesta a adueñarse del mundo.

J. – H. Rosny Aine – Los Xipehuz (1887) Probablemente sea el cuento más pobre de toda la selección. Este escritor belga (famoso por su novela prehistórica “La guerra del fuego”) no es precisamente un estilista. Pero aunque le falta clase, le sobra en cambio fuerza, dramatismo e imaginación. De esta manera nos cuenta por primera vez como una raza extraterrestre intenta invadir la Tierra. Solo por ser el padre de semejante idea merece la pena que esté aquí.

Ambrose Bierce – Desapariciones misteriosas (1893) Bierce fue un escritor satírico, de misterio y de terror. La ciencia ficción, como tal, poco tenia que ver con su oscura imaginación. Sin embargo, de vez en cuando, algún cuento de este estilo salía de su pluma. Como este supuesto reportaje periodístico donde aparece casi por primera vez el tema de las dimensiones paralelas. Resulta tan convincente que hasta alguna vez ha aparecido en algún libro “serio” de ufología y esoterismo.

Arthur Machen – El gran dios Pan (1894) Machen es otro autor de terror cuya inclusión aquí puede resultar extraña. Precursor de Lovercraft y fundador del llamado terror preternatural, subgénero éste de un marcado carácter cienciaficcionero. Lo más seguro es que estemos ante su mejor y más famoso cuento, una muestra de como entidades extrañas y malignas habitan junto a nosotros y nos amenazan ¿dioses o seres extraterrestres o extradimensionales? En cualquier caso, la protagonista de la historia accede a ellas gracias a una operación quirúrgica como parte de un experimento científico…

Arthur Conan Doyle – El parásito (1894) El autor de Sherlock Holmes fue algo más que un cultivador de la novela detectivesca. También trabajó con éxito géneros como el terror, el misterio, el fantástico, la novela histórica o, como no, la ciencia ficción. De entre sus muchas narraciones de este tipo destaca esta novela corta donde una hipnotizadora y médium con poderes que hoy calificaríamos de telepáticos se hace con la voluntad de un pacífico profesor. Escalofriante y conseguida muestra del cuento popular de fin de siglo.

Robert Chambers – La mascara (1895) El tercer autor de terror clásico que aparece aquí. En este cuento, como en muchos otros, el terror se ve teñido de ciencia ficción, en este caso con la ya vieja idea del experimento que sale mal, eso si, con un carácter romántico realmente conseguido y una ambientación decadente y fin de siglo de lo más lograda.

H. G. Wells – La historia de Plattner (1896). En el abismo (1896). La bola de cristal (1898) Como fin de fiesta, tres relatos del autentico padre de la ciencia ficción moderna y de uno de sus mayores exponentes. Wells es el último de los escritores decimonónicos y el primero de los modernos. Un autentico puente entre ambos mundos y poseedor de un estilo depurado, sencillo y muy efectivo. De su enorme producción es difícil destacar una historia por encima de otra, estas tres son una buena muestra de su primeros y mejores trabajos: una nueva historia de viajes extradimensionales, una increíble exploración submarina y un atisbo muy sugerente al planeta Marte ¿Que más se puede pedir?

martes, agosto 23, 2005

El cuento de ciencia ficción en el siglo XIX (I)

No creo que este sea ni el lugar ni el momento para ponernos a discutir sobre cuestiones tales como que es la ciencia ficción y por que el siglo XIX es la fecha que marca su nacimiento. A lo primero respondamos con nuestra personal sabiduría, a lo segundo remitámonos a lo que indican otros estudiosos: la ciencia ficción nació en 1818 con la publicación de “Frankenstein” de Mary Shelley y puede verse como un fruto lógico de la Revolución Industrial y la revolución científico-técnica de esta época.

Ahora bien, uno puede preguntarse ¿Por que leer a estos clásicos? ¿Realmente merece la pena? Bueno, ya que estoy haciendo esto, la respuesta es obvia pero quizás sea necesario dar algunas explicaciones más. Merece la pena leer esta ciencia ficción tan antañona por tres razones básicas:

1 – Arqueología literaria: una forma de entender de donde vienen algunos de los

temas mas típicos del genero.

2 – Entender una época: la ciencia ficción no intenta adivinar el futuro si no

que nos muestra con una mirada especial como es el presente. Al leer estos

cuentos podemos comprender mejor como se enfrentaba a un mundo

cambiante el lector decimonónico.

3 – Calidad literaria: por que realmente muchos de estos cuentos merecen la

pena por si mismos, al margen de los anteriores puntos, son pequeñas obras

maestras que todo el mundo debería de conocer.

¿Y como es esta ciencia ficción tan antigua? Pues en muchos casos bastante parecida a la actual. Por lo menos la buena. En primer lugar, en estos años todavía no existía ninguna crítica contra el género. Cualquier escritor podía cultivarlo sin complejos y autores tan conocidos y admitidos por la academia literaria como Anton Chejov, Mark Twain, Guy de Mauppassant, Herman Melville, E. T. A. Hoffman, Leopoldo Alas Clarín, Nathaniel Hawthorne, Villiers de L’Isle Adam, Rudyard Kipling, Edagar Allan Poe o Mary Shelley hicieron sus pinitos al respecto con mayor o menor fortuna. Así que, desde luego, hay calidad literaria y estilo a raudales.

Por otro lado, muchos de los escritores pertenecían al campo del entretenimiento popular, vamos, una especia de pulps en ciernes o los antepasados directos de los actuales autores de best sellers. Por tanto, también nos encontramos con acción a raudales, diversión y entretenimiento (mucho más pedestre que en el caso anterior pero no solo de caviar vive el hombre) y aquí encontramos a gente como Arthur Conan Doyle, Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London y un largo etc en muchos casos ya olvidado.

Sorprende también observar como muchos de los temas habituales del genero ya existían en esta época e incluso podía empezar a vislumbrarse un principio de separación entre hard y soft.

Otro rasgo peculiar y que hace a estas historias muy actuales es el marcado aire fantástico de muchas de ellas (que entronca directamente con la obra de autores novísimos como M. John Harrison, China Mieville y sus acólitos). Probablemente no fue una decisión premeditada y tuvo más que ver con las dificultades para diferenciar los límites entre ciencia y magia en unos años en los que los adelantos científicos eran constantes y todo parecía posible pero, a la vez, aun se recordaban perfectamente muchas de las tradiciones más arcaicas.

No todo fue positivo, junto a estos relatos maravillosos hay una legión de truños y petardos ilegibles y esto por numerosas razones. Por un lado por que el tiempo hace estragos y lo que parecía magnífico en 1860 hoy resulta de cartón piedra, por otro lado, por que muchos de estos cuentos (especialmente los españoles) son meras copias sin gracia de la obra de Verne y resultan infumables. Otras, en cambio, se adentran en el terreno de la utopía (generalmente socialista) y resultan de una aridez asombrosa. Por último, muchas parten de un didactismo que resulta aburridísimo, cuentos que se convierten en un mero catálogo de las maravillas por venir pero que carecen totalmente de trama, personajes o cualquier mínimo atisbo narrativo.

En cualquier caso, lean, lean que algo queda.

lunes, agosto 22, 2005

Declaración de intenciones

Para el que no lo sepa servidor fue conocido en cyberdark como cebra, donde fui uno de los muchos colaboradores-agitadores de tan magnífica página tiempo ha fenecida. Cuando el vicio naranja desapareció como tanto otros me sentí un poquitín huerfano pero me dije "Bueno, en unos meses algo saldrá que sustituya al bueno de David". Bien, han pasado los meses y aquí estamos, en mi modesta opinión casi como el día después del cierre, y dado que ninguno de los herederos me ha atraido lo suficiente como para involucrarme en alguno de sus proyectos y después de reflexionar un poco (no mucho que soy de naturaleza impulsiva) y de vencer mi tecnofobia (soy negado para la informática) decidí lanzarme a navegar solito por estos mares de la red siguiendo la estela de esta nueva moda, el tiempo dirá si efimera o no, de los blogs.

¿Qué se podrá encontrar en estas mis memorias? Pues la cosa está clara: comentarios y desvarios sobre la literatura fantástica (terror, fantasía y ciencia-ficción) que es de lo que más me gusta en la vida. Así que nadie espere confesiones en plan "Querido diario intimo...", ni análisis políticos, de arte o de lo que sea. Simple y llanamente hablaré de las cosas del fantástico que me apetezcan y a mi aire, como bien hacia en cyberdark cuando tenían a bien publicarme (que fue siempre, para que nos vamos a engañar, que era gente maja y condescendiente con frikis como yo). Eso si, un par de avisos: en la vida real trabajo como profesor en un instituto, así que tengo una cierta tendencia "pedagógica", en mis mejores momentos creo que eso me permite iluminar a los descarriados, la mayoría de mis amigos opinan que me convierte en un insufrible y pedante bocazas, ustedes juzgarán. El otro aviso: no suelo seguir modas, así que igual me paso meses y meses, si aguanto tanto, hablando de libros, autores y demás que estuvieron de moda hace 10, 15 0 100 años y me dejo en el tintero debates de la más rabiosa actualidad.
En fin avisados estaís, así que pasen y vean...